Si eres de las que alguna vez soñaste con lucir unos pendientes pintados por Tintoretto, las famosas joyas de Desayuno con Diamantes o la tiara de Sissi Emperatriz, este es tu espacio igual que nuestro.
El nombre lo dice todo: “Vestidos para la culta sociedad”. Aunque más que culta, el calificativo correcto sería “educada”. Si a la ya de por sí preciosa ciudad de Bath le añadimos esta exposición que os muestro hoy, apenas quedan excusas para no visitarla…
Bath se encuentra situada al sudoeste de Inglaterra, en el condado de Somerset, y sus orígenes se remontan al Imperio Romano del año 43 A.C. Su abundancia de aguas termales hacían de ella el lugar idílico para ubicar una urbe romana en torno a unos baños y un temple que fue construido en las Colinas del Río Avon. Pero fue durante la época Georgiana cuando más se popularizó. Esa época que tantos imaginamos al pensar en la Edad Media… Ese siglo de vestidos ostentosos y joyas inimaginables que vestían quienes tenían la suerte de nacer en el seno de la High Society (Alta Sociedad)
Y por sus calles pasearon los entonces denominados “Assemblies” en su camino hacia alguna de las asambleas locales dieciochescas. Pero sus reuniones eran muy distintas de las que conocemos en la actualidad: un grupo de personas de alta alcurnia se reunía para conversar, expresar públicamente su galantería y en ocasiones, jugar o incluso, bailar. Y durante estos festejos, sus galas eran imprescindibles para demostrar su elevado rango en la sociedad.
En 1771 la ciudad, gracias al rápido crecimiento popular, fue merecedora de alojar la Gran Sala de Asamblea, hoy día reconvertido en el mundialmente famoso Fashion Museum (Museo de la Moda).
En total, 30 trajes de fiesta originales del siglo XVIII, cada cual más hermoso y con telas dignas de la mismísima Reina de Inglaterra. Estos trajes fueron elaborados durante el reinado de George III (en sus primeros años como Rey) y reflejan lo más significativo de la alta sociedad de las décadas de 1750 y 1760.
Si tenéis la oporturnidad de ir a visitar esta exposición, podréis admirar de cerca los riquísimos estampados tejidos a mano sobre la seda más delicada, así como impresionantes abrigos bordados a mano.
La muestra viene a demostrar cómo la moda Europea que caracterizó el segundo tercio del siglo XVIII, tiene su cierto impacto en las tendencias actuales. Diseñadores de la talla de Anna Sui, Meadham Kirchhoff, Vivienne Westwood, Stephen Jones o Alexander McQueen completan la exposición con la reconstrucción de lo que los caballeros Georgianos de la época vestían. Aunque aun más impresionantes son los vestidos con los que se engalanaban sus esposas.
La exposición permanecerá abierta hasta el 1 de enero de 2016, tiempo de sobra para que podáis organizar una escapada de lujo a una ciudad de ensueño, Bath.
Nació en Polonia en el seno de una familia muy humilde, pero sería Francia el país que muy pronto se cruzaría en su camino para marcar una vida digna de estudio, no solo por la impresionante parte científica, sino por la valentía y la capacidad de sacrificio, dos cualidades de las que Marie Curie hizo gala durante su compleja vida.
Nacida en 1867, fue pionera en tantos frentes que solamente citar algunos de ellos bastan para que uno se haga a la idea de la grandeza de esta mujer, la primera en recibir no solo un Premio Nobel, sino dos; la primera en licenciarse en Ciencias en La Sorbona, la primera en tener una cátedra y en ser enterrada por sus propios méritos en el Panteón de Hombres Ilustres de París.
Una persona fascinante, maravillosa, que luchó por tener su propio camino en una época en la que las mujeres no podían hacerlo. Vivió en una sociedad, por más avanzada que fuese la gala en esa época, en la que tanto las funciones intelectuales como las responsabilidades públicas pertenecían únicamente al género masculino, pero eso no fue un impedimento: luchó por demostrar su valía con la paciencia del que sabe que antes o después logrará lo que se proponga.
Marya Skłodowska, Marie Curie, a pesar del aspecto siempre austero y algo frío que reflejan las imágenes que se conservan de ella, fue una mujer apasionada, tanto por su vocación científica como por su esposo, Pierre Curie.
Lo conoció a los veintisiete años, cuando ya se había licenciado en Física con el número uno de su promoción y ya se hacía llamar Marie. En él encontró lo que cualquiera definiría como su media naranja, un compañero en la ciencia y en el amor con quien tuvo dos hijas y junto al que desarrolló una carrera que, injustamente, se vio truncada a los once años de casados, cuando él murió atropellado por un coche de caballos.
Ambos eran científicos, sí, pero también humanistas, dos personas profundamente concienciadas por la problemática social. Marie se sumió en una profunda tristeza, pero supo vivir más allá del dolor constante de la pérdida de su esposo, de alguna manera supo reinventarse y sacar adelante a sus hijas. También en esto fue una persona ejemplar: Irène, la mayor del matrimonio, ganó un Nobel de química, aunque falleció a la temprana edad de cincuenta y nueve años, como consecuencia de las radiaciones.
Igualmente, a Marie Curie le pasaría factura toda una vida dedicada al radio. Era un precio que ella estuvo dispuesta a pagar. Durante décadas, vivió acosada por una enorme fatiga, era una mujer débil con solo sesenta años.
A pesar de ser experta en la materia, ni ella ni su esposo supieron ver el peligro al que se enfrentaban con sus experimentos. Y ese peligro acabó haciéndose tan presente que en 1934, a los sesenta y siete años de edad, fallecía en París.
Dejaba para la posteridad sus descubrimientos, sus galardones y, sobre todo, su espíritu voluntarioso. El de una mujer que supo llegar mucho más lejos de lo que la sociedad de ese momento estaba dispuesta a permitirle. Una mujer para quien nunca existieron los límites, y que merece ser recordada tanto por su contribución a la ciencia como por su valentía.
Mary Dayton Richards (1842-1921) y Milton Brayton Graff (1840-1877) se casaron en 1869, en Manhattan. En esa época el estilo de los trajes de novia aun eran largos y de faldas muy elípticas pero comenzaban a disminuir algo de tamaño.
La novia que era muy menudita, se decidió por un precioso traje blanco nieve de línea angelical en tejido de tarlatán. Ahora no es frecuente que las novias luzcan vestido de un color tan blanco puro, es más frecuente utilizar tonos de blanco roto e incluso tonos cremas muy apagados, lo que llaman un blanco sucio.
El tarlatán es un género originario de la India muy parecido a la muselina pero con una trama algo más floja y con una consistencia algo más rígida.
El vestido de Mary es un modelo muy típico del S XIX bastante modesto y con una línea recatada como exigían los cánones de la época. Un corpiño o blusita con cuello redondo y botonadura central, que lleva un pequeño babero realizado con volantitos de la misma tela que el reto del traje. Por supuesto al ser la tela del traje tan transparente, va todo forrado con un algodón que le da cuerpo y presencia.
Las mangas son semitransparentes, ya que aunque son largas no llevan forro más que hasta la altura del codo, con lo que el antebrazo de Mary quedaría un poco visible cuando se encontrara a contraluz.
La soberbia falda estaba compuesta una enagua sobre la que lucían dos sobre faldas una más corta que otra con un remate ondulado realizado con la misma tela del traje que realizaba un dibujo geométrico algo moderno para la época.
Mary y Milton se casaron en Manhattan, lugar de nacimiento de la novia, pero la pareja volvió a los pocos días de la ceremonia a la ciudad natal del novio: Cincinnati, donde trabajaba como psicólogo.
Inicialmente residieron con los padres de Milton, Jacob y May Ann Graff, que vivían al oeste del centro de la ciudad. Entre 1850 y 1890, los ricos comerciantes levantaron en esa zona impresionantes casas de estilo italiano y crearon avenidas por lo que empezaría a llamarse ‘Paseo de los millonarios’.
Desgraciadamente, el matrimonio de la pareja se rompió al poco tiempo por la muerte de Milton en 1875. Y en 1880, Mary construiría su propia casa en Glendale, Ohio, una comunidad 15 millas al norte de Cincinnati en tren de cercanías.
Glendale era un lugar de residencia de verano para los ricos de Cincinnati que huían del ruido y la contaminación de la ciudad. Su entorno tranquilo, de hectáreas arboladas y avenidas curvilíneas con filas de árboles, debió llamar la atención de esta joven viuda con dos pequeños niños que criar. Graff construyó una impresionante casa en la Avenida Congress y vivió en Glendale hasta que murió en 1921.
La sortija o anillo es un aro más o menos grueso que se utiliza como complemento para adornar los dedos de las manos, su nombre deriva del latín anĕllus.
Se ha usado con muy diferentes propósitos a lo largo de la historia. Tenemos constancia de su uso desde la época de los egipcios, persas, griegos y romanos. Realizados en la antigüedad tanto en plata como en oro, bronce o hierro, en la actualidad lo más frecuente es que se realicen en oro o en plata. Aunque también podemos encontrar alguna pieza muy especial realizada en marfil, cristal o piedras preciosas.
Podríamos distinguir diversos tipos de anillos entre los más frecuentes:
Alianza: sortija o anillo nupcial. Su nombre deriva de aliar o unir, anillo que sella una unión.
Compromiso: sortija o anillo que suele recibir como regalo la mujer el día que es pedida en matrimonio. Suele llevarse en el dedo anular de la mano izquierda.
Lanzadera: sortija o anillo con una forma cuadrada o rectangular que suele ser más estrecho que largo.
Sello: sortija o anillo con una piedra dura o de metal grabado con el sello de una familia.
Solitario: sortija o anillo en el que solamente hay una piedra, generalmente un brillante.
Tresillo: sortija o anillo con tres piedras, normalmente del mismo color y casi del mismo tamaño. Los más frecuentes están realizados con tres diamantes.
Tú y yo: sortija o anillo montado con dos piedras iguales o muy diferentes montadas de forma asimétrica.
En el núcleo de El Pont d’Arsèguel (Alt Urgell, Lleida) podéis visitar la Fábrica de lanas, que se fundó en el 1902 por los bisabuelos de los actuales propietarios y tiene las características de una empresa familiar que ha ido pasando de padres a hijos. La fábrica todavía funciona con con energía hidráulica y, entre otras máquinas, todavía se usa una espectacular hiladora diseñada en el siglo XVIII. En su época, la fábrica de lanas llegó tener 20 personas trabajando en ella.
Actualmente la fábrica dispone de un servicio de visitas guiadas, gestionado por la propia familia Isern y se confeccionan los típicos peúcos, tapabocas y mantas de pastor que pueden comprarse in situ.
Altamente recomendable para ir con niños ya que no supone ningún peligro, la visita no es excesivamente larga y las explicaciones son muy buenas. El precio de las entradas es muy razonable. Para los amantes de la fotografía es un lugar ideal para hacer fotos tanto en el interior como en el exterior.
Cuenta la leyenda que Raffaello Sanzio, más conocido como Rafael, se enamoró de Margarita Luti al ver cómo limpiaba sus pies en las aguas del Tiber. Su amor fue tan intenso y apasionado que no conseguía concentrarse en terminar la obra que le habría encargado el rico banquero Agostino Chigi. Hasta tal punto llegó la desesperación del banquero, que terminó instalando a Margarita en una zona de su palacio cercano al lugar de trabajo de Rafael, hasta que éste finalizara el proyecto.
Y es en éste y otro retrato de Margarita en los que aparecen las joyas históricas de las que hoy os quiero hablar. En las impresionantes pinturas “La Veleta” y «La Fornarina».
En La Veleta, obra firmada en 1516 en el que Margarita aparece ricamente vestida y velada con lo que parece un manto de seda, luce sobre su cabello como llamativo adorno una perla y un rubí, casi pegado a un descuidado rizo que quizás nos quiere dejar entrever su adúltera vida. Rafael plasma en el lienzo la belleza de una mujer serena y tranquila. Esta pieza es muy similar a la que luce Margarita en La Fornarina, casi pegada a un turbante, complemento muy de moda en la época. Diría que las dos piezas que luce en el pelo son prácticamente iguales, y hoy hemos querido traerlas hasta aquí. Una sobre una sutil gasa blanca y la otra sobre un rico brocado de seda.
Pero indaguemos algo más en la apasionante vida que tuvo Margarita y en la profunda historia de amor entre Rafael y ella…
En 1514 Rafael se comprometía con María Bibbiena, la sobrina del cardenal Medici Bibbiena, pero su matrimonio nunca llegaría a consumarse. Su mente y su corazón siempre estuvieron junto a su verdadero amor: Margherita Luti, «La Fornarina». Margherita era la hija de Francesco Luti, dueño de la panificadora «Fornaio de Siena», y parece que su humilde condición no la hizo digna de contraer matrimonio con un artista de la talla de Rafael, por lo que tuvo que conformarse con ser su amante hasta la muerte del artista.
Es muy posible que la prueba más sugerente de esta aventura sea su oleo «La Fornarina», en el que Margarita aparece semidesnuda, sutilmente tapada por una suave y fina seda, sosteniendo en su delicada mano uno de sus pechos. Una imagen más que sugerente de la pasión que debía unirles a ambos. Parece que esta obra permaneció oculta en su taller, siendo muy pocos los que la conocerían.
Al igual que con todas las buenas historias de amor, la historia de Rafael y la Fornarina tiene un final amargo. Después de una noche de amor, Raphael cayó gravemente enfermo y murió 15 días después. El artista logró escribir su testamento, teniendo en él muy en cuenta a su querida, a la que legó la suficiente fortuna para terminar su vida con tranquilidad. Pero tal fue el amor de Margarita por el artista que a su muerte solo encontró consuelo en el Convento de Santa Apolonia, una pequeña residencia en Vía di Santa Dorotea en el que viviría hasta su temprana muerte, no llegando nunca a disfrutar las riquezas que le legara su amado.
Una de las más bellas historias de amor de la Roma del Renacimiento, unida a una joya que ya pertenece a nuestra exclusiva colección de joyas históricas.
Vivian Maier (1926-2009) dejó un legado fotográfico impresionante. Una pequeñísima parte de su obra pudo verse el verano pasado en la ciudad de Valladolid. La muestra recorrió varias ciudades europeas y actualmente no he encontrado ningún lugar en el que puedan verse expuestas sus fotografías en conjunto.
Yo la descubrí de la mano de Beatriz Garcia Couriel en unos de sus cursos de fotografía online. Su obra sencilla y llana nos transporta de una manera natural al Chicago y al Nueva York de la segunda mitad del S.XX. Me fascinó desde el primer instante.
Vivian revelaba sus carretes en el cuarto de baño de la casa donde prestaba sus servicios como niñera, llegando a acumular cientos de ellos. La mayoría aún no han sido revelados. Su legado se descubrió de forma totalmente casual cuando tras una subasta en Chicago se encontraron cerca de 100.000 negativos. John Maloof, dueño del material subastado en 2007, aun no ha conseguido sacar a la luz todo el material.
Son estampas callejeras, personajes de la vida diaria de Chicago y Nueva York: prostitutas, mendigos, vagabundos, niños… Simplemente, escenas cotidianas pero llenas de magnetismo.
Una de las series que más llamó mi atención desde el primer momento fueron sus autorretratos. Son reflejos en espejos o cristales de los lugares cotidianos de sus paseos de domingo. En ellos se puede ver a Vivian seria, con aspecto retraído, tímida y discreta. Esa es la sensación que esta serie me trasmite a mí. La comisaria de la exposición de Valladolid, Anne Morin, lo ha achacado a la «permanente búsqueda» de sí misma, tal vez porque indagara realmente en quién era ella. Vivian ha sido la precursora de todos estos autorretratos frente a espejos que ahora pueden verse en todas las redes sociales…
En un principio decidí enfocar el trabajo de este mes a una serie de autorretratos al más puro «Estilo Vivian», realizados con una cámara exacta a la que usara ella. Una joya que descubrí en un antiguo armario de trastos de mi padre. Una Rollei completa, con varios objetivos, filtros y hasta disparador “remoto”. Al final también yo me lancé a la calle un par de tardes con ella para intentar capturar ese Madrid que creo habría capturado ella.
Os dejo el link a la película sobre su vida que os recomiendo, ya que os va a acercar mucho a la enigmática personalidad de esta magnífica fotógrafa callejera.
Como objeto, es una sarta de cuentas que sirve para dirigir el rezo. En alguna época antigua es posible que las cuentas fueran de rosas secas o disecadas, de ahí el nombre de rosario, siendo uno de los símbolos más importantes de la fe cristiana.
Los nudos o cuentas se utilizan para llevar la cuenta del número y secuencia de oraciones, y el rezo se compone de 15 partes iguales llamados misterios.
Es cierto que en algunas ocasiones el término también se utiliza para referirse a una sarta de cuentas por sí solas. En la joyería antigua se han realizado muchos rosarios de plata y de oro, con cuentas de madreperla, perlas o piedras semipreciosas. Es un regalo muy típico para obsequiar a los niños que toman su primera comunión.
Algo que en un principio solamente se usara como objeto de culto por los cristianos, ha servido y continúa sirviendo de inspiración para muchos de los grandes maestros de la joyería a la hora de realizar collares y pulseras. Diseños con sartas de cuentas separadas por una cuenta diferente en tamaño o color, son muy frecuentes en los diseños tanto del S.XIX como en la actualidad.
Como siempre, la joyería toma referencias para inspirarse de costumbres y usos populares.
Jose Luis Casal y Laura Cuesta me dieron una de esas sorpresas que te alegran la mañana. Son una pareja de auténticos emprendedores y el alma de Talk2us.
Estaba deseando que conocieran personalmente nuestro espacio. Poder explicarles más detalladamente nuestros comienzos y compartir con ellos una charla sobre comunicación, emprendimiento y marketing. Fue una de esas visitas que te dejan con una enorme sonrisa en la cara.
Laura es historiadora del arte y fascinada por el mundo de las redes sociales, el marketing y social media. Me cuenta que ha “cambiando cuadros por arrobas…” Ahora es profesora docente en la Universidad Camilo José Cela de Marketing Digital, Social Media y Nuevas Tecnologías y ponente en eventos de Marketing 2.0 y Social Media.
Creo que Laura disfrutó muchísimo en nuestro espacio, y me encantó compartir ese rato con ella por la sensibilidad que tiene para apreciar las piezas antiguas. Pero yo, de ella, me quedo con su risa y su alegría. Es una persona entusiasta que transmite pasión por su trabajo, por los cuatro costados.
Jose Luis es emprendedor en serie, inversor en startups y asesor financiero. Positivo de actitud, inquieto por naturaleza, soñador empedernido y un enamorado del ser humano, del marketing, las finanzas y la comunicación. Asesor en comunicación política, branding y reputación online para directivos y altos cargos. Sin dejar de lado su faceta como fotógrafo, que a mí me tiene enamorada.
Una pareja que utiliza su plataforma Talk2us para asesorar en temas de comunicación y marketing, tanto digital como tradicional, analítica web y diseño, impartiendo cursos y talleres
Ellos organizan un encuentro mensual para emprendedores: “Estrellas &Tuits”. Os invito a conocer su web y asistir a uno de sus encuentros. Estoy segura de que no van a dejaros indiferentes. Son energía y positividad.
¡Mil gracias por la visita, espero volver a veros pronto!
Supo reinventarse a sí misma después de un trágico accidente que marcó tanto su adolescencia como el resto de su vida, algo que ya justificaría que muchos la admirasen por su valentía. Sin embargo, la artista mexicana Frida Kahlo (1907-1954) fue mucho más que una luchadora, y a día de hoy está considerada una de las mujeres más relevantes de todo el siglo XX.
Interesante, cercana y muy independiente, la tercera esposa del pintor Diego Rivera fue una de las pioneras en lo que a emancipación de la mujer se refiere. Durante años, muchos la vieron solo como la compañera sentimental del gran muralista mexicano, pero sus más de doscientas obras han dejado una huella imborrable en sus coetáneos y en las generaciones posteriores.
Su anhelo por ser independiente de Diego Rivera –con quien mantuvo una compleja relación–, tanto económica como profesionalmente, es el reflejo de su innata condición de artista. Por supuesto, Rivera y su concepción del arte influyeron mucho a Frida, pero los estudiosos de su figura coinciden en señalar que sin él, su obra hubiera llegado a brillar con la misma luz.
De padre alemán, Frida tuvo una existencia complicada, marcada por el dolor provocado por el accidente que la mantuvo en cama durante largos periodos y que la obligó a pasar por el quirófano numerosas veces, y por su deseo de analizarse a sí misma a través de su arte. No llegó a cumplir los cincuenta años, pero la vida que tanto la martirizó también permitió que disfrutase de intensas relaciones humanas –especialmente sentimentales– y que fuera testigo de una de las épocas culturales y políticas más relevantes de toda la Historia.
Compartió vivencias con figuras como Picasso, André Breton o Trotski, hombres que la admiraban por el magnetismo que irradiaba; fue fotografiada en incontables ocasiones, casi siempre acompañada por sus animales, a los que amaba apasionadamente, y vistiendo sus conocidos trajes indígenas, con los que demostraba su gran amor por México; su arte es hoy universal y su obra, de fuerte contenido autobiográfico, ha recorrido los mejores museos del mundo.
En pleno siglo XXI, Frida Kahlo es un icono, no solo pictórico, sino humano, a diferencia de Diego Rivera, cuya influencia sigue siendo fundamentalmente artística y política. Pocas obras dicen tanto de la vida de una persona como los cuadros de la mexicana.
Adentrarse en sus autorretratos es casi como leer su fascinante biografía. El accidente en el que antes de los veinte años se partió la columna por tres partes hubiera acabado con las ganas de vivir de muchas personas, pero ella decidió sobreponerse. “Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”, dejó escrito esta mujer que remó durante su corta existencia contra la adversidad.
Lucrezia, la bellísima esposa del político florentino Bartolomeo Panciatichi, ha llegado hasta nosotros en un retrato ausente de fondo, en el que parece que Bronzino, el artista renacentista que lo pintara, sólo quisiera fijar nuestra mirada en la aristócrata florentina.
Y no es para menos… En su estilizado y elegante cuello blanco descansa un precioso collar de perlas, con un broche colgando y una larga cadena de oro con una pequeñísima placa de oro con esta inscripción grabada: «Sin fin amour Duré” en alusión al amor y la fidelidad.
Y en su mano izquierda esta dama renacentista luce un pequeño anillo de oro y rubíes que bien podría haber sido su sortija de pedida, y que es la pieza protagonista de nuestra colección de Joyas Históricas de hoy.
El suntuoso vestido de satén rosa y pesado terciopelo rojo, enmarca su belleza fría y serena. Bronzino realiza un sorprendente juego de luces y sombras con la tela a lo largo de toda su figura.
Lucrezia sujeta con la mano derecha un pequeño libro de oraciones apoyado en su rodilla. Parece que estuviera esperando el preciso instante en que Bronzino la dijera que ya había terminado de pintarla, para continuar leyendo con total naturalidad.
Esposa del humanista y político Bartolomeo Panciatichi desde 1528, Lucrecia Panciatichi fue inmortalizada junto a su esposo por el artista florentino Angelo di Cosimo, il Bronzino, (1503-1572), que siempre trabajó a la sombra de Miguel Ángel. En aquella época el arte de la ciudad de Florencia estaba dominada por dos grandes nombres: el de los Medici y el de Miguel Ángel.
Bartolomeo Panciatichi era hijo natural de Bartolomé el Viejo y perteneciente a una familia muy influyente de comerciantes de Pistoia. Propietarios de una gran empresa comercial en la ciudad francesa de Lyon, que en ese momento era un centro cultural y comercial debido a la estratégica situación de la que disfrutaba, al estar entre Francia, Italia, Suiza y Alemania.
Bartolomeo prefirió seguir la carrera política y humanística, abandonando el negocio familiar que dejó en manos de algunos familiares cercanos a muy temprana edad. En Lyon conocería a Lucrezia y a los pocos años toda la familia se trasladaría a Florencia. Allí llegaría a ocupar importantes cargos políticos y se convertiría en uno de los personajes más influyentes de su época.
Y su esposa, una dama que en este retrato descansa solemne, recatada, elegante, fiel y serena representa en su conjunto a las mujeres de la alta sociedad del Renacimiento.
Giorgio Vasari se refirió a esta obra con estas palabras: «… los retratos de él y su esposa, tan naturales que parecen realmente vivos, y no extraña sino el espíritu»
Los dos retratos del Bronzino pueden disfrutarse en la galería de los Uffizzi de Florencia.
La peineta es un complemento femenino de aspecto similar a un peine grande, compuesto por un cuerpo convexo unido a una zona de púas, más o menos largas, que encajan en el moño o recogido.
Tenemos constancia de su uso por las mujeres íberas que poblaron la península ibérica, así como por las coquetas mujeres romanas que solían peinarse con ralla en medio para diario, y con sofisticados y elaboradísimos recogidos a base de trenzas y moños para ocasiones especiales. Ya usaban rizadores de pelo, llamados calmistrum, que consistían en un tubo de metal que ponían sobre carbón para calentarlo, fijando el rizo en el pelo con su calor y algunos ungüentos. Las romanas decoraban sus peinados con pequeños peinecillos en algunas ocasiones.
La peineta española era, por lo general, de carey, siendo un elemento popular en algunas celebraciones como bodas, procesiones de Semana Santa, corridas de toros, espectáculos tradicionales y espectáculos de música flamenca o copla. La peineta española es el complemento perfecto de la mantilla de encaje, ya que sujeta, alza y sobre todo realza la belleza de su bordado. Los modelos más populares tienen forma redondeada, cuadrada, de concha, teja o media teja, según su altura. Casi todas ellas llevaban preciosos dibujos calados en el carey. Actualmente, debido a que las tortugas se encuentran en peligro de extinción y existe una prohibición total de comerciar con el carey de su concha, estas piezas se realizan en acetato o plásticos similares. Son pocas las piezas que han llegado hasta nuestros días de carey auténtico.
Más populares y de más fácil uso son las peinetas de plata que decoran los recogidos de las novias o invitadas a ceremonias, que se popularizaron en España a mediados del S.XIX. Actualmente se realizan peinetas en plata con circonitas, esmalte, coral, piedras semipreciosas y, también, en latón y oro.
Para los coleccionista de peinetas las piezas más cotizadas son las realizadas en época imperio, en latón dorado y coral, y las piezas de principios del S.XX de estilo art-nouveau.
La fragata Nuestra Sra. de las Mercedes ha completado su viaje. Una exposición gratuita que podemos disfrutar hasta el próximo 30 de noviembre en el renovado Museo Arqueológico de Madrid. Muy recomendable para visitarla con niños, ya que es muy amena y entretenida para ellos.
Una muestra que supone un sentido homenaje a todos los que perecieron aquel fatídico 5 de octubre de 1804, cuando una flotilla española regresaba a España desde el virreinato del Perú, cargada de preciadas mercancías y monedas para reponer las exhaustas arcas de la Hacienda española. Más de medio millón de piezas de plata y oro, cacao, lana de vicuña, quina y ratania, entre otras cosas, eran algunas de las preciadas mercancías que portaba en sus bodegas.
De forma totalmente inesperada y en periodo de paz con Inglaterra, una flotilla de bandera inglesa atacó a los cuatro barcos españoles: La Mercedes, La Medea, La Fama y la Santa Clara. La fragata Nuestra Sra. de las Mercedes explotó a los pocos minutos de comenzar la batalla, hundiéndose hasta lo más profundo de las costas portuguesas, cerca del Cabo San Vicente, con sus 200 pasajeros dentro y toda su carga. Entre las víctimas, la familia casi completa de don Diego de Alvear, segundo comandante de la flotilla que, junto a su hijo adolescente, presenciaron desde otra nave sin poder evitarlo como su esposa y el resto de sus hijos, cuatro niñas y tres niños, perecían en el atraco.
Este hecho tuvo como consecuencia el final del acuerdo de paz entre Inglaterra y España, siendo el preludio de la posteriorBatalla de Trafalgar.
El valioso cargamento, así como la tumba de los más de 200 valientes que murieron aquel fatídico día, fue expoliado en mayo de 2007 por la empresa norteamericana cazatesoros Odyssey. Después de varios años de litigios en los tribunales norteamericanos, éstos terminaron dando la razón al estado español y restituyendo a sus verdaderos propietarios todo lo expoliado. Este hecho sienta un precedente muy importante en la defensa del Patrimonio Arqueológico Subacuático.
La exposición hace un recorrido no solamente por los acontecimientos que sucedieron esos días, sino que nos pone en antecedentes y nos ilustra acerca de cómo y de qué manera afectó a la historia de España este suceso tan puntual. También deja constancia de lo importante que es conservar y custodiar los archivos de la historia de nuestro país, ya que sin ellos no habría sido posible recuperar el tesoro. La aportación por parte del estado español de documentos procedentes de los registros navales, resultó determinante en la resolución final del litigio con la empresa Odyssey.
Y lo que es aún más importante, con la historia de la fragata Mercedes se consigue poner de manifiesto la importancia de promover la defensa y salvaguarda del Patrimonio Cultural Subacuático, que ha de prevalecer sobre los intereses puramente económicos.
Merle Oberon es el nombre artístico de Estelle Merle O’Brien Thompson, actriz británica nacida en Tasmania a principios del S.XX, y la primera protagonista de nuestra nueva sección “Grandes coleccionistas de joyas”.
Merle Oberon vivió en la India hasta cumplir los 17 años, edad a la que se trasladó a Londres instalándose allí con la ilusión de triunfar en el cine.
Su gran golpe de suerte vino cuando en 1930 el productor y director Alexander Korda la descubriera por casualidad, el pulió su imagen y la convirtió en una de las grandes damas del cine británico de los años 40. Terminaron casándose y fue él uno de los primeros que comenzó a regalarla carísimas joyas.
Merle Oberon aparece llevando el fabuloso collar que parece ser Napoleón Bonaparte regalara Baronesa Haussmann.
Una de las primeras piezas que adquiriría es un antiguo collar de diamantes y esmeraldas que, al parecer, fue un regalo de Napoleón III a la Baronesa Haussmann. Se cree que fue un obsequio en agradecimiento a la labor de modernización que llevara a cabo su esposo en el París de mediados del S.XIX. Gracias a esta majestuosa y polémica reforma París se trasformó, en menos de dos décadas, de ciudad medieval a la más moderna capital del mundo. Merle lució la pieza en películas como “El divorcio de la señorita X” y en «Of love and desire» (no hay versión española). Merle Oberon le quitaría dos lágrimas al collar para hacerse unos pendientes y luciría la parte central, que también se trasformaba en broche, en numerosísimas ocasiones.
Merle Oberon aparece llevando el clip de tres flores de Cartier, Londres, que originalmente formó parte de una horquilla para el pelo Photocourtesy of Fine Art America.
En 1939, tras su matrimonio, Alexandre la regalaría una de las piezas para mí más bella de su colección: una pieza de Cartier consistente en tres broches en forma de rosa ya abierta, dos exactamente iguales y la otra un poquito más grande. Este último tiene un detalle encantador: los pistilos son diamantes que están montados con un poco de movimiento, lo que le da a la pieza una belleza muy especial. Estos tres broches originariamente fueron diseñados para ser lucidos como horquillas en la cabeza, pero Merle los lució casi siempre como broche o incluso como camafeo, resultando siempre sensacionales. Lamentablemente, al vender su colección tras su muerte, las tres piezas se vendieron por separado.
Se da la casualidad de que pocos años más tarde la por entonces Princesa Isabel de Inglaterra recibiría, con ocasión de su boda con el Príncipe Felipe de Grecia, de manos del Nizam (un título nobiliario musulmán) de Hyderabad y Berar (dos provincias de la India), un juego idéntico de horquillas montados en una tiara, que también estaban diseñados por Cartier. Isabel II desmontó los diamantes de la tiara para hacer una nueva de rubíes y diamantes. Sin embargo, mantuvo las tres horquillas de rosas que ha lucido a menudo.
Pero quizás la pieza más espectacular de su colección sea el collar de diamantes y 39 cuentas de esmeraldas barrocas, que Korda la regalara en 1939 de inspiración indú. La pieza encajaba a la perfección con la exótica belleza de Merle Oberon. El collar, con un diseño muy original para la época, sorprende no solo por el tamaño de sus esmeraldas sino por la peculiar forma en la que están montadas, ya que su diseño permite que las cuentas giren 360º sobre la pieza de diamantes que la sujeta, encajando así a la perfección y luciendo con una caída elegante y sensual.
La historia de su compra es ciertamente curiosa, demostrando una vez más cómo los humanos siempre deseamos más fervientemente aquello que creemos ya ha adquirido otro. Parece que la pieza iba a ser adquirida por la diseñadora Elsa Schiaparelli. Merle vio el collar en el escaparate de la tienda de París, y cuando entró a preguntar por la pieza el vendedor la dijo que alguien más estaba interesado en adquirirlo. Esto es algo que, curiosamente, sucede algunas veces en el comercio y que los clientes interpretan como una estrategia que los vendedores utilizamos para acelerar la venta. Merle realmente no creyó lo que le contaba el vendedor y pensó que era una táctica para acelerar la venta. Pero a los pocos días se daría cuenta de que el vendedor no mentía, pasó por el escaparate y el collar no estaba. Su misteriosa rival se encontraba en una de las habitaciones privadas de la joyería probándose la pieza.
Al día siguiente Merle volvió a pasar para ver si seguía en el escaparate, y en ese preciso instante vio salir a Elsa Schiaparelli. Su misteriosa rival ya tenía cara y el collar ya no estaba en el escaparate. Debió regresar con tal cara de desolación que su esposo se puso el sombrero, salió a la calle, entró en la joyería, preguntó por el collar y, para su sorpresa, salió con él en la mano. Las fabulosas 29 esmeraldas ya podrían lucir en su exótico cuello para siempre.
Merle disfrutaría de esta pieza hasta su muerte.
Cartier 1938, 29 impresionantes gotas de esmeralda barrocas, montadas en platino y diamantes, con un largo de 44 cm y rematado en 2,642,500 CHF. Uno de los collares de Cartier más fotografiados de su historia. Link al collar:
Otras de las piezas destacadas de su colección son:
Un juego de dos horquillas diseño de Cartier de diamantes en forma de flores, una con el pistilo engastado con diamantes y la otra con pistilos de rubíes. Se podían llevar juntos o por separado como horquillas, o se podían montar en una pulsera de tiras de diamantes para formar un impresionante cierre. Merle llevó esta pulsera junto con la horquilla de tres rosas en la película «Viaje sin retorno» en 1940.
Un broche floral de zafiros y diamantes de Cartier, también desmontable, para llevar como horquilla. Llevaba engastado un gran zafiro ovalado y con los pétalos de diamantes. El tallo de diamantes se vendió por separado, sin mencionar el hecho de que se podía montar en la horquilla. Merle llevó la pieza unida en muchas ocasiones, llevando también la horquilla en una banda de terciopelo como gargantilla o sobre una pulsera de platino que Cartier también había fabricado. Estoy segura de que Merle no solo adoraba las joyas de Cartier por su calidad y belleza, sino también por la versatilidad que siempre proporcionan sus diseños.
A finales de los 50 y 60 adquirió y modificó un gran número de joyas. Paso bastante tiempo viviendo en Roma, donde adquirió de Bulgari un broche de diamantes y un broche engastado con rubíes y diamantes. Bulgari también creo para Merle un elegante bolso en un inusual diseño de bellotas, con el cierre de oro con turquesas y diamantes engastados.
Van Cleef&Arpels fue otro de los diseñadores preferidos de Merle durante los 70, destacando un juego de broche, pendientes y collar de turquesas y diamantes; un collar de diamantes y coral rosa que se podían convertir en un broche y pulsera.
Merle tenía también una pequeña, pero buena, colección de rubíes. Ésta incluía un espectacular collar de rubíes y diamantes de David Webb, que también creó para ella un anillo a juego y unos pendientes de rubíes y diamantes cada uno con rubíes ovalados en el centro de gran tamaño.
La mayoría de estas piezas se vendieron en la subasta que se celebró en Nueva York el 22 de abril de 1980, justo un año después de su muerte.
Merle Oberon tuvo una verdadera colección de joyas de cine.
Decir que el endogámico fenómeno del street style comenzó con Scott Schuman es prácticamente lo mismo que atribuirle a este señor la invención del agua caliente. No hay nada nuevo bajo el sol, y la única y honrosa excepción a este dicho es Steve Jobs que en este momento estará señalándome sonriente un iPad desde algún lugar del cielo.
Dicen que las ideas no conocen más dueño que aquel que reúne el valor necesario para llevarlas a cabo, así que según esto sí que debemos reconocerle a Scott Schuman el mérito de hacer un lucrativo negocio a partir de una idea tan antigua como el street style. Mucho se ha hablado ya y poco tengo yo que añadir sobre esta disciplina fotográfica, y son ya incontables los blogs que dedican al menos una sección a mostrarnos el estilo de la calle, lo que realmente se lleva más allá de las pasarelas.
Cuando comenzó el boom del street style en la blogosfera el argumento que se esgrimía para justificar tanto entusiasmo era que los propios diseñadores ponían sus ojos en estas instantáneas en busca de inspiración divina para la creación de sus colecciones, pero poco a poco la tortilla se ha ido dando la vuelta, y las marcas han visto en estas fotos de apariencia espontánea un filón para llegar a sus consumidores potenciales. Estamos una vez más ante el arte que imita la vida, y la vida que imita el arte.
El momento glorioso del street style en los blogs ya ha pasado, y ahora son las revistas las que pagan a sus fotógrafos más por las imágenes que rodean a la pasarela que por las de los propios desfiles, en las que los protagonistas no dejan cabo suelto y poco o nada tienen que ver con la espontaneidad original de esta disciplina.
Y antes de dejaros con estas maravillosas imágenes de principios del siglo XX firmadas por el ilustrador y fotógrafo Edward Linley Sambourne solo quiero añadir que, desde mi punto de vista, las egobloggers o chicas que publican sus estilismos en un blog no deberían considerarse dentro de la categoría de street style, por mucho que ellas se empeñen en añadir el término a los titulares de sus posts.
La particularidad del verdadero street style radica en la falta de premeditación, en la fotografía espontánea e inesperada, no en la creación de un estilismo con la finalidad de fotografiarlo. Dicho esto, os dejo disfrutar de estas imágenes. Cambiad los libros de las fotos por unas Blacberrys o iPhones, y comprobaréis que la pose de las trendsetters no ha variado lo más mínimo en más de cien años.
Artículo escrito por Carmen Velarde, bloguera especializada en moda y belleza. Podéis seguir el trabajo de Carmen a través de su blog La bruja con tacón de aguja.