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“Brujas, una ciudad de cuento…”

4 septiembre, 2014

Su nombre en castellano, tomado por afinidad fonética, dista mucho de la etimología auténtica, sin embargo, no lo hace tanto del espíritu misterioso y encantador que la ciudad de Brujas alberga en sus calles.

En flamenco, Brugge significa puentes, en plural, porque son muchos los que conforman la fisonomía de esta pequeña localidad belga situada a menos de 100 kilómetros de Bruselas.

Caminar por Brujas es como sumergirse en un cuento, un cuento medieval con sus casitas bajas de tejados a dos aguas, sus románticos rincones, sus ventanas con cortinas de encaje (artesanos de fama internacional), sus jardines plagados de flores y ese aroma especial mezcla de vainilla y chocolate que asalta al visitante a cada paso. Porque en Brujas, de cada tres establecimientos dos son chocolaterías y, en esto de hacer bombones, son unos auténticos expertos.

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Hay múltiples pequeños negocios tradicionales en los que la tentación le asalta al visitante a cada paso y otros más innovadores como The Chocolate Line, una de las tres únicas bombonerías del mundo que aparece en la Guía Michelin. Hablando de esta última, para los amantes de la alta gastronomía, ésta es una de las ciudades con más estrellas per cápita del mundo, en sexto lugar tras Kyoto, San Sebastián o Bérgamo.

Considerada la ciudad medieval mejor conservada de Europa, su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 y se organiza en torno a la Plaza Mayor o Grote Markt, donde destaca la torre Belfort con su carrillón de 47 campanas, un auténtico superviviente tras superar varios incendios y reconstrucciones, y al que se puede acceder tras subir 366 escalones. Merece la pena el esfuerzo porque las vistas son imponentes. Muy cerca está la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas. De estilo gótico, alberga la única obra de Miguel Ángel que salió de Italia en vida del artista, una maravillosa madonna (Virgen con el niño) en mármol.

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Dos veces recuperada tras ser expoliada por los franceses en época de Napoleón y luego por los nazis en la II Guerra Mundial, ahora es custodiada con orgullo por los habitantes de Brujas. Pero si hay una estampa reconocible de Brujas, al igual que impronunciable, es el Rozenhoedkaai. Fue muy probablemente un embarcadero donde los comerciantes cargaban y descargaban sus mercancías y hoy es el lugar más fotografiado de la ciudad. Aquí se pueden tomar las barcas que realizan recorridos por los canales y que ofrecen una vista diferente de la ciudad pero igualmente encantadora.

Uno de los puntos estrella del recorrido es el Lago del Amor o Minnewater que guarda bajo sus aguas leyendas misteriosas como que en el fondo se encuentra la tumba de una dama que prefirió la muerte a casarse con un hombre al que no amaba, o la curiosa maldición de Maximiliano de Austria que ‘castigó’ a los habitantes de Brujas con la obligación de mantener a los cisnes que lo poblaban (y todavía campan a sus anchas) por siempre jamás.

Y cuando la noche cae en Brujas una bruma leve envuelve la ciudad y sus calles se iluminan con tenues destellos reflejados en las aguas de los canales. Y entonces, la magia se hace más real que nunca, más tangible. Piérdanse por sus calles empedradas porque, quizá, como en los cuentos, cualquier hecho maravilloso pueda suceder.

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Artículo escrito por María Cereijo, periodista y escritora. Podéis seguirla en @capitulosiete o en su alterego compartido de autora juvenil @LabAmy. Ella es nuestra Vintage Blogger de Septiembre. Mil gracias por todo, María.

Fotografías @María Cereijo

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