Si eres de las que alguna vez soñaste con lucir unos pendientes pintados por Tintoretto, las famosas joyas de Desayuno con Diamantes o la tiara de Sissi Emperatriz, este es tu espacio igual que nuestro.
Ava Gardner fue de una belleza exuberante, fuerte, impetuosa y siempre indomable. Puro glamour y sensualidad, y otra gran coleccionista de joyas.
La actriz fue propietaria de una clásica colección de joyas, en su mayor parte datadas en las décadas de los 60 y 70. Colección que, a pesar de la exótica belleza de la actriz, sorprende por su estilo enormemente discreto.
Quizás una de las primeras joyas que entrara a formar parte de su colección, fue el anillo de compromiso que le regalara Mickey Rooney el día que anunció su compromiso. Fue en una sonada fiesta en Romanoff. Mickey la obsequiaría con un fabuloso brillante de corte escalonado, con un peso de 6,35 quilates.
Otra de las piezas emblemáticas de su colección fueron un elegante juego de pendientes de diamantes, diseñados en forma de ramo de flores, con colgantes intercambiables. Podía usar gotas de diamantes en forma de pera, gotas de jadeíta, unas imponentes gotas de esmeraldas y diamantes o perlas cultivadas coronadas con diamantes. En la película «El puente de Cassandra» llevaba estos pendientes con las gotas de perlas, así como casi todas sus otras importantes joyas. Una pieza muy versátil con un precioso y clásico diseño.
Ava contó en su colección con un impresionante anillo con un zafiro de “Cachemira”, un regalo de Howard Hughes que la actriz devolvió a su propietario cuando terminaron su relación. Los zafiros de “Cachemira” no son piedras cualquiera, son los zafiros más famosos y cotizados del mundo, y poseen un excelente color azul de un tono adormecido que ha sido descrito como “zafiros de terciopelo”. Debido a su extrema rareza estas piedras tienen una reputación casi mítica.
Los zafiros de Cachemira pocas veces se muestran, incluso ni siquiera en las subastas más importantes. Para que os hagáis una idea de su precio y rareza, la última pieza importante que salió a subasta fue en abril de 2007 en una subasta en Christie’s, en la que se vendió un zafiro de Cachemira con forma de cojín de 22,66 quilates, engarzado en un colgante rodeado de diamantes, por valor de $ 3.064.000 a un comprador anónimo.
Como la mayoría de las mujeres de su generación, Ava amaba las perlas. Para su boda con Frank Sinatra en 1951 eligió llevar un collar de perlas de dos vueltas y unos pendientes de diamantes y perlas a juego.
Pero la mejor pieza de toda la colección era un anillo de esmeraldas y diamantes de Van Cleef&Arpels. La esmeralda, una pieza de 4,6 kilates de facetado casi perfecto y un vibrante y fantástico color verde, se engastó, dentro de un cerco de pétalos de diamantes, en Nueva York en 1961 en la joyería Van Cleef&Arpels, con un diseño muy de moda en la época.
Otras de las piezas destacadas de su colección son:
De Van Cleef&Arpels una muy atractiva pulsera flexible de diamantes creada a principios de los 60. De la misma firma y época son dos broches de diamantes en forma de flor. El centro de uno de los broches llevaba esmeraldas engastadas y una bonita pulsera de diamantes y perlas cultivadas.
Y un broche de diamantes y perlas cultivadas del Misisipi diseñadas en forma de un ángel sentado en una nube, con corazones de rubí.
Queda patente que el joyero preferido de Ava fue Van Cleef&Arpels, siendo ellos los artífices de casi todas sus joyas más importantes.
En comparación con muchas de las actrices contemporáneas de Ava su colección de joyas era pequeña, aunque consistió en una de las mejores, más estilosas y clásicas de la época.
En 1989 decidió vender parte de su colección de joyas en Nueva York. El resto de su colección salió a subasta poco después de su muerte en Londres.
Siempre será recordada como “El animal más bello del mundo”, y su colección de joyas como una de las más clásicas de su época.
Nació en Polonia en el seno de una familia muy humilde, pero sería Francia el país que muy pronto se cruzaría en su camino para marcar una vida digna de estudio, no solo por la impresionante parte científica, sino por la valentía y la capacidad de sacrificio, dos cualidades de las que Marie Curie hizo gala durante su compleja vida.
Nacida en 1867, fue pionera en tantos frentes que solamente citar algunos de ellos bastan para que uno se haga a la idea de la grandeza de esta mujer, la primera en recibir no solo un Premio Nobel, sino dos; la primera en licenciarse en Ciencias en La Sorbona, la primera en tener una cátedra y en ser enterrada por sus propios méritos en el Panteón de Hombres Ilustres de París.
Una persona fascinante, maravillosa, que luchó por tener su propio camino en una época en la que las mujeres no podían hacerlo. Vivió en una sociedad, por más avanzada que fuese la gala en esa época, en la que tanto las funciones intelectuales como las responsabilidades públicas pertenecían únicamente al género masculino, pero eso no fue un impedimento: luchó por demostrar su valía con la paciencia del que sabe que antes o después logrará lo que se proponga.
Marya Skłodowska, Marie Curie, a pesar del aspecto siempre austero y algo frío que reflejan las imágenes que se conservan de ella, fue una mujer apasionada, tanto por su vocación científica como por su esposo, Pierre Curie.
Lo conoció a los veintisiete años, cuando ya se había licenciado en Física con el número uno de su promoción y ya se hacía llamar Marie. En él encontró lo que cualquiera definiría como su media naranja, un compañero en la ciencia y en el amor con quien tuvo dos hijas y junto al que desarrolló una carrera que, injustamente, se vio truncada a los once años de casados, cuando él murió atropellado por un coche de caballos.
Ambos eran científicos, sí, pero también humanistas, dos personas profundamente concienciadas por la problemática social. Marie se sumió en una profunda tristeza, pero supo vivir más allá del dolor constante de la pérdida de su esposo, de alguna manera supo reinventarse y sacar adelante a sus hijas. También en esto fue una persona ejemplar: Irène, la mayor del matrimonio, ganó un Nobel de química, aunque falleció a la temprana edad de cincuenta y nueve años, como consecuencia de las radiaciones.
Igualmente, a Marie Curie le pasaría factura toda una vida dedicada al radio. Era un precio que ella estuvo dispuesta a pagar. Durante décadas, vivió acosada por una enorme fatiga, era una mujer débil con solo sesenta años.
A pesar de ser experta en la materia, ni ella ni su esposo supieron ver el peligro al que se enfrentaban con sus experimentos. Y ese peligro acabó haciéndose tan presente que en 1934, a los sesenta y siete años de edad, fallecía en París.
Dejaba para la posteridad sus descubrimientos, sus galardones y, sobre todo, su espíritu voluntarioso. El de una mujer que supo llegar mucho más lejos de lo que la sociedad de ese momento estaba dispuesta a permitirle. Una mujer para quien nunca existieron los límites, y que merece ser recordada tanto por su contribución a la ciencia como por su valentía.
Mary Dayton Richards (1842-1921) y Milton Brayton Graff (1840-1877) se casaron en 1869, en Manhattan. En esa época el estilo de los trajes de novia aun eran largos y de faldas muy elípticas pero comenzaban a disminuir algo de tamaño.
La novia que era muy menudita, se decidió por un precioso traje blanco nieve de línea angelical en tejido de tarlatán. Ahora no es frecuente que las novias luzcan vestido de un color tan blanco puro, es más frecuente utilizar tonos de blanco roto e incluso tonos cremas muy apagados, lo que llaman un blanco sucio.
El tarlatán es un género originario de la India muy parecido a la muselina pero con una trama algo más floja y con una consistencia algo más rígida.
El vestido de Mary es un modelo muy típico del S XIX bastante modesto y con una línea recatada como exigían los cánones de la época. Un corpiño o blusita con cuello redondo y botonadura central, que lleva un pequeño babero realizado con volantitos de la misma tela que el reto del traje. Por supuesto al ser la tela del traje tan transparente, va todo forrado con un algodón que le da cuerpo y presencia.
Las mangas son semitransparentes, ya que aunque son largas no llevan forro más que hasta la altura del codo, con lo que el antebrazo de Mary quedaría un poco visible cuando se encontrara a contraluz.
La soberbia falda estaba compuesta una enagua sobre la que lucían dos sobre faldas una más corta que otra con un remate ondulado realizado con la misma tela del traje que realizaba un dibujo geométrico algo moderno para la época.
Mary y Milton se casaron en Manhattan, lugar de nacimiento de la novia, pero la pareja volvió a los pocos días de la ceremonia a la ciudad natal del novio: Cincinnati, donde trabajaba como psicólogo.
Inicialmente residieron con los padres de Milton, Jacob y May Ann Graff, que vivían al oeste del centro de la ciudad. Entre 1850 y 1890, los ricos comerciantes levantaron en esa zona impresionantes casas de estilo italiano y crearon avenidas por lo que empezaría a llamarse ‘Paseo de los millonarios’.
Desgraciadamente, el matrimonio de la pareja se rompió al poco tiempo por la muerte de Milton en 1875. Y en 1880, Mary construiría su propia casa en Glendale, Ohio, una comunidad 15 millas al norte de Cincinnati en tren de cercanías.
Glendale era un lugar de residencia de verano para los ricos de Cincinnati que huían del ruido y la contaminación de la ciudad. Su entorno tranquilo, de hectáreas arboladas y avenidas curvilíneas con filas de árboles, debió llamar la atención de esta joven viuda con dos pequeños niños que criar. Graff construyó una impresionante casa en la Avenida Congress y vivió en Glendale hasta que murió en 1921.
En el núcleo de El Pont d’Arsèguel (Alt Urgell, Lleida) podéis visitar la Fábrica de lanas, que se fundó en el 1902 por los bisabuelos de los actuales propietarios y tiene las características de una empresa familiar que ha ido pasando de padres a hijos. La fábrica todavía funciona con con energía hidráulica y, entre otras máquinas, todavía se usa una espectacular hiladora diseñada en el siglo XVIII. En su época, la fábrica de lanas llegó tener 20 personas trabajando en ella.
Actualmente la fábrica dispone de un servicio de visitas guiadas, gestionado por la propia familia Isern y se confeccionan los típicos peúcos, tapabocas y mantas de pastor que pueden comprarse in situ.
Altamente recomendable para ir con niños ya que no supone ningún peligro, la visita no es excesivamente larga y las explicaciones son muy buenas. El precio de las entradas es muy razonable. Para los amantes de la fotografía es un lugar ideal para hacer fotos tanto en el interior como en el exterior.
La fragata Nuestra Sra. de las Mercedes ha completado su viaje. Una exposición gratuita que podemos disfrutar hasta el próximo 30 de noviembre en el renovado Museo Arqueológico de Madrid. Muy recomendable para visitarla con niños, ya que es muy amena y entretenida para ellos.
Una muestra que supone un sentido homenaje a todos los que perecieron aquel fatídico 5 de octubre de 1804, cuando una flotilla española regresaba a España desde el virreinato del Perú, cargada de preciadas mercancías y monedas para reponer las exhaustas arcas de la Hacienda española. Más de medio millón de piezas de plata y oro, cacao, lana de vicuña, quina y ratania, entre otras cosas, eran algunas de las preciadas mercancías que portaba en sus bodegas.
De forma totalmente inesperada y en periodo de paz con Inglaterra, una flotilla de bandera inglesa atacó a los cuatro barcos españoles: La Mercedes, La Medea, La Fama y la Santa Clara. La fragata Nuestra Sra. de las Mercedes explotó a los pocos minutos de comenzar la batalla, hundiéndose hasta lo más profundo de las costas portuguesas, cerca del Cabo San Vicente, con sus 200 pasajeros dentro y toda su carga. Entre las víctimas, la familia casi completa de don Diego de Alvear, segundo comandante de la flotilla que, junto a su hijo adolescente, presenciaron desde otra nave sin poder evitarlo como su esposa y el resto de sus hijos, cuatro niñas y tres niños, perecían en el atraco.
Este hecho tuvo como consecuencia el final del acuerdo de paz entre Inglaterra y España, siendo el preludio de la posteriorBatalla de Trafalgar.
El valioso cargamento, así como la tumba de los más de 200 valientes que murieron aquel fatídico día, fue expoliado en mayo de 2007 por la empresa norteamericana cazatesoros Odyssey. Después de varios años de litigios en los tribunales norteamericanos, éstos terminaron dando la razón al estado español y restituyendo a sus verdaderos propietarios todo lo expoliado. Este hecho sienta un precedente muy importante en la defensa del Patrimonio Arqueológico Subacuático.
La exposición hace un recorrido no solamente por los acontecimientos que sucedieron esos días, sino que nos pone en antecedentes y nos ilustra acerca de cómo y de qué manera afectó a la historia de España este suceso tan puntual. También deja constancia de lo importante que es conservar y custodiar los archivos de la historia de nuestro país, ya que sin ellos no habría sido posible recuperar el tesoro. La aportación por parte del estado español de documentos procedentes de los registros navales, resultó determinante en la resolución final del litigio con la empresa Odyssey.
Y lo que es aún más importante, con la historia de la fragata Mercedes se consigue poner de manifiesto la importancia de promover la defensa y salvaguarda del Patrimonio Cultural Subacuático, que ha de prevalecer sobre los intereses puramente económicos.
Merle Oberon es el nombre artístico de Estelle Merle O’Brien Thompson, actriz británica nacida en Tasmania a principios del S.XX, y la primera protagonista de nuestra nueva sección “Grandes coleccionistas de joyas”.
Merle Oberon vivió en la India hasta cumplir los 17 años, edad a la que se trasladó a Londres instalándose allí con la ilusión de triunfar en el cine.
Su gran golpe de suerte vino cuando en 1930 el productor y director Alexander Korda la descubriera por casualidad, el pulió su imagen y la convirtió en una de las grandes damas del cine británico de los años 40. Terminaron casándose y fue él uno de los primeros que comenzó a regalarla carísimas joyas.
Merle Oberon aparece llevando el fabuloso collar que parece ser Napoleón Bonaparte regalara Baronesa Haussmann.
Una de las primeras piezas que adquiriría es un antiguo collar de diamantes y esmeraldas que, al parecer, fue un regalo de Napoleón III a la Baronesa Haussmann. Se cree que fue un obsequio en agradecimiento a la labor de modernización que llevara a cabo su esposo en el París de mediados del S.XIX. Gracias a esta majestuosa y polémica reforma París se trasformó, en menos de dos décadas, de ciudad medieval a la más moderna capital del mundo. Merle lució la pieza en películas como “El divorcio de la señorita X” y en «Of love and desire» (no hay versión española). Merle Oberon le quitaría dos lágrimas al collar para hacerse unos pendientes y luciría la parte central, que también se trasformaba en broche, en numerosísimas ocasiones.
Merle Oberon aparece llevando el clip de tres flores de Cartier, Londres, que originalmente formó parte de una horquilla para el pelo Photocourtesy of Fine Art America.
En 1939, tras su matrimonio, Alexandre la regalaría una de las piezas para mí más bella de su colección: una pieza de Cartier consistente en tres broches en forma de rosa ya abierta, dos exactamente iguales y la otra un poquito más grande. Este último tiene un detalle encantador: los pistilos son diamantes que están montados con un poco de movimiento, lo que le da a la pieza una belleza muy especial. Estos tres broches originariamente fueron diseñados para ser lucidos como horquillas en la cabeza, pero Merle los lució casi siempre como broche o incluso como camafeo, resultando siempre sensacionales. Lamentablemente, al vender su colección tras su muerte, las tres piezas se vendieron por separado.
Se da la casualidad de que pocos años más tarde la por entonces Princesa Isabel de Inglaterra recibiría, con ocasión de su boda con el Príncipe Felipe de Grecia, de manos del Nizam (un título nobiliario musulmán) de Hyderabad y Berar (dos provincias de la India), un juego idéntico de horquillas montados en una tiara, que también estaban diseñados por Cartier. Isabel II desmontó los diamantes de la tiara para hacer una nueva de rubíes y diamantes. Sin embargo, mantuvo las tres horquillas de rosas que ha lucido a menudo.
Pero quizás la pieza más espectacular de su colección sea el collar de diamantes y 39 cuentas de esmeraldas barrocas, que Korda la regalara en 1939 de inspiración indú. La pieza encajaba a la perfección con la exótica belleza de Merle Oberon. El collar, con un diseño muy original para la época, sorprende no solo por el tamaño de sus esmeraldas sino por la peculiar forma en la que están montadas, ya que su diseño permite que las cuentas giren 360º sobre la pieza de diamantes que la sujeta, encajando así a la perfección y luciendo con una caída elegante y sensual.
La historia de su compra es ciertamente curiosa, demostrando una vez más cómo los humanos siempre deseamos más fervientemente aquello que creemos ya ha adquirido otro. Parece que la pieza iba a ser adquirida por la diseñadora Elsa Schiaparelli. Merle vio el collar en el escaparate de la tienda de París, y cuando entró a preguntar por la pieza el vendedor la dijo que alguien más estaba interesado en adquirirlo. Esto es algo que, curiosamente, sucede algunas veces en el comercio y que los clientes interpretan como una estrategia que los vendedores utilizamos para acelerar la venta. Merle realmente no creyó lo que le contaba el vendedor y pensó que era una táctica para acelerar la venta. Pero a los pocos días se daría cuenta de que el vendedor no mentía, pasó por el escaparate y el collar no estaba. Su misteriosa rival se encontraba en una de las habitaciones privadas de la joyería probándose la pieza.
Al día siguiente Merle volvió a pasar para ver si seguía en el escaparate, y en ese preciso instante vio salir a Elsa Schiaparelli. Su misteriosa rival ya tenía cara y el collar ya no estaba en el escaparate. Debió regresar con tal cara de desolación que su esposo se puso el sombrero, salió a la calle, entró en la joyería, preguntó por el collar y, para su sorpresa, salió con él en la mano. Las fabulosas 29 esmeraldas ya podrían lucir en su exótico cuello para siempre.
Merle disfrutaría de esta pieza hasta su muerte.
Cartier 1938, 29 impresionantes gotas de esmeralda barrocas, montadas en platino y diamantes, con un largo de 44 cm y rematado en 2,642,500 CHF. Uno de los collares de Cartier más fotografiados de su historia. Link al collar:
Otras de las piezas destacadas de su colección son:
Un juego de dos horquillas diseño de Cartier de diamantes en forma de flores, una con el pistilo engastado con diamantes y la otra con pistilos de rubíes. Se podían llevar juntos o por separado como horquillas, o se podían montar en una pulsera de tiras de diamantes para formar un impresionante cierre. Merle llevó esta pulsera junto con la horquilla de tres rosas en la película «Viaje sin retorno» en 1940.
Un broche floral de zafiros y diamantes de Cartier, también desmontable, para llevar como horquilla. Llevaba engastado un gran zafiro ovalado y con los pétalos de diamantes. El tallo de diamantes se vendió por separado, sin mencionar el hecho de que se podía montar en la horquilla. Merle llevó la pieza unida en muchas ocasiones, llevando también la horquilla en una banda de terciopelo como gargantilla o sobre una pulsera de platino que Cartier también había fabricado. Estoy segura de que Merle no solo adoraba las joyas de Cartier por su calidad y belleza, sino también por la versatilidad que siempre proporcionan sus diseños.
A finales de los 50 y 60 adquirió y modificó un gran número de joyas. Paso bastante tiempo viviendo en Roma, donde adquirió de Bulgari un broche de diamantes y un broche engastado con rubíes y diamantes. Bulgari también creo para Merle un elegante bolso en un inusual diseño de bellotas, con el cierre de oro con turquesas y diamantes engastados.
Van Cleef&Arpels fue otro de los diseñadores preferidos de Merle durante los 70, destacando un juego de broche, pendientes y collar de turquesas y diamantes; un collar de diamantes y coral rosa que se podían convertir en un broche y pulsera.
Merle tenía también una pequeña, pero buena, colección de rubíes. Ésta incluía un espectacular collar de rubíes y diamantes de David Webb, que también creó para ella un anillo a juego y unos pendientes de rubíes y diamantes cada uno con rubíes ovalados en el centro de gran tamaño.
La mayoría de estas piezas se vendieron en la subasta que se celebró en Nueva York el 22 de abril de 1980, justo un año después de su muerte.
Merle Oberon tuvo una verdadera colección de joyas de cine.
Más conocida como Isak Dinesen, el seudónimo masculino bajo el cual publicó la mayoría de sus textos, la escritora danesa Karen Blixen (1885-1962) fue una mujer de vida fascinante y de pluma prolífera. Hemingway, que era más bien poco dado a los halagos, dijo que se hubiera sentido feliz si el Nobel de Literatura se lo hubieran dado a ella.
Karen Blixen tuvo una granja en África, al pie de las colinas de Ngong, eso como saben lo popularizó de maravilla la película de Sydney Pollack durante la década de los 80. Fracasó sentimental y personalmente en esas tierras que tanto amó y en las que cultivó café, pero su fuerte voluntad logró que se repusiera y, de vuelta a su país de origen en los difíciles años 30, comenzase a publicar con diversos seudónimos masculinos.
No eran buenos años para que las mujeres brillaran con luz propia, y de alguna manera la aristócrata lo aceptó. Afortunadamente, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y a día de hoy es considerada una mujer de gran valía y una notable narradora.
Sus recuerdos de África son lo que mejor nos ha llegado, acaso demasiado idealizados o barnizados de excesivo romanticismo –el cine, de nuevo, se ha encargado de ello–, pero la baronesa fue además una magnífica cuentista, no sólo plasmando historias en el papel, sino que era de las que narraba a viva voz en los eventos sociales a los que acudía.
Dejaba a todos fascinados por su fragilidad física, sus turbantes y sus ojos maquillados con kohl negro, así como por las leyendas que circulaban sobre ella. Se decía que se alimentaba de ostras y de champagne, aunque ella defendía que solo tomaba aquello que le sentaba bien a su cuerpo. “Soy vieja y como lo que quiero”, sostenía.
Enferma de sífilis desde su matrimonio con el barón Bror Blixen-Finecke, no pudo tener hijos y llevó una vida en la que la imaginación y la literatura tuvieron un gran peso. Gran amante de Shakespeare, confesaba que su libro favorito eran Las mil y una noches, y como buena soñadora, mantuvo la esperanza de regresar a Nairobi, pero la Segunda Guerra Mundial truncó ese anhelo.
Quizás, la fortaleza de su espíritu radica en su escasa fortuna en el amor: su matrimonio hizo pronto aguas por las infidelidades de él y su intensa relación con el británico Denys Finch Hatton se vio truncada por la muerte de este en un accidente de aviación.
El estilo de Karen Blixen no se asemeja al de otros autores coetáneos, tal vez porque sus orígenes escandinavos fueron moldeados por las experiencias en el continente africano. El peso del pasado, tanto en su vida como en su obra, es una de las claves para entenderla.
Su interesante correspondencia, publicada en español hace unos años, contiene cartas a su fiel sirviente en Kenia; en ellas le expresaba lo mucho que lo hubiera gustado regresar a su casa para hablar con él de los viejos tiempos, esos tiempos en los que tenía una granja en la lejana Kenia.
¿Por qué decide una hija vestir el traje de novia de su madre? He estado dándole vueltas a esta pregunta recientemente y finalmente he decidido preparar varias entradas para el blog esta temporada con un tema en común: Trajes de novia antiguos, su historia, sus protagonistas y sus vidas.
Y la primera historia no podía haber sido más apasionante. Han sido varios días de investigación y muchas anécdotas curiosas. Me apasiona meterme en las costumbres, en las curiosidades y anécdotas de la vida de personas del pasado…
En este caso no fue por falta de medios económicos por lo que Mary Muhlenberg Hopkins decidió lucir el traje que 28 años atrás había llevado su madre Mary Barr Denny Muhlenberg. Mary se casaba con una de los mayores herederos de la época. Me quedó claro desde el principio que sus motivos fueron íntimos y sentimentales. Las modas ya habían cambiado bastante después de 28 años, pero Mary simplemente retocó un poco el escote para dejarlo algo más recatado que el que habría lucido su madre, y cambió un poco el diseño de las mangas, sin apenas hacer ningún cambio más en la prenda. Debían tener prácticamente la misma talla.
Mary había sido una mujer sorprendentemente bien preparada para la época, sobresaliendo entre todas las estudiantes en el prestigioso Instituto Packer, en Brooklyn, donde se matriculó en matemáticas avanzadas y astronomía, entre otras asignaturas. Estos conocimientos, y su carácter, la permitieron hacerse cargo de todos los ambiciosos proyectos que tenía su esposo entre manos al poco de enviudar.
Nuestra protagonista no sólo heredó una inmensa fortuna sino que además se convirtió en una increíble filántropa y benefactora, durante sus veinte restantes años de vida. Hospitales, instituciones médicas, orfanatos, colegios y universidades, un museo de arte, diversos organismos culturales y otras causas que beneficiaron a la humanidad, fueron sólo algunas de las obras que Mary puso en marcha con su tímida y reservada naturaleza.
Entre otros proyectos, levantó el más ambicioso y costoso realizado por una mujer en aquella época; la creación del Mariemont Village en Hamilton, Ohio. Una ciudad en toda regla, con todos los servicios y avances que os podáis imaginar. Por poner un ejemplo, los cables de teléfono y luz ya iban enterrados bajo el suelo. Todo un avance para la época.
Pero la historia de Mariemont se remonta a principios del siglo XX, cuando su esposo compró una finca cerca de Newport, Rhode Island, a la que llamó «Mariemont». En ella pasaron días inolvidables y comenzaron a soñar con lo que sería el proyecto más ambicioso de la familia.
Durante los años siguientes al fallecimiento de Thomas, Mary gastó más de 7 millones de dólares de la época para adquirir todos los terrenos alrededor de su finca. Necesitaba espacio suficiente para crear la ciudad de sus sueños: un lugar ejemplar que pudiera acoger a gente de todos los niveles económicos, comprando o alquilando viviendas unifamiliares.
Mary colocó la primera piedra de lo que sería la ciudad de Mariemont Village en Hamilton, Ohio el 23 de abril de 1923, pero murió 4 años más tarde de esta inauguración, por lo que fueron sus herederos los que pudieron disfrutar de su más grandiosa obra: una de las grandes obras urbanísticas de los Estados Unidos de principios del S.XX, que empleó a los más destacados profesionales de la época.
Estoy segura de que su madre se habría sentido muy orgullosa del papel tan importante que jugó en el desarrollo urbanístico de EEUU. Ella, una mujer con la sensibilidad de lucir el mismo vestido que llevara su madre el día de su boda, tuvo el coraje y la fortaleza de poner en marcha unos de los proyectos urbanísticos más ambiciosos de la época.
Os adjunto un mosaico con un montaje de los dos trajes. ¿Cuál os gusta más a vosotros?
Yo me quedo con el original, el arreglo de las mangas y el escote no me termina de convencer.
Hoy os traigo una de esas exposiciones que quedan grabadas en nuestras retinas para siempre. La belleza y delicadeza de una joya histórica de Cartier, admirarla y poder casi sentirla es sin duda una de mis mayores placeres. Y si además lo incluyes como plan en un viaje a New York, ¿qué más se puede pedir?
La muestra, titulada Cartier: Marjorie Merriweather Post’s Dazzling Gems recorre las piezas de joyería más famosas de una de las principales clientes del afamado Louis-François Cartier durante la primera mitad del siglo XX: Marjorie Merriweather.
La exposición tiene lugar en un rústico y encantador entorno con un aire muy vintage, situado dentro de los jardines del museo Hillwood y recrea el tipo de arquitectura que eligió Marjorie para su retiro en las montañas de Adirondack, al norte de Nueva York.
El museo suele llevar a ese espacio las exposiciones especiales, para que el visitante pueda disfrutar de toda la experiencia inigualable que supone visitor sus salas.
Quién fue Marjorie Merriweather
Considerada todo un icono de la historia Americana, Marjorie fue la fundadora de General Foods, además de una asidua a las fiestas de la clase alta de la primera mitad del siglo XX. Cuando apenas contaba con 27 años se convirtió en la mujer más rica de los Estados Unidos después de heredar todo el imperio de su padre, una fortuna de casi 250 millones de dólares.
La colección de joyas, muebles, porcelanas, pinturas y tapices que Marjorie llegó a recopilar durante su larga vida (falleció en 1973 con 86 años) fue inconmesurable y reúne piezas de Fabergé y Cartier. Las exquisitas joyas que Marjorie encargó a este último son las que ahora se pueden disfrutar en el Museo Hillwood.
Entre las joyas expuestas destaca este broche, considerado una de las obras más exquisitas de Cartier, realizado con siete esmeraldas indias esculpidas, diminutos diamantes, platino y esmalte, diseñado en 1928 por el aclamado joyero para su principal cliente, Marjorie Merriweather Post.
También son dignos de destacar el collar que el diseñador confeccionó para ella con perlas, diamantes y platino o la aún más impresionante gargantilla de zafiros, entre otras muchas piezas dignas del más exigente de los coleccionistas de arte.
Sin duda, Marjorie tenía un gusto exquisito para la joyería y la moda en general, como muestra esta inigualable colección, que podéis visitar hasta final de 2014, en el marco de un inolvidable viaje a Washington DC.
Su nombre en castellano, tomado por afinidad fonética, dista mucho de la etimología auténtica, sin embargo, no lo hace tanto del espíritu misterioso y encantador que la ciudad de Brujas alberga en sus calles.
En flamenco, Brugge significa puentes, en plural, porque son muchos los que conforman la fisonomía de esta pequeña localidad belga situada a menos de 100 kilómetros de Bruselas.
Caminar por Brujas es como sumergirse en un cuento, un cuento medieval con sus casitas bajas de tejados a dos aguas, sus románticos rincones, sus ventanas con cortinas de encaje (artesanos de fama internacional), sus jardines plagados de flores y ese aroma especial mezcla de vainilla y chocolate que asalta al visitante a cada paso. Porque en Brujas, de cada tres establecimientos dos son chocolaterías y, en esto de hacer bombones, son unos auténticos expertos.
Hay múltiples pequeños negocios tradicionales en los que la tentación le asalta al visitante a cada paso y otros más innovadores como The Chocolate Line, una de las tres únicas bombonerías del mundo que aparece en la Guía Michelin. Hablando de esta última, para los amantes de la alta gastronomía, ésta es una de las ciudades con más estrellas per cápita del mundo, en sexto lugar tras Kyoto, San Sebastián o Bérgamo.
Considerada la ciudad medieval mejor conservada de Europa, su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 y se organiza en torno a la Plaza Mayor o Grote Markt, donde destaca la torre Belfort con su carrillón de 47 campanas, un auténtico superviviente tras superar varios incendios y reconstrucciones, y al que se puede acceder tras subir 366 escalones. Merece la pena el esfuerzo porque las vistas son imponentes. Muy cerca está la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas. De estilo gótico, alberga la única obra de Miguel Ángel que salió de Italia en vida del artista, una maravillosa madonna (Virgen con el niño) en mármol.
Dos veces recuperada tras ser expoliada por los franceses en época de Napoleón y luego por los nazis en la II Guerra Mundial, ahora es custodiada con orgullo por los habitantes de Brujas. Pero si hay una estampa reconocible de Brujas, al igual que impronunciable, es el Rozenhoedkaai. Fue muy probablemente un embarcadero donde los comerciantes cargaban y descargaban sus mercancías y hoy es el lugar más fotografiado de la ciudad. Aquí se pueden tomar las barcas que realizan recorridos por los canales y que ofrecen una vista diferente de la ciudad pero igualmente encantadora.
Uno de los puntos estrella del recorrido es el Lago del Amor o Minnewater que guarda bajo sus aguas leyendas misteriosas como que en el fondo se encuentra la tumba de una dama que prefirió la muerte a casarse con un hombre al que no amaba, o la curiosa maldición de Maximiliano de Austria que ‘castigó’ a los habitantes de Brujas con la obligación de mantener a los cisnes que lo poblaban (y todavía campan a sus anchas) por siempre jamás.
Y cuando la noche cae en Brujas una bruma leve envuelve la ciudad y sus calles se iluminan con tenues destellos reflejados en las aguas de los canales. Y entonces, la magia se hace más real que nunca, más tangible. Piérdanse por sus calles empedradas porque, quizá, como en los cuentos, cualquier hecho maravilloso pueda suceder.
Artículo escrito por María Cereijo, periodista y escritora. Podéis seguirla en @capitulosiete o en su alterego compartido de autora juvenil @LabAmy. Ella es nuestra Vintage Blogger de Septiembre. Mil gracias por todo, María.
Cuando Cleopatra conoció a Julio César en el 48 a. C., tan sólo era una joven de 20 años, frente a los 52 años del experto e inteligente general romano. A su muerte, en el 30 a. C., era invocada por los romanos como “regina meretrix”. En tan sólo 18 años, una sola mujer se granjeó el sobrenombre de “male nostrum” por parte del imperio más poderoso de la tierra, un enemigo común, alguien a quien destruir. Sin embargo, como una curiosa paradoja, la muerte de Cleopatra fue su última gran victoria.
A la muerte de Julio César, quedó establecido el segundo triunvirato. Tanto Octavio como Marco Antonio, en su lucha por controlar el imperio romano, diseñaron agresivas campañas de propaganda política. Octavio se presentaba como el garante de las buenas tradiciones romanas y, pese a que sería el primer emperador, como el defensor de la república que aborrecía la monarquía, que consideraba propia de bárbaros. En contra, para atacar a Marco Antonio, utilizó su relación con Cleopatra.
El general romano tan sólo era un gran hombre que había tenido la mala suerte de caer en las garras de una pérfida mujer que lo estaba manipulando. Esta reina, encarnaba todo lo malo que podía amenazar la unidad de Roma: era extranjera, representaba el poder monárquico y cometía la terrible falta de tener la suficiente independencia sexual como para elegir a sus amantes y tener sexo a su antojo. Todo valía para conseguir gobernar sobre la casi totalidad del mundo conocido, y el precio parecía pequeño: la reputación de una mujer. Esta es la imagen que fue recogida para la posteridad, y que ha sido copiada tanto en pintura como en literatura.
La imagen creada a través de estas campañas traspaso el tiempo, e influyó de manera decisiva en la representación de uno de los pasajes más representados de la vida de Cleopatra, el de su muerte. Según las fuentes antiguas, parece ser que un mensaje puso en conocimiento de la reina que en tres días sería conducida junto con sus hijos a Roma. Octavio pretendía llevársela y someterla a la humillación más grande: ser exhibida como trofeo de guerra en una procesión triunfal que se había organizado para celebrar su victoria en la guerra civil.
La gran reina acabaría sus días como prisionera política o ejecutada en un espectáculo público. Después de visitar la tumba de Marco Antonio, tomó un baño y una gran cena. Entregó un mensaje para que se lo diera a Octavio en el que pedía que cómo última voluntad que la enterraran junto a su amado, y se quedó con dos sirvientas, Charmian y Eiras. Octavio, al leer el mensaje, se dio cuenta de lo que iba a pasar. Mandó a toda prisa a los soldados, que empujaron a los ignorantes guardias que custodiaban las puertas de la habitación donde ya yacía muerta Cleopatra sobre un diván de oro. Eiras, ya había fallecido a sus pies, mientras que Charmian, a la cual le empezaban a hacer efecto el veneno, intentaba con gran esfuerzo colocarla la corona.
Uno de los pintores que quizá de manera más exacta representó ese momento fue Jean-André Rixens en “La muerte de Cleopatra” (1874). La reina y Eiras yacen muertas, mientras que Charmian, que la está colocando la corona, se gira ante el estruendo que arman los romanos al entrar en la habitación por la puerta del fondo a la izquierda. Sin embargo, un detalle no concuerda con lo que parece que fue la realidad y sí con la imagen que nos ha llegado de la reina: está desnuda.
Cleopatra se quitó la vida en el mausoleo de Alejandría y según relatan las fuentes, se hizo vestir con su atuendo de reina. Es decir, murió haciendo una afirmación de su estatus de gobernante de Egipto muy lejano a la imagen erótica que este pintor nos transmitió. Es por tanto del todo imposible, que alguien que lo había dado todo por su reino se despojara de su dignidad imperial y se desnudase ex profeso para suicidarse. Este tipo de imágenes son tan sólo una manipulación hecha a posteriori en la que el tema de la muerte de Cleopatra se usa como excusa para pintar un desnudo
Si Rixens dentro de la moda del siglo XIX de exaltar lo oriental se había mostrado algo comedido, la pintura de los siglos XVI y XVII hizo caso omiso a la narración de la historia completa y centró su historia en ver a una Cleopatra bajo ese prisma erótico. Un ejemplo clave es “Cleopatra” de Guido Reni (c.a. 1630). La reina mira hacia arriba, y ha dejado un pecho al descubierto, hacia cuyo pezón se dirige la serpiente, causa supuesta de su muerte. La idea de ese cambio de dirección de la picadura de la serpiente para dirigirse a sus senos también comenzó en época romana. Los poetas de la era de Augusto, que siguieron escribiendo sobre Cleopatra, fueron incorporando nuevos detalles de su invención. Así Horacio nos decía que “con entereza coge las sierpes, y al pecho aplica las sucias bocas que la envenenan” (Oda XXXVII). La leyenda, aún muerta, seguía creciendo.
Plutarco (46-120) nos cuenta cómo Cleopatra ya había experimentado con distintos venenos en el invierno del 31 al 30 a. C. Su intención era probar el dolor que causaban en presos de causas capitales, dándose cuenta de que sólo la picadura de áspid provocaba una muerte sin convulsiones ni sollozos, como una especie de sopor dulce. Esa idea de reina cruel, impasible, que observa sin inmutarse como los presos mueren a expensas de sus terribles ensayos para su futura muerte, fue pintada por Alexandre Cabanel en “Cleopatra probando venenos con los prisioneros condenados” (1887).
A pesar de esos relatos, la investigación actual duda que fuera un áspid introducido en una cesta de higos o tinaja, lo que produjera la muerte de Cleopatra. Es lo que aparece representado en la pintura de Rixens, a los pies del lecho de Cleopatra. Y no es algo en absoluto novedoso: el mismo Plutarco ya dijo que “nadie sabe la verdad de lo que pasó. Porque se dijo también que había llevado consigo veneno en una navaja hueca, y la navaja escondida en el cabello” (Antonio 86). En todo caso, se terminó dando por buena esta causa por dos marcas en el brazo que se le encontraron. Sin embargo, en la pintura de Guido Reni, nosotros prácticamente sólo podemos saber que estamos ante la muerte de Cleopatra por el áspid, al que se le ha añadido la marcada connotación erótica de que le va a picar el pezón, y no el brazo.
A pesar de que hoy se contemple la posibilidad de que Octavio interviniera en su muerte, parece que oficialmente intentó mantenerla con vida. Solicitó la ayuda de unos psylli, famosos por su habilidad en curar chupando el veneno, pero era demasiado tarde. Sus antiguos biógrafos, insisten en la bondad del emperador al querer salvarle la vida, pero parece más que fue por el interés de poder exhibirla en ese famoso triunfo. De hecho en el mismo, que finalmente se celebró, se sustituyó a la Cleopatra de carne y hueso por una efigie de cera con un áspid en el brazo.
Ese tipo de representación, de Cleopatra muriendo o agonizando con la serpiente enrollada en el brazo, fue muy popular, pero siempre insistiendo en la desnudez de la reina. Guido Cagnacci la representó así en diferentes variantes. Su “Cleopatra” de 1658 está sentada, con la corona puesta, desnuda de cintura para arriba, la serpiente enrollada en la mano derecha y ya muerta. Sus esclavas, un número excesivamente numeroso, la rodean entre sorpresa y lágrimas. En cambio, en su versión de 1662, se baja explícitamente el vestido con la mano izquierda dejando el pecho al descubierto, para dirigir el áspid que se enrolla en su mano derecha para que le pique en él. Guido Cagnacci dedicó parte de su actividad a la pintura de salón privado, que incluía desnudos de cintura para arriba de personalidades como Cleopatra, Lucrecia o María Magdalena. Son representaciones erotizadas, pero la diferencia con Cleopatra, imagen que repitió hasta la saciedad, es que no es una imagen o una muerte virtuosa.
Lucrecia prefirió la muerte al deshonor de haber perdido su castidad y María Magdalena es una arrepentida. Cleopatra no sólo no es una mujer casta, lo que le garantizaba mayor éxito en una fórmula que repitió hasta la saciedad, sino que además es la única que toma una decisión propia, por sí misma, y no en función de un hombre. La convirtieron así en un mero pedazo de carne para el placer solitario del hombre. Efectivamente, este tipo de representaciones se convirtieron en una imagen erótica de salón muy codiciada entre algunos seres del sexo masculino para los que su erotismo era un plus de excitación.
Cleopatra fue una pieza clave para que Octavio, gran estratega y mejor diseñador de su imagen, para conseguir el poder. Se sirvió de la manipulación de la figura de la reina para hacerlo. Sabía que era mejor ser recordado por luchar contra extranjeros metidos en excesos que no contra sus propios ciudadanos, que era a fin de cuentas lo que estaba haciendo en una guerra civil. Cleopatra encarnaba todo lo opuesto a la mujer casta romana: se acostaba con sus hermanos, tenía hijos bastardos y convertía en amantes a romanos respetables.
Así, Cleopatra fue despojada de cualquier significado político, cuando los datos que nos llegan son precisamente un esfuerzo de afianzar su figura como reina. Su muerte, único acto reconocido por los romanos como de gran calidad moral, fue un acto gobierno. Fue su última gran victoria, con la que quitó a Octavio el triunfo final. Nada tuvo que ver con las representaciones totalmente erotizadas que nos han llegado. Murió como una reina, vestida como tal, muy lejos del icono que tanto Octavio como la pintura han intentado transmitirnos, y que tan distorsionada tenemos a día de hoy. Es una imagen afamada y en absoluto denostada, lejos de los anhelos iniciales propagandísticos romanos que con tanto interés intentaron trasmitirnos.
Artículo escrito por Ana Valtierra, Doctora en Historia del Arte especializada en mundo antiguo. Podéis seguir el trabajo de Ana a través de su página de facebook: Ana Valtierra
Este artículo es una versión del publicado por Ana en la Revista Adiós Cultural, de la que es colaboradora habitual. Podéis ver todos los número publicados en Revista Adios
Una floristería que no solo ofrece flores. Un recoleto y elegante rincón en el casco antiguo de Madrid, con una historia detrás que merece ser escuchada en boca de sus dueños.
Un paseo matutino por el Barrio de las Letras en una mañana de domingo, me llevó a descubrir este inesperado lugar que anteriormente me había pasado casi desapercibido.
La historia se remonta demasiado atrás en el tiempo. Hace ya tres siglos, este pequeño rincón era el cementerio de la iglesia de San Sebastián. El camposanto existió hasta bien entrado el S.XIX. Fue en 1889 cuando la familia Martín, propietaria del solar, decidió arrendarlo a la parroquia para poner un vivero. Desde entonces, hasta hoy, muchas historias podrían contarnos las paredes de cristal de su coqueto invernadero.
Mencionada por Galdós en su novela «Misericordia», conserva la intimidad del antiguo camposanto y la esencia de su enorme pasado. Nunca cerró sus puertas, incluso durante los años de la guerra la floristería permaneció con sus puertas abiertas.
Hoy es un lugar de ensueño, un jardín cargado de encanto en el que no solo poder adquirir flores y disfrutar de su arquitectura. Es un pequeño remanso de paz, verdor y estilo en el corazón de uno de los barrios más ilustrados de la ciudad.
Estrenamos escaparate. Y como estamos en la época preferida para la mayoría de las parejas para celebrar su matrimonio, hemos decidido darle un aire de boda vintage, de boda con un aire retro años 50, a nuestro escaparate estrella.
Ha sido gracias a la generosidad de una gran amiga de la familia, Paula Vallejo Rey del Castillo, Sra. de Esteban, que podamos presumir de tener uno de los trajes de novia más exquisitos de los años 50 en nuestra tienda. La pedimos el favor de sacar a la luz no solo su traje, sino todos los recuerdos que conlleva rescatar una prenda así del armario. Y ella, por el cariño que nos tiene, hizo el esfuerzo que creo ha merecido la pena. Una prenda de alta costura de esta categoría merece estar a la vista de todos, y no guardada en un oscuro armario en una buhardilla.
¿No os parece?
La pieza se confeccionó en el año 1957, con encaje de chantilly y tul de seda, en el taller de Purificación Sepúlveda en la C/ Tirso de Molina de Madrid. Lo que más llama la atención es su espectacular cola de casi dos metros, toda montada con volantes de encaje de chantilly y tul, unos sobre otros, que hacen de ella una pieza tan espectacular en su movimiento, caída y tamaño que casi no nos cabe en el escaparate.
La verdad es que me ha costado hacer las fotos, porque materialmente no cabíamos la cámara, el traje y yo en el escaparate de la tienda, que no es que sea pequeño, es que el vestido es espectacular.
Si te animas a pasar a verlo en persona, ya sabes que nos encuentras todos los días de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 en la C/ Claudio Coello, 60 de Madrid, y que nos encantará enseñarte esta pieza de museo personalmente.
Si tú también tienes un traje antiguo que te gustaría poder presentar en sociedad, no dudes en contactar con nosotras. Estaremos encantadas de lucirlo en la tienda, si participas de nuestra idea.
Joya de vitrina o exposición que fabricó principalmente el joyero ruso Carl Fabergé. Los huevos estaban hechos de oro, esmalte y piedras preciosas.
Se realizaron 69 Huevos de Pascua entre los años 1885 a 1917, 61 de ellos se conservan.
Para la Pascua de 1883, el zar Alejandro III le encargó al orfebre Peter Carl Fabergé la construcción de un huevo para regalarle a su mujer, la zarina María. El regalo consistió en un huevo con cáscara de platino que contenía dentro uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, se encontraba una gallina de oro en miniatura que tenía sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa. Este particular Huevo de Pascua le gustó tanto a la emperatriz que el zar le ordenó a Fabergé que realizara uno nuevo para cada Pascua.
Once fueron en total los huevos que Alejandro III le regaló a su mujer. Luego, su hijo Nicolás II continuó con esta tradición y mandó realizar otros para regalarles a su mujer y a su madre. Los 57 huevos que confeccionó la casa Fabergé tenían en su interior algún obsequio, réplica en miniatura de una de las pertenencias de los zares.
Recientemente un huevo fabricado por Fabergé para la familia de banqueros Rothschild, alcanzó en una subasta de la casa Christie’s de Londres. el precio récord de 18 millones de dólares.
Pero la más sorprendente de las noticias sobre este tema es la de un chatarrero americano que compro sin saberlo uno de dichos huevos una joya labrada en oro y decorada con diamantes y zafiros fue creada por el joyero como regalo del zar Alejandro III para la zarina Maria Feodorovna en 1887. El chatarrero la adquirió en un mercadillo con la intención de vender el oro al peso, hecho que por fortuna no realizó ya que no le pagaban más de lo que había él pagado por ella.
Pasados los años, y gracias a internet dio con el origen de la pieza en cuestión y viajo a Londres para realizar la venta de la joya por la que ha conseguido la increíble cantidad de 20 millones de libras ( 23,8 millones de euros aproximadamente).
Os dejo el link a la noticia completa porque es increíble.
Nosotras en la tienda tenemos replicas en miniatura de estas joyas y la verdad que es una de las piezas que más admiradores tiene.
Celebramos nuestra tercera edición de “Exposición de Réplicas de Joyas Históricas”. Tras el éxito de las dos ediciones anteriores, y ante el inminente estreno de la película “Grace of Mónaco”, hemos decidido hacer una edición especial de nuestro famoso evento.
Inauguraremos el día martes 20 de mayo a las a las 12:00, y contaremos con la presencia de María Romero de Cuenca que nos dará una charla sobre historia y joyería.
Como primicia, y para todas aquellas personas que se decidan a acercarse ese día hasta nuestro espacio, tendremos la presentación de la nueva colección “Gracia”. La colección, basada en las joyas que recibiera la Princesa Grace Kelly con motivo de su boda, fue un encargo muy especial realizado por el Príncipe Rainiero que la princesa recibiría el día de su boda civil. El conjunto está compuesto por un collar de perlas con doble broche en clip, una pulsera y unos pendientes.
¡Pero no nos hemos quedado aquí! Hemos ido aún más lejos y hemos realizado una preciosa tiara, inspirada en la preferida de Grace de Mónaco, al menos la que lució en más ocasiones, casi siempre peinada por el famoso peluquero Alexandre.
Una joya realizada en plata con circonitas. La pieza original constaba de 214 diamantes talla brillante y 45 diamantes en talla baguette, sería lucida por la princesa en numerosas ocasiones, entre ellas la gala previa a la boda en Atenas de los Reyes de España don Juan Carlos y doña Sofía, y en la gala previa a la boda de la infanta Pilar con Luis Gómez-Acebo en 1967.
En la exposición, igualmente, contaremos con numerosos complementos de la época, que bien podría haber lucido la propia Princesa: bolsos, guantes, pendientes, …
El día 20 de mayo será una fecha muy especial, permaneciendo abierta nuestra tienda en horario continuado de 11.00 a 20.30. Ese día podremos tomar un Oporto juntos y charlar disfrutando de todas estas piezas tan icónicas.