

Parece por las fotos que Rose era mucho más coqueta y quizá más tímida que su hermana mayor Louisa Uphoff, de la que os hablé hace unos meses.
Su postura tímida ante la cámara en la fotografía de recuerdo de su boda, con una sonrisa bastante burlona, nos lo demuestra. Rose contraía matrimonio el 11 de junio de 1879 con Frank Hackmann (nacido alrededor de 1852), y elegiría el, «decididamente de moda», corte princesa para su vestido.
Según The Godey’s Lady’s Book, este corte sólo se ajustaba a una figura bien proporcionada, algo que por la foto de Rose Uphoff podemos comprobar que en su caso es perfecto. El vestido de satén blanco tiene un leve tinte rosado, que también se menciona en la Lady’s magazine como la última tendencia del momento.
El vestido de novia de Rose Uphoff, quizás en cierta forma, es un símbolo de los adornos exagerados que algunos escritores de etiqueta norteamericana mencionaban en sus escritos.
Algunos se quejaron diciendo: «El traje de novia francés es simple, en Inglaterra es más elaborado, mientras que en este país es muy probable que sea una ocasión de extravagancia ostentosa, dolorosamente absurda”.
Llamar absurdo al vestido de Rose puede ir demasiado lejos, aunque yo también le encuentro quizás demasiado exagerado en la cantidad de pliegues. Aunque quizás lo que más recargado encuentro es el uso excesivo de flores de cera en las mangas, escote y alrededor de la falda. El traje tiene una prestancia y una caída soberbia y se nota que la seda que se usó era de un gran telar.
Tal vez Rose había visto alguna ilustración de este tipo de adornos: el número de enero de 1872 de Godey’s Lady’s Book describe una corona de novia, cargada de flores de color naranja, con largos colgantes y zarcillos flotando con gracia sobre los hombros y la frente de la novia.
Parece que el esposo de Rose Uphoff, Frank Hackmann, podía haberse ganado la vida como mayorista, pero poco más parece saberse sobre ellos.
Lo que sí nos deja claro su vestido, y el que haya llegado hasta nuestros días, es que ella debía ser una mujer muy cuidadosa y coqueta.
El año que viene se cumplirán 50 años de la única boda del Rey del Rock
Elvis Presley y Priscilla vivieron un precioso e íntimo día de boda, que me ha parecido más que curioso para comenzar con esta nueva sección que va a ser “Bodas de Cine de Vintage by López-Linares”
Hay bodas sobre las que se ha escrito hasta la saciedad y sobre las que las crónicas de la época dejaron ríos de tinta, pero esta fue una boda más bien discreta a la que acudieron pocos invitados famosos y sobre la que tampoco hay tanto escrito.
Mi idea es hacer una serie de posts en los que descubriros las anécdotas más curiosas de cada una de las bodas seleccionada, y estas son las que he encontrado de esta pareja de estrellas:
La pareja se divorciaría en octubre de 1973 después de seis años y medio de matrimonio. Acordaron entonces compartir la custodia de su hija.
El cantante debió pagarle a su ex-esposa $725.000 dólares en efectivo, y acordó darle el 5% de las ganancias que generen sus discos y películas.
Pese a su separación, continuaron siendo amigos hasta la muerte del músico el 16 de agosto de 1977.
Os dejo un link con una curiosa página que vende a Barbie y a Kent vestidos de la famosa pareja el día de su boda
LA MUÑECA:
Este es el vídeo de su boda:
IMÁGENES:
BIBLIOGRAFIA
Hace unas semanas os hablaba sobre lo vanguardista que resultó para la época el vestido de novia de Katherine Worth Phillip. Su boda fue solamente un año antes que la de Louisa Uphoff, pero ella se atrevió con un diseño mucho más moderno para la época.
Por el contrario, el vestido de novia de Louisa Uphoff en 1875 no tiene el estilo vanguardista que tenía el de Katherine. Louise seguramente sería una joven mucho más recatada y sencilla, por lo que eligió un diseño mucho más apropiado para los manuales de etiqueta de la época. El escote es alto y las mangas largas; el vestido es la viva imagen de la modestia
Uphoff también eligió usar satén blanco, algo que en la época ya recomendaban en el libro sobre el “Arte del buen vestir” de S. S Frost y su compañero y escritor de etiqueta Cecil B. Hartley. Así versaban las palabras del reputado estilista: “Desde la hija del millonario a la hija del mecánico siempre hay una regla, que la novia debe vestir de color blanco en todas partes. Vestido, velo, guantes, zapatillas, guirnalda, todo tiene que ser de color blanco puro para una novia.
En el libro se lamentaban de los adornos extravagantes que prodigaron en algunos de los vestidos de novia norteamericanos. Hartley recomendaba que la simplicidad era la opción más sabia.
Se podría decir que Uphoff embelleció excesivamente su vestido con hileras de volantes, encajes en el escote y varios adornos de azahar alrededor de la falda
El padre de Luoisa, George H. Uphoff, era propietario de una caballeriza, y la familia residía en los barrios del este de Walnut Hills de Cincinnati, siendo probablemente de clase media. Uphoff seguramente consultó diversas revistas de moda para decidir sobre un diseño elegante para un día tan especial.
El vestido no cuenta con etiqueta alguna, por lo que probablemente recurriría a alguna modista local, igual que hizo Ada Davis en 1874. Ya la hubiera gustado a la novia recurrir a algún afamado diseñador parisino, pero no todas las jóvenes tenían la fortuna suficiente para costearse un traje de esas características.
Louisa Uphoff (1853-1933) se casó con Frank Xavier Bernard Homan (1851-1879) en mayo de 1875. Frank heredó el negocio familiar tras la muerte de su padre en 1865. una reputada fábrica de plateado y utensilios de Britannia llamada Homan & Co.
La temprana muerte de Frank de fiebre tifoidea en 1879, ocurrió cuando Louisa estaba embarazada de su tercer hijo. Louisa y su cuñado, Henry Korf, trabajaron en Homan & Co. durante años. La firma de plata desapareció en 1941.
Bibliografía:
@ Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
Un vestido de novia que causaría sensación en la época, es el protagonista de este viernes en nuestra sección de “Ideas Vintage”. Se trata de la joya que luciría la Princesa Margarita de Connaught el día de su boda religiosa con el Principe Gustavo Adolfo VI de Suecia.
El vestido se realizó a partir de una preciosa tela de encaje y se acompañaba de un soberbio velo que había sido bordado por varias mujeres irlandesas, parece que como agradecimiento a los cuatro años que la familia ducal había vivido en dicho país.
El velo iba sujeto con una guirnalda de florecitas en tono naranjas que hacían juego con las flores que llevaba en el corpiño el traje. La princesa Margarita llegaría con los 15 minutos de retraso propios de toda novia que se precie, y del brazo de su padre. La acompañaron durante toda la ceremonia cuatro preciosas damas de honor: su hermana la princesa Patricia, la princesa Mary de Gales, la princesa Beatriz de Saxe-Coburg y Gotha y la princesa Victoria Eugenia de Battenberg, futura esposa de Alfonso XIII y reina de España.
La revista “The Lady”, publicación inglesa con base en Londres que lleva funcionando desde 1885, alabó el buen gusto de la princesa Margarita. La ceremonia fue muy sencilla y sobria, algo bastante distinto a la tradición de la corte inglesa.
Los novios recibieron como regalo de bodas el Castillo Sofiero de manos del rey Óscar II, su abuelo, en el cual tuvieron su residencia oficial de verano hasta la muerte del Rey Gustavo en 1973. Fecha en la que el soberano donaba en su testamento el castillo al municipio de Helsingborg.
Un precioso vestido de novia que estoy segura habrá inspirado a más de un diseñador del S.XX.
Este mes os traigo una idea Vintage muy de moda en esta temporada, que nos demuestra que todo vuelve y que los grandes modistos encuentran su máxima inspiración en el pasado.
El vulgarmente conocido como “collar de perro” o “choker”, una gargantilla pegada al cuello que los grandes modistos han presentado en muchos de los desfiles de esta última temporada, tiene su inspiración en la moda francesa del S.XVIII.
Hay muchas anécdotas y leyendas que rodean la aparición de este favorecedor complemento. He leído que las mujeres francesas se colocaban una pequeña cinta roja, algunas veces haciendo forma de cruz en el cuello, en recuerdo de sus familiares y amigos muertos en la guillotina. También fue costumbre que las prostitutas llevaran una pequeña cinta de terciopelo negra al cuello, para distinguirlas de las mujeres de buena vida.
Lo que es seguro es que la gran Maria Antonieta, todo un icono de la moda de ese siglo, ya las lucía en algunos de sus más famosos retratos.
Terminado el S.XVIII, las mujeres de la época Victoriana comienzan a usarlas como símbolo de riqueza, adornando estas cintas con llamativos broches de perlas y piedras preciosas.
Yo hoy os traigo parte de la colección de collares de encaje que tenemos este invierno en la tienda. Muchos de ellos llevan pequeños camafeos, muy de moda en la estética victoriana, desde que la siempre elegante Reina Victoria recuperara esta tradición y comenzara a lucirlos en muchas de sus joyas.
Aunque las novias no suelen lucir collares y yo, la verdad, no soy muy partidaria de ellos para el vestido de boda, sí son un complemento perfecto para las invitadas.
A mí me gusta mezclarlos mucho con prendas menos vestidas para darle un toque un poco más informal.
¿Soléis usar collares en las bodas?
¿Qué os parecería llevar uno de estos de encaje?
Os dejo el link a la web con parte de nustra colección de collares de encaje
Si estás desesperada y no encuentras zapatos que te convenzan para el día de tu boda, hoy te traemos una original alternativa que se puso muy de moda a mediados del S.XIX.
El botín de seda es un complemento perfecto para las novias de otoño y de invierno, con ellos darás un toque muy especial a tu look de novia. El botín es una opción excelente, original y muy estilosa.
A principios del año 2000, algunos de los más famosos diseñadores de trajes de novia incorporaron esta tendencia tan original, y desde entonces no hemos parado de ver diferentes versiones de este tipo de calzado para el día de la boda.
El botín complementa igual de bien a un vestido de estilo vintage, como a un vestido romántico y vaporoso. Existen gran variedad de modelos y materiales: forrados de encaje, de satén, con cintas de raso, …
Con cualquiera de ellos daréis un toque “chic” muy vintage a vuestro look de novia.
¡Atreveros, no os arrepentiréis!
Imágenes:
Invictoriantimes.blogspot.com.es
Hay una gran variedad de telas ideales para realizar trajes de novia, pero a nosotras hay una que nos gusta especialmente para trajes a los que se quiera dar un aire antiguo, quizás diría hasta un poco decadente, la muselina.
La muselina es un tejido extremadamente fino, vaporoso y con una trasparencia que le da un aire realmente romántico a cualquier traje en el que se utilice. Su caída es especialmente delicada y fresca, y por eso se ha utilizado a lo largo de la historia para trajes con un toque muy femenino.
Dice la Wikipedia que la muselina comenzó a usarse en confección en el año 1200 en Mosul (Irak), y que de allí pasó a la India. Pero a mí la época que más me gusta es esa que abarca el principio el s.XIX en Europa, cuando comienza a hacer furor en la época de la reina Victoria. Esa época en la que las mujeres ya empezaron a ganar algo de libertad en el vestir, y este tejido las proporcionaba la comodidad y la frescura necesarias para las calurosas tardes de verano.
Es un tejido precioso que admite una gran cantidad de bordados que le dan un toque elegante y sofisticado, sin caer en la suntuosidad excesiva.
Por eso hoy os dejamos algunos ejemplos de muselina empleada en preciosos detalles en el vestir, que igual os dan alguna idea para vuestro futuro traje de novia.
Esperamos que os gusten.
El vestido de novia usado por Katherine Phillips (1848-1911) cuando se casó con Robert Fulton Leaman (1841-1887) el 22 de abril de 1875, fue creado por Charles Frederick Worth (1826-1895).
Worth está considerado el primer gran modisto de la historia, y elevó el trabajo de las moditas y costureras a la categoría de obra de arte. Desembarcó en París después de siete años de formación en Londres, siendo un auténtico pionero para su época. La primera persona que firmaría sus prendas como verdaderas obras de arte y el primer modisto en crear una colección anual de ropa, algo que le permitió vestir a las grandes damas de la época, con diferentes modelos cada año.
Un innovador que consiguió que sus clientas vistieran de acuerdo con sus gustos y diseños, cambiando la costumbre de que fueran las mujeres las que decidieran cómo serían sus trajes, y a cambio las ofreció una colección completa de trajes desde la mañana hasta la noche.
Worth se convirtió en muy poco tiempo en el más codiciado modisto de París. Su reputación se vio izada al estrellato cuando comenzó a vestir a la elegante esposa de Napoleón III, la emperatriz Eugenia, este hecho hizo que muchas mujeres de todo el mundo quisieran también vestir sus creaciones.
Así fue como la rica estadounidense, que ocupa nuestro blog hoy, viajara a París a hacer las compras para su vestido de novia y su ajuar.
No había en esa época en París otro modisto de la categoría de Worth, para realizar un exclusivo y elegante traje de novia para una rica joven americana.
El vestido de Katherine Phillips se realizó en faya de seda – una tela finamente acanalada con menos brillo que el satén.
Worth no era muy amante de llenar los trajes de novia de encajes y puntillas, a cambio de esto embelleció la falda con una capa de seda pura en forma de guirnaldas, recogida en pequeñas rosetas de la misma tela transparente. La falda encaja suavemente sobre las caderas y está llena de pliegues elegantemente colocados, estos caen en forma de abanico sobre su figura.
Katherine Phillips era nativa de Cincinnati, hija de Thomas Phillips, un acaudalado comerciante de hierro. Por el contrario su esposo Robert Fulton Leaman, había nacido en Bucks Country, Pennsylvania, pero se trasladó a Ohio, al norte de Cincinnati, cuando era un niño. Robert interrumpió sus estudios de derecho para servir en la Guerra Civil con el 131 Regimiento, división de infantería voluntaria de Ohio.
Después de la guerra, hizo su fortuna en la edición de libros, pero murió a la temprana edad de 46 años dejando a su esposa al cuidado de sus cuatro hijos.
Este mes hemos tenido en el blog un precioso traje de un creador inglés afincado en París. Un artista que consiguió llevar sus diseños hasta tierras bien lejanas, y que sigue siendo motivo de estudio en las mejores escuelas de moda del Mundo.
Imágenes:
@ Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
@House of Worth
El velo pirata es una forma de llevar el velo que surge como inspiración en los años 20 del siglo pasado, después de la primera guerra mundial. La década en la que la mujer se decidió por fin a romper los patrones establecidos.
Coco Chanel fue de las primeras en dar vida a un vestido corto de novia, al que acompaña de un velo largo que pone directamente sobre la cabeza, tapando parte de la frente y sujetándolo con algún detalle ornamental. Normalmente se solían colocar con pequeñas flores de cera.
Esta es la forma de llevar el velo que ha inspirado el velo pirata, un estilo que volvió con mucha fuerza a finales del S.XX, inspirado en la mujer de los años 20.
Es una forma de llevar el velo de una manera menos convencional. Este tipo de velo suele favorecer a los rostros alargados. Se puede llevar con un pelo ondulado, con bucles de gran volumen o con un recogido. Hay que tener cuidado con el peinado, para que una vez retirado el velo el pelo no quede demasiado aplastado.
Hoy existen una gran variedad de velos, con o sin bordados, que dan mucho juego y adornan la cabeza de la novia imitando a un tocado. Yo, personalmente, el velo pirata lo veo mejor con mantilla blanca y en la parte posterior de la cabeza. Me gusta colocar un broche que frunza el velo y dé una bonita caída.