LAS BODAS DE AUDREY HEPBURN

Audrey Hepburn se casó dos veces, aunque en realidad casi fueron tres.

En 1952 y con 23 años casi contrae matrimonio con el rico industrial británico James Hanson. Ese año se encontraba en Roma filmando la famosa película “Vacaciones en Roma” junto a Gregory Peck. La boda se iba a celebrar justo al terminar el rodaje. Audrey quería un vestido de novia especial, de corte romántico y se lo encargó  a las famosas hermanas y diseñadoras italianas Fontane.

Con el vestido terminado, la pareja dio por terminada la relación y la boda se suspendió.

Audrey pidió a las famosas modistas que regalasen el vestido a una bonita muchacha italiana que no tuviera recursos para comprarse un traje de novia. La joven afortunada fue Amabile Altobella, lo lució y lo guardó como tesoro familiar.

En el 2002 la familia Fontane logró recuperar el vestido, que en 2009 sería subastado para donar los beneficios de la venta a las dos organizaciones en las que Audrey Herpurm estuvo trabajando los últimos años de su vida: “The Audrey Hepburn Childrens Fundation” y “UNICEF”.

A los dos años de romper su compromiso, en una fiesta en casa de su gran amigo Gregory Peck, conoce a Mel Ferrer. El flechazo fue inmediato y se casaron en una capilla privada del siglo XIII del pueblo suizo de Burgenstock, muy cerca del romántico lago de Lucerna. Fue una ceremonia íntima con apenas una veintena de invitados.

Para esta ocasión Audrey quiso un vestido de novia de inspiración victoriana. Escogió como diseñador y modisto a Pierre Balmain, que le confeccionó un vestido midi de organdí blanco con falda tipo corola de cuello alto, abotonado y ceñido a la cintura con un recogido terminado en lazada. En la cabeza una sencilla corona de rosas blancas que le daban un aspecto angelical. El matrimonio duró 10 años, del que nació su único hijo, Sean.

Tras el divorcio con Mel Ferrer Audrey conoce en un crucero por las islas griegas a un médico y play boy italiano llamado Andrea Dotti, con el que se casaría un año después.  Audrey, para esta ocasión, quería un vestido especial, distinto y quién mejor para ello que su amigo y modisto preferido Givency. Nadie como él podría trasmitir la elegancia natural y el encanto inocente de Audrey. Conocía perfectamente a la actriz.

La boda se celebra, casi en secreto, en el ayuntamiento de Morges (Suiza). Audrey impacta a todos con su vestido “Baby Doll” de lana rosa, cuello chimenea y mangas acampanadas. Como adorno lleva en la mano un sencillo bouquet de florecillas blancas y cubriendo su cabeza un pañuelo del mismo paño rosa del vestido. Givency había dado en el clavo, acababa de nacer la “novia moderna”.

¿ Con cuál de los dos trajes os quedaríais?

A mi me gusta más el primero, aunque el segundo tiene un corte exquisito y la sentaba de cine¡

 

 

Ellen Curtis una modista con una gran visión de futuro.

Modista de profesión, Ellen Curtis debía de tener muy claro que no quería llevar un vestido que pasara desapercibido.

En aquella época, ser modista te colocaba en una posición ligeramente aventajada a la hora de lucir un vestido único en un día tan especial. Ellas tenían acceso a las mejores telas y, además, con sus conocimientos podrían confeccionarse el vestido con el que cualquier joven soñaría.

También es cierto que las modistas en esa época eran mujeres de clase media que luchaban y trabajaban muchísimas horas para conseguir pagarse un traje para ellas mismas.

En muchos casos mujeres emprendedoras que luchaban por conseguir una base de clientes fiable que adquiriera sus diseños, y que, teniendo en sus manos los mejores tejidos del mundo, en pocas ocasiones ellas podrían adquirir la carísima materia prima que hacía falta para realizarse un traje para ellas mismas.

Algunas tuvieron el éxito suficiente como para contratar a un equipo de costureras, y otras incluso pudieron viajar periódicamente a Nueva York y Europa para comprar telas y adornos.

Ellen Curtis llevó efectivamente un precioso vestido confeccionado por ella el día de su boda con Louis A. Scott, en abril de 1879.

El estilo del vestido es elegante, y se nota que dedicó  muchas horas a estudiar las tendencias de moda del momento.

Aunque Curtis no hizo su vestido tan estrecho como ya empezaba a llevarse en esos años, la silueta es decididamente más delgada que la de Virginia Palmer Reynolds, por ejemplo, cinco años antes, de la que os hable hace unas semanas.

Al final de la década de 1870, las faldas se ajustaban con una especie de cintas cosidas en la parte posterior. El resultado era una silueta tan estrecha que las mujeres se vieron obligadas a caminar con pasos cortos.

Estas faldas fueron muy criticadas, ya que impedían a las mujeres sentarse y hasta caminar con libertad, haciéndolas parecer totalmente ridículas.

Curtis diseño su vestido a partir de dos telas de seda en un esquema monocromático, jugando con las texturas de los dos materiales.

El alto escote no sólo era elegante, sino muy apropiadamente para una boda en la iglesia católica romana de San Pablo.

El vestido, posiblemente, habrá servido más adelante a la modista para enseñar a sus clientes sus habilidades como costurera y diseñadora

Seguro que les habría impresionado con su elegancia, ya que el corpiño y los puños, con cierto aire militar, eran elementos de diseño frecuentemente, vistos en ilustraciones de moda contemporánea.

Vamos avanzando en la historia del vestido de novia, y en breve darán comienzo algunos cambios muy interesantes. De momento, seguimos disfrutando con la moda del S.XIX.

 

 

 

 

Rose Uphoff, una novia coqueta y a la moda.

Parece por las fotos que Rose era mucho más coqueta y quizá más tímida que su hermana mayor Louisa Uphoff, de la que os hablé hace unos meses.

Su postura tímida ante la cámara en la fotografía de recuerdo de su boda, con una sonrisa bastante burlona, nos lo demuestra. Rose contraía matrimonio el 11 de junio de 1879 con Frank Hackmann (nacido alrededor de 1852), y  elegiría el, «decididamente de moda», corte  princesa para su vestido.

Según The Godey’s Lady’s Book, este corte sólo se ajustaba a una figura bien proporcionada, algo que por la foto de Rose Uphoff podemos comprobar que en su caso es perfecto. El vestido de satén blanco tiene un leve tinte rosado, que también se menciona en la Lady’s magazine como la última tendencia del momento.

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El vestido de novia de Rose Uphoff, quizás en cierta forma, es un símbolo de los adornos exagerados que algunos escritores de etiqueta norteamericana mencionaban en sus escritos.

Algunos se quejaron diciendo: «El traje de novia francés es simple, en Inglaterra es más elaborado, mientras que en este país es muy probable que sea una ocasión de extravagancia ostentosa, dolorosamente absurda”.

Llamar absurdo al vestido de Rose puede ir demasiado lejos, aunque yo también le encuentro quizás demasiado exagerado en la cantidad de pliegues. Aunque quizás lo que más recargado encuentro es el uso excesivo de flores de cera en las mangas, escote y alrededor de la falda. El traje tiene una prestancia y una caída soberbia y se nota que la seda que se usó era de un gran telar.

Tal vez Rose había visto alguna ilustración de este tipo de adornos: el número de enero de 1872 de Godey’s Lady’s Book describe una corona de novia, cargada de flores de color naranja, con largos colgantes y zarcillos flotando con gracia sobre los hombros y la frente de la novia.

Parece que el esposo de Rose Uphoff, Frank Hackmann, podía haberse ganado la vida como mayorista, pero poco más parece saberse sobre ellos.

Lo que sí nos deja claro su vestido, y el que haya llegado hasta nuestros días, es que ella debía ser una mujer muy cuidadosa y coqueta.