Si eres de las que alguna vez soñaste con lucir unos pendientes pintados por Tintoretto, las famosas joyas de Desayuno con Diamantes o la tiara de Sissi Emperatriz, este es tu espacio igual que nuestro.
El mes de Julio debe su nombre a Julio Cesar, y en él se ha basado mi trabajo de investigación para este proyecto que ya ha pasado su ecuador.
El mes debe su nombre al insigne romano Cayo Julio Cesar, siendo su sucesor Octavio Cesar Augusto el que decidiera cambiar su nombre hasta entonces, Quintilis, por el de Julio, en honor al líder militar y político romano nacido en dicho mes.
Este ha sido el motivo por lo que este mes mi trabajo se haya basado en la vida y obra de Julio Cesar, y por lo que su pieza central sea un corazón apuñalado de una forma bastante sangrienta. Julio Cesar fue apuñalado 23 veces hasta darle muerte en la misma sede del Senado romano.
Todas las piezas que componen este bodegón tienen algo que ver con su infancia, su vida y su muerte. Un merecido tributo a la persona que dio nombre al mes.
Cada fotografía es única y, como veis, lleva un meticuloso proceso de estudio y elaboración. No me gusta dejar nada al azar.
Me encantará poder contaros de dónde salieron cada uno de los elementos que completan mis bodegones, si es que alguna vez alguien tuviera la curiosidad por saberlo.
Espero que os guste mi particular visión del mes de Julio
Elizabeth Kissam (1844-1902), hija de un comerciante del centro de Nueva York, contrajo matrimonio con Henry De Bus natural de Ohio en pleno S.XIX. Su futuro suegro poseía negocios de fabricación de alambiques, cubas y cisternas de los que Henry se haría cargo al poco de volver de la guerra civil y casarse con Elizabeth.
En 1868 la empresa tomó el nombre “Debus Tub and Coopering Co”, con oficinas en la calle Elm en el centro de Cincinnati. Coopering era un negocio lucrativo, ya que en aquella época había más de 35 fábricas de cerveza solamente en el distrito Over- the-Rhine de Cincinnati, y la fábrica de Henry suministraba material prácticamente a todas ellas.
Elizabeth Kissam eligió un vestido para el día de su boda de aire vanguardista para la época.Una falda con un más que generoso vuelo y un dobladillo de más de 50 cm que la hacían caer con una elegancia especial. Con la invención de la crinolina en la década de 1850, las faldas ganaron muchísimo volumen y se hicieron cada vez más impactantes. Con la ventaja de ser muchísimo más ligeras y permitir a las mujeres moverse con muchísima más libertad que las antiguas y pesadas enaguas para dar volumen.
La mayoría de los vestidos de su época se hicieron en dos piezas, el corpiño separado de la falda. En esta ocasión Elizabeth eligió un diseño en el que la falda iba unida a la blusa. Este tipo de diseños comenzaron a verse en las revistas de moda de 1859, pero fueron muy pocos modelos los que se debieron realizar ya que apenas han sobrevivido. Yo creo que debían ser mucho más incómodos y menos prácticos que los vestidos de dos piezas.
El color de este vestido de novia es bastante llamativo. En vez de blanco Kissam eligió un color oro rosado, en una seda de tafetán que cambiaba de color según la luz que recibía. Un color al que algunas revistas de moda de la época hacen referencia como color maíz.
La prenda está escasamente decorada con un estrecho encaje de bolillos hecho a mano y cosido justo dentro de la línea del cuello, y un detalle algo más ancho por debajo del busto y sobre los hombros. Un pequeño decorado realizado con dos hilos, uno en color dorado y el otro de un satén blanco, embellecen el corpiño y las diminutas mangas abullonadas. Los botones están cubiertos con un delicado remate de ganchillo fino.
Un vestido con una impresionante falda para una mujer con apenas 50 cm de cintura, que se conserva en perfectas condiciones.
Bibliografia: Two Centuries of wedding gowns Cynthia Amneús.
Un magnifico collar de perlas y oro a juego con una sencilla tiara y unos pendientes son las joyas que porta Maria Lucrecía de Medici, nuestra protagonista de hoy en este magnífico retrato de Brocino
Cosme de Médici contraería matrimonio con una de las más ricas damas de la nobleza de Nápoles, Leonor de Toledo. Leonor era una de las nietas del segundo duque de Alba.
Este matrimonio supuso para Cosme una alianza política con el reino de Nápoles y una cuantiosa dote que invertiría entre otras cosas en numerosas obras de arte. El matrimonio tendría once hijos aunque solamente les sobreviviría uno de ellos, Fernando I de Medici.
Pero hoy la protagonista es María Lucrecía, una de sus hijas más queridas. María no sería la primera hija de Cosme, ya que unos años antes había nacido Biá de Medici, hija natural de Cosme y una dama desconocida, que llegó a criarse en la corte como si de una princesa se tratara hasta su prematuro fallecimiento.
María fue en cambio la primera hija legítima de Cosme y nacería en el propio palacio de los Medici recibiendo el nombre de María en honor a sus dos abuelas.
Por sus contemporáneos sabemos que ella no sólo fue de una belleza extraordinaria, era una jovencita amable, refinada, elegante y con unas grandes dotes para las letras y las artes. María hablaba con fluidez el español, enseñado por diferentes profesores y su propia madre.A una tierna edad se había planificado su boda, comprometiéndola con Alfonso II de Este, pero el matrimonio jamás se concretó ya que María fue atacada por la malaria y moriría con apenas 17 años.
Cuentan las crónicas de la época que para Cosme I, su hija María, fue el gran amor de su vida. La niña de sus ojos y su hija más querida. Quizás por eso y porque fue considerada en la época una de las damitas más bellas de Florencia decidiera inmortalizarla en la mano de uno de los más prestigioso artistas de la época, Brozino. María nos dejaría toda su belleza inmortalizada gracias a este gran artista y Cosme mantendría este retrato en sus dormitorios privados hasta el mismo día de su propia muerte.
Entre los retratos de los hijos de Cosme, el de María es el más solemne de todos y en el yo destacaría tanto el majestuoso ropaje como las preciosas joyas que porta.
Nosotras hemos traído hasta nuestra colección del renacimiento una copia de los pendientes que luce en el cuadro, realizados en plata dorada y cuarzo. Una réplica de la joya estamos seguras serán una de las piezas más admiradas de nuestro escaparate.
Cada semana que pasa, cada capítulo que termina nos deja deseando que llegue el siguiente. La trama de #seishermanas es cada día más interesante.
Desde el principio de la serie, hace ya 10 semanas, quedamos fascinadas con los decorados, el vestuario, el atrezzo. Aquél primer baile en El Casino de Madrid nos dejó pegadas a la TV, y desde aquel día no hemos dejado dejado de mirar embelesadas, todas las tardes, La 1 de TVE.
Las costumbres de la época y conocer tantos detalles sobre cómo vivían las mujeres y, también los hombres, a principios del siglo XX fue el segundo flechazo que tuvimos. Cada día conocemos más detalles y anécdotas que nos hacen comprender cómo era la vida en aquella época.
Y capítulo a capítulo, día a día, nos fuimos enamorando de las Seis hermanas. Sus diferentes caracteres y personalidad, sus reacciones ante las circunstancias, su coraje, y su fuerza han logrado cautivarnos.
Vivimos intensamente con ellas sus amores, desamores, preocupaciones y alegrías. Queremos a los que las quieren, y nos incomodan los que les hacen daño, o les crean problemas. Ya forman parte de nuestras familias. Cada vez que uno de los personajes luce una de nuestras joyas, sentimos que un trocito de nuestro corazón las acompaña. Los pendientes camafeo de Adela, el collar de Doña Dolores, las peinetas, rascamoños, los bolsos … Es una delicia ver nuestras piezas en la pantalla, lucidos con tanta elegancia y glamur.
Esta décima semana hemos vivido con Adela una ilusión. Oírle decir que ya va a retirarse el luto y escuchar a Don Mauro como le decía que siempre la ha querido, nos ha hecho pensar: te lo mereces Adela.Pero también veíamos que no se le iluminaban los ojos como cuando habla con Germán. Don Mauro es una caballero, noble y cariñoso, y seguro que su amistad y cercanía van a estar siempre a su lado.
Nos hemos levantado de nuestras sillas y aplaudido a La Bella Margarita cuando canta ópera en el Ambigú. Hemos aplaudido igual de fuerte que el público que estaba escuchándola en directo.También hemos contenido el aliento con Don Luis, y respirado aliviadas la noche que no se encuentra bien y no acude al café. Le hemos guiñado el ojo a Gabriel y le hemos dicho en un susurro: bien hecho !!!
Estamos viviendo con Celia su desasosiego y la búsqueda de su camino. Solo podemos acompañarla y estamos seguras que sus decisiones serán las correctas.
Con Don Ricardo nos incomodamos, vemos como se acerca a nuestras chicas a través de la tía Adolfina y sabemos que sus intenciones no pueden ser buenas. No nos fiamos del tío de las Silva. Sabemos cuales son sus objetivos y sabemos que quiere lograr la información que creía que Facunda le iba a proporcionar. Desde casa avisamos a la tía Adolfina y le decimos: cuidado! Pero de momento, no nos escucha.
Con Elisa vivimos sus cambios de opinión, sus manipulaciones y sus caprichos de adolescente. A veces reimos con ella a veces queremos regañarla. Pero lo que queremos, igual que ella, es verla radiante y feliz el día de su puesta de largo que cada vez intuimos más cerca.
Diana y Salvador, Salvador y Diana. Les oímos discutir y les sentimos acercarse. Esta semana Salvador ha recibido la cuarta bofetada de Diana, pero ha tenido su compensación. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones, forman un gran equipo y posiblemente una gran pareja. Por cierto nos ha encantado que Diana descubra quién es la Bella Margarita y su conversación con Francisca. Te queremos Diana.
En Tejidos Silva las aguas se están poniendo un poco turbulentas, Diana ha decidido igualar los salarios entre hombres y mujeres. Aunque pretendía mantenerlo en secreto, ellos ya se han enterado, y parece que de momento no están muy conformes con la decisión. Veremos que va pasando en los próximos capítulos
Y el tema que esta semana más nos ha sobrecogido ha sido ver a Doña Dolores derrumbarse y llorar. Ella, tan fuerte, tan soberbia, tan dura, también tiene sentimientos.
Para una madre ver como la disputa de sus hijos se convierte en un cisma irreconciliable y termina con el abandono de la casa familiar por parte de Cristóbal es muy doloroso. Pero ella sabe el origen de esta disputa y queremos que Blanca también lo sepa. ¿Será Francisca quién por fin se lo cuente?
Como veis la tensión y nervios, junto con muchas risas y algunas lágrimas, nos han acompañado toda esta semana. Estamos deseando ver que ocurre en la próxima.
Os recordamos a todos que seguimos con la exposición de las joyas de la serie. Vuestras visitas y sentarnos a comentar todos los detalles, nos encanta. Os esperamos !!!
Largas agujas que suelen estar decoradas en un extremo por piedras de colores, servían tanto para sujetar el moño a la cabeza como para decorarlo y darle un aire más arreglado.
El término resulta curioso ya que describe a la perfección el uso que también se le puede dar a esta joya.
Es una pieza de joyería que aun utilizan las mujeres valencianas en su arreglo popular. De hecho, las fotos que se adjuntan pertenecen a varias piezas de la colección familiar de María Casanova.
Menuda semana complicada estamos pasando en la fábrica.
Don Ricardo ha decidido involucrarse en el día a día de la fabrica y las hermanas se enfrentan a un grave dilema. Si ellas faltan en la fábrica, faltan manos, y no lograrán realizar las entregas de los pedidos a tiempo. Pero si trabajan en el turno de noche, para sacar el trabajo adelante sin que las vea su tío, ¿cómo convencerlo de que con el personal que él ve durante el día, logran sacar tanto trabajo adelante? El sueño y el cansancio de trabajar de noche y estar en sociedad de día, no pueden con ellas. En cambio es su tío el que una vez más se convierte en su mayor quebradero de cabeza.
¿Hacerle creer que la fábrica va mal será una buena opción? ¿Morderá el anzuelo que tan bien han urdido Diana y Salvador?
La larga ausencia de su padre empieza a despertar muchas suspicacias.Suspicacias que cada vez son más complicadas de acallar. Doña Dolores no comprende que haya desparecido en este momento de preparativos de la boda de su hijo con Blanca y … ya sabemos como es Doña Dolores. Tampoco Benjamín entiende como su jefe no da señales de vida y comienza a sospechar que algo pasa. Qué complicado resulta guardar este gran secreto.
Si nos centramos en los amores y desamores de las hermanas, las cosas tampoco ruedan con facilidad.
Rodolfo mantiene su romance secreto y engaña a Blanca con la Srta Victoria. Y aunque su hermano Cristóbal los descubrió, Rodolfo no tiene ningún reparo en exigir a su prometida que deje de verse con Cristóbal en aras del honor y buen nombre de su apellido.
Sabemos que Blanca es la perfecta prometida, pero con su inmenso cariño, respeto y quizá algo más por Cristóbal, ¿cumplirá esta orden?
Adela debe decidir entre lo que dictan sus deseos y lo que dicta su razón respecto a seguir viéndose con Germán. Y más ahora que la mujer de Germán tiene dudas sobre esa relación. Intuye que va más allá de una relación exclusivamente comercial y la intuición femenina en cuestión de amores no suele equivocarse.
Francisca se da cuenta que tiene dos pretendientes. Su papel de La Bella Margarita en el Ambigú , el trabajo en la fábrica junto y su espontaneidad, no le han dejado tiempo para darse cuenta que tanto Gabriel como Luis beben las aguas por ella. Y ella… ¿Por quién se decidirá?
El triángulo amoroso entre la pequeña Elisa, Diana y Salvador Montaner seguro que sigue dándonos muchos buenos ratos.
Como bien le dice Petra a Celia :»El amor no se piensa, se siente».
De momento nosotras observamos y nos aplicamos la frase que tanta gracias nos hace : «Mercededitas, calladita» y os recordamos que seguimos con la exposición de todas las joyas de la serie expuestas en nuestro escaparate.
Mañana se celebra la festividad de San Isidro en Madrid, y no he encontrado mejor imagen para compartir con vosotros que este soberbio boceto de Goya.
Goya pintó “La Pradera de San Isidro” en el año 1788 como un encargo del rey Carlos III. La idea original era utilizar el cuadro para realizar un tapiz que mediría cerca de 7.5 metros, y que decoraría las estancias de las Infantas en el Palacio del Pardo. Pero con la muerte del soberano el proyecto cayó en el olvido.
La fortuna quiso que esta pequeña obra perdurara en el tiempo, y que lo que en su momento fuera solo un boceto llegara hasta nuestros días gracias a que los Duques de Osuna lo adquirieran en 1799, para luego venderlo en 1896 al Museo del Prado por 15.000 pts.
La obra recrea la zona de Madrid situada entre la ermita de San Isidro y el río Manzanares, con la vista de la ciudad al fondo, en la que se reconocen los principales monumentos, desde el Palacio Real, a la izquierda, hasta la gran cúpula de la iglesia de San Francisco el Grande, a la derecha.
La muchedumbre aparece representada durante la festividad del santo labrador, patrono de Madrid, que se celebra cada 15 de mayo.
Se conocen cinco bocetos, tres en el Museo del Prado, y sólo un cartón, La gallina ciega, el único que llegó a pintar Goya para este conjunto, conservado también en el Museo del Prado. Este último tuve la oportunidad de poder verlo hace pocas semanas en una increíble exposición que organiza el referido museo. La exposición, que con el nombre “Goya en Madrid” puede visitarse hasta el próximo 15 de junio, es una recopilación tanto de cartones de Goya como de pinturas y esculturas que sirvieron de modelo para sus creaciones, llenas de novedades.
Merece la pena totalmente perderse una mañana entre todas las obras de la exposición. Pareciera casi como si el tiempo se hubiera detenido en pleno S.XVIII, simplemente paseando por las sales del museo.
Una gran exposición para los amantes de la pintura de Goya.
Si Las Vegas es ya de por sí uno de los destinos de preferencia de la mayoría del turismo de entretenimiento y juego, ahora cada vez más lo está siendo también para el turismo cultural gracias a sus muchas exposiciones y actividades culturales que cada uno de los hoteles regenta.
En esta ocasión queremos recomendaros una en concreto cuyas puertas permanecerán abiertas hasta el 25 de mayo, por si estáis pensando en una visita por el oeste Americano este mes: Fabergé Revealed. Esta exposición muestra 238 artefactos original que el diseñador realizó para sus distinguidos clientes, la mayoría de la realeza de la época, lo que supone la colección de Fabergé más grande jamás mostrada fuera de Rusia. La historia que sus piezas esconden tras ellas ha revelado muchísimos detalles sobre la familia imperial rusa de los siglos XIX y XX.
La denominada Casa de Fabergé produjo en torno a 150.000 objetos de arte, joyas y artículos hechos en plata. Muchos de ellos eran únicos y raros, elaborados exclusivamente para un determinado y distinguido cliente. Los más famosos y cuyo valor y fama ha llegado hasta nuestros días fueron los Huevos de Pascua, de los que ya hemos hablado en nuestro Diccionario Vintage.
Sus joyas de lujo y un refinado arte de diseño y montaje es lo que llevó a Fabergé hasta la familia imperial rusa de finales del siglo XIX. En esta muestra, entre otras maravillas, se pueden observar más de 200 piezas que el célebre joyero realize para el Zar ruso Alexander III, así como para su sucesor Nicolás II, incluyendo los cuatro Huevos de Pascua Imperiales, únicos en el mundo.
Tarissa Tiberti, Directora Ejecutiva de la galería donde se encuentra ubicada la exposición – que por cierto, está enclavada dentro de uno de los hoteles-casino más lujosos de todo Las Vegas, el hotel Bellagio – comentó para una entrevista publicada en el periódico LA Times que “estos objetos no sólo engrandecen la belleza del arte histórico, sino que también nos cuentan uno de los momentos más importantes de la historia: la caída de la familia imperial rusa”.
La muestra, cuyas piezas en su gran mayoría, proceden del Virginia Museum of Fine Arts, permanecerá abierta en el hotel Bellagio hasta el 25 de mayo. Si os decides a hacer esta visita Americana tan especial, no dudéis en dedicarle una mañana.
Podéis encontrar más información y adquirir los tickets en: http://newsroom.bellagio.com/
Hasta el 19 de abril os queda solamente para poder disfrutar de una de las más completas e interesantes exposiciones sobre la historia de los retratos reales de España.
La exposición hace un recorrido desde Juan de Flandes a Antonio López y ofrece una visión general del retrato de corte en España, desde el siglo XV al XXI.
Un itinerario para disfrutar de obras maestras de la pintura, con los mejores ejemplos conservados en las colecciones de Patrimonio Nacional. El recorrido, a lo largo de 12 salas por la planta baja del Palacio Real de Madrid, se complementa con una visita al propio Palacio. En total no invertiréis más de una mañana en visitar las dos cosas y, verdaderamente, merece la pena. Yo saqué la entrada por internet y me resultó de lo más agradable la doble visita.
La exposición en sí esta estructurada en dos grandes secciones: Casa de Austria y Casa de Borbón, y un recorrido en orden cronológico que nos hace entender un poco mejor la historia de España a través de sus familias reales.
La muestra se abre con la dinastía de los Habsburgo, con diversos retratos entre los que destaca el de la reina Isabel la Católica, de la Casa de los Trastámara, de Juan de Flandes.
Destacable de esta sección son también los retratos de Carlos V de Jakob Seisenegger y de Felipe II de Antonio Moro, y esta sección podréis encontrar una de las joyas de la exposición: una pequeña miniatura del conde-duque de Olivares de Diego Velázquez.
En la segunda sección dedicada a la Casa de Borbón desde el siglo XVIII hasta el presente, se exponen los mejores ejemplos del retrato borbónico del Patrimonio Nacional: Felipe V, Carlos III o la maravillosa obra de Francisco de Goya con María Luisa de Parma como modelo. Obras de Vicente López, Federico de Madrazo o Franz Xaver Winterhalter, Joaquín Sorolla y Ramón casas, entre otros.
La muestra se cierra con dos obras emblemáticas una de Salvador Dalí y la otra de Antonio López de la familia real de Juan Carlos I.
Una selección de obras que merece la pena visitar y para la que ya os quedan muy poquitos días.
Os dejo el link a la web de Patrimonio por si os decidís a visitarla en estos días.
Considerada una de las mejores actrices de todos los tiempos, las inquietudes artísticas de Sarah Bernhardt (París, 1844-1923) incluyeron también las artes plásticas y la literatura. Llamada reina de la postura y princesa del ademán, era hija de una familia judía de origen holandés y su verdadero nombre era Henriette-Rosine Bernard. Alta, muy delgada, de ojos oscuros y gran presencia sobre los escenarios, ‘la Bernhardt’ estudió interpretación en el prestigioso Conservatorio de París, pero pasó casi toda su infancia en un convento. A comienzos de la década de 1870, empezó a cosechar grandes éxitos entre crítica y público.
Talentosa, experta en interpretar la psicología de los personajes, pronto fue apodada como la voz de oro. El público admiraba de ella su naturalidad sobre las tablas, su cultura y sus excentricidades, entre las que se encuentran viajes en globo y un ataúd forrado de terciopelo que viajaba con ella y en el que, se cuenta, solía acostarse con frecuencia. Además, en sus viajes le acompañaban numerosos animales, desde gatos hasta pájaros y tortugas. Londres acogió su presencia en 1879 de la mano de la prestigiosa Comédie Française. Al igual que en París, obtuvo un enorme éxito. Un año después, Sarah Bernhardt montó su propia compañía, se convirtió en empresaria y emprendió la primera de sus muchas giras por Estados Unidos. Se convirtió pronto en una estrella internacional.
Su carrera fue larga y con numerosos papeles muy alejados de su personalidad, tanto en edad como en sexo, e incluyó éxitos como su interpretación de Cordelia en Rey Lear o la desafortunada cortesana de La dama de las Camelias, de Dumas hijo. Se cuenta que cuando interpretó este papel en Viena, en el año 1889, la escena de la muerte fue tan impresionante que varias señoras del público llegaron a desmayarse.
A los 70 años, dio vida a Hamlet. Una de sus muchas virtudes fue modernizar el modo en el que se interpretaba a Shakespeare. En vez de declamar, ella recitaba el “ser o no ser” en medio de susurros, lo que supuso una innovación.
Entre sus peculiaridades estuvo el reunir fondos para los heridos de la Primera Guerra Mundial. En esa época, Sarah Bernhardt sufrió la amputación de la pierna derecha, que se había quedado malherida tras un accidente durante una obra años atrás. Aun así, insistió en visitar a los soldados en el frente; para ello, fue trasladada en una pequeña silla. A partir de ese momento, solo pudo aceptar papeles en los que no tuviera que estar de pie.
La vida le cundió tanto que escribió hasta sus memorias y publicó una novela. La muerte la sorprendió en 1923, cuando estaba preparando una nueva obra. Su belleza, su talento y su personalidad hicieron que fuera adorada por personalidades como Sigmund Freud y Oscar Wilde, y recordada como una de las mejores actrices que ha tenido Europa.
Hoy os traigo una joya copiada de una de las obras más emblemáticas de Filippo Lippi. Un pequeño broche de perlas que luce la Madonna en la obra «Madona y niño – Nacimiento de la Virgen». Es una pintura que Filippo Lippi hizo con la técnica de temple sobre madera alrededor de 1465, tiene un tamaño de diámetro de 135 cm. y se mantiene en la Galería Palatina de Florencia.
La historia de Filippo Lippi
De orígenes humildes, en 1421 Filippo tomó votos en el convento de Santa María del Carmine, en Florencia, cerca de donde había vivido con su familia.
Así, el joven fraile tuvo la oportunidad de admirar los frescos que, durante la década de 1420, Masolino y Masaccio estaban pintando en la Capilla Brancacci, en la iglesia anexa al convento de las Carmelitas. Fue una experiencia decisiva en la formación de Lippi, hasta el punto de que «muchos decían que el espíritu de Masaccio había entrado en el cuerpo de Filippo» (Vasari 1568).
Filippo abandonó el convento en 1434 para trasladarse a vivir a Padua. A finales de 1430 Lippi abrió su propio taller en Florencia, donde demostró enseguida su talento. En una carta fechada el 1 de abril de 1438 dirigida a Piero de Medici, Domenico Veneziano menciona a Filippo Lippi y a Fra Angelico como los mejores pintores del momento.
Filippo realizó pinturas de temas religiosos con elegante simbolismo: los temas más recurrentes eran la Pietá, la Anunciación y la Adoración del Niño. También pintó retratos. A partir de 1440 Lippi evolucionó hacia un estilo más cortesano, con colores más brillantes, más difuminados, más complejos y de atmósferas más espaciosas, en harmonía con los encargos que le demandaban en este periodo principalmente fomentado por los Medici y sus afiliados. Pintó para Cosimo il Vecchio el altar mayor, retratando la Adoración del Niño en la capilla del Palazzo Medici (antes de 1459).
Entre 1452 y 1466 Lippi se dedicó a su empresa más ambiciosa: los frescos que muestran las «Escenas de las vidas de San Esteban y Juán el Bautista» en el Coro de la Catedral de Prato. Durante su estancia en Prato se enamoró de Lucrezia Buti, que vivía en el convento de Santa Margarita. A través de la intervención de Cosimo de Medici con el Papa Pío II consiguió que Lucrezia abandonara sus votos monásticos y pudiera casarse con ella. La pareja tuvo un hijo, Filippino, que siguió los pasos de su padre y se convirtió en un importante artista.
En 1647 Filippo Lippi se fue a Spoleto con todo su taller, habiéndosele encargado el fresco «Escenas de la vida de la Virgen» en 1647 en el ábside de la Catedral. Trabajó en esto hasta su muerte en octubre de 1469. Más tarde, en el Duomo de Spoleto donde Lippi había sido enterrado, Lorenzo il Magnifico ordenó la construcción del monumento sepulcral al artista, diseñado por Filippino.
Entre sus pupilos y colaboradores estaban Fra Diamante, Filippino Lippi y Sandro Boticelli.
Muchos no sabrán el nombre de la musa que inspiró esa pintura, pero la imagen de la Venus de Sandro Botticelli es una de las primeras que nos vienen a la cabeza si pensamos en el universo pictórico del Renacimiento. Su cabello dorado y largo, su nívea piel y esa hermosa mirada triste y virginal cautivaron a muchos hombres de la Florencia del siglo XV, pero sería el pintor Sandro Botticelli quien la inmortalizaría al convertir a Simonetta Vespucci en su musa.
Simonetta –de soltera su apellido era Cattaneo– era hija de un noble genovés y contrajo matrimonio con tan sólo dieciséis años con un vecino del propio pintor, un hombre procedente de una familia de posición acomodada quien al parecer se quedó prendado de ella nada más verla.
Se dice que su hermoso porte y su equilibrada belleza merecieron la alabancia de los poderosos Médici, mecenas de numerosos artistas, y los historiadores del arte la señalan casi sin discusión como la mujer más hermosa de todo el Renacimiento. Si no lo fue, al menos no se puede negar que se convertiría por méritos propios en la mujer más representativa de ese periodo.
Su imagen, además, va siempre ligada a una triste y a la par intensa historia de amor digna de una tragedia de Shakespeare. El pintor cuatrocentista se obsesionó hasta tal punto por ella que la retrató en la que sería una de sus obras cumbres, El nacimiento de Venus (1484), que terminó casi diez años después de la muerte de la joven, como si de un homenaje póstumo se tratase.
Simonetta la bella, como era popularmente conocida, también protagoniza el cuadro Venus y Marte, y en general, todas las mujeres retratadas por el maestro italiano guardan un enorme parecido con la dama.
Mucho se ha especulado con la idea de que se tratara de un amor sólo factible a través de la pintura, una suerte de amor platónico por parte del artista. Simonetta, además de estar casada, falleció con tan sólo 23 años víctima de una tuberculosis, y Botticelli –que jamás se casó, mientras que el esposo de ella volvió a contraer matrimonio– pidió ser enterrado a los pies del sepulcro de su amada, en la iglesia de Todos los santos de Florencia; allí yacen sus restos desde 1510, pegados a los de la noble.
La vida de Simonetta, a pesar de la admiración que provocaba y de las atenciones que mereció, fue triste. El tiempo no fue capaz de marchitar su belleza de ninfa, su hermosura virginal y llena de dulzura, porque la enfermedad se la llevó mucho antes de lo que nadie podía imaginar. Botticelli se encargó durante el resto de su vida de que el olvido no se adueñara de ella y la convirtió en una musa universal del Renacimiento, una musa que hoy sigue siendo admirada.
‘Prim, El asesinato de la calle del Turco’ está basado en el atentado mortal a Juan Prim y Prats el 27 de diciembre de 1870. Prim, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra de la época fue tiroteado en la calle del Turco, magnicidio que nunca fue resuelto y siempre ha estado rodeado de misterio.
Una magnifica historia contada a través de Benito Pérez Galdós, el escritor y periodista que cubre la noticia del asesinato. Dirigida por Miguel Barden y con guión de Nacho Faerna y Virginia Yagüe se emitió el pasado 22 de diciembre en TVE1.
Faerna también ha escrito una novela en la que indaga en los acontecimientos que condujeron al complot para asesinar a Prim. La producción de la mini serie ha corrido a cargo de TVE, Televisión de Cataluña, Shine Iberia y Dream Team.
Una noche en la que #primturco se convirtió en trendigtopic en Twitter y en la que nuestra marca Vintage By López-Linares estrenó colaboración con sus joyas: pendientes, gafas, relojes, collares, peinetas… Piezas únicas y seleccionadas con todo mimo por Elena del Real, responsable del vestuario junto con Silvia García-Bravo.
Si tienes curiosidad por ver más de cerca todas las joyas que han lucido los personajes de la serie, puedes pasar por nuestro espacio de la Calle Claudio Coello 60, donde encontraras un pequeño rincón para disfrutar de estos complementos.
¡Os esperamos!
Desde aquí también queremos agradecer a Elena del Real y Shine Iberica por haber confiado en nosotras.
De la mano de la actriz Nicole Kidman, el cine nos acercó hace años la compleja figura de una mujer adelantada a su época: la británica Virginia Woolf (1882-1941). Novelista, ensayista, editora y activa feminista, fue también una de las figuras más representativas del Londres literario de comienzos del siglo XX. En la actualidad, está considerada una de las escritoras de mayor calidad técnica de esa época y una de las más innovadoras.
Criada en el seno de una familia bien educada y relacionada con el mundo cultural, a Virginia Woolf le debemos la conocida frase: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. A pesar de su origen acomodado, la vida de la autora de Orlando no fue precisamente fácil, ya que estuvo marcada desde la juventud por la enfermedad mental. La muerte de sus progenitores, especialmente la de su padre, que era también un hombre muy cultivado, marcó el comienzo de unas crisis nerviosas y una depresión que acompañarían a la escritora de por vida, conduciéndola al suicidio años después.
Virginia Woolf sufrió siempre un trastorno bipolar, pero la rígida moral de la época impedía que incluso en sus textos autobiográficos hablase claramente de estos episodios mentales. Sin embargo, tuvo la fortaleza necesaria para que la enfermedad no le impidiera renunciar a su vocación literaria. Solo su decisión de suicidarse acabó con una brillante trayectoria, una carrera de la que no se puede excluir a su esposo, Leonard Woolf –Virginia se apellidaba Stephen de soltera y tomó el apellido de su marido–. Economista y escritor, y miembro como ella del conocido grupo Bloomsbury, se casó con él a los treinta años y siempre compartieron una gran afinidad. Juntos fundaron una editorial que publicó, entre otros, a autores como Sigmund Freud o T.S. Eliot.
En 1941, con Europa en plena contienda, Virginia Woolf se suicidó lanzándose al río Ouse. En su emotiva carta de despedida demostró la lealtad a su marido, a quien le decía: “Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más (…). Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”.
A pesar de su importante actividad literaria y de su presencia en el mundo cultural, tras su muerte la obra de Virginia Woolf se difuminó hasta que en los años setenta el movimiento feminista rescató sus ideas inconformistas sobre la situación de la mujer en un mundo dominado por los hombres. Fue en ese momento cuando resurgió la obra de la que hoy es considerada una de las grandes novelistas en lengua inglesa. Comprometida con su tiempo y con otras personas que, como ella, adoraban la palabra escrita, Virginia Woolf es todo un ejemplo de superación y nos legó una interesante obra en la que ficción y ensayo están a la altura en calidad.
Si había algo que tenía verdaderas ganas de hacer este mes de noviembre, era acercarme hasta el Museo Thyssen-Bornemisza para visitar la primera gran retrospectiva del modisto francés Hubert de Givenchy, una leyenda viva de la historia de la alta costura.
Givenchy expone por primera vez en España, en la que supone la primera incursión del Museo en el mundo de la moda. La muestra, que está comisariada por el propio Givenchy y ofrece por tanto un enfoque excepcional de sus colecciones, recorre la historia de este gran genio a lo largo de casi medio siglo, desde la apertura en 1952 en París de su maison hasta su retirada profesional en 1995.
Una selección de casi cien piezas procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo, muchas de ellas inéditas para el público, que conviven en las salas con una selección de pinturas, seleccionadas por el propio modisto, provenientes de la propia Colección Thyssen-Bornemisza.
Yo tuve el privilegio de compartir la visita con María de Cuenca y un selecto grupo de amantes del arte. María es guía turística y una experta en arte e historia, por lo que el recorrido se amenizó con sus explicaciones y comentarios.
Entre las obras que pudimos disfrutar se encuentran una selección de los modelos que lucieron algunas de las más destacadas mujeres del S.XX. Mujeres tan icónicas como Jacqueline Kennedy, la duquesa de Windsor, Carolina de Mónaco o, la que fue su musa y amiga, Audrey Hepburn. El maestro vistió a Audrey en algunas de sus películas más emblemáticas. Entre ellas “Desayuno con Diamantes” y, por supuesto, allí estaba el emblemático vestido negro que tantas veces había soñado con tener ante mí.
Este vestido tiene detrás una historia que a mí me tiene intrigada desde hace años. He podido leer en numerosas páginas especializadas las dudas que siempre se plantearon algunos expertos en el tema: el hecho de que el vestido que sale al principio de la película no llevara raja en la falda. Esto queda patente si nos fijamos en los andares tan especiales de Audrey cuando pasea en dirección hacia Tiffany, unos andares cortos y salerosos que dejan patente que el vestido es cerrado en su parte baja mostrando una cierta forma de globo. Mientras que el vestido que aparece en todas los carteles publicitarios de la película, al igual que el expuesto en la muestra, deja visible la pierna izquierda de la modelo a través de una gran abertura lateral.
¿Será realmente el mismo vestido que diseño Givenchy el que llevaba Audrey en la primera escena de la película? o ¿quizás se tratara de un diseño que adaptara Edith Head, jefa de vestuario de la Paramount Pictures, en el último momento? ¿Es posible que consideraran demasiado provocativo el diseño de Ghivenchy y optaran por rodar la película con un vestido algo más recatado?
Me he propuesto investigar a fondo sobre el tema y ver si doy con la respuesta a todas estas preguntas. Os iré contando si descubro algo digno de ser mencionado.
Una muestra a la que por supuesto os recomiendo a asistir, si sois como yo unos enamorados del verdadero arte de hacer moda.