Ansorena prestigio y clase desde hace más de 100 años.

Celestino Ansorena deja Álava, su ciudad natal, a finales de los años 30 y se instala en Madrid, donde empieza a abrirse camino como joyero en su taller joyería de la calle Espoz y Mina. Será muy pronto cuando, gracias a su gran maestría como joyero, realizará su primer encargo importante: la reina Isabel II encarga una tiara papal para el Papa Pio XIX con motivo de la proclamación de la Inmaculada Concepción.  Tras este primer encargo para la casa real, se producen muchos más de la alta sociedad madrileña, como un brazalete para la viuda del general Diego de los Ríos, una espada para el general Martínez Campos, infinidad de condecoraciones oficiales y los popularmente apodados “lazos de dama”.

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En 1860 Celestino Ansorena es nombrado “joyero y diamantero de la Real Casa“. El rey Alfonso XII encarga en Ansorena la diadema que lucirá en su boda su esposa María de las Mercedes.

El negocio después de Celestino Ansorena

En el año 1896 muere Celestino y sus descendientes se hacen cargo del negocio, continuando con la gran trayectoria de Celestino. En 1905 se encarga a los talleres de Ansorena una espectacular corona para la Virgen del Pilar, empleando para su creación joyas procedentes de miles de familias españolas. Para su elaboración intervinieron 33 artesanos joyeros y se tardaron 44 días en terminarla.

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A partir de este encargo comienza para Ansorena una época de gran prestigio y producción, Además de la Casa Real, toda la alta sociedad madrileña luce creaciones de casa Ansorena. En 1912 recibe casa Ansorena el nombramiento de “Proveedores de la Real Casa, “como reconocimiento a su brillante labor en el arte de la joyería.

Alfonso XIII encargará la tiara de brillantes que lucirá su esposa Victoria Eugenia el día de su boda, apodada “la buena”.  El taller de la calle Espoz y Mina se cierra y se traslada a la calle Alcalá, donde actualmente se  encuentra. La reina Victoria Eugenia, amante de las joyas, se convertirá en una asidua clienta de la casa Ansorena.

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De Ansorena es el collar famoso “de chatones” que el Rey Alfonso XIII regala a la reina Victoria Eugenia, al cual irá aumentando con dos diamantes en cada aniversario, cumpleaños, nacimiento de un hijo, … Llegando el collar a poder dar dos vueltas.

Con la guerra civil española la joyeria interrumpe sus producciones y cierra la tienda. Será en 1940 cuando los descendientes de Celestino Ansorena abran de nuevo los talleres, continuando hasta el día de hoy en que sigue siendo una de las joyerias mas significativas de Madrid. De Ansorena es la tiara “flor de lys” que el rey Felipe VI regaló a Doña Letizia con motivo de su boda.

Bibliografia:

@Wikipedia

@Ansorena

Imágenes:

@Ansorena

Centenarios Madrid

Las Joyas de la Wallis Simpson – Duquesa de Windsor

Hoy queremos hablaros de Las Joyas de la Wallis Simpson. Es difícil comparar la colección de joyas de la duquesa de Windsor con cualquier otra. La venta final de la colección fue única: no sólo eran éstas las joyas que habían sido elegidas por un rey para dárselas a la mujer que amaba y por la que abandonó un trono, sino que también incluían, por derecho propio, algunos de los ejemplos más importantes del arte y la creatividad de los más prestigiosos joyeros del siglo XX.

Durante todo el noviazgo del Príncipe de Gales con Wallis Warfield Simpson, y también durante su vida de casados, compartieron una pasión por la joyería. Encargando una serie de fabulosas creaciones a algunos de los mejores joyeros de la época. Antes de su muerte en 1986, la duquesa de Windsor dejó instrucciones de que su colección de joyería debería venderse tras su muerte. Y todas las ganancias donadas al Instituto Pasteur en París, como muestra de gratitud a los franceses por toda la amabilidad que habían mostrado a ella y a su marido.

Muchas de las piezas que el Príncipe de Gales encargó para Wallis estaban basadas en sus propias ideas, pasando muchas horas con los joyeros que las crearon.

La subasta tuvo lugar en Ginebra en abril de 1987.

Casi todas las joyas estaban dedicadas con pequeñas inscripciones o fechas. La primera inscripción fechada se encontró en un collar de doce dijes, que llevaba en el reverso de una placa las fechas “9/4/34 12 de marzo 1934 15/5/34”. No ha sido posible encajar estas fechas con ocasiones en particular, pero los otros dijes del collar rememoran fines de semana en Fort Belvedere, en Windsor, vacaciones a menudo con la Tía Bessie y otros amigos, y eventos mencionados en cartas y diarios. El collar era una pieza simple y muy personal, y aunque la estimación de venta fue de  2000/3000 francos suizos, la joya se remató en 198.000 francos suizos, quedó claro que los compradores estaban dispuestos a pagar un alto precio por lo que ellos consideraban un trozo de historia.

Las siguientes fechas significativas se encuentran en un colgante de una cruz latina en oro que Wallis dio al príncipe también en 1934, y en una cruz latina en platino, similar, que el príncipe dio a Wallis, venía la fecha y la inscripción: «WE are too 25.XI.34”

En 1935 Cartier montaría una pulsera de diamantes con estas cruces más otras 7, hasta completar una pulsera con 9 cruces. Cada una tenía interesantes y a veces divertidas inscripciones.

Había una que conmemoraba su operación de apendicitis en 1944; otra, con la inscripción «God save de King for Wallis 16.VII.36», era un recuerdo del día en que un periodista irlandés intentó disparar al rey. Había también una cruz con una dedicatoria por la boda; se puede ver a Wallis llevándola en los retratos de boda hechos por Cecil Beaton. De nuevo era una joya de gran significado personal, así como de un enorme atractivo.

Las Joyas de la Wallis Simpson

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Los regalos continuaron durante el noviazgo con una impresionante pulsera de esmeraldas y diamantes, que Edward le regaló por Navidad en 1935. Ella, en respuesta, le regalaría una pitillera de oro de Cartier, que llevaba un mapa grabado con varios recorridos que ellos habían realizado.

Otra de las piezas más sorprendentes era una impresionante pulsera de rubíes y diamantes de Van Cleef & Arpels, creada por uno de los mejores diseñadores de París, René-Sim Lacaze; un diseño sencillo pero extremadamente elegante, engastado con vivos rubíes birmanos. En el broche llevaba inscrito «Hold Tight (Abraza fuerte) 27.III.36».

En su 40 cumpleaños, el 19 de junio de 1936, recibió un espléndido collar de diamantes y rubíes birmanos de Van Cleef & Arpels. Este original diseño se puede ver en fotografías contemporáneas de la duquesa y en los archivos de la firma, pero cuando llegó a la subasta había cambiado su estilo totalmente. El diseño original del collar quedó pronto obsoleto, y en 1939 se encargó a Lacaza rediseñar la joya. La creación que produjo era espectacular: los rubíes y los diamantes estaban montados como un collar entrelac-de-ruban (un tipo de entrelazado que se usa en tapicería), que sostiene una borla desmontable, se añadieron algunas piedras y el resultado fue una obra maestra del arte de la joyería. Wallis lo llevaba con un par de pendientes a juego de 1936 a los que también había actualizado su diseño; de hecho, cuando aparecieron en la subasta, se habían vuelto a alterar.

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Su compromiso.

La fecha de compromiso el 27 de octubre el rey dio a su futura esposa un exquisito anillo para celebrar la ocasión. Se compró a Cartier una excepcional esmeralda colombiana de 19,77 quilates, y se montó en un vástago de platino liso con la inscripción: «We are ours now 27.IX.36», una declaración sencilla, pero audaz. Según una entrada en el diario de Marie Belloc Lowndes, Cartier adquirió la esmeralda en Bagdag, pero originalmente era el doble de grande. Cartier decidió que el mercado era muy limitado para una gema de ese tamaño y la cortó por la mitad. Una la compró un millonario americano y la otra el rey.

En diciembre de ese mismo año, y ya con su abdicación consumada, Edward, desde Austria, le envió a Wallis otra joya de Lacaze en forma de un clip de rubíes y diamantes

Hubo muchos otros regalos sentimentales durante estos meses de forzada separación, culminándose en la magnífica pulsera de zafiros y diamantes de Van Cleef & Arpels, que Lacaze diseñó para celebrar la finalización de su contrato matrimonial según la Ley francesa del 18 de mayo de 1937. La boda tuvo lugar el 3 de junio en el Château de Candé en Francia.

Al año siguiente el duque de Windsor regalaba a su esposa una espectacular pulsera de Cartier con la inscripción: «For our first anniversay of June third». Los dos grandes extremos llevaban engastados rubíes de Birmania

Durante toda su vida de casados, la pareja continuó amasando una colección extremadamente interesante de joyas.

En 1946 los Windsor volvieron a Inglaterra a una visita privada, y estando con Lord Dudley en Edman Lodge en Berkshire un ladrón robó todas las joyas que Wallis llevó. Siempre ha habido cierta controversia sobre la magnitud de la pérdida, pero a todas luces fue pequeña porque el grueso de su colección se quedó en Francia

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La colección de Las Joyas de la Wallis Simpson

Los Windsor adquirieron su primer clip de panteras en 1948. Era una piezas de oro decorada con esmalte negro y con una gran esmeralda en cabujón en bajorrelieve. Que fue la primera joya en gato, totalmente en tres dimensiones, de Cartier.

Durante cerca de dos décadas los Windsor continuaron adquiriendo estos magníficos gatos. En muchas de estas joyas, no sólo el cuerpo del felino era flexible. Sino que su cuello estaba montado de tal manera que el ángulo de la cabeza se podía alterar a gusto. En 1956 adquirieron una pulsera de ónice y caprichosos diamantes amarillos en forma de tigre, y su clip a juego en 1959.En 1954 un par de impertinentes diseñados en forma de tigre con la garra levantada. En todos los casos, el diseño y la calidad eran exquisitas, dando a estos felinos de la jungla poder y belleza junto con un fuerte sentido del movimiento. Una colección de felinos incomparable.

Cartier diseñó un collar de pechera de oro y gemas engastadasen 1945 , de nuevo desmontando muchas de las joyas no utilizadas por la duquesa. De inspiración hindú, este collar resultaba particularmente atractivo en la pequeña figura de la duquesa.

La única joya que el duque recibió de su madre, la reina Mary, era un sencillo collar de una vuelta de veintiocho perlas. Fueron remontadas por Cartier, París, y la duquesa decidió llevarla a menudo con el gran colgante de perla y diamante que adquirió de Cartier en 1950.

Entre sus otras joyas de perlas había un atractivo par de pendientes de perlas y diamantes de Van Cleef & Arpels de 1957. Los Windsor también patrocinaron a diseñadores como Suzanne Belperron, Verdura, Seaman Schepps y David Webb. Éste último creó para ella su propia versión de las «joyas de la jungla». Éstos llegaron en forma de encantadoras ranas decoradas con esmalte y engastadas con diamantes y rubíes en cabujón.

Adquirió del Maharajah de Baroda unas pulseras de tobillo de diamantes y esmeraldas de cabujón de los que creó un collar en 1953.

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En 1960 adquirió una bonita esmeralda de 48,95 quilates que había pertenecido anteriormente al rey Alfonso XIII de España, montado con diamantes en un colgante.

El diamante «McLean» fue probablemente la estrella en la colección de los Windsor. Era una piedra en forma de almohadilla de 31,26 quilates y del mejor color. De las antiguas minas hindúes de Golconda. Había pertenecido anteriormente a Evelyn Walsh McLean, la afamada anfitriona de Washington y ávida coleccionista de joyas. Poseyó el fabuloso diamante azul conocido como «Star of the South». Tal era su amor por la joyería que en su autobiografía escribió «cuando me niego a llevar joyas, los astutos miembros de mi familia llaman al médico porque creen que estoy enferma».

La venta de las joyas de los Windsor alcanzó un precio en subasta de 31MM de dólares. El subastador, Nicholas Rayner, dijo en el momento de la venta, «Los tres factores de historia, calidad y diseño están presentes y hacen esta colección única». Es alentador e increíble que estos hechos alcanzaron tales resultados, que posibilitaron que el Instituto Pasteur llevara a cabo avances médicos vitales en la investigación del cáncer y del SIDA.

Esperamos que os hayan gustado Las Joyas de la Wallis Simpson. Y que nos contéis cuál es vuestra favorita.

IMÁGENES:

CHRISTIE’S

Vogue

Bibliografía:

“Hollywood Jewels” by Penny Proddow, Debra Healy and Marion Fasel»

La Princesa de Éboli: Os contamos la vida de esta misteriosa mujer.

Hoy vamos a hablaros de una mujer sobre la que se ha especulado hasta la saciedad. Con una vida que ha dado para varias series y películas de éxito. Vamos a intentar conocer un poco mejor a esta misteriosa mujer que terminó su vida tristemente confinada y disfrutando de apenas una hora de luz al día. Se trata de La Princesa de Éboli

Quién fue la Princesa de Eboli. 

Ana de Mendoza era descendiente directa del marqués de Santillana, el gran poeta del S.XIV. Bisnieta del cardenal Mendoza y sobrina del duque del Infantado. Además de una de las mujeres con más abolengo, fortuna y títulos de su época.

Controvertida, inquietante y enigmática dama de la Corte de Felipe II a la que todos conocemos como la princesa de Eboli. Ella es la protagonista de nuestro post de hoy y la dueña de nuestra última joya histórica. 

Sus primeros años de vida.  

Nació el 20 de junio de 1540 en Cifuentes, provincia de Guadalajara. Fue hija de Diego Hurtado de Mendoza – virrey de Aragón, y Cataluña y presidente del Consejo de Italia – y de Catalina de Silva, hija de los condes de Cifuentes.

Parece que su infancia quedó muy marcada por la mala relación entre sus padres. Se dice que su padre era un mujeriego, algo crápula y bastante interesado. Y que su madre se rodeaba de extrañas amistades relacionados con la astrología, la religiosidad exacerbada y toda clase de embrujos beneficiosos. Fue un matrimonio con demasiadas diferencias que les llevó a continuas peleas que terminaron en una dramática separación.

El Matrimonio de Ana de Mendoza y Ruy Gomez de Silva.

Pues en estas circunstancias parece lógico que Ana de Mendoza sintiera una gran alegría cuando el propio Felipe II la propuso desposarse con tan solo 12 años con Ruy Gomez de Silva su secretario y amigo personal. Dicen que la joven sintió alivio por poder marcharse de su casa. Ruy tenía 24 años más que ella, y ya era un hombre de reputada posición. Dicen sus capitulaciones matrimoniales que era “bonita aunque chiquita. La pareja contrajo matrimonio pero los esponsales no se consumaron hasta que Ruy volvió de las campañas en 1557, Ana contaba entonces con 17 años.

Ruy Gomez de Silva y Ana de Mendoza

Ruy, que como os decía ya era un hombre con muy buena posición económica compró a su suegro la villa de Eboli en Italia. Y así consiguió de su amigo el rey el título de príncipe de dicha localidad.

Posteriormente  compraría las villas de Estremera, Valderacete, y Pastrana, siendo nombrado Duque de Estremera, y de Pastrana con Grandeza de España. Esta última compra la hizo apenas 4 años antes de morir. Pero esto no quitó para que le diera tiempo a mejorar y ampliar los cultivos en Pastrana junto a su esposa. Trayendo moriscos con la idea de que iniciaron allí una floreciente industria. Lograron una feria anual con privilegios especiales. Y fundaron la Iglesia Colegial de Pastrana juntos con dos conventos de Carmelitas con Santa Teresa de Jesús.

Para que os hagáis una idea Ruy gastó en las compras el equivalente a cuatro años de la renta del Duque del Infantado. Una fortuna para la época, que nos desvela el gran poder económico del secretario del Rey.

Ruy Gomez de Silva

La pareja tuvo 10 hijos de los que sobrevivieron 6. Y tuvieron lo que parece un feliz matrimonio que duraría 13 años. Ana tuvo una vida estable y no se conocen andanzas ni problemas del matrimonio en esa época.

Los problemas vendrían con la repentina muerte de su esposo. Su carácter, los problemas de la infancia ya contados y la falta de la única persona que le había dado estabilidad en la vida hizo que Ana tuviera una existencia problemática

Su vida daría un gran giro tras quedarse viuda.

Los problemas comenzaron cuando decidió retirarse al convento de las carmelitas de Santa Teresa de Jesus de Pastrana. Este convento lo había fundado ella misma y por cuya fundación sabemos que había tenido importantes diferencias con la santa.

No fue el hecho de retirarse a llevar una vida de recogimiento lo que creó el problema. Sino que se creo cuando exigió que sus doncellas fueran acogidas como novicias. Y que además se les permitiera recibir visitas casi como si de su palacio se tratara.

Su vida en el convento.

Pues esta decisión no trajo más que el caos al convento, alterando por completo sus hábitos de recogimiento. Parece ser que un día se levantó de la cama y se encontró sola. Las humildes hermanas abandonaron el lugar en la noche para recogerse en Segovia dejando a la princesa totalmente sola.

En este punto parece que el rey decidió poner orden en el asunto y mandó llamar a Ana a la corte. Ana se instalaría en su palacio de Madrid, ocupándose de sus hijos y de la gestión de su enorme patrimonio (el de su marido y el heredado de su padre).

Y aquí es donde se encontraría con los dos hombres que cambiarían el rumbo de su vida.

  • Antonio Pérez (secretario del rey después de la muerte de su esposo) del que se dijo era hijo de su marido. Antonio era seis años mayor que ella y no se sabe realmente si lo suyo fue simplemente una cuestión de amor, de política o de búsqueda de un apoyo que le faltaba desde que muriera su marido.
  • Juan de Escobedo (secretario personal de Don Juan de Austria, gobernador de Flandes, hermanastro del rey). Ana se convirtió en confidente de la reina Isabel de Valois; razón por la que su relación con el rey se volvió aún más estrecha.

Ana fue una mujer que tuvo gran habilidad en la intriga. Probablemente heredada de su madre y de los Mendoza a partes iguales, aunque en esta ocasión sus intrigas la llevarían a la ruina.

Problemas políticos y escándalo amoroso.

Se metió de lleno en un lío político del que no supo o pudo salir. Antonio Pérez pertenecía a la facción más “liberal” de palacio. Eran partidarios de pactar con los rebeldes holandeses; a este grupo también pertenecían Don Juan de Austria, su secretario Escobar y la propia Ana de Mendoza. Es decir, que los protagonistas de esta historia —la viuda, Escobedo y Pérez— pertenecían al mismo grupo de presión.  Pero las rivalidades personales y los asuntos de amores se antepusieron a las ideas sobre política internacional.

Parece que Don Juan fue acusado de alta traición hacia Felipe II. Y su secretario viajaría desde Flandes a Madrid para aclararle al monarca este punto. Pero, además de explicar la posición de Don Juan al rey, Escobedo también empleó los rumores de los amoríos de Antonio Pérez con la princesa de Éboli para volver al rey en contra de su rival. Escobedo debió disponer de pruebas muy comprometedoras, pues a los pocos días unos espadachines acabarían con su vida a estocadas durante la noche.

El escándalo de la Princesa de Éboli

El escándalo fue mayúsculo. La familia de Escobedo acusó a Pérez y a la princesa de Eboli del asesinato. El rey primero ignoró las acusaciones, pero terminó haciéndose eco de ellas. Mandó hacer una investigación, que acabaría acusando a Pérez del asesinato de Escobedo, así como de otros turbios manejos. Parece que ese informe se salió de los aspectos legales, entrando en los sentimentales. El informe dio por buenos los rumores sobre la relación de Antonio Pérez y la Princesa de Éboli. Esto hizo caer en desgracia a la princesa, que se convertía así en la amante de un personaje caído en desgracia frente al rey.

Pero la princesa no se achicó. Se volvió tremendamente desafiante ante el rey, le envió durísimas cartas en las que le emplazaba a lavar su honor. Llegando incluso a afirmar en una de ellas que “el Rey sabía tan bien la verdad que no debía pedir testigos sino a sí mismo”. Su enfrentamiento hizo que el rey montara en cólera, negándose a leer más cartas de Ana de Mendoza.

El 28 de julio de 1579 ordenó la detención de la princesa de Éboli y de Antonio Pérez. Para evitar que pudieran comunicarse y combinar sus declaraciones, se les separó. A la princesa la mandaron a la torre del castillo de Pinto. Allí comenzó a cumplir una pena de prisión sin juicio, por la mera voluntad del rey. Después fue encerrada en el castillo de Santorcaz, y de allí fue enviada a su palacio de Pastrana en la primavera de 1581.

El confinamiento de Ana de Mendoza. 

En su palacio la princesa de Eboli retomó la vida de lujo y recibió visitas. Pero al poco tiempo Antonio Pérez consigue fugarse a Aragón, y de allí a Francia. El rey, ante el peligro de que ella también huyera, ordena que se cambiara su régimen de prisión atenuada, a confinamiento en unas pocas habitaciones.

Ya no estaba autorizada a salir ni a recibir visitas. Estaba solo acompañada por su hija menor y varias criadas. Fue tan sumamente estricto este régimen de reclusión para el temperamento nervioso de Ana, que fue dando crecientes muestras de inestabilidad psíquica.

El rey decidió privarla de la gestión de su patrimonio, concediéndole esa responsabilidad a su hijo mayor.

Como único desahogo, cada día, a la misma hora, se la autorizaba durante una hora a asomarse a una ventana enrejada para mirar el exterior. Esa patética costumbre propició que la plaza a la que daba esa ventana se fuera conociera como la “de la hora”.

Sin haber llegado a ser juzgada y tener la ocasión de defenderse, el 2 de febrero de 1592, a los 52 años de edad, murió la aprisionada princesa de Eboli.

Y este es el triste final de una mujer de carácter dominante y altivo, rebelde y apasionada, heredera de títulos y propiedades, quiso el destino que al final de su vida muriera confinada y sola.

El Parche de Ana de Mendoza

Como podemos ver en el retrato en el que nos hemos inspirado para hacer los pendientes, la Princesa de Éboli era tuerta. Parece que existe una carta en la que informan a Ruy del estado de su esposa cuando tenía tan solo trece años al sufrir un accidente. Pero no se menciona de qué tipo de accidente se trata. Podría ser ese accidente de esgrima en el que se asegura que predio un ojo a manos de un paje.

La única prueba, además de los retratos atribuidos, es una carta de 1573 en la que el prior don Hernando de Toledo, hijo del duque de Alba, cuenta que “Anoche, a la una, estaban unas damas en una ventana tratando de qué traería (el parche en) el ojo la princesa de Éboli: la una decía que de bayeta; otra que, de verano, lo traería de anascote que era más fresco”.

Por otro lado he leído que el análisis exhaustivo del retrato de Ana de Mendoza atribuido parece que también falsamente a Alonso Sánchez Coello permitió a Gregorio Marañón concluir que, la princesa jamás fue tuerta. Dice Gregorio Marañon que el parche que luce en la pintura no trasluce la oquedad de una cuenca vacía, sino más bien un ojo con leucoma. Que le da un «peculiar aspecto lechoso» y una «evidente desviación del globo ocular». «Fuera cual fuese la causa añade Marañón, el ojo quedaba tan feo, opaco, saliente y torcido que exigía el uso de un parche».

En cualquier caso, estas dos teorías desarticulan por completo cualquier teoría que la había tachado de frívola al taparse el ojo simplemente por presunción y para ocultar su bizquera.

Ella, en cualquier caso, supo sacar ventaja de su leucoma o al accidente de esgrima, para añadir misterio y encanto a su belleza.

Vintage by Lopez-Linares

Nos pareció tan curiosa e interesante la vida de la Princesa de Éboli que nos decidimos a reproducir los maravillosos pendientes que luce en el retrato del artista Sanchez Coello que os mostramos a continuación. 

 

Esperamos que os haya resultado interesante su vida y que os guste la última reproducción que hemos llevado a cabo. Os dejamos las fotos y los links a la web por si queréis echarles un vistazo.

Os dejamos los enlaces a la web por si queréis ver más fotos de los pendientes.

Pendientes Princesa de Éboli dorados.

Pendientes Princesa de Éboli plateados.

 

 

Referencias:

Lola Aguado. El Misterioso Caso de la Princesa de Eboli. Historia y Vida. Nº 23, Febrero 1970.

Gregorio Marañón. Antonio Pérez. Espasa Calpe, Madrid 2006.

https://www.casadellibro.com

Bibliografía:

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https://www.antena3.com

https://www.elmundo.es

http://biografiasiniestras.blogspot.com

 

Oro y Dioses: Las joyas de la Antigua Nubia

Durante siglos, la joyería ha estado relacionada con las creencias populares, los dioses y, sobre todo, la suerte. Y en esto, la civilización de la Antigua Nubia (ubicada en lo que hoy es Sudán) fueron auténticos maestros.

Su pasión por el oro era admirable. Sus joyas, exóticas obras de arte consideradas como las más espectaculares de toda la historia de la Antigüedad. Pero lo que más llama la atención de las colecciones de joyas recuperadas de esta época es el simbolismo que le otorgaban, llegando a considerarlas sagradas.

La exposición que hoy recomendamos “Gold and the Gods. Jewels of Ancient Nubia”, nos acerca a los siglos que abarcaron desde el año 1700 AC hasta el 300 DC, gracias a las excavaciones llevadas a cabo por el Museum of Fine Arts en Boston y la Universidad de Harvard, en las que se hallaron tanto piezas únicas de la Antigua Nubia como otras importadas e influenciadas por el vecino Egipto. Tras cada una de ellas, elaboradas a mano con oro, se esconde una mágica historia.

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Nubia, oro y dioses

El descubrimiento de estos yacimientos en 1907 ha permitido a los historiadores conocer, a través de las joyas halladas, cómo era la vida diaria de los ciudadanos de Nubia, una región que llegó a conquistar Egipto e imponer su cultura y arte popular. Algunos de los descubrimientos incluyeron las preferencias estéticas de sus habitantes, sus creencias religiosas, los inventos tecnológicos que llevaron a cabo o su relación con las tierras vecinas.

La pasión por el oro era común en ambos territorios, aunque Egipto, antes de ser conquistado, tenía siempre en el punto de mira a Nubia por su riqueza en marfil, ébano, piel de animales, huevos de avestruz y, sobre todo, oro. Este preciado material era utilizado para fabricar artículos de lujo muy especiales, ya que era una sustancia sagrada tanto para los habitantes de Egipto como de Nubia. Amen-Re era el poderoso dios del sol encargado de la custodia del oro. Como curiosidad, existen teorías que relacionan el nombre de Nubia con la palabra egipcia para “oro”: nbw (sí, imposible de pronunciar para los parlantes de Occidente).

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Tras la conquista de Egipto hacia mediados del siglo VIII antes de Cristo, Nubia comenzó a gobernar sobre todo el Valle del Nilo, manteniendo parte de la cultura egipcia, como el lenguaje escrito o algunos aspectos de su arquitectura, arte, religión e incluso la forma de enterrar a sus fallecidos. Aun así, Nubia mantuvo su exquisitez en la creación de joyería.

Muchas de sus piezas, únicas en la historia, representaban a mujeres desnudas, con pecho, abdomen y muslos voluptuosos, símbolo de fertilidad, del renacer del cuerpo y alma y la resurrección, todas creencias de la civilización de Nubia.

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La exposición puede visitarse en el Museum of Fine Arts de Boston hasta el 14 de mayo. Y en su web mfa.org podéis encontrar más información sobre esta impresionante y mágica colección.

 

Miriam Haskell – La historia de una emprendedora incansable

Hoy os traigo el último video que grabé en nuestro emblemático espacio de la calle de Claudio Coello, 60. Fue justo unos días antes de marcharme de vacaciones y de cerrar para siempre.

Pero ya sabéis que ahora tengo una preciosa tienda online, en la que paso la mayor parte de mi tiempo y que, la verdad, me está dando muchísimas satisfacciones.

Mientras editaba el video, me ha entrado cierta nostalgia al recordar la cantidad de gratos momentos que he pasado durante los casi 30 años entre esas paredes, pero ya sabéis que los tiempos cambian y que hay que saber adaptarse y aprovechar las nuevas oportunidades que nos llegan en la vida, o que nosotros mismos debemos provocar.

Bueno, no me enrollo más… Este mes he venido a hablaros de una de mis diseñadoras de bisutería favoritas, se trata de Miriam Haskell.

Me chifla su trabajo, y la verdad es que he disfrutado muchísimo metiéndome en su vida para conocerla mejor y poder contárosla a vosotros. Lo he disfrutado de lo lindo.

Os dejo el video con toda su historia, y al final os enseño algunas de las piezas que tengo suyas en mi pequeña colección de bisutería antigua.

¡Ya me contareis qué os ha parecido su estilo y si os ha gustado su trabajo!

 

La moda de las estrellas como joya

Cuando hablamos de las estrellas no podemos evitar la ensoñación que estos astros provocan en nuestra mente. Son hermosas luces que  brillan en la oscuridad de la noche, nos alumbran y nos guían. Las estrellas son el símbolo de la esperanza.

En la segunda mitad del siglo XIX, cuando tocaba a su fin la época Victoriana, Europa se llena de estrellas. Reinas, princesas, damas de la corte y de la alta sociedad, todas se adornan  con brillantes estrellas.

La Reina María Pía de Portugal resplandece con una preciosa tiara plagada de estrellas de diamantes. La Reina Isabel II de España encarga a su joyero una diadema y un collar de estrellas, plagados de diamantes y esmeraldas que alumbran los salones de la corte madrileña. La Reina Emma de Holanda prefiere lucir sus estrellas salpicando su larga melena. La infanta María Teresa, hija de Alfonso XII y María Cristina, el día que celebra sus esponsales aparece deslumbrante con una diadema de estrellas de hermosos diamantes en el Ayuntamiento de Madrid.

En Inglaterra, la Reina Victoria quiere que su nieta Victoria de Hesse tenga sus estrellas, y le regala una bella tiara estrellada. La lista sería interminable.

¿Qué es lo que está pasando? La causante de este fenómeno es una mujer, la bella Emperatriz Isabel de Austria, conocida por todos como Sissi. Mujer innovadora, con una personalidad muy fuerte que atrae a hombres y mujeres, y un icono de la moda de ese momento. Recibe en su primer aniversario de bodas de su marido, el emperador Francisco José I, un set formado por veintisiete estrellas de diamantes con una perla en el centro.

Todas ellas se podían usar individualmente como broche, como colgante o entrelazadas formando una tiara. Son las estrellas que la emperatriz Sissi luce sobre su cabello trenzado, en el mundialmente conocido cuadro del pintor alemán de la corte francesa Franz Xaver Winterhalter, que fue encargado por su esposo y siempre tuvo cerca de él.

Además de este set de estrellas, encargado al joyero de la corte de Viena Heinrich Köchert, la Emperatriz poseía otro set de estrellas con diamantes engastados, pero sin perla, realizado por el otro joyero proveedor de la corte llamado Rozet & Fischmeister. Este último set es actualmente propiedad de unos particulares.

La Emperatriz crea tendencia, y es entonces cuando se ponen de moda en toda Europa las joyas en forma de estrellas. En 1932, durante la época dura de la depresión, Cocó Chanel decide lanzar en Nueva York una colección de joyas compuesta por 80 piezas, inspirada en los cometas y las estrellas. Está decidida a “cubrir a la mujer con toda una constelación de estrellas”.

Tiffany también se inspira en las estrellas victorianas y diseña una serie de joyas con la estrella de protagonista.

Más cercano en el tiempo, el famoso joyero brasileño H.Stern lanza una bella colección de estrellas inspiradas en las estrellas del 1900, realizadas en diamantes sobre oro blanco.

Últimamente hemos visto caminar sobre la “alfombra roja” de Holliwwood a buena cantidad de estrellas del cine, luciendo joyas de la firma Amrapali con forma de estrellas.

Las idea de salpicar un  recogido de cabello con pequeñas estrellas brillantes el día de tu boda, es una romántica y vintage alternativa a la clásica tiara o diadema.

Aquí os dejo el link a la peineta que hemos reproducido en forma de estrella:

Peineta estrella 

Bianca Capello, de esposa de un joven de clase media a Gran Duquesa de la Toscana

Bianca Capello nació en Venecia en el año de 1548, destacando pronto en la corte veneciana por su belleza y refinamiento.  A los 15 años se enamoró perdidamente de un joven florentino llamado Pietro Bonaventuri. Una relación que no fue aprobada por los padres de la joven, dada la procedencia humilde de Pietro, lo que provocó que los dos enamorados se fugaran a Florencia para casarse a escondidas.

Una vez allí, sin meditarlo ni pensarlo dos veces, contrajeron matrimonio. Desde Venecia, la familia de Bianca intentó a través del gobierno veneciano hacer presión para que Bianca volviera a Venecia, llegando incluso a ofrecer una recompensa de 2000 ducados por la cabeza de Pietro. Pero el Gran Duque Cosme I impidió que esto ocurriera, logrando que dejaran tranquilo al matrimonio. No sospechaba en ese momento Cosme que ella se convertiría en la amante de su hijo y heredero Francisco I.

Bianca pronto se dio cuenta del error cometido, haciendo que su vida fuera insostenible dentro de la familia de Pietro, a lo que se unía el verse obligada a vivir con dificultades económicas a las que ella no estaba acostumbrada, lo que la obligaba a tener que trabajar en lo que ella llamaba “trabajos de baja categoría”. La diferencia social fue un abismo infranqueable para la pareja.

Bianca tuvo ocasión en esas fechas de conocer al hijo mayor del Gran Duque de Toscana, Francisco, quedando éste prendado inmediatamente de ella y, aunque ya estaba casado con Juana de Austria, nada impidió que la cortejara.  De Juana y sus preciosos pendientes de turquesa ya os he hablado en el blog también.

El cortejo no duró mucho porque tanto Bianca como Francisco se encontraban en una situación sentimental parecida, ambos se sentían frustrados en sus respectivos matrimonios. Bianca por su penosa situación económica y social, Francisco por la incomprensión del carácter melancólico de su mujer y la imposibilidad de que ésta le diera un heredero varón (habían nacido seis hijas consecutivas).

Así que Francisco sedujo sin ningún escrúpulo a Bianca ante su mujer y ante toda la corte florentina, dándole todo tipo de regalos, vestidos y joyas que ella exhibía delante de las damas de la corte. Incluso le llegó a ofrecer un suntuoso edificio al lado del palacio Vecchio el cual fue mandado decorar por los más famosos artistas del momento – El hoy conocido como Palacio de Bianca Capello -. A Pietro, el marido de Bianca, lo acalló proporcionándole un buen trabajo dentro del Ducado y rodeándole de bellas mujeres. Esta vida fácil y desordenada le llevó a la muerte, siendo asesinado en plena calle de Florencia a consecuencia de una intriga amorosa. Siempre se sospechó de que su asesinato fue un encargo de Francisco.

En 1574 fallece Cosme I, pasando Francisco a ser el Gran Duque de Toscana, Francisco I. La relación con Bianca se consolida y en 1576 tienen un hijo al cual ponen de nombre Antonio. Bianca está feliz porque al fin ha logrado lo que Juana de Austria llevaba intentando  sin conseguir. Pero entonces un acontecimiento cambia el rumbo de las cosas ya que Juana de Austria da  a luz al ansiado varón. El legítimo heredero es recibido con toda clase de festejos, sobre todo por parte de la familia Medici que no aceptaba la relación extramatrimonial de Francisco con Bianca y aún menos al hijo de ambos.

Los acontecimientos se precipitan en 1578 cuando muere la Gran Duquesa Juana de Austria. Francisco no respeta el tiempo de duelo y a los pocos meses de la muerte de su esposa se casa con Bianca en la más estricta intimidad, reconociendo a Antonio como su hijo.

Al año siguiente se hace público el matrimonio, siendo Bianca nombrada Gran Duquesa de Toscana en el palacio Vecchio de Florencia. La nueva posición no significaba ninguna garantía para Bianca y su hijo, ya que si su marido moría ella y su hijo tendrían serias dificultades, dado que los Medici no les habían aceptado ni reconocido como miembros de la familia.

La vida quiso que en 1582 muriera el heredero legítimo al ducado, Felipe. Es entonces cuando Francisco comienza a preparar a su hijo Antonio como el futuro heredero. Pero de nuevo el destino juega una mala pasada y una noche después de una cena de caza en la villa rústica de Poggio a Caiano, Francisco y Bianca caen enfermos con unas terribles fiebres, y tras unos días de larga agonía mueren uno tras el otro. Aunque en su día se aseguró que murieron de malaria siempre se ha sospechado que fue una muerte causada por un envenenamiento. Y esto se ha confirmado en las últimas investigaciones sobre el cuerpo de Francisco. Todo indica que se utilizó arsenico, un veneno muy utilizado en la época para deshacerse de rivales políticos.

El encargado de haber cometido el doble crimen no habría sido otro que Fernando, hermano de Francisco. El motivo, lógicamente, conseguir el poder. Parece ser que Fernando recopiló todos los boletines médicos sobre la enfermedad de su hermano, y siempre intentó minimizar la gravedad de la enfermedad en despachos enviados a la Santa Sede. Fernando ordenó las autopsias de la pareja, un procedimiento muy raro en esa época, y que tal vez fue usado no para encontrar las causas de la muerte, sino para encubrir las evidencias.

Fernando, gran enemigo de Bianca, hereda el Ducado y ni siquiera permitió que fuera enterrada en el panteón familiar de los Medici. El hijo de Bianca, Antonio, vivió bajo la protección del Gran Duque Fernando hasta que alcanzó la mayoría de edad. Llegado ese momento le ofreció una pensión de 3000 ducados al año a cambio de renunciar a cualquier titulo o herencia paterna. Antonio de Medici aceptó la oferta y vivió desahogadamente toda su vida.

Pero ahora me gustaría pararme un rato a contemplar con vosotros este magnífico retrato de Bianca y contemplar las joyas que llevaba esta bella dama.

Nos encontramos en Florencia en el año de 1574, donde acaban de morir dos grandes

artistas florentinos: Vasari y Bronzino. Dos grandes pintores que formaban parte del equipo de artistas que rodeaban a la familia Medici. Es en este preciso momento cuando Alessandro Allori aprovecha su oportunidad, tra el vacío que creado, para convertirse en el pintor más popular de Florencia.

El Gran Duque Francisco I de Medici (hijo mayor de Cosme I, que habría tenido durante todo su reinado a Bronzino como pintor de corte) no tarda en llamarle y hacerlo pintor oficial de la familia. Esto, por supuesto, es un enorme honor para Allori, que se dedicará en cuerpo y alma por unos años a satisfacer los encargos artísticos del Gran Duque.

El retrato del que hoy quiero hablaros es uno de esos encargos que realizara el Gran Duque. Uno muy especial ya que se trata del retrato de su amante Bianca Capello.

Estamos en los primeros años del romance, pudiendo apreciar toda la belleza y juventud de la dama. Bianca luce esplendorosa, elegantemente vestida y enjoyada tal como su enamorado la exhibía, sin ningún miramiento para con su esposa Juana de Austria en la corte florentina. El Gran Duque la llenó de regalos, entre ellos un sinfín de lujosos vestidos como el que vemos lucir a Bianca en este retrato.

Lleva un vestido a la moda Italiana del Renacimiento, de terciopelo negro adornado todo él con detalles de pasamanería dorada. En esta época Florencia se había convertido en el centro de la moda europea, siendo donde nace el concepto “moda” tal y como lo conocemos hoy. La moda se convierte en algo muy importante para la alta sociedad, que se preocupa hasta el extremo por cumplir los cánones en cada momento.

Así el vestuario se convierte en una forma de invertir, ya que son prendas muy sofisticadas, confeccionadas con ricas telas importadas, bordadas con hilos de oro y plata, perlas y piedras preciosas que, gracias a la llegada de la aguja de acero traída por los árabes a España, facilitaba la realización de finos y delicados bordados. Así los vestidos, sobre todo los femeninos, se convierten en verdaderas obras de arte. La moda requería renovar con frecuencia el vestuario, con lo cual se llegó a crear un próspero comercio de segunda mano.

Es una pena que no podamos ver el vestido al completo que lleva Bianca en este retrato, pero podemos apreciar que es el clásico vestido italiano de amplias mangas acuchilladas con las costuras abiertas, dejando ver el forro o la camisa de escote en forma de V, desde el cual sobresale la elegante gorguera en forma de abanico bordeada de fino escarolado.

Bianca, joven de la alta sociedad de Florencia, cumple con todas las normas de la estética del momento: piel clara, frente ancha y despejada como mandan los cánones. No sabemos si Bianca se depilaba el pelo para conseguir este efecto, como lo hacían otras mujeres para despejar la frente. Las cejas son finas y su peinado es tal y como se peinaban la mayoría de las damas: raya en medio, pelo tirante hacia atrás por encima de las orejas y recogido en un moño detrás de la cabeza.

Y sobre todas las joyas que lleva en su arreglo. Yo en esta ocasión me quedo con el diseño de los pendientes, siendo la pieza elegida para formar parte de nuestra exclusiva colección de joyas históricas. Unos labrados pendientes de oro con cinco perlas que hemos reproducido en plata dorada y que hoy os presento en primicia. El diseño es típico de la orfebrería florentina de la época.

Luce también un precioso tocado muy florentino realizado con una diadema de perlas, desde la cual cubre la parte de atrás de su cabello un velo-mantilla que las damas de la corte florentina lucían en ocasiones especiales.

Es uno de los retratos más bellos que realizó Allori de Bianca Capello, y seguramente uno de los preferidos del Gran Duque Francisco I de Toscana.

 

Lady Deterding una belleza enigmática cargada de chispa y personalidad.

De acuerdo con las costumbres de su generación, Lydia Deterding siempre mantuvo la fecha exacta de su nacimiento celosamente guardada, incluso a su familia más inmediata. Se sabe que nació en Tashkent a finales del siglo XIX y que era hija de un académico, Paul Koudoyaroff. Sus orígenes rusos marcaron su vida y debieron influir en su pasión por los objetos hermosos, y especialmente las joyas.

A Lady Deterding nunca se la consideró una gran belleza, pero sí una mujer de magnética personalidad y encanto. Había una atractiva chispa en su mirada que los retratos de Laszlo parecen haber capturado. Era una de esas mujeres con sentido innato del estilo, que adoraba los caros adornos de joyería.

Henri Deterding, su segundo marido y fundador de la compañía petrolera Shell, estaba totalmente cautivado por ella y la obsequiaba generosamente con costosas joyas y ropa, sabiendo el gran placer que la proporcionaba. Ella adoraba la sociedad en la que se introdujo, y su vivacidad y animada conversación la convertían en la anfitriona ideal de los muchos amigos de Henri.

En línea con sus contemporáneos, Lydia estaba constantemente actualizando sus joyas y, en esta impresionante colección, pocas piezas mantuvieron su diseño original desde sus tiempos con Detering (se divorciaron, pero ella no se volvió a casar y mantuvo el título).

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La colección incluía tres importantes joyas de procedencia rusa. En una foto de estudio tomada a principios de los años 30 por la fotógrafa Dorothy Wilding, ella luce un fantástico colgante de perla y diamante. Esta joya, fabricada en el siglo XIX, procedía del imperio ruso y era muy especial para ella.

En octubre de 1866, el Gran Duque Alexander Alexandrovich, que tras la muerte de su hermano mayor en 1865 se convirtió en heredero del trono ruso y Zar Alejandro III desde 1881, se casó con la novia de su hermano, la Princesa Louise Sophie Frederikke Dagmar, hija de Christian IX de Dinamarca. Como novia imperial rusa fue conocida como María Feodorovna, y en una fotografía tomada hacia 1899 se la ve mostrando este colgante mientras sostiene a su joven hijo, el futuro Zar Nicolas II, en sus brazos. La joya siempre permaneció en la colección privada de la zarina y tras su muerte en 1928 se lo dejó a su hija la Gran Duquesa Xenia.

En 1919 Xenia se las apañó para escaparse de Rusia junto con su madre y su marido. Lydia Deterding le compró esta joya a la Gran Duquesa, quien le envió una carta personal confirmando su procedencia y se convirtió en una de sus posesiones más preciadas. Casi todas las demás joyas de la colección privada de María Feodorovna, fueron vendidas por la Gran Duquesa Xenia y su hermana Olga al Rey Jorge V y la Reina Mary.

Otra pieza histórica de origen ruso vino de la colección del Príncipe Félix Youssoupoff, quien era el marido de la hija de Xenia, aunque sin duda es más conocido como el asesino de Rasputín. Antes de la Revolución los Youssoupoff habían sido una de las familias más ricas y poderosas de Rusia. Cuando el Príncipe Félix huyó de Rusia, se las apañó para llevarse con él algunas de las joyas más importantes de la colección familiar, algunas de las cuales le sirvieron para financiarse la vida en Europa Occidental.

A mediados de los años 20 Lady Deterding adquirió una de las joyas más destacadas de la colección, la «Estrella Polar». Este diamante antiguo en forma de almohadilla de las minas Hindúes de Golconda, con un peso de 41,285 quilates, debe su nombre por la estrella de cinco puntas que llevaba.

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De las minas de Golconda han salido algunos de los diamantes más famosos de la historia, tales como el “Koh-i-Noor” y el diamante “Hope”

No se sabe nada de los inicios de la «Estrella Polar», pero a principios del siglo XIX era propiedad de José Bonaparte, el hermano mayor de Napoleón.

Fue después adquirida por la Princesa Tatiana Youssoupoff y, en su momento, heredada por el Príncipe Félix. En 1924 comenzaron las negociaciones con Cartier, que deseaba comprar la famosa piedra. Aunque se ha rumoreado que Lady Deterding no la adquirió hasta 1928, la información de los archivos de Cartier demuestra que ya se había incorporado a un sensacional collar diseñado por ellos en marzo de 1926.El diamante estaba engastado en un colgante, coronado por una gran esmeralda y sujetando con dos lágrimas de esmeraldas en forma de pera

Una foto de Lady Deterding de 1938 muestra este collar, pero con tres esmeraldas pendiendo juntas y la «Estrella Polar» colocada arriba. Este espectacular colgante de esmeralda fue inicialmente la borla del fantástico sautoir de esmeraldas y diamantes creado por Cartier para la Princesa Anastasia de Grecia en 1921, usando las piedras de dos de sus otras joyas. La Princesa fue inicialmente la viuda del magnate del estaño William Bateman Leeds, y se había casado con el Príncipe Cristóbal de Grecia, hermano del Rey Constantino I, en 1920. Nancy Leeds había heredado una vasta fortuna de su marido, y esto le había habilitado para adquirir una fabulosa colección de joyas.

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Unos años más tarde Lady Deterding decidió, obviamente, crear un nuevo destino para la «Estrella Polar»; cuando se vendió en 1980 Boucheron lo había montado en un anillo extremadamente impresionante. Sin embargo, ella no descartó o vendió el collar de diamantes que una vez había llevado la «Estrella Polar», usándolo para proporcionar la montura para otra sensacional joya rusa. Comprada después de la Revolución por Lady Deterding, probablemente usando a Cartier como intermediario, ésta era la famosa «Perla Azra».

Esta perla negra en forma de pera era parte de un ornamento de diamantes, que también llevaba una perla negra en forma de botón que pendía de un collar con 110 perlas perfectamente hermanadas. Hasta 1783 la perla Azra estaba entre las Joyas de la Corona Rusa. La Emperatriz Catalina II se la dio a uno de sus validos preferidos, el Príncipe Potemkin, que la legó a su sobrina la Princesa Tatiana Youssoupoff, permaneciendo en la familia desde entonces. Se exhibió en Londres en 1935 junto con la muy admirada perla «Peregrina» y un par de pendientes de perlas, que también habían pertenecido a la familia Youssoupoff.

Cartier desmontó el collar de perlas original y re engastó la perla negra y el colgante de diamantes en un collar de diamantes. Lady Deterding tuvo la mala suerte de perder la perla Azra «en algún lugar de París», siendo por tanto solo el collar con la perla negra de botón y el colgante de diamantes, pero sin esta romántica perla, la que se incluyó en la venta de 1980.

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Otras joyas que formaban parte de su colección fueron un brazalete de rubíes y diamantes, típico del periodo Art-Decó, engastado con cuatro hileras de rubíes en forma de almohadilla y con hebillas de diamantes. Era una creación de Cartier.

También diseñada y fabricada por su joyero favorito, Cartier, estaba un juego de rubíes y diamantes compuesto por un collar con cinco motivos desmontables, que también se podían llevar como broche. La pulsera y los pendientes a juego eran de diseño similar y se crearon todas en 1938.

Lydia visitaría a Cartier a menudo, tanto para intercambiar piezas como para rediseñarlas.

Es evidente que la mayoría de sus adquisiciones vinieron de Cartier. Allí compró un elegante broche en forma de canario amarillo y blanco de diamante rosa, un juego de turquesas y diamantes, un zafiro de 47 quilates que se montó en el centro de un llamativo broche de diamantes en forma de capullo, y otras joyas de diamantes y coloridas piedras igualmente atractivas.

A finales de los 20 añadió una de las joyas más sensacionales de la colección: un par de broches «Tutti Frutti» de rubíes, diamantes y esmeraldas talladas. Cada broche llevaba una gran hoja de esmeralda tallada, con bordes en baguette y cuentas de rubíes y diamantes en corte de brillante.

También adquirió varias de sus estilosas cajas de cigarros de oro y diamantes para completar su equipamiento, así como espléndidos bolsos decorados con gemas y coloridos esmaltes.

Estas son solo algunas de las imágenes que he podido encontrar en la red de esta soberbia colección de joyas, que terminó desperdigada por el mundo después de una subasta a mediados de los años 80.

IMÁGENES.

http://katmax1.livejournal.com/4558.html

 

Francisca María de Borbón “Le Mademoiselle de Blois.

Françoise Marie fue una de las hijas bastardas que el rey de Francia Luis XIV tuvo con Madame de Montespan, legitimada en el año 1681.

Una mujer que llegó a ser duquesa de Orleans y primera dama del reino, pero que tuvo una vida llena de luchas y sinsabores.

En este retrato, realizado por el pintor francés Françoise de Troy (1677-1749), vemos bastante bien reflejada su personalidad. Reconocemos una gran dama por su porte y su indumentaria.

Un exuberante vestido de terciopelo de seda azul, bordado con hilo de oro y adornado con dos hermosos broches muy al uso de esa época, con un cinturón de perlas y piedras semipreciosas.

Por debajo del precioso traje sobresale una camisola rematada de delicados encajes, mostrando detrás el impresionante manto de tafetán granate que enmarca a la gran dama, casi como si de una enorme orla se tratara.

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Llama la atención cómo el pintor ha sabido reflejar el temperamento de esta mujer, y su mirada llena de la añoranza de esa vida feliz que nunca pudo alcanzar.

De pequeña, al igual que sus hermanos, fue desatendida por su madre, lo que provocó en ella un carácter retraído y tímido. Se casó con su primo Felipe de Orleans, quien a la muerte del rey Luis XIV se convirtió en regente de Francia durante la minoría de edad de Luis XV.  Casi desde el principio de su matrimonio Felipe mantuvo relaciones con varias amantes, esto hizo que Françoise Marie se refugiara en su palacio de Bagnolet y que llevara una vida perezosa, rodeada de sus damas de compañía y apartada de la corte.

Mantuvo muy mala  relación con su hermana menor, la duquesa de Borbón a causa del casamiento de las hijas de ambas, con los delfines del  Luis XV, las dos rivalizaban y ansiaban estos casamientos para sus respectivas hijas. Pero La duquesa de Orleans  supo manejar bien la contienda y logró casar a dos de sus hijas mejor que su hermana. Luisa Isabel casaría con Luis I de España y Luisa Adelaida casaría con el Principe Francisco III de Módena.

Durante sus últimos años mantuvo unas relaciones muy conflictivas con su hija mayor, María Luisa de Orleans, a la que reprochaba continuamente la vida licenciosa y amoral que llevaba después de la muerte de su marido.

Yo he elegido para ella el Broche Francisca de nuestra colección Renacimiento

¿Qué os parece a vosotros?

Los Tesoros de Santa Orosia, patrona de Jaca

La leyenda de Santa Orosia es tan mágica y hermosa como trágica. La vida de esta reina está repleta de increíbles historias de milagros y buen hacer, hoy venerada por la ciudad que a partir de su muerte se formó: Jaca, ubicada en los preciosos Pirineos.

Hasta ahora, sus reliquias tan sólo son mostradas en público durante unos minutos una vez al año, cuando la ciudad celebra el día de su Patrona y el Obispo muestra el relicario para su veneración. Pero las joyas que la santa porta en las telas que envuelven su cuerpo reúnen tanta historia que el Cabildo de la Catedral de la ciudad ha decidido exponerlas temporalmente.

La exposición de los Tesoros de Santa Orosia, llamada “Las joyas: cinco siglos de arte y devoción”, ya abrió sus puertas por primera vez en marzo y, que después de tres meses y de la gran acogida por parte del público, se ha vuelto a reabrir hasta el próximo 16 de octubre.

En la muestra se pueden admirar las 30 joyas más antiguas y con más historia del total de casi 50 piezas que cubren el cuerpo de Santa Orosia. En su mayoría son alhajas de plata y oro, esmaltadas y adornadas con piedras preciosas, todas de estilo Renacentista y Barroco.

Entre las piezas destacan relicarios y agnus de cristal de roca milanés esmaltados con oro y en cuyo interior se pueden encontrar exquisitas pinturas que muestran devoción la devoción de su pueblo hacia la Santa. Pero nuestros preferidos son los deslumbrantes diamantes tintados y los cristales facetados, también llamados “claveques” y que fueron tendencia durante el Barroco español.

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La historia de Santa Orosia

Cuenta la leyenda que esta joven princesa de Bohemia (una de las tres regiones históricas que integran la República Checa) encontró la muerte en los Pirineos, en su camino hacia Aragón, donde contraería matrimonio con un príncipe visigodo de Aragón. Allí, intentando encontrar refugio, tropas islámicas encontraron a su comitiva y, aunque – según la leyenda – le ofrecieron la salvación a la princesa a cambio de su enlace con el jefe del batallón que la asediaba, ésta lo rechazó para no tener que renunciar a su fe. Su lealtad al cristianismo le costó la vida.

No fue hasta pasados 300 años que un pastor, guiado por un ángel, encontrar los restos de Santa Orosia, convirtiéndola así en santa patrona del reino que justo en esa época comenzaba a levantarse en la zona pirenaica.

El relicario de plata donde yacen sus restos comenzó a restaurarse hace tan sólo unos meses, motivo que permitió mostrar las 48 joyas prendidas a la reliquia, aunque de todas ellas, sólo 30, las más antiguas y de mayor valor histórico-artístico, se han mantenido expuestas al público en el Museo Diocesano de Jaca.

La entrada a la muestra cuesta tan sólo 2 euros, que son íntegramente donados al mantenimiento y organización de la exposición en sí así como a la restauración del relicario.

Si os animáis a asistir, recordad que debéis primero llamar para reservar la visita. Podéis encontrar más información es la web de Jaca.

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