Apodada por su descubridor artístico Piaf –gorrión– debido a su aspecto frágil, Edith Giovanna Gassion fue la cantante francesa más importante del siglo pasado. Nacida en 1915 en el seno de una familia desestructurada, fue criada por su abuela, que regentaba un burdel, tras ser abandonada a corta edad por su madre. Esa infancia triste, marcada además por una ceguera temporal, se convirtió en uno de sus símbolos de identidad. La vida parecía empeñada en tratar mal a la cantante de voz trágica y temas tan desgarradores como emotivos, hoy mundialmente conocidos.
Siendo adolescente, mientras cantaba junto a su hermanastra por las calles de París, se quedó embarazada, pero su hija moriría a los dos años a consecuencia de una meningitis. Desgraciadamente, Piaf no pudo tener más hijos, hecho que supuso para ella una gran tragedia. En 1935, su suerte cambió al ser descubierta por Louis Leplée, un gerente de un cabaret de los Campos Elíseos quien, impresionado por su voz, le propuso actuar en su negocio. Él fue también quien le pondría el apodo de Piaf, por el que tiempo después sería tan conocida.
La vida comenzaba a arreglarse para la cantante de los eternos vestidos negros y las finas cejas, pero la tragedia volvió a cruzarse en su camino. Leplée fue asesinado en extrañas circunstancias que nunca llegaron a esclarecerse, y su carrera se vio truncada. Solo alguien con el tesón y el talento de Piaf podría sobreponerse a tanta desgracia; en el París de la II Guerra Mundial, sobrevivía cantando en tugurios.
Finalizada la guerra, llegaron los años en los que se convirtió en musa de artistas e intelectuales. Fue su época más gloriosa, si es que este calificativo puede aplicarse a una mujer de vida tan árida. Sus letras emocionaban y sus actuaciones no defraudaban jamás; cantaba en los más prestigiosos escenarios de Europa y América, y parte del dinero que ganaba lo invertía en ayudar a jóvenes cantantes que deseaban abrirse camino en ese mundo.
El amor, sin embargo, no fue tan generoso como ella. Tuvo numerosos amantes poco duraderos y a muchos de ellos los alzó al estrellato, como a Yves Montand o a Charles Aznavour. El que fue considerado el gran amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, murió en un accidente aéreo en 1949, hecho que la sumió en una depresión que conllevaría el inicio de su decadencia. A pesar de eso, Edith Piaf siguió cantando. En los años posteriores llegarían éxitos como La vie en rose y su aclamadísimo Non, je ne regrette rien. Además, participó en películas y obras de teatro.
El gorrión de París, con la salud cada vez más debilitada por un cáncer y con una gran adicción a la morfina, tenía en ocasiones que interrumpir sus conciertos para reposar y poder recuperarse. Pero siempre conseguía batir sus alas de nuevo. Sus últimas fuerzas las destinó a casarse en 1962, tan solo un año antes de morir, con su joven peluquero. Su maravillosa voz, su personalidad excepcional y su compleja y atormentada vida resultan tan fascinantes que en 2007 su historia fue llevada al cine. La vida en rosa fue protagonizada por Marion Cotillard, quien obtuvo el Oscar por esta interpretación.
María Vintage Photography y Wikipedia.
Texto de @Esther Ginés