Si eres de las que alguna vez soñaste con lucir unos pendientes pintados por Tintoretto, las famosas joyas de Desayuno con Diamantes o la tiara de Sissi Emperatriz, este es tu espacio igual que nuestro.
Este mes Boston es la capital protagonista de nuestra exposición recomendada. Restoring a Legacy: Los tesoros de la familia Rothschild nos trae hasta el 5 de julio al Museum of Fine Arts de Boston una magnífica muestra europea saqueada durante la época nazi y que fue devuelta recientemente a sus dueños originarios, los descendientes del barón y la baronesa Rothschild de Viena.
La muestra, compuesta de 186 objetos de arte, entre los que se incluyen joyas, objetos decorativos, muebles, miniaturas y hasta libros de la conocida familia vienesa. Lo que a nosotros nos ha llamado especialmente la atención es la colección personal de 80 objetos de la baronesa, en la que se incluye una impresionante y bella joyería de la época.
Destacamos entre todas las joyas expuestas una tiara también usada como collar de 1920 compuesta de 9 diamantes en forma de pera y un broche con dos esmeraldas y de estilo Art-Decó de 1937. No obstante, todas las piezas merecen ser ensalzadas y admiradas, ya que son un excelente y delicado trabajo de orfebrería en cuantiosas formas y utilizando los más variados materiales preciosos, como el oro, cuarzo de ágata o piedras preciosas, barnizadas con preciosos esmaltes.
La familia Rothschild
Los Rothschild eran descendientes de un banquero judío de Frankfurt que estableció su próspero negocio bancario en 1760. Pero su mayor triunfo fue establecer un sistema bancario internacional a través de sus cinco hijos, que finalmente entraron a formar parte de los nobles austríacos. Entre ellos, el barón de Habsburgo.
Llegaron a tener tanto poder e influencia que en Francia y Austria los Rothschild presionaron para construir y financiar las redes ferroviarias, y en general, todos estuvieron involucrados en la orfebrería con metals preciosos, con especial predilección por el oro, llegando a poseer, se dice, la mayor fortuna privada de la historia reciente.
En 1938 los Rothschild perdieron todos sus intereses en Austria a manos de los nazis, lo que supuso el fin de más de un siglo de permanecer en el corazón de la banca en Europa central. Tras esto, la familia se dispersó.
Hoy día, aunque siguen siendo igual o más conocidos que entonces, su patrimonio y dedicación ha cambiado de sector, siendo el sector bancario y de inversión su apuesta más feroz.
Gracias a los esfuerzos de familias como ésta por recuperar su patrimonio, así como la ayuda de algunos movimientos como “Monuments Men” y “Woman in Gold”, que han sacado a la luz el espolio llevado a cabo por los nazis durante la II Guerra Mundial, estas joyas parte de la historia han podido ver la luz y retornar a sus dueños.
Abigail Holmes eligió para su boda una seda de color oro, un color bien diferente a todos los que hemos visto hasta ahora en esta sección de Trajes de Novia Icónicos.
Abigail se casó con Clark S. Potter el 3 de octubre de 1839, en Nueva York, y optó para la ocasión por un diseño de amplio escote, falda acampanada y corpiño ajustado.
Me encanta el diseño de las mangas plisadas que se ajustan con fuerza a la parte alta del codo y a la muñeca.
Justo en esos años, la moda de las mangas cambió y se hizo menos voluminosa en la parte de los hombros, para pasar a ser más ajustado y marcar con más delicadeza las clavículas. Años más tarde, las mangas se estrecharían casi por completo y muchas mujeres adaptarían sus vestidos a la moda de mediados del S.XIX.
El vestido parece más una prenda de paseo de mañana que un traje de novia. No es para nada un vestido pretencioso ni ostentoso, chocando de pleno con el resto de las piezas que hemos venido viendo en esta sección a lo largo de estos meses. Los adornos se reducen a unos sencillos pliegues y algún festón estratégicamente colocado. Ya hemos visto otro vestido de color hace pocas semanas; por ejemplo el de Mary Waters, realizado casi un siglo antes en una preciosa seda de Spitafields.
La elección de un color tan oscuro no era inusual en las novias de la época. Hay que tener en cuenta que la seda blanca era mucho más cara que las sedas de color y que, además, a ello había que añadir el coste que suponía en limpieza el mantener inmaculado un vestido de tono claro.
Probablemente Abigail fuera una mujer mucho más práctica que el resto de las que hemos conocido hasta ahora, optando por un vestido que también podría usar después de la ceremonia o, simplemente, su economía no la permitió adquirir una seda de color blanco. También pudo influir en su decisión el hecho de que la pareja tenía la intención de embarcarse en un viaje, inmediatamente después de la ceremonia. Un vestido de color oro habría sido mucho más práctico para viajar, dado el polvo y la suciedad inevitable que la pareja se encontraría por los caminos de la época. De hecho, la joven esposa mandó hacerse una pequeña capa corta a juego con el traje.
No he encontrado mucha más información sobre la familia de Abigail Holmes. Si bien la familia Holmes no era rica, el Sr. y la Sra. Clark Potter parecieron haber prosperado. En el Censo Federal de Estados Unidos de 1860, decía que estaban viviendo en Albión con sus ocho hijos, de edades comprendidas entre uno y diecinueve, y con una sirvienta como empleada – una mujer joven irlandesa de nombre Mary Florin-. Clark Potter era empleado de la Oficina de Rentas.
Un precioso y sencillísimo vestido, para una práctica novia de mediados del S.XIX.
Biografía:
Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.
Si Las Vegas es ya de por sí uno de los destinos de preferencia de la mayoría del turismo de entretenimiento y juego, ahora cada vez más lo está siendo también para el turismo cultural gracias a sus muchas exposiciones y actividades culturales que cada uno de los hoteles regenta.
En esta ocasión queremos recomendaros una en concreto cuyas puertas permanecerán abiertas hasta el 25 de mayo, por si estáis pensando en una visita por el oeste Americano este mes: Fabergé Revealed. Esta exposición muestra 238 artefactos original que el diseñador realizó para sus distinguidos clientes, la mayoría de la realeza de la época, lo que supone la colección de Fabergé más grande jamás mostrada fuera de Rusia. La historia que sus piezas esconden tras ellas ha revelado muchísimos detalles sobre la familia imperial rusa de los siglos XIX y XX.
La denominada Casa de Fabergé produjo en torno a 150.000 objetos de arte, joyas y artículos hechos en plata. Muchos de ellos eran únicos y raros, elaborados exclusivamente para un determinado y distinguido cliente. Los más famosos y cuyo valor y fama ha llegado hasta nuestros días fueron los Huevos de Pascua, de los que ya hemos hablado en nuestro Diccionario Vintage.
Sus joyas de lujo y un refinado arte de diseño y montaje es lo que llevó a Fabergé hasta la familia imperial rusa de finales del siglo XIX. En esta muestra, entre otras maravillas, se pueden observar más de 200 piezas que el célebre joyero realize para el Zar ruso Alexander III, así como para su sucesor Nicolás II, incluyendo los cuatro Huevos de Pascua Imperiales, únicos en el mundo.
Tarissa Tiberti, Directora Ejecutiva de la galería donde se encuentra ubicada la exposición – que por cierto, está enclavada dentro de uno de los hoteles-casino más lujosos de todo Las Vegas, el hotel Bellagio – comentó para una entrevista publicada en el periódico LA Times que “estos objetos no sólo engrandecen la belleza del arte histórico, sino que también nos cuentan uno de los momentos más importantes de la historia: la caída de la familia imperial rusa”.
La muestra, cuyas piezas en su gran mayoría, proceden del Virginia Museum of Fine Arts, permanecerá abierta en el hotel Bellagio hasta el 25 de mayo. Si os decides a hacer esta visita Americana tan especial, no dudéis en dedicarle una mañana.
Podéis encontrar más información y adquirir los tickets en: http://newsroom.bellagio.com/
Entendemos por lazo una banda de tela alargada, que nos permite atar o fijar alguna prenda de una forma creativa y decorativa. Lazada es un nudo de cordones que sujeta unos zapatos, una cinta que decora las coletas de las niñas, y no tan niñas, o la serie de lazos que componen una escarapela.
Los lazos decoran vestidos, cabezas, zapatos, bolsos y hasta paquetes de regalos. Son la guinda que da cierto aire romántico a cualquier cosa.
Y, por supuesto, no podían faltar en nuestro Diccionario Vintage los broches en forma de lazada o lazo.
Fueron piezas que se pusieron muy de moda en los 20s, y que se han utilizado en joyería a lo largo de toda la historia para realizar broches, pendientes y colgantes.
Los broches en forma de lazo son piezas que dan un toque muy especial y romántico a cualquier look, tanto de vestir como más informal.
Suelen estar realizados en oro o plata y llevar piedras, tanto piedras de color, preciosas o semipreciosas, como perlas de diversos tipos. Es un tipo de decoración igualmente frecuente en tiaras, pendientes y sortijas. Las lazadas o pequeños lazos siempre dan a la pieza en cuestión un aire romántico y retro a la joya.
Hasta el 19 de abril os queda solamente para poder disfrutar de una de las más completas e interesantes exposiciones sobre la historia de los retratos reales de España.
La exposición hace un recorrido desde Juan de Flandes a Antonio López y ofrece una visión general del retrato de corte en España, desde el siglo XV al XXI.
Un itinerario para disfrutar de obras maestras de la pintura, con los mejores ejemplos conservados en las colecciones de Patrimonio Nacional. El recorrido, a lo largo de 12 salas por la planta baja del Palacio Real de Madrid, se complementa con una visita al propio Palacio. En total no invertiréis más de una mañana en visitar las dos cosas y, verdaderamente, merece la pena. Yo saqué la entrada por internet y me resultó de lo más agradable la doble visita.
La exposición en sí esta estructurada en dos grandes secciones: Casa de Austria y Casa de Borbón, y un recorrido en orden cronológico que nos hace entender un poco mejor la historia de España a través de sus familias reales.
La muestra se abre con la dinastía de los Habsburgo, con diversos retratos entre los que destaca el de la reina Isabel la Católica, de la Casa de los Trastámara, de Juan de Flandes.
Destacable de esta sección son también los retratos de Carlos V de Jakob Seisenegger y de Felipe II de Antonio Moro, y esta sección podréis encontrar una de las joyas de la exposición: una pequeña miniatura del conde-duque de Olivares de Diego Velázquez.
En la segunda sección dedicada a la Casa de Borbón desde el siglo XVIII hasta el presente, se exponen los mejores ejemplos del retrato borbónico del Patrimonio Nacional: Felipe V, Carlos III o la maravillosa obra de Francisco de Goya con María Luisa de Parma como modelo. Obras de Vicente López, Federico de Madrazo o Franz Xaver Winterhalter, Joaquín Sorolla y Ramón casas, entre otros.
La muestra se cierra con dos obras emblemáticas una de Salvador Dalí y la otra de Antonio López de la familia real de Juan Carlos I.
Una selección de obras que merece la pena visitar y para la que ya os quedan muy poquitos días.
Os dejo el link a la web de Patrimonio por si os decidís a visitarla en estos días.
Considerada una de las mejores actrices de todos los tiempos, las inquietudes artísticas de Sarah Bernhardt (París, 1844-1923) incluyeron también las artes plásticas y la literatura. Llamada reina de la postura y princesa del ademán, era hija de una familia judía de origen holandés y su verdadero nombre era Henriette-Rosine Bernard. Alta, muy delgada, de ojos oscuros y gran presencia sobre los escenarios, ‘la Bernhardt’ estudió interpretación en el prestigioso Conservatorio de París, pero pasó casi toda su infancia en un convento. A comienzos de la década de 1870, empezó a cosechar grandes éxitos entre crítica y público.
Talentosa, experta en interpretar la psicología de los personajes, pronto fue apodada como la voz de oro. El público admiraba de ella su naturalidad sobre las tablas, su cultura y sus excentricidades, entre las que se encuentran viajes en globo y un ataúd forrado de terciopelo que viajaba con ella y en el que, se cuenta, solía acostarse con frecuencia. Además, en sus viajes le acompañaban numerosos animales, desde gatos hasta pájaros y tortugas. Londres acogió su presencia en 1879 de la mano de la prestigiosa Comédie Française. Al igual que en París, obtuvo un enorme éxito. Un año después, Sarah Bernhardt montó su propia compañía, se convirtió en empresaria y emprendió la primera de sus muchas giras por Estados Unidos. Se convirtió pronto en una estrella internacional.
Su carrera fue larga y con numerosos papeles muy alejados de su personalidad, tanto en edad como en sexo, e incluyó éxitos como su interpretación de Cordelia en Rey Lear o la desafortunada cortesana de La dama de las Camelias, de Dumas hijo. Se cuenta que cuando interpretó este papel en Viena, en el año 1889, la escena de la muerte fue tan impresionante que varias señoras del público llegaron a desmayarse.
A los 70 años, dio vida a Hamlet. Una de sus muchas virtudes fue modernizar el modo en el que se interpretaba a Shakespeare. En vez de declamar, ella recitaba el “ser o no ser” en medio de susurros, lo que supuso una innovación.
Entre sus peculiaridades estuvo el reunir fondos para los heridos de la Primera Guerra Mundial. En esa época, Sarah Bernhardt sufrió la amputación de la pierna derecha, que se había quedado malherida tras un accidente durante una obra años atrás. Aun así, insistió en visitar a los soldados en el frente; para ello, fue trasladada en una pequeña silla. A partir de ese momento, solo pudo aceptar papeles en los que no tuviera que estar de pie.
La vida le cundió tanto que escribió hasta sus memorias y publicó una novela. La muerte la sorprendió en 1923, cuando estaba preparando una nueva obra. Su belleza, su talento y su personalidad hicieron que fuera adorada por personalidades como Sigmund Freud y Oscar Wilde, y recordada como una de las mejores actrices que ha tenido Europa.
Todo cinturón necesita o precisa de un elemento para ser cerrado y ajustado a la cintura. En la antigüedad era muy frecuente que estas piezas se realizaran en plata y se decoraran con piedras semipreciosas o perlas.
Las hebillas están formadas por una parte móvil en forma de pincho, que entra en los distintos orificios de la parte de tela o cuero del cinturón, de forma que con ella conseguimos agrandar o achicar a necesidad el cinto.
Es una pieza de joyería que puede embellecer y enriquecer mucho tanto abrigos, como vestidos de noche y ceremonia.
Aunque en la actualidad es más frecuente encontrarlos de materiales más baratos, existe la posibilidad de reutilizar antiguas hebillas de cinturones para su uso. De esta forma siempre vamos a enriquecer la prenda con una pieza exclusiva y probablemente única.
Apodada por su descubridor artístico Piaf –gorrión– debido a su aspecto frágil, Edith Giovanna Gassion fue la cantante francesa más importante del siglo pasado. Nacida en 1915 en el seno de una familia desestructurada, fue criada por su abuela, que regentaba un burdel, tras ser abandonada a corta edad por su madre. Esa infancia triste, marcada además por una ceguera temporal, se convirtió en uno de sus símbolos de identidad. La vida parecía empeñada en tratar mal a la cantante de voz trágica y temas tan desgarradores como emotivos, hoy mundialmente conocidos.
Siendo adolescente, mientras cantaba junto a su hermanastra por las calles de París, se quedó embarazada, pero su hija moriría a los dos años a consecuencia de una meningitis. Desgraciadamente, Piaf no pudo tener más hijos, hecho que supuso para ella una gran tragedia. En 1935, su suerte cambió al ser descubierta por Louis Leplée, un gerente de un cabaret de los Campos Elíseos quien, impresionado por su voz, le propuso actuar en su negocio. Él fue también quien le pondría el apodo de Piaf, por el que tiempo después sería tan conocida.
La vida comenzaba a arreglarse para la cantante de los eternos vestidos negros y las finas cejas, pero la tragedia volvió a cruzarse en su camino. Leplée fue asesinado en extrañas circunstancias que nunca llegaron a esclarecerse, y su carrera se vio truncada. Solo alguien con el tesón y el talento de Piaf podría sobreponerse a tanta desgracia; en el París de la II Guerra Mundial, sobrevivía cantando en tugurios.
Finalizada la guerra, llegaron los años en los que se convirtió en musa de artistas e intelectuales. Fue su época más gloriosa, si es que este calificativo puede aplicarse a una mujer de vida tan árida. Sus letras emocionaban y sus actuaciones no defraudaban jamás; cantaba en los más prestigiosos escenarios de Europa y América, y parte del dinero que ganaba lo invertía en ayudar a jóvenes cantantes que deseaban abrirse camino en ese mundo.
El amor, sin embargo, no fue tan generoso como ella. Tuvo numerosos amantes poco duraderos y a muchos de ellos los alzó al estrellato, como a Yves Montand o a Charles Aznavour. El que fue considerado el gran amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, murió en un accidente aéreo en 1949, hecho que la sumió en una depresión que conllevaría el inicio de su decadencia. A pesar de eso, Edith Piaf siguió cantando. En los años posteriores llegarían éxitos como La vie en rose y su aclamadísimo Non, je ne regrette rien. Además, participó en películas y obras de teatro.
El gorrión de París, con la salud cada vez más debilitada por un cáncer y con una gran adicción a la morfina, tenía en ocasiones que interrumpir sus conciertos para reposar y poder recuperarse. Pero siempre conseguía batir sus alas de nuevo. Sus últimas fuerzas las destinó a casarse en 1962, tan solo un año antes de morir, con su joven peluquero. Su maravillosa voz, su personalidad excepcional y su compleja y atormentada vida resultan tan fascinantes que en 2007 su historia fue llevada al cine. La vida en rosa fue protagonizada por Marion Cotillard, quien obtuvo el Oscar por esta interpretación.
El Museo Victorian & Albert en Londres acoge este año exposiciones muy interesantes que, desde López-Linares Vintage Jewelry os animamos a visitar. Entre ellas, una en particular que hará las delicias de los amantes de la moda y los complementos, tanto vintage como actuales. Hablamos de la muestra Shoes: Pleasure and Pain (Zapatos: Placer y Dolor), que se inaugura el 13 de junio.
A través de más de 250 pares de zapatos, esta exhibición mostrará el estilo que a lo largo de la historia ha marcado cada época, desde el Antiguo Egipto hasta nuestra era. Y es que vestir nuestros pies ha sido siempre símbolo de status, gusto, identidad y preferencia sexual. Esta exposición se adentrará en esta obsesión e investigará cómo y en qué medida los zapatos han sido poderosos indicadores de la personalidad de quien los lucía, durante cada época de la historia.
Sin embargo, la muestra no estará expuesta de forma cronológica. Como dicen sus organizadores “no es una enciclopedia de diseñadores de zapatos (…) sino que trata de entender el por qué el ser humano ha intentado desde siempre vestir calzado que, en la mayoría de las ocasiones, llegaba a resultar especialmente incómodo y doloroso.
La sandalia más antigua que presenta la exposición es la que se muestra en la imagen, datada en el Egipto Faraónico (principios del Imperio Romano). La plantilla está fabricada casi por completo en oro puro, y muestra signos de haber sido utilizada, aparentemente por alguien con un alto poder adquisitivo y social.
Los zapatos medievales serán también una de las partes más aclamadas de la exhibición, como estos que os incluímos en la imagen, elaborados en piel de cabrito sobre pino tallado, que datan de 1600.
De los siglos XVIII y XIX son estos zapatos de novia. Los primeros, creados en plata y oro sobre madera india, son de la década de 1800, mientras que los segundos, en color azul pálido, fueron realizados en seda y raso con un lazo en plata y datan de la década de 1750.
Shoes: Pleasure and Pain estará organizada en torno a tres pilares:
Transformación: zapatos considerados leyenda gracias al folklore regional y dominante en la época en la que se vistieron, como las varias versions del zapato de la Cenicienta.
Posición social: en este apartado se analizará la relación entre la impracticabilidad y el escaso confort de unos zapatos cuyo único objetivo era mostrar el status de quien los vistiera, y la necesidad de utilizarlos.
Seducción: El último de los objetivos que pueden llevar a alguien a sufrir dolor en pro de la atracción sexual. En esta parte de la exposición se mostrarán zapatos que durante siglos han sido vestidos con el único propósito del cortejo.
Esta es sin duda una exposición para no perderse, especialmente si planeas una escapade a Londres a partir de junio y hasta 2016. Os dejo los enlaces a la exposición por si os interesa conocer más sobre ella:
Hoy os traigo una joya copiada de una de las obras más emblemáticas de Filippo Lippi. Un pequeño broche de perlas que luce la Madonna en la obra «Madona y niño – Nacimiento de la Virgen». Es una pintura que Filippo Lippi hizo con la técnica de temple sobre madera alrededor de 1465, tiene un tamaño de diámetro de 135 cm. y se mantiene en la Galería Palatina de Florencia.
La historia de Filippo Lippi
De orígenes humildes, en 1421 Filippo tomó votos en el convento de Santa María del Carmine, en Florencia, cerca de donde había vivido con su familia.
Así, el joven fraile tuvo la oportunidad de admirar los frescos que, durante la década de 1420, Masolino y Masaccio estaban pintando en la Capilla Brancacci, en la iglesia anexa al convento de las Carmelitas. Fue una experiencia decisiva en la formación de Lippi, hasta el punto de que «muchos decían que el espíritu de Masaccio había entrado en el cuerpo de Filippo» (Vasari 1568).
Filippo abandonó el convento en 1434 para trasladarse a vivir a Padua. A finales de 1430 Lippi abrió su propio taller en Florencia, donde demostró enseguida su talento. En una carta fechada el 1 de abril de 1438 dirigida a Piero de Medici, Domenico Veneziano menciona a Filippo Lippi y a Fra Angelico como los mejores pintores del momento.
Filippo realizó pinturas de temas religiosos con elegante simbolismo: los temas más recurrentes eran la Pietá, la Anunciación y la Adoración del Niño. También pintó retratos. A partir de 1440 Lippi evolucionó hacia un estilo más cortesano, con colores más brillantes, más difuminados, más complejos y de atmósferas más espaciosas, en harmonía con los encargos que le demandaban en este periodo principalmente fomentado por los Medici y sus afiliados. Pintó para Cosimo il Vecchio el altar mayor, retratando la Adoración del Niño en la capilla del Palazzo Medici (antes de 1459).
Entre 1452 y 1466 Lippi se dedicó a su empresa más ambiciosa: los frescos que muestran las «Escenas de las vidas de San Esteban y Juán el Bautista» en el Coro de la Catedral de Prato. Durante su estancia en Prato se enamoró de Lucrezia Buti, que vivía en el convento de Santa Margarita. A través de la intervención de Cosimo de Medici con el Papa Pío II consiguió que Lucrezia abandonara sus votos monásticos y pudiera casarse con ella. La pareja tuvo un hijo, Filippino, que siguió los pasos de su padre y se convirtió en un importante artista.
En 1647 Filippo Lippi se fue a Spoleto con todo su taller, habiéndosele encargado el fresco «Escenas de la vida de la Virgen» en 1647 en el ábside de la Catedral. Trabajó en esto hasta su muerte en octubre de 1469. Más tarde, en el Duomo de Spoleto donde Lippi había sido enterrado, Lorenzo il Magnifico ordenó la construcción del monumento sepulcral al artista, diseñado por Filippino.
Entre sus pupilos y colaboradores estaban Fra Diamante, Filippino Lippi y Sandro Boticelli.
Hacer de una pasión el pilar fundamental de tu vida. Algo que pocos han logrado de manera tan brillante como la británica Jane Goodall (Londres, 1934), una de las científicas vivas más respetadas y figura emblemática por su trabajo en defensa de los chimpancés. Doctora en Etología por la Universidad de Cambridge y doctora honoris causa por más de cuarenta universidades del mundo, ha sido distinguida con más de un centenar de premios internacionales, entre ellos el Príncipe de Asturias de Investigación en el año 2003.
Su rostro dulce y aniñado a pesar de su edad, enmarcado por el pelo cano recogido en una casi eterna coleta, es casi tan característico como el peluche con el que siempre es fotografiada y que lleva en todas sus conferencias. Y es que su figura está estrechamente ligada a la de estos primates, por los cuales sintió verdadera devoción desde su infancia, desarrollada en Inglaterra. Con poco más de veinte años viajaba a Kenia para estudiar con un prestigioso antropólogo, dando comienzo a una brillante carrera profesional y personal que incluye más de una veintena de libros, exhaustivos artículos, documentales y una pionera investigación de campo sobre la vida de los chimpancés salvajes en Tanzania que abarca casi cincuenta años.
Gracias a su capacidad de observación y a su empatía con estos animales, hoy en día se sabe mucho más sobre sus fascinantes rutinas de comportamiento y sobre todo lo que compartimos con ellos. Sus estudios desarrollados en África son tan relevantes que supusieron una auténtica revolución en el campo de la biología. Además de defender a estos animales, la naturalista británica siempre ha promovido que llevemos una existencia más sostenible y que se respete a todas las especies, luchando por lograr un cambio en la conciencia de las personas.
Convertida en un referente para los primatólogos, Goodall fundó a finales de los setenta el instituto que lleva su nombre, una organización global sin ánimo de lucro a través de la cual se investiga, se difunde y se protege el universo de los chimpancés, pero también de otros seres vivos. Profundamente crítica siempre que se le pregunta al respecto de su confianza en la humanidad, con la que se muestra bastante desencantada –aunque afirma confiar en el poder de las nuevas generaciones–, Goodall sigue a sus ochenta años muy involucrada en su defensa de las causas naturales.
Un claro ejemplo de ello es el documental sobre su vida y obra, El viaje de Jane, en el que se comprueba que la energía y la pasión son dos rasgos que no parecen abandonar a esta británica, todo un ejemplo de entrega absoluta a un sueño. De su experiencia de casi sesenta años en defensa de la naturaleza nos queda, como un preciado legado, su acertada reflexión: “Si somos la criatura más inteligente que ha pisado el planeta, ¿cómo es posible que estemos destruyéndolo?”
Bodegón, también conocido como naturaleza muerta y, más recientemente, como Still Lifes: obra de arte que representa animales, flores y otros objetos, que pueden ser naturales (frutas, comida, plantas, rocas, conchas, …) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas, …) en un espacio determinado. Esta rama del arte se sirve de la composición, el cromatismo y la iluminación para producir un efecto de serenidad, bienestar y armonía.
Y esto es, justamente, lo que me he propuesto estudiar durante 2015.
Históricamente los bodegones ya adornaban el interior de algunas tumbas del antiguo Egipto. Se creía que los objetos relacionados con la comida y la vida doméstica se harían reales en el más allá. Más tarde ya, Plinio el Viejo nos hablaba de Peiraikos, que pintó tenderetes de zapateros y barberías, asnos, plantas y cosas semejantes, y por esa razón le llamaron el «pintor de los objetos vulgares».
También se han encontrado representaciones decorativas de bodegones en murales de la antigua Roma, en mosaicos de Pompeya y en la villa de Herculano. En esa época existía la tradición de usar cráneos en las pinturas como símbolo de mortalidad y de fugacidad, a menudo acompañada por la frase «Omnia mors aequat» (La muerte iguala a todos).
A partir de 1300, comenzando por Giotto y sus seguidores, la pintura de bodegón revivió en las pinturas de tema religioso en forma de objetos de la vida cotidiana que acompañaban a las figuras protagonistas. Este tipo de representación pictórica fue considerado menor hasta el Renacimiento
Pero no sería hasta la llegada de Leonardo da Vinci cuando los bodegones comenzarían a liberarse de su significado religioso. Leonardo creó estudios a la acuarela como parte de su incansable examen de la naturaleza, y Alberto Durero, también realizó dibujos detallados de la flora y la fauna.
Jacopo de’ Barbari dio un paso más allá con su «Bodegón con perdiz», guanteletes y flechas de ballesta (1504), uno de los primeros bodegones trampantojo firmados y datados con un contenido religioso reducido al mínimo.
El siglo XVI vio una explosión de interés en el mundo natural y la creación de lujosas enciclopedias botánicas, que documentaban los descubrimientos del Nuevo Mundo. Además, comenzaron a popularizarse las colecciones de especies animales y minerales, conchas, insectos, frutas exóticas todo ello sirvió como modelo para los pintores que buscaban realismo y novedad.
Durante el S.XVII destaca la obra de Caravaggio, que fue uno de los primeros artistas que representó naturalezas muertas con conciencia de obra pictórica. Aplicó su influyente forma de naturalismo al bodegón. Su «Cesto con frutas» es uno de los primeros ejemplos de bodegón puro y, a partir de esta época, cuando va a comenzar mi estudio del Bodegón. La decisión de emular este género pictórico e intentar emularlo en fotografía digital me llevaba rondando la cabeza hace meses.
Mi inspiración serán los grandes maestros del bodegón a partir de Caravaggio. Nombres como Frans Snyders, Osias Beert, Clara Peeters, Jacob van Es, Willem Heda y Pieter Claesz, Samuel van Hoogstraten, Cornelis Norbertus Gysbrechts, Georg Flegel, Juan Sánchez Cotán, Zurbarán, Blas de Prado, Mateo Cerezo o Antonio de Pereda, Juan van der Hamen, Juan de Espinosa, Antonio Ponce, Francisco Barrera o Ignacio Arias, Francisco de Burgos Mantilla, relacionado con Velázquez; Pedro de Camprobín y Pedro de Medina, Alejandro Loarte, Juan van der Hamen, Valbuena, Tomás Yepes o Juan Fernández.
Maestros también del bodegón floral como Jan Brueghel el Viejo y Daniel Seghers en Flandes, Mario Nuzzi o Margarita Caffi en Italia y, en España, Pedro de Camprobín, Gabriel de la Corte, Juan de Arellano y su yerno Bartolomé Pérez de la Dehesa me acompañarán durante todo 2015.
Artistas que se inspiraron en los antiguos trampantojos griegos y que voy a estudiar con detalle y minuciosidad para intentar emular su obra con mi Nikon, mi equipo de iluminación y los numerosos objetos antiguos que, a lo largo de todos estos años, hemos ido guardando en casa.
Yo me inspiraré en la pintura de “vanidad”, en las que suntuosos arreglos de fruta y flores se entremezclan con libros, jarras, monedas, joyas, pinturas, instrumentos musicales o científicos. Objetos a su vez acompañados por piezas con significados simbólicos. Así, un cráneo, un reloj de arena o de bolsillo, una vela consumiéndose o un libro con las páginas vueltas, servirán de mensaje. Utilizaré variedades de frutas y flores que se mostrarán no solo frescas y jóvenes sino comenzando a pudrirse o decaer para transmitir decadencia. Recurriré al simbolismo de las flores y de las piedras. Cada mes será único y diferente, pero siempre con el mismo estilo de fondo y con un hilo conductor que dejaré de incógnita, para ver si a final de año sois capaces de descubrirlo.
12 bodegones barrocos, 12 Still Even, o naturaleza tranquila como la llamaban en el S.XVII en los Países Bajos. Me quedo con este nombre mejor que con el de naturaleza muerta. Me sugiere mucho más y se identifica mejor con los que voy buscando.
Tardes de estudio, de lectura sosegada y de componer cada fotografía paso a paso. Trabajar las luces y las sombras. Estudiar a los grandes maestros de la pintura y, sobre todo, adentrarme en un estilo de fotografía que me hace especial ilusión experimentar.
Muchos no sabrán el nombre de la musa que inspiró esa pintura, pero la imagen de la Venus de Sandro Botticelli es una de las primeras que nos vienen a la cabeza si pensamos en el universo pictórico del Renacimiento. Su cabello dorado y largo, su nívea piel y esa hermosa mirada triste y virginal cautivaron a muchos hombres de la Florencia del siglo XV, pero sería el pintor Sandro Botticelli quien la inmortalizaría al convertir a Simonetta Vespucci en su musa.
Simonetta –de soltera su apellido era Cattaneo– era hija de un noble genovés y contrajo matrimonio con tan sólo dieciséis años con un vecino del propio pintor, un hombre procedente de una familia de posición acomodada quien al parecer se quedó prendado de ella nada más verla.
Se dice que su hermoso porte y su equilibrada belleza merecieron la alabancia de los poderosos Médici, mecenas de numerosos artistas, y los historiadores del arte la señalan casi sin discusión como la mujer más hermosa de todo el Renacimiento. Si no lo fue, al menos no se puede negar que se convertiría por méritos propios en la mujer más representativa de ese periodo.
Su imagen, además, va siempre ligada a una triste y a la par intensa historia de amor digna de una tragedia de Shakespeare. El pintor cuatrocentista se obsesionó hasta tal punto por ella que la retrató en la que sería una de sus obras cumbres, El nacimiento de Venus (1484), que terminó casi diez años después de la muerte de la joven, como si de un homenaje póstumo se tratase.
Simonetta la bella, como era popularmente conocida, también protagoniza el cuadro Venus y Marte, y en general, todas las mujeres retratadas por el maestro italiano guardan un enorme parecido con la dama.
Mucho se ha especulado con la idea de que se tratara de un amor sólo factible a través de la pintura, una suerte de amor platónico por parte del artista. Simonetta, además de estar casada, falleció con tan sólo 23 años víctima de una tuberculosis, y Botticelli –que jamás se casó, mientras que el esposo de ella volvió a contraer matrimonio– pidió ser enterrado a los pies del sepulcro de su amada, en la iglesia de Todos los santos de Florencia; allí yacen sus restos desde 1510, pegados a los de la noble.
La vida de Simonetta, a pesar de la admiración que provocaba y de las atenciones que mereció, fue triste. El tiempo no fue capaz de marchitar su belleza de ninfa, su hermosura virginal y llena de dulzura, porque la enfermedad se la llevó mucho antes de lo que nadie podía imaginar. Botticelli se encargó durante el resto de su vida de que el olvido no se adueñara de ella y la convirtió en una musa universal del Renacimiento, una musa que hoy sigue siendo admirada.
Su antepasado es la fíbula, pieza que data de la edad de bronce.
Su uso, como tal, comenzó en la antigüedad como pieza de joyería, para sujetar o cerrar las pesadas capas o las prendas de vestir. Con el paso de los años su uso se fue extendiendo pasando a ser meramente estético, convirtiéndose en un adorno de joyería eminentemente femenino, que gusta de ser lucido tanto en la solapa de las chaquetas como en vestidos o pañuelos.
Formado por dos piezas soldadas entre sí, una hace las funciones decorativas y la otra es una especie de imperdible que sirve para fijarlo a la prenda. Es muy frecuente que ese cierre de imperdible lleve un pequeño sistema de seguridad, para que el broche no se abra en ningún momento y así no pueda perderse.
Es frecuente, y en nuestras colección disponemos de varios modelos, que los broches lleven otra pieza oculta, una especie de anilla que al abrirse sirve para introducir una cadenita dentro, y así el broche puede colgarse en el cuello a modo de collar.
Hay muchas mujeres que los coleccionan, siendo frecuente encontrar coleccionistas de broches en forma de lazos, mariquitas, libélulas y un largo etc.
Pieza de gran belleza que siempre complementa un buen traje y crea un look elegante y atemporal.
Como forma de ilustrar en la medida que un broche bien escogido puede resultar el complemento ideal y definitivo en una indumentaria elegante, recurro a la conocida frase de «cerrar con broche de oro», lo que vendría a significar ese toque final que permite la culminación perfecta de algo.
‘Prim, El asesinato de la calle del Turco’ está basado en el atentado mortal a Juan Prim y Prats el 27 de diciembre de 1870. Prim, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra de la época fue tiroteado en la calle del Turco, magnicidio que nunca fue resuelto y siempre ha estado rodeado de misterio.
Una magnifica historia contada a través de Benito Pérez Galdós, el escritor y periodista que cubre la noticia del asesinato. Dirigida por Miguel Barden y con guión de Nacho Faerna y Virginia Yagüe se emitió el pasado 22 de diciembre en TVE1.
Faerna también ha escrito una novela en la que indaga en los acontecimientos que condujeron al complot para asesinar a Prim. La producción de la mini serie ha corrido a cargo de TVE, Televisión de Cataluña, Shine Iberia y Dream Team.
Una noche en la que #primturco se convirtió en trendigtopic en Twitter y en la que nuestra marca Vintage By López-Linares estrenó colaboración con sus joyas: pendientes, gafas, relojes, collares, peinetas… Piezas únicas y seleccionadas con todo mimo por Elena del Real, responsable del vestuario junto con Silvia García-Bravo.
Si tienes curiosidad por ver más de cerca todas las joyas que han lucido los personajes de la serie, puedes pasar por nuestro espacio de la Calle Claudio Coello 60, donde encontraras un pequeño rincón para disfrutar de estos complementos.
¡Os esperamos!
Desde aquí también queremos agradecer a Elena del Real y Shine Iberica por haber confiado en nosotras.