Si eres de las que alguna vez soñaste con lucir unos pendientes pintados por Tintoretto, las famosas joyas de Desayuno con Diamantes o la tiara de Sissi Emperatriz, este es tu espacio igual que nuestro.
Si había algo que tenía verdaderas ganas de hacer este mes de noviembre, era acercarme hasta el Museo Thyssen-Bornemisza para visitar la primera gran retrospectiva del modisto francés Hubert de Givenchy, una leyenda viva de la historia de la alta costura.
Givenchy expone por primera vez en España, en la que supone la primera incursión del Museo en el mundo de la moda. La muestra, que está comisariada por el propio Givenchy y ofrece por tanto un enfoque excepcional de sus colecciones, recorre la historia de este gran genio a lo largo de casi medio siglo, desde la apertura en 1952 en París de su maison hasta su retirada profesional en 1995.
Una selección de casi cien piezas procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo, muchas de ellas inéditas para el público, que conviven en las salas con una selección de pinturas, seleccionadas por el propio modisto, provenientes de la propia Colección Thyssen-Bornemisza.
Yo tuve el privilegio de compartir la visita con María de Cuenca y un selecto grupo de amantes del arte. María es guía turística y una experta en arte e historia, por lo que el recorrido se amenizó con sus explicaciones y comentarios.
Entre las obras que pudimos disfrutar se encuentran una selección de los modelos que lucieron algunas de las más destacadas mujeres del S.XX. Mujeres tan icónicas como Jacqueline Kennedy, la duquesa de Windsor, Carolina de Mónaco o, la que fue su musa y amiga, Audrey Hepburn. El maestro vistió a Audrey en algunas de sus películas más emblemáticas. Entre ellas “Desayuno con Diamantes” y, por supuesto, allí estaba el emblemático vestido negro que tantas veces había soñado con tener ante mí.
Este vestido tiene detrás una historia que a mí me tiene intrigada desde hace años. He podido leer en numerosas páginas especializadas las dudas que siempre se plantearon algunos expertos en el tema: el hecho de que el vestido que sale al principio de la película no llevara raja en la falda. Esto queda patente si nos fijamos en los andares tan especiales de Audrey cuando pasea en dirección hacia Tiffany, unos andares cortos y salerosos que dejan patente que el vestido es cerrado en su parte baja mostrando una cierta forma de globo. Mientras que el vestido que aparece en todas los carteles publicitarios de la película, al igual que el expuesto en la muestra, deja visible la pierna izquierda de la modelo a través de una gran abertura lateral.
¿Será realmente el mismo vestido que diseño Givenchy el que llevaba Audrey en la primera escena de la película? o ¿quizás se tratara de un diseño que adaptara Edith Head, jefa de vestuario de la Paramount Pictures, en el último momento? ¿Es posible que consideraran demasiado provocativo el diseño de Ghivenchy y optaran por rodar la película con un vestido algo más recatado?
Me he propuesto investigar a fondo sobre el tema y ver si doy con la respuesta a todas estas preguntas. Os iré contando si descubro algo digno de ser mencionado.
Una muestra a la que por supuesto os recomiendo a asistir, si sois como yo unos enamorados del verdadero arte de hacer moda.
El nombre de aljófar proviene del árabe, significando pequeña perla o conjunto de ellas, de forma irregular. Los poetas suelen utilizar este término para designar las pequeñas gotas de rocío que cubren la hierba a primeras horas de la mañana. Generalmente son de escaso valor, pudiendo distinguir dos tipos diferentes: las llamadas “amapola”, que son más esféricos, y las llamadas “semilla”, de forma más ovalada e irregular
Se da el nombre de aljófar también a las piezas de joyería que se realizan con este tipo de perlas que se utilizaban tanto para coser en pendientes o colgantes, como para decorar las más ricas sedas en el Renacimiento.
En la actualidad no es muy frecuente encontrar piezas de joyería realizadas con este tipo de pequeñas cuentas de perlas, ya que es complicado trabajar con ellas debido a su minúsculo tamaño.
Cuando están bien cosidas, tanto sobre oro como sobre plata, resultan muy atractivas y elegantes.
Cuenta la leyenda que Raffaello Sanzio, más conocido como Rafael, se enamoró de Margarita Luti al ver cómo limpiaba sus pies en las aguas del Tiber. Su amor fue tan intenso y apasionado que no conseguía concentrarse en terminar la obra que le habría encargado el rico banquero Agostino Chigi. Hasta tal punto llegó la desesperación del banquero, que terminó instalando a Margarita en una zona de su palacio cercano al lugar de trabajo de Rafael, hasta que éste finalizara el proyecto.
Y es en éste y otro retrato de Margarita en los que aparecen las joyas históricas de las que hoy os quiero hablar. En las impresionantes pinturas “La Veleta” y «La Fornarina».
En La Veleta, obra firmada en 1516 en el que Margarita aparece ricamente vestida y velada con lo que parece un manto de seda, luce sobre su cabello como llamativo adorno una perla y un rubí, casi pegado a un descuidado rizo que quizás nos quiere dejar entrever su adúltera vida. Rafael plasma en el lienzo la belleza de una mujer serena y tranquila. Esta pieza es muy similar a la que luce Margarita en La Fornarina, casi pegada a un turbante, complemento muy de moda en la época. Diría que las dos piezas que luce en el pelo son prácticamente iguales, y hoy hemos querido traerlas hasta aquí. Una sobre una sutil gasa blanca y la otra sobre un rico brocado de seda.
Pero indaguemos algo más en la apasionante vida que tuvo Margarita y en la profunda historia de amor entre Rafael y ella…
En 1514 Rafael se comprometía con María Bibbiena, la sobrina del cardenal Medici Bibbiena, pero su matrimonio nunca llegaría a consumarse. Su mente y su corazón siempre estuvieron junto a su verdadero amor: Margherita Luti, «La Fornarina». Margherita era la hija de Francesco Luti, dueño de la panificadora «Fornaio de Siena», y parece que su humilde condición no la hizo digna de contraer matrimonio con un artista de la talla de Rafael, por lo que tuvo que conformarse con ser su amante hasta la muerte del artista.
Es muy posible que la prueba más sugerente de esta aventura sea su oleo «La Fornarina», en el que Margarita aparece semidesnuda, sutilmente tapada por una suave y fina seda, sosteniendo en su delicada mano uno de sus pechos. Una imagen más que sugerente de la pasión que debía unirles a ambos. Parece que esta obra permaneció oculta en su taller, siendo muy pocos los que la conocerían.
Al igual que con todas las buenas historias de amor, la historia de Rafael y la Fornarina tiene un final amargo. Después de una noche de amor, Raphael cayó gravemente enfermo y murió 15 días después. El artista logró escribir su testamento, teniendo en él muy en cuenta a su querida, a la que legó la suficiente fortuna para terminar su vida con tranquilidad. Pero tal fue el amor de Margarita por el artista que a su muerte solo encontró consuelo en el Convento de Santa Apolonia, una pequeña residencia en Vía di Santa Dorotea en el que viviría hasta su temprana muerte, no llegando nunca a disfrutar las riquezas que le legara su amado.
Una de las más bellas historias de amor de la Roma del Renacimiento, unida a una joya que ya pertenece a nuestra exclusiva colección de joyas históricas.
Vivian Maier (1926-2009) dejó un legado fotográfico impresionante. Una pequeñísima parte de su obra pudo verse el verano pasado en la ciudad de Valladolid. La muestra recorrió varias ciudades europeas y actualmente no he encontrado ningún lugar en el que puedan verse expuestas sus fotografías en conjunto.
Yo la descubrí de la mano de Beatriz Garcia Couriel en unos de sus cursos de fotografía online. Su obra sencilla y llana nos transporta de una manera natural al Chicago y al Nueva York de la segunda mitad del S.XX. Me fascinó desde el primer instante.
Vivian revelaba sus carretes en el cuarto de baño de la casa donde prestaba sus servicios como niñera, llegando a acumular cientos de ellos. La mayoría aún no han sido revelados. Su legado se descubrió de forma totalmente casual cuando tras una subasta en Chicago se encontraron cerca de 100.000 negativos. John Maloof, dueño del material subastado en 2007, aun no ha conseguido sacar a la luz todo el material.
Son estampas callejeras, personajes de la vida diaria de Chicago y Nueva York: prostitutas, mendigos, vagabundos, niños… Simplemente, escenas cotidianas pero llenas de magnetismo.
Una de las series que más llamó mi atención desde el primer momento fueron sus autorretratos. Son reflejos en espejos o cristales de los lugares cotidianos de sus paseos de domingo. En ellos se puede ver a Vivian seria, con aspecto retraído, tímida y discreta. Esa es la sensación que esta serie me trasmite a mí. La comisaria de la exposición de Valladolid, Anne Morin, lo ha achacado a la «permanente búsqueda» de sí misma, tal vez porque indagara realmente en quién era ella. Vivian ha sido la precursora de todos estos autorretratos frente a espejos que ahora pueden verse en todas las redes sociales…
En un principio decidí enfocar el trabajo de este mes a una serie de autorretratos al más puro «Estilo Vivian», realizados con una cámara exacta a la que usara ella. Una joya que descubrí en un antiguo armario de trastos de mi padre. Una Rollei completa, con varios objetivos, filtros y hasta disparador “remoto”. Al final también yo me lancé a la calle un par de tardes con ella para intentar capturar ese Madrid que creo habría capturado ella.
Os dejo el link a la película sobre su vida que os recomiendo, ya que os va a acercar mucho a la enigmática personalidad de esta magnífica fotógrafa callejera.
Como objeto, es una sarta de cuentas que sirve para dirigir el rezo. En alguna época antigua es posible que las cuentas fueran de rosas secas o disecadas, de ahí el nombre de rosario, siendo uno de los símbolos más importantes de la fe cristiana.
Los nudos o cuentas se utilizan para llevar la cuenta del número y secuencia de oraciones, y el rezo se compone de 15 partes iguales llamados misterios.
Es cierto que en algunas ocasiones el término también se utiliza para referirse a una sarta de cuentas por sí solas. En la joyería antigua se han realizado muchos rosarios de plata y de oro, con cuentas de madreperla, perlas o piedras semipreciosas. Es un regalo muy típico para obsequiar a los niños que toman su primera comunión.
Algo que en un principio solamente se usara como objeto de culto por los cristianos, ha servido y continúa sirviendo de inspiración para muchos de los grandes maestros de la joyería a la hora de realizar collares y pulseras. Diseños con sartas de cuentas separadas por una cuenta diferente en tamaño o color, son muy frecuentes en los diseños tanto del S.XIX como en la actualidad.
Como siempre, la joyería toma referencias para inspirarse de costumbres y usos populares.
Lucrezia, la bellísima esposa del político florentino Bartolomeo Panciatichi, ha llegado hasta nosotros en un retrato ausente de fondo, en el que parece que Bronzino, el artista renacentista que lo pintara, sólo quisiera fijar nuestra mirada en la aristócrata florentina.
Y no es para menos… En su estilizado y elegante cuello blanco descansa un precioso collar de perlas, con un broche colgando y una larga cadena de oro con una pequeñísima placa de oro con esta inscripción grabada: «Sin fin amour Duré” en alusión al amor y la fidelidad.
Y en su mano izquierda esta dama renacentista luce un pequeño anillo de oro y rubíes que bien podría haber sido su sortija de pedida, y que es la pieza protagonista de nuestra colección de Joyas Históricas de hoy.
El suntuoso vestido de satén rosa y pesado terciopelo rojo, enmarca su belleza fría y serena. Bronzino realiza un sorprendente juego de luces y sombras con la tela a lo largo de toda su figura.
Lucrezia sujeta con la mano derecha un pequeño libro de oraciones apoyado en su rodilla. Parece que estuviera esperando el preciso instante en que Bronzino la dijera que ya había terminado de pintarla, para continuar leyendo con total naturalidad.
Esposa del humanista y político Bartolomeo Panciatichi desde 1528, Lucrecia Panciatichi fue inmortalizada junto a su esposo por el artista florentino Angelo di Cosimo, il Bronzino, (1503-1572), que siempre trabajó a la sombra de Miguel Ángel. En aquella época el arte de la ciudad de Florencia estaba dominada por dos grandes nombres: el de los Medici y el de Miguel Ángel.
Bartolomeo Panciatichi era hijo natural de Bartolomé el Viejo y perteneciente a una familia muy influyente de comerciantes de Pistoia. Propietarios de una gran empresa comercial en la ciudad francesa de Lyon, que en ese momento era un centro cultural y comercial debido a la estratégica situación de la que disfrutaba, al estar entre Francia, Italia, Suiza y Alemania.
Bartolomeo prefirió seguir la carrera política y humanística, abandonando el negocio familiar que dejó en manos de algunos familiares cercanos a muy temprana edad. En Lyon conocería a Lucrezia y a los pocos años toda la familia se trasladaría a Florencia. Allí llegaría a ocupar importantes cargos políticos y se convertiría en uno de los personajes más influyentes de su época.
Y su esposa, una dama que en este retrato descansa solemne, recatada, elegante, fiel y serena representa en su conjunto a las mujeres de la alta sociedad del Renacimiento.
Giorgio Vasari se refirió a esta obra con estas palabras: «… los retratos de él y su esposa, tan naturales que parecen realmente vivos, y no extraña sino el espíritu»
Los dos retratos del Bronzino pueden disfrutarse en la galería de los Uffizzi de Florencia.
Merle Oberon es el nombre artístico de Estelle Merle O’Brien Thompson, actriz británica nacida en Tasmania a principios del S.XX, y la primera protagonista de nuestra nueva sección “Grandes coleccionistas de joyas”.
Merle Oberon vivió en la India hasta cumplir los 17 años, edad a la que se trasladó a Londres instalándose allí con la ilusión de triunfar en el cine.
Su gran golpe de suerte vino cuando en 1930 el productor y director Alexander Korda la descubriera por casualidad, el pulió su imagen y la convirtió en una de las grandes damas del cine británico de los años 40. Terminaron casándose y fue él uno de los primeros que comenzó a regalarla carísimas joyas.
Merle Oberon aparece llevando el fabuloso collar que parece ser Napoleón Bonaparte regalara Baronesa Haussmann.
Una de las primeras piezas que adquiriría es un antiguo collar de diamantes y esmeraldas que, al parecer, fue un regalo de Napoleón III a la Baronesa Haussmann. Se cree que fue un obsequio en agradecimiento a la labor de modernización que llevara a cabo su esposo en el París de mediados del S.XIX. Gracias a esta majestuosa y polémica reforma París se trasformó, en menos de dos décadas, de ciudad medieval a la más moderna capital del mundo. Merle lució la pieza en películas como “El divorcio de la señorita X” y en «Of love and desire» (no hay versión española). Merle Oberon le quitaría dos lágrimas al collar para hacerse unos pendientes y luciría la parte central, que también se trasformaba en broche, en numerosísimas ocasiones.
Merle Oberon aparece llevando el clip de tres flores de Cartier, Londres, que originalmente formó parte de una horquilla para el pelo Photocourtesy of Fine Art America.
En 1939, tras su matrimonio, Alexandre la regalaría una de las piezas para mí más bella de su colección: una pieza de Cartier consistente en tres broches en forma de rosa ya abierta, dos exactamente iguales y la otra un poquito más grande. Este último tiene un detalle encantador: los pistilos son diamantes que están montados con un poco de movimiento, lo que le da a la pieza una belleza muy especial. Estos tres broches originariamente fueron diseñados para ser lucidos como horquillas en la cabeza, pero Merle los lució casi siempre como broche o incluso como camafeo, resultando siempre sensacionales. Lamentablemente, al vender su colección tras su muerte, las tres piezas se vendieron por separado.
Se da la casualidad de que pocos años más tarde la por entonces Princesa Isabel de Inglaterra recibiría, con ocasión de su boda con el Príncipe Felipe de Grecia, de manos del Nizam (un título nobiliario musulmán) de Hyderabad y Berar (dos provincias de la India), un juego idéntico de horquillas montados en una tiara, que también estaban diseñados por Cartier. Isabel II desmontó los diamantes de la tiara para hacer una nueva de rubíes y diamantes. Sin embargo, mantuvo las tres horquillas de rosas que ha lucido a menudo.
Pero quizás la pieza más espectacular de su colección sea el collar de diamantes y 39 cuentas de esmeraldas barrocas, que Korda la regalara en 1939 de inspiración indú. La pieza encajaba a la perfección con la exótica belleza de Merle Oberon. El collar, con un diseño muy original para la época, sorprende no solo por el tamaño de sus esmeraldas sino por la peculiar forma en la que están montadas, ya que su diseño permite que las cuentas giren 360º sobre la pieza de diamantes que la sujeta, encajando así a la perfección y luciendo con una caída elegante y sensual.
La historia de su compra es ciertamente curiosa, demostrando una vez más cómo los humanos siempre deseamos más fervientemente aquello que creemos ya ha adquirido otro. Parece que la pieza iba a ser adquirida por la diseñadora Elsa Schiaparelli. Merle vio el collar en el escaparate de la tienda de París, y cuando entró a preguntar por la pieza el vendedor la dijo que alguien más estaba interesado en adquirirlo. Esto es algo que, curiosamente, sucede algunas veces en el comercio y que los clientes interpretan como una estrategia que los vendedores utilizamos para acelerar la venta. Merle realmente no creyó lo que le contaba el vendedor y pensó que era una táctica para acelerar la venta. Pero a los pocos días se daría cuenta de que el vendedor no mentía, pasó por el escaparate y el collar no estaba. Su misteriosa rival se encontraba en una de las habitaciones privadas de la joyería probándose la pieza.
Al día siguiente Merle volvió a pasar para ver si seguía en el escaparate, y en ese preciso instante vio salir a Elsa Schiaparelli. Su misteriosa rival ya tenía cara y el collar ya no estaba en el escaparate. Debió regresar con tal cara de desolación que su esposo se puso el sombrero, salió a la calle, entró en la joyería, preguntó por el collar y, para su sorpresa, salió con él en la mano. Las fabulosas 29 esmeraldas ya podrían lucir en su exótico cuello para siempre.
Merle disfrutaría de esta pieza hasta su muerte.
Cartier 1938, 29 impresionantes gotas de esmeralda barrocas, montadas en platino y diamantes, con un largo de 44 cm y rematado en 2,642,500 CHF. Uno de los collares de Cartier más fotografiados de su historia. Link al collar:
Otras de las piezas destacadas de su colección son:
Un juego de dos horquillas diseño de Cartier de diamantes en forma de flores, una con el pistilo engastado con diamantes y la otra con pistilos de rubíes. Se podían llevar juntos o por separado como horquillas, o se podían montar en una pulsera de tiras de diamantes para formar un impresionante cierre. Merle llevó esta pulsera junto con la horquilla de tres rosas en la película «Viaje sin retorno» en 1940.
Un broche floral de zafiros y diamantes de Cartier, también desmontable, para llevar como horquilla. Llevaba engastado un gran zafiro ovalado y con los pétalos de diamantes. El tallo de diamantes se vendió por separado, sin mencionar el hecho de que se podía montar en la horquilla. Merle llevó la pieza unida en muchas ocasiones, llevando también la horquilla en una banda de terciopelo como gargantilla o sobre una pulsera de platino que Cartier también había fabricado. Estoy segura de que Merle no solo adoraba las joyas de Cartier por su calidad y belleza, sino también por la versatilidad que siempre proporcionan sus diseños.
A finales de los 50 y 60 adquirió y modificó un gran número de joyas. Paso bastante tiempo viviendo en Roma, donde adquirió de Bulgari un broche de diamantes y un broche engastado con rubíes y diamantes. Bulgari también creo para Merle un elegante bolso en un inusual diseño de bellotas, con el cierre de oro con turquesas y diamantes engastados.
Van Cleef&Arpels fue otro de los diseñadores preferidos de Merle durante los 70, destacando un juego de broche, pendientes y collar de turquesas y diamantes; un collar de diamantes y coral rosa que se podían convertir en un broche y pulsera.
Merle tenía también una pequeña, pero buena, colección de rubíes. Ésta incluía un espectacular collar de rubíes y diamantes de David Webb, que también creó para ella un anillo a juego y unos pendientes de rubíes y diamantes cada uno con rubíes ovalados en el centro de gran tamaño.
La mayoría de estas piezas se vendieron en la subasta que se celebró en Nueva York el 22 de abril de 1980, justo un año después de su muerte.
Merle Oberon tuvo una verdadera colección de joyas de cine.
Decir que el endogámico fenómeno del street style comenzó con Scott Schuman es prácticamente lo mismo que atribuirle a este señor la invención del agua caliente. No hay nada nuevo bajo el sol, y la única y honrosa excepción a este dicho es Steve Jobs que en este momento estará señalándome sonriente un iPad desde algún lugar del cielo.
Dicen que las ideas no conocen más dueño que aquel que reúne el valor necesario para llevarlas a cabo, así que según esto sí que debemos reconocerle a Scott Schuman el mérito de hacer un lucrativo negocio a partir de una idea tan antigua como el street style. Mucho se ha hablado ya y poco tengo yo que añadir sobre esta disciplina fotográfica, y son ya incontables los blogs que dedican al menos una sección a mostrarnos el estilo de la calle, lo que realmente se lleva más allá de las pasarelas.
Cuando comenzó el boom del street style en la blogosfera el argumento que se esgrimía para justificar tanto entusiasmo era que los propios diseñadores ponían sus ojos en estas instantáneas en busca de inspiración divina para la creación de sus colecciones, pero poco a poco la tortilla se ha ido dando la vuelta, y las marcas han visto en estas fotos de apariencia espontánea un filón para llegar a sus consumidores potenciales. Estamos una vez más ante el arte que imita la vida, y la vida que imita el arte.
El momento glorioso del street style en los blogs ya ha pasado, y ahora son las revistas las que pagan a sus fotógrafos más por las imágenes que rodean a la pasarela que por las de los propios desfiles, en las que los protagonistas no dejan cabo suelto y poco o nada tienen que ver con la espontaneidad original de esta disciplina.
Y antes de dejaros con estas maravillosas imágenes de principios del siglo XX firmadas por el ilustrador y fotógrafo Edward Linley Sambourne solo quiero añadir que, desde mi punto de vista, las egobloggers o chicas que publican sus estilismos en un blog no deberían considerarse dentro de la categoría de street style, por mucho que ellas se empeñen en añadir el término a los titulares de sus posts.
La particularidad del verdadero street style radica en la falta de premeditación, en la fotografía espontánea e inesperada, no en la creación de un estilismo con la finalidad de fotografiarlo. Dicho esto, os dejo disfrutar de estas imágenes. Cambiad los libros de las fotos por unas Blacberrys o iPhones, y comprobaréis que la pose de las trendsetters no ha variado lo más mínimo en más de cien años.
Artículo escrito por Carmen Velarde, bloguera especializada en moda y belleza. Podéis seguir el trabajo de Carmen a través de su blog La bruja con tacón de aguja.
Más conocida como Isak Dinesen, el seudónimo masculino bajo el cual publicó la mayoría de sus textos, la escritora danesa Karen Blixen (1885-1962) fue una mujer de vida fascinante y de pluma prolífera. Hemingway, que era más bien poco dado a los halagos, dijo que se hubiera sentido feliz si el Nobel de Literatura se lo hubieran dado a ella.
Karen Blixen tuvo una granja en África, al pie de las colinas de Ngong, eso como saben lo popularizó de maravilla la película de Sydney Pollack durante la década de los 80. Fracasó sentimental y personalmente en esas tierras que tanto amó y en las que cultivó café, pero su fuerte voluntad logró que se repusiera y, de vuelta a su país de origen en los difíciles años 30, comenzase a publicar con diversos seudónimos masculinos.
No eran buenos años para que las mujeres brillaran con luz propia, y de alguna manera la aristócrata lo aceptó. Afortunadamente, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y a día de hoy es considerada una mujer de gran valía y una notable narradora.
Sus recuerdos de África son lo que mejor nos ha llegado, acaso demasiado idealizados o barnizados de excesivo romanticismo –el cine, de nuevo, se ha encargado de ello–, pero la baronesa fue además una magnífica cuentista, no sólo plasmando historias en el papel, sino que era de las que narraba a viva voz en los eventos sociales a los que acudía.
Dejaba a todos fascinados por su fragilidad física, sus turbantes y sus ojos maquillados con kohl negro, así como por las leyendas que circulaban sobre ella. Se decía que se alimentaba de ostras y de champagne, aunque ella defendía que solo tomaba aquello que le sentaba bien a su cuerpo. “Soy vieja y como lo que quiero”, sostenía.
Enferma de sífilis desde su matrimonio con el barón Bror Blixen-Finecke, no pudo tener hijos y llevó una vida en la que la imaginación y la literatura tuvieron un gran peso. Gran amante de Shakespeare, confesaba que su libro favorito eran Las mil y una noches, y como buena soñadora, mantuvo la esperanza de regresar a Nairobi, pero la Segunda Guerra Mundial truncó ese anhelo.
Quizás, la fortaleza de su espíritu radica en su escasa fortuna en el amor: su matrimonio hizo pronto aguas por las infidelidades de él y su intensa relación con el británico Denys Finch Hatton se vio truncada por la muerte de este en un accidente de aviación.
El estilo de Karen Blixen no se asemeja al de otros autores coetáneos, tal vez porque sus orígenes escandinavos fueron moldeados por las experiencias en el continente africano. El peso del pasado, tanto en su vida como en su obra, es una de las claves para entenderla.
Su interesante correspondencia, publicada en español hace unos años, contiene cartas a su fiel sirviente en Kenia; en ellas le expresaba lo mucho que lo hubiera gustado regresar a su casa para hablar con él de los viejos tiempos, esos tiempos en los que tenía una granja en la lejana Kenia.
Hoy os traigo una de esas exposiciones que quedan grabadas en nuestras retinas para siempre. La belleza y delicadeza de una joya histórica de Cartier, admirarla y poder casi sentirla es sin duda una de mis mayores placeres. Y si además lo incluyes como plan en un viaje a New York, ¿qué más se puede pedir?
La muestra, titulada Cartier: Marjorie Merriweather Post’s Dazzling Gems recorre las piezas de joyería más famosas de una de las principales clientes del afamado Louis-François Cartier durante la primera mitad del siglo XX: Marjorie Merriweather.
La exposición tiene lugar en un rústico y encantador entorno con un aire muy vintage, situado dentro de los jardines del museo Hillwood y recrea el tipo de arquitectura que eligió Marjorie para su retiro en las montañas de Adirondack, al norte de Nueva York.
El museo suele llevar a ese espacio las exposiciones especiales, para que el visitante pueda disfrutar de toda la experiencia inigualable que supone visitor sus salas.
Quién fue Marjorie Merriweather
Considerada todo un icono de la historia Americana, Marjorie fue la fundadora de General Foods, además de una asidua a las fiestas de la clase alta de la primera mitad del siglo XX. Cuando apenas contaba con 27 años se convirtió en la mujer más rica de los Estados Unidos después de heredar todo el imperio de su padre, una fortuna de casi 250 millones de dólares.
La colección de joyas, muebles, porcelanas, pinturas y tapices que Marjorie llegó a recopilar durante su larga vida (falleció en 1973 con 86 años) fue inconmesurable y reúne piezas de Fabergé y Cartier. Las exquisitas joyas que Marjorie encargó a este último son las que ahora se pueden disfrutar en el Museo Hillwood.
Entre las joyas expuestas destaca este broche, considerado una de las obras más exquisitas de Cartier, realizado con siete esmeraldas indias esculpidas, diminutos diamantes, platino y esmalte, diseñado en 1928 por el aclamado joyero para su principal cliente, Marjorie Merriweather Post.
También son dignos de destacar el collar que el diseñador confeccionó para ella con perlas, diamantes y platino o la aún más impresionante gargantilla de zafiros, entre otras muchas piezas dignas del más exigente de los coleccionistas de arte.
Sin duda, Marjorie tenía un gusto exquisito para la joyería y la moda en general, como muestra esta inigualable colección, que podéis visitar hasta final de 2014, en el marco de un inolvidable viaje a Washington DC.
Su nombre en castellano, tomado por afinidad fonética, dista mucho de la etimología auténtica, sin embargo, no lo hace tanto del espíritu misterioso y encantador que la ciudad de Brujas alberga en sus calles.
En flamenco, Brugge significa puentes, en plural, porque son muchos los que conforman la fisonomía de esta pequeña localidad belga situada a menos de 100 kilómetros de Bruselas.
Caminar por Brujas es como sumergirse en un cuento, un cuento medieval con sus casitas bajas de tejados a dos aguas, sus románticos rincones, sus ventanas con cortinas de encaje (artesanos de fama internacional), sus jardines plagados de flores y ese aroma especial mezcla de vainilla y chocolate que asalta al visitante a cada paso. Porque en Brujas, de cada tres establecimientos dos son chocolaterías y, en esto de hacer bombones, son unos auténticos expertos.
Hay múltiples pequeños negocios tradicionales en los que la tentación le asalta al visitante a cada paso y otros más innovadores como The Chocolate Line, una de las tres únicas bombonerías del mundo que aparece en la Guía Michelin. Hablando de esta última, para los amantes de la alta gastronomía, ésta es una de las ciudades con más estrellas per cápita del mundo, en sexto lugar tras Kyoto, San Sebastián o Bérgamo.
Considerada la ciudad medieval mejor conservada de Europa, su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 y se organiza en torno a la Plaza Mayor o Grote Markt, donde destaca la torre Belfort con su carrillón de 47 campanas, un auténtico superviviente tras superar varios incendios y reconstrucciones, y al que se puede acceder tras subir 366 escalones. Merece la pena el esfuerzo porque las vistas son imponentes. Muy cerca está la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas. De estilo gótico, alberga la única obra de Miguel Ángel que salió de Italia en vida del artista, una maravillosa madonna (Virgen con el niño) en mármol.
Dos veces recuperada tras ser expoliada por los franceses en época de Napoleón y luego por los nazis en la II Guerra Mundial, ahora es custodiada con orgullo por los habitantes de Brujas. Pero si hay una estampa reconocible de Brujas, al igual que impronunciable, es el Rozenhoedkaai. Fue muy probablemente un embarcadero donde los comerciantes cargaban y descargaban sus mercancías y hoy es el lugar más fotografiado de la ciudad. Aquí se pueden tomar las barcas que realizan recorridos por los canales y que ofrecen una vista diferente de la ciudad pero igualmente encantadora.
Uno de los puntos estrella del recorrido es el Lago del Amor o Minnewater que guarda bajo sus aguas leyendas misteriosas como que en el fondo se encuentra la tumba de una dama que prefirió la muerte a casarse con un hombre al que no amaba, o la curiosa maldición de Maximiliano de Austria que ‘castigó’ a los habitantes de Brujas con la obligación de mantener a los cisnes que lo poblaban (y todavía campan a sus anchas) por siempre jamás.
Y cuando la noche cae en Brujas una bruma leve envuelve la ciudad y sus calles se iluminan con tenues destellos reflejados en las aguas de los canales. Y entonces, la magia se hace más real que nunca, más tangible. Piérdanse por sus calles empedradas porque, quizá, como en los cuentos, cualquier hecho maravilloso pueda suceder.
Artículo escrito por María Cereijo, periodista y escritora. Podéis seguirla en @capitulosiete o en su alterego compartido de autora juvenil @LabAmy. Ella es nuestra Vintage Blogger de Septiembre. Mil gracias por todo, María.
Volvemos de vacaciones. Y lo hacemos cargadas de nuevos proyectos y con la ilusión de que todo lo que hemos pensado para esta nueva temporada os guste, o al menos os haga desconectar de la rutina diaria durante unos momentos.
El blog estrena dos secciones, confiando en que todas ellas os gusten tanto como a nosotras.
Inauguramos sección: “Mujeres Icónicas”. Para ello vamos a contar con la colaboración de Esther Ginés, escritora y periodista. Entre las dos vamos a intentar adentrarnos en la vida y la obra de 12 grandes mujeres. Esther nos contará su historia y yo la vestiré de fiesta. Buscaré entre toda nuestra colección de joyas lo que creo la habría gustado más, y realizaré una fotografía ambientada en su vida y sus gustos. Un trabajo en equipo que me hace especial ilusión realizar.
Una vez al mes os vamos a llevar de viaje a una exposición en el extranjero. Traeremos a nuestro espacio algún gran museo del mundo, alguna exposición que no nos gustaría perdernos. Aunque lo más probable es que no podamos ir a visitarla físicamente, sí lo haremos de forma virtual compartiéndolo con todos vosotros. Para ello vamos a contar con la ayuda de Gema Molina, nuestra mano derecha en redes, periodista y comunity manager, que al vivir en las Vegas tiene todo el mercado del arte americano a su alcance.
Estás son solo algunas de las sorpresas que os esperan esta temporada en nuestro Blog.
Por supuesto seguiremos con nuestro “Vintage Dicctionary”, una de las secciones que más alegrías nos ha dado la temporada pasada y que más seguidores tiene. Nuestro “Vintage Blogger”, invitaremos cada mes a un bloguero para que nos traiga lo mejor de su blog. Y continuaremos tanto con las visitas de nuestros “Vintage Friends” como con nuestros paseos por la joyería del Renacimiento, el Barroco y la historia de los grandes maestros del S.XX.
Y ya sabéis, que si hay algún tema sobre el que os gustaría que escribiéramos no tenéis más que pedírnoslos, estaremos encantadas de oír vuestras sugerencias.
Gursky, con su mirada directa y aséptica del mundo y la sociedad actual, ha sido el protagonista de nuestra cita fotográfica de agosto con El Objetivo Mágico.
Su obra se centra en la arquitectura de grandes espacios y en el colorido, con una mirada panorámica, abstracta y algo fría de la realidad que vivimos actualmente.
Grandes superficies, oficinas, fábricas o macro espacios de trabajo donde el hombre queda en un segundo plano o es prácticamente inexistente. Un mero juguete de la sociedad.
Andreas Gursky es el fotógrafo más cotizado hoy en día a nivel mundial, y sus obras se venden por cifras que superan los 3 y 4 millones de euros. Beatriz Pina le eligió para que intentáramos emular su obra este mes, debiendo deciros que la he odiado, con cariño, a lo largo de estos últimos días. Hemos sudado a chorros todas para conseguir inspiración.
Yo me conformo con haber conocido su obra y haber visto la fotografía desde otra perspectiva totalmente distinta a la que tenía hasta este momento. Adentrarme en su manera aséptica, fría e impersonal de ver la sociedad en la que vivimos, viendo su obra como una crítica hacia lo que estamos construyendo para nuestros hijos o lo que vamos a dejarles en herencia, ha sido lo que me ha compensado las horas de trabajo invertidas en intentar emular su trabajo.
Las imágenes de Gursky no son un mero disparo con una cámara de muchos miles de euros. Sus métodos digitales y su manera de trabajar convierten sus imágenes en verdaderas obras de arte, de una perfección técnica y compositiva inigualables.
Os dejo el resulta de mi trabajo con la única imagen que he conseguido realizar este mes, con su foto de inspiración.
Quiero, desde aquí, dar las gracias a Beatriz Pina por abrir mis ojos a otra manera de fotografiar, y a mis compañeras de El Objetivo Mágico por la paciencia y dedicación de este mes para sacar esta foto adelante.
Y por supuesto no puedo dejar de agradecer a Optica Toscana de la C/ Ayala, 34 en Madrid su amabilidad al dejarme fotografiar su impresionante expositor de gafas. Esta óptica que se encuentra a escasos metros de nuestro espacio en el Barrio de Salamanca es uno de esos lugares que los amantes de las gafas de diseño no podemos dejar de visitar. Yo me quedo pegada a su escaparate cada día que paso.
Nos estamos preparamos para las vacaciones con la intención de desconectar unos días. Aunque todos nuestro perfiles permanecerán activos será con un poquito más de tranquilidad.
Pero volvemos pronto. Eso sí, cargadas de nuevas propuestas, grandísimas novedades y, sobre todo,… muchísima ilusión.
Oscar a la mejor película, mejor director, mejor actor, mejor fotografía en color, mejor dirección artística, mejor vestuario, mejor sonido y mejor banda sonora.
Nominada al Oscar a mejor actor y actriz secundarios, mejor montaje y mejor guion adaptado.
La película recibió innumerables premios que podéis conocer aquí: Filmaffinity
Curiosidades:
A pesar de la preparación exhaustiva de Audrey Hepburn ensayando las canciones para que salieran perfectas, la mayoría están dobladas por la cantante Marni Nixon. Excepto algunas frases en el inicio de algunas canciones («The rain in Spain» y «Just you wait, Henry Higgins»). Más tarde admitió que si hubiera sabido que le iban a doblar la voz, no habría aceptado el papel. Decidió no volver a aparecer en un musical si no se le garantizaba que cantaría ella.
Debido a la forma de cantar de Rex Harrison, no fue posible hacer una pre-grabación y posterior doblaje de su voz. En este caso, Harrison llevaba uno de los primeros micrófonos sin hilos bajo la corbata.
Según cuentan algunos biógrafos, Rex Harrison cantó con especial sentimiento la canción «I´ve grown accustomed to her face» («He crecido acostumbrado a su rostro»), porque estaba pensando en su ex-mujer Kay Kendall que había fallecido pocos años antes de leucemia.
Ya con 35 años, Audrey Hepburn hacía el papel de una joven de 19.
Jack Warner no quería a Harrison en el papel del profesor Higgins, argumentando que era demasiado mayor. Quería que fuera Peter O´Toole, pero éste exigía un sueldo excesivamente alto. También se lo ofrecieron a Cary Grant, Rock Hudson, Noel Coward, Michale Redgrave y George Sanders.
Rex Harrison dedicó el Oscar a sus «twofair ladies», Audrey Hepburn y Julie Andrews, que habían trabajado con él (con Audrey en la película y con Julie en Broadway).
Audrey Hepburn siempre pensó que debía ser Julie Andrews la que hiciera el papel de Eliza, pero la única razón de que fuera aquélla fue porque Jack Warner se negó en redondo a que ésta lo hiciera: «No le daría el papel a Julie aunque Audrey lo rechazara». Las auténticas razones por las que Andrews no hizo el papel de Eliza aún no están claras. Walt Disney, incluso, se ofreció a retrasar el rodaje de «Mary Poppins» si Andrews era aceptada.
Parece ser que si Audrey hubiera rechazado el papel de Eliza, éste habría sido para Elizabeth Taylor que lo quería desesperadamente.
En 1994, la película fue completamente restaurada con un coste de 600.000 dólares.
Es una de las cuatro producciones que han ganado tanto un Tony (premios de teatro) en 1957 y un Oscar. Las otras tres son «Sonrisas y lágrimas», «Un hombre para la eternidad» y «Amadeus».
La película costó 17 millones de dólares, que supuso un récord hasta la fecha.
Está rodada íntegramente en estudio, sin exteriores.
Lo primero que uno debe hacer para ver esta película es perder el miedo al inglés y verla en versión original. Los acentos de los protagonistas, la evolución en el habla de Eliza Doolittle y la belleza de la mayoría de las canciones, por no decir todas, la convierten en una obra maestra.
Poned los subtítulos, subid el volumen y, si es posible, conectadla a un buen equipo de música. Es una delicia para los oídos. Personalmente creo que Audrey Hepburn, aunque no recibió grandes premios por esta película, hace uno de los mejores papeles de su vida. Lamentablemente la Academia no le perdonó que su voz estuviera doblada (hay grabaciones originales de su voz) y no le premió como se merece. Pero indudablemente la película es una de las grandes obras maestras del cine musical.
Un musical con una puesta en escena y un vestuario para no perderse detalle.
Con esta icónica e inolvidable película cerramos nuestro año de “Miércoles de Película”, han sido 52 semanas disfrutando del buen cine primero en blanco y negro y luego en las últimas semanas en color.
No descarto recuperar esta sección más adelante, ya que ha tenido muchísimo éxito.
Pero ya tenemos otras ideas preparadas para la nueva temporada que os iremos descubriendo más adelante.