Simonetta Vespucci, musa del Renacimiento

Muchos no sabrán el nombre de la musa que inspiró esa pintura, pero la imagen de la Venus de Sandro Botticelli es una de las primeras que nos vienen a la cabeza si pensamos en el universo pictórico del Renacimiento. Su cabello dorado y largo, su nívea piel y esa hermosa mirada triste y virginal cautivaron a muchos hombres de la Florencia del siglo XV, pero sería el pintor Sandro Botticelli quien la inmortalizaría al convertir a Simonetta Vespucci en su musa.

Simonetta –de soltera su apellido era Cattaneo–  era hija de un noble genovés y contrajo matrimonio con tan sólo dieciséis años con un vecino del propio pintor, un hombre procedente de una familia de posición acomodada quien al parecer se quedó prendado de ella nada más verla.

Se dice que su hermoso porte y su equilibrada belleza merecieron la alabancia de los poderosos Médici, mecenas de numerosos artistas, y los historiadores del arte la señalan casi sin discusión como la mujer más hermosa de todo el Renacimiento. Si no lo fue, al menos no se puede negar que se convertiría por méritos propios en la mujer más representativa de ese periodo.

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Su imagen, además, va siempre ligada a una triste y a la par intensa historia de amor digna de una tragedia de Shakespeare. El pintor cuatrocentista se obsesionó hasta tal punto por ella que la retrató en la que sería una de sus obras cumbres, El nacimiento de Venus (1484), que terminó casi diez años después de la muerte de la joven, como si de un homenaje póstumo se tratase.

Simonetta la bella, como era popularmente conocida, también protagoniza el cuadro Venus y Marte, y en general, todas las mujeres retratadas por el maestro italiano guardan un enorme parecido con la dama.

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Mucho se ha especulado con la idea de que se tratara de un amor sólo factible a través de la pintura, una suerte de amor platónico por parte del artista. Simonetta, además de estar casada, falleció con tan sólo 23 años víctima de una tuberculosis, y Botticelli –que jamás se casó, mientras que el esposo de ella volvió a contraer matrimonio–  pidió ser enterrado a los pies del sepulcro de su amada, en la iglesia de Todos los santos de Florencia; allí yacen sus restos desde 1510, pegados a los de la noble.

La vida de Simonetta, a pesar de la admiración que provocaba y de las atenciones que mereció, fue triste. El tiempo no fue capaz de marchitar su belleza de ninfa, su hermosura virginal y llena de dulzura, porque la enfermedad se la llevó mucho antes de lo que nadie podía imaginar. Botticelli se encargó durante el resto de su vida de que el olvido no se adueñara de ella y la convirtió en una musa universal del Renacimiento, una musa que hoy sigue siendo admirada.

Imágenes:

María Vintage Photography y Wikipedia.

Texto de @Esther Ginés 

Los 25 iconos del cine en blanco y negro

Cerramos el año felices por el gran apoyo que hemos recibido de todos vosotros. El hecho de rodearnos de tanta gente amante del arte y la historia, de dentro y fuera de nuestras fronteras, nos llena de satisfacción y nos hace seguir trabajando cada día con ilusión para no defraudaros a ninguno.

Queríamos haceros un regalo de Navidad y, al final, después de darle muchas, vueltas nos hemos decidido por crear en exclusiva para todos vosotros un e-book con nuestras 25 obras maestras del cine en blanco y negro, esas que no nos cansamos de ver y que nos siguen cautivando

Son “Los 25 iconos del cine en blanco y negro”. Nos encantará que te sumes a nosotros en este increíble recorrido por todo lo mejor del cine clásico.

Para recibir nuestro regalo solamente es necesario que te subscribas a nuestro blog, y recibirás casi de inmediato nuestro increíble e-book con los “Los 25 iconos del cine en blanco y negro”, lo hemos preparado especialmente para ti. Esperamos que disfrutes con su lectura.

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Givenchy, la historia de un genio

Si había algo que tenía verdaderas ganas de hacer este mes de noviembre, era acercarme hasta el Museo Thyssen-Bornemisza para visitar la primera gran retrospectiva del modisto francés Hubert de Givenchy, una leyenda viva de la historia de la alta costura.

Givenchy expone por primera vez en España, en la que supone la primera incursión del Museo en el mundo de la moda. La muestra, que está comisariada por el propio Givenchy y ofrece por tanto un enfoque excepcional de sus colecciones, recorre la historia de este gran genio a lo largo de casi medio siglo, desde la apertura en 1952 en París de su maison hasta su retirada profesional en 1995.

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Una selección de casi cien piezas procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo, muchas de ellas inéditas para el público, que conviven en las salas con una selección de pinturas, seleccionadas por el propio modisto, provenientes de la propia Colección Thyssen-Bornemisza.

Yo tuve el privilegio de compartir la visita con María de Cuenca y un selecto grupo de amantes del arte. María es guía turística y una experta en arte e historia, por lo que el recorrido se amenizó con sus explicaciones y comentarios.

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Entre las obras que pudimos disfrutar se encuentran una selección de los modelos que lucieron algunas de  las más destacadas mujeres del S.XX. Mujeres tan icónicas como Jacqueline Kennedy, la duquesa de Windsor, Carolina de Mónaco o, la que fue su musa y amiga, Audrey Hepburn. El maestro vistió a Audrey en algunas de sus películas más emblemáticas. Entre ellas “Desayuno con Diamantes” y, por supuesto, allí estaba el emblemático vestido negro que tantas veces había soñado con tener ante mí.

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Este vestido tiene detrás una historia que a mí me tiene intrigada desde hace años. He podido leer en numerosas páginas especializadas las dudas que siempre se plantearon algunos expertos en el tema: el hecho de que el vestido que sale al principio de la película no llevara raja en la falda. Esto queda patente si nos fijamos en los andares tan especiales de Audrey cuando pasea en dirección hacia Tiffany, unos andares cortos y salerosos que dejan patente que el vestido es cerrado en su parte baja mostrando una cierta forma de globo. Mientras que el vestido que aparece en todas los carteles publicitarios de la película, al igual que el expuesto en la muestra, deja visible la pierna izquierda de la modelo a través de  una gran abertura lateral.

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¿Será realmente el mismo vestido que diseño Givenchy el que llevaba Audrey en la primera escena de la película? o ¿quizás se tratara de un diseño que adaptara Edith Head, jefa de vestuario de la Paramount Pictures, en el último momento? ¿Es posible que consideraran demasiado provocativo el diseño de Ghivenchy y optaran por rodar la película con un vestido algo más recatado?

Me he propuesto investigar a fondo sobre el tema y ver si doy con la respuesta a todas estas preguntas. Os iré contando si descubro algo digno de ser mencionado.

Una muestra a la que por supuesto os recomiendo a asistir, si sois como yo unos enamorados del verdadero arte de hacer moda.

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Bibliografia:

@Museo Thyssen

Fotografías: @ María Vintage Photography

Horarios y fechas

Museothyssen.org

 

Las joyas de Ava

Ava Gardner fue de una belleza exuberante, fuerte, impetuosa y siempre indomable. Puro glamour y sensualidad, y otra gran coleccionista de joyas.

La actriz fue propietaria de una clásica colección de joyas, en su mayor parte datadas en las décadas de los 60 y 70. Colección que, a pesar de la exótica belleza de la actriz, sorprende por su estilo enormemente discreto.

Quizás una de las primeras joyas que entrara a formar parte de su colección, fue el anillo de compromiso que le regalara Mickey Rooney el día que anunció su compromiso. Fue en una sonada fiesta en Romanoff. Mickey la obsequiaría con un fabuloso brillante de corte escalonado, con un peso de 6,35 quilates.

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Otra de las piezas emblemáticas de su colección fueron un elegante juego de  pendientes de diamantes, diseñados en forma de ramo de flores, con colgantes intercambiables. Podía usar gotas de diamantes en forma de pera, gotas de jadeíta, unas imponentes gotas de esmeraldas y diamantes o perlas cultivadas coronadas con diamantes. En la película «El puente de Cassandra» llevaba estos pendientes con las gotas de perlas, así como casi todas sus otras importantes joyas. Una pieza muy versátil con un precioso y clásico diseño.

Ava contó en su colección con un impresionante anillo con un zafiro de “Cachemira”, un regalo de Howard Hughes que la actriz devolvió a su propietario cuando terminaron su relación. Los zafiros de “Cachemira” no son piedras cualquiera, son los zafiros más famosos y cotizados del mundo, y poseen un excelente color azul de un tono adormecido que ha sido descrito como “zafiros de terciopelo”. Debido a su extrema rareza estas piedras tienen una reputación casi mítica.

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Los zafiros de Cachemira pocas veces se muestran, incluso ni siquiera en las subastas más importantes. Para que os hagáis una idea de su precio y rareza, la última pieza importante que salió a subasta fue en abril de 2007 en una subasta en Christie’s, en la que se vendió un zafiro de Cachemira con forma de cojín de 22,66 quilates, engarzado en un colgante rodeado de diamantes, por valor de $ 3.064.000 a un comprador anónimo.

Como la mayoría de las mujeres de su generación, Ava amaba las perlas. Para su boda con Frank Sinatra en 1951 eligió llevar un collar de perlas de dos vueltas y unos pendientes de diamantes y perlas a juego.

Pero la mejor pieza de toda la colección era un anillo de esmeraldas y diamantes de Van Cleef&Arpels. La esmeralda, una pieza de 4,6 kilates de facetado casi perfecto y un vibrante y fantástico color verde, se engastó, dentro de un cerco de pétalos de diamantes, en Nueva York en 1961 en la joyería Van Cleef&Arpels, con un diseño muy de moda en la época.

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Otras de las piezas destacadas de su colección son:

  • De Van Cleef&Arpels una muy atractiva pulsera flexible de diamantes creada a principios de los 60. De la misma firma y época son dos broches de diamantes en forma de flor. El centro de uno de los broches llevaba esmeraldas engastadas y una bonita pulsera de diamantes y perlas cultivadas.
  • Y un broche de diamantes y perlas cultivadas del Misisipi diseñadas en forma de un ángel sentado en una nube, con corazones de rubí.

Queda patente que el joyero preferido de Ava fue Van Cleef&Arpels, siendo ellos los artífices de casi todas sus joyas más importantes.

En comparación con muchas de las actrices contemporáneas de Ava su colección de joyas era pequeña, aunque consistió en una de las mejores, más estilosas y clásicas de la época.

En 1989 decidió vender parte de su colección de joyas en Nueva York. El resto de su colección salió a subasta poco después de su muerte en Londres.

Siempre será recordada como “El animal más bello del mundo”, y su colección de joyas como una de las más clásicas de su época.

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BIBLIOGRAFIA

Avagardnermito.blogspot.com

Gemselect.com

“Hollywood Jewels” by Penny Proddow, Debra Healy and Marion Fasel

Imágenes:

Pinterest

Sam Levin

Helmut Newton

Un mes más, llega mi proyecto con El Objetivo Mágico.

Parece mentira como pasan los meses… Y aún suena más raro pensar que solamente nos queda un mes para cerrar esta etapa tan fructífera de mi vida fotográfica.

Este mes el protagonista ha sido Helmut Newton, él ha sido nuestro maestro a replicar. Y yo he vuelto a contar con la inestimable ayuda de Mónica Giannini como modelo. Creedme que si no hubiera sido por ella este reto no habría sido igual.

Helmut Newton es, probablemente, el fotógrafo que elevó la fotografía erótica a su nivel más glamuroso. He leído que le llaman el creador del “Porno Chic”, y creo que estas dos palabras definen su controvertido estilo a la perfección. Es el máximo representante del vouyerismo en la fotografía.

El gran salto a la fama le llegó en los años 50, cuando comienza una serie de colaboraciones con el Vogue Australia que le llevan en pocos años a París para trabajar en el Vogue francés.

En 1976 publicó su polémico libro White Women, en el que recogía la vida de las prostitutas de la rue Sain-Denis. Todo en sus imágenes desprende provocación, mezclada en un cóctel de glamur y, quizás, algo de violencia. A mí me ha costado bastante elegir imágenes que le representaran y con las que me sintiera en cierta medida identificada, su obra me resulta demasiado provocativa y, en algunos casos, hasta violenta.

Manolo Blahnik dijo de su obra: “La estética femenina de Newton era única. Fue un hombre que fotografió a mujeres que realmente parecen mujeres”.

Este es el resumen de mi trabajo de este mes, en el que una vez más tengo que dar las gracias a Mónica y en el que me hace especial ilusión que estemos las dos juntas en una de las fotografías.

Espero que os guste nuestro trabajo.

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Y lo más divertido de todo fue el making off de esta foto:

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Marie Curie: brillar en tiempos de hombres

Nació en Polonia en el seno de una familia muy humilde, pero sería Francia el país que muy pronto se cruzaría en su camino para marcar una vida digna de estudio, no solo por la impresionante parte científica, sino por la valentía y la capacidad de sacrificio, dos cualidades de las que Marie Curie hizo gala durante su compleja vida.

Nacida en 1867, fue pionera en tantos frentes que solamente citar algunos de ellos bastan para que uno se haga a la idea de la grandeza de esta mujer, la primera en recibir no solo un Premio Nobel, sino dos; la primera en licenciarse en Ciencias en La Sorbona, la primera en tener una cátedra y en ser enterrada por sus propios méritos en el Panteón de Hombres Ilustres de París.

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Una persona fascinante, maravillosa, que luchó por tener su propio camino en una época en la que las mujeres no podían hacerlo. Vivió en una sociedad, por más avanzada que fuese la gala en esa época, en la que tanto las funciones intelectuales como las responsabilidades públicas pertenecían únicamente al género masculino, pero eso no fue un impedimento: luchó por demostrar su valía con la paciencia del que sabe que antes o después logrará lo que se proponga.

Marya Skłodowska, Marie Curie, a pesar del aspecto siempre austero y algo frío que reflejan las imágenes que se conservan de ella, fue una mujer apasionada, tanto por su vocación científica como por su esposo, Pierre Curie.

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Lo conoció a los veintisiete años, cuando ya se había licenciado en Física con el número uno de su promoción y ya se hacía llamar Marie. En él encontró lo que cualquiera definiría como su media naranja, un compañero en la ciencia y en el amor con quien tuvo dos hijas y junto al que desarrolló una carrera que, injustamente, se vio truncada a los once años de casados, cuando él murió atropellado por un coche de caballos.

Ambos eran científicos, sí, pero también humanistas, dos personas profundamente concienciadas por la problemática social.  Marie se sumió en una profunda tristeza, pero supo vivir más allá del dolor constante de la pérdida de su esposo, de alguna manera supo reinventarse y sacar adelante a sus hijas. También en esto fue una persona ejemplar: Irène, la mayor del matrimonio, ganó un Nobel de química, aunque falleció a la temprana edad de cincuenta y nueve años, como consecuencia de las radiaciones.

Igualmente, a Marie Curie le pasaría factura toda una vida dedicada al radio. Era un precio que ella estuvo dispuesta a pagar. Durante décadas, vivió acosada por una enorme fatiga, era una mujer débil con solo sesenta años.

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A pesar de ser experta en la materia, ni ella ni su esposo supieron ver el peligro al que se enfrentaban con sus experimentos. Y ese peligro acabó haciéndose tan presente que en 1934, a los sesenta y siete años de edad, fallecía en París.

Dejaba para la posteridad sus descubrimientos, sus galardones y, sobre todo, su espíritu voluntarioso. El de una mujer que supo llegar mucho más lejos de lo que la sociedad de ese momento estaba dispuesta a permitirle. Una mujer para quien nunca existieron los límites, y que merece ser recordada tanto por su contribución a la ciencia como por su valentía.

Artículo escrito por @Esther Ginés

Fotografias

@MaríaVintagePhotography

@Pinterest

Las joyas testigo de una bella historia de amor de la Roma del Renacimiento: Margherita Luti

Cuenta la leyenda que Raffaello Sanzio, más conocido como Rafael, se enamoró de Margarita Luti al ver cómo limpiaba sus pies en las aguas del Tiber. Su amor fue tan intenso y apasionado que no conseguía concentrarse en terminar la obra que le habría encargado el rico banquero Agostino Chigi. Hasta tal punto llegó la desesperación del banquero, que terminó instalando a Margarita en una zona de su palacio cercano al lugar de trabajo de Rafael, hasta que éste finalizara el proyecto.

Y es en éste y otro retrato de Margarita en los que aparecen las joyas históricas de las que hoy os quiero hablar. En las impresionantes pinturas “La Veleta” y «La Fornarina».

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En La Veleta, obra firmada en 1516 en el que Margarita aparece ricamente vestida y velada con lo que parece un manto de seda, luce sobre su cabello como llamativo adorno una perla y un rubí, casi pegado a un descuidado rizo que quizás nos quiere  dejar entrever su adúltera vida. Rafael plasma en el lienzo la belleza de una mujer serena y tranquila. Esta pieza es muy similar a la que luce Margarita en La Fornarina, casi pegada a un turbante, complemento muy de moda en la época. Diría que las dos piezas que luce en el pelo son prácticamente iguales, y hoy hemos querido traerlas hasta aquí. Una sobre una sutil gasa blanca y la otra sobre un rico brocado de seda.

Pero indaguemos algo más en la apasionante vida que tuvo Margarita y en la profunda historia de amor entre Rafael y ella…

En 1514 Rafael se comprometía con María Bibbiena, la sobrina del cardenal Medici Bibbiena, pero su matrimonio nunca llegaría a consumarse. Su mente y su corazón siempre estuvieron junto a su verdadero amor: Margherita Luti, «La Fornarina». Margherita era la  hija de Francesco Luti, dueño de la panificadora «Fornaio de Siena», y parece que su humilde condición no la hizo digna de contraer matrimonio con un artista de la talla de Rafael, por lo que tuvo que conformarse con ser su amante hasta la muerte del artista.

Es muy posible que la prueba más sugerente de esta aventura sea su oleo «La Fornarina», en el que Margarita aparece semidesnuda, sutilmente tapada  por una suave y fina seda, sosteniendo en su delicada mano uno de sus pechos. Una imagen más que sugerente de la pasión que debía unirles a ambos. Parece que esta obra permaneció oculta en su taller, siendo muy pocos los que la conocerían.

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Al igual que con todas las buenas historias de amor, la historia de Rafael y la Fornarina tiene un final amargo. Después de una noche de amor, Raphael cayó gravemente enfermo y murió 15 días después. El artista logró escribir su testamento, teniendo en él muy en cuenta a su querida, a la que legó la suficiente fortuna para terminar su vida con tranquilidad. Pero tal fue  el amor de Margarita por el artista que a su muerte solo encontró consuelo en el  Convento de Santa Apolonia, una pequeña residencia en Vía di Santa Dorotea en el que viviría hasta su temprana muerte, no llegando nunca a disfrutar las riquezas que le legara su amado.

Una de las más bellas historias de amor de la Roma del Renacimiento, unida a una joya que ya pertenece a nuestra exclusiva colección de joyas históricas.

Bibliografía:

Amantedeldelirio.blogspot.com.es

Slate.com

Mozzarellamamma.com

Galeriebalzac.blogspot.com.es

Micasaesmimundo.blogspot.com.es

Imágenes:

@María Vintage Photography

@Pinterest

 

Las joyas de la alta sociedad Renacentista: Lucrecia Panciatichi

Lucrezia, la bellísima esposa del político florentino Bartolomeo Panciatichi, ha llegado hasta nosotros en un retrato ausente de fondo, en el que parece que Bronzino, el artista renacentista que lo pintara, sólo quisiera fijar nuestra mirada en la aristócrata florentina.

Y no es para menos… En su estilizado y elegante cuello blanco descansa un precioso collar de perlas, con un broche colgando y una larga cadena de oro con una pequeñísima placa de oro con esta inscripción grabada: «Sin fin amour Duré” en alusión al amor y la fidelidad.

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Y en su mano izquierda esta dama renacentista luce un pequeño anillo de oro y rubíes que bien podría haber sido su sortija de pedida, y que es la pieza protagonista de nuestra colección de Joyas Históricas de hoy.

El suntuoso vestido de satén rosa y pesado terciopelo rojo, enmarca su belleza fría y serena. Bronzino realiza un sorprendente juego de luces y sombras con la tela a lo largo de toda su figura.

Lucrezia sujeta con la mano derecha un pequeño libro de oraciones apoyado en su rodilla. Parece que estuviera esperando el preciso instante en que Bronzino la dijera que ya había terminado de pintarla, para continuar leyendo con total naturalidad.

Esposa del humanista y político Bartolomeo Panciatichi desde 1528, Lucrecia Panciatichi fue inmortalizada junto a su esposo por el artista florentino Angelo di Cosimo, il Bronzino, (1503-1572), que siempre trabajó a la sombra de Miguel Ángel. En aquella época el arte de la ciudad de Florencia estaba dominada por dos grandes nombres: el de los Medici y el de Miguel Ángel.

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Bartolomeo Panciatichi era hijo natural de Bartolomé el Viejo y perteneciente a una familia muy influyente de comerciantes de Pistoia. Propietarios de una gran empresa comercial en la ciudad francesa de Lyon, que en ese momento era un centro cultural y comercial debido a la estratégica situación de la que disfrutaba, al estar entre Francia, Italia, Suiza y Alemania.

Bartolomeo prefirió seguir la carrera política y humanística, abandonando el negocio familiar que dejó en manos de algunos familiares cercanos a muy temprana edad. En Lyon conocería a Lucrezia y a los pocos años toda la familia se trasladaría a Florencia.  Allí llegaría a ocupar importantes cargos políticos  y se convertiría en uno de los personajes más influyentes de su época.

Y su esposa, una dama que en este retrato descansa solemne, recatada, elegante, fiel y serena representa en su conjunto a las mujeres de la alta sociedad del Renacimiento.

Giorgio Vasari se refirió a esta obra con estas palabras: «… los retratos de él y su esposa, tan naturales que parecen realmente vivos, y no extraña sino el espíritu»

Los dos retratos del Bronzino pueden disfrutarse en la galería de los Uffizzi de Florencia.

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BIBLIOGRAFIA

Abcgallery.com

Wga.hu

Virtualuffizi.com

Eresie.it

Imágenes: María Vintage Photography 

Merle Oberon y el collar más fotografiado de Cartier

Merle Oberon es el nombre artístico de Estelle Merle O’Brien Thompson, actriz británica nacida en Tasmania a principios del S.XX, y la primera protagonista de nuestra nueva sección “Grandes coleccionistas de joyas”.

Merle Oberon vivió en la India hasta cumplir los 17 años, edad a la que se trasladó a Londres instalándose allí con la ilusión de triunfar en el cine.

Su gran golpe de suerte vino cuando en 1930 el productor y director Alexander Korda la descubriera por casualidad, el pulió su imagen y la convirtió en una de las grandes damas del cine británico de los años 40. Terminaron casándose y fue él uno de los primeros que comenzó a regalarla carísimas joyas.

Merle Oberon aparece llevando el fabuloso collar que parece ser Napoleón Bonaparte regalara Baronesa Haussmann.

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Una de las primeras piezas que adquiriría es un antiguo collar de diamantes y esmeraldas que, al parecer, fue un regalo de Napoleón III a la Baronesa Haussmann. Se cree que fue un obsequio en agradecimiento a la labor de modernización que llevara a cabo su esposo en el París de mediados del S.XIX. Gracias a esta majestuosa y polémica reforma París se trasformó, en menos de dos décadas, de ciudad medieval a la más moderna capital del mundo. Merle lució la pieza en películas como “El divorcio de la señorita X” y en «Of love and desire» (no hay versión española). Merle Oberon le quitaría dos lágrimas al collar para hacerse unos pendientes y luciría la parte central, que también se trasformaba en broche, en numerosísimas ocasiones.

Merle Oberon aparece llevando el clip de tres flores de Cartier, Londres, que originalmente formó parte de una horquilla para el pelo Photocourtesy of Fine Art America.

En 1939, tras su matrimonio, Alexandre la regalaría una de las piezas para mí más bella de su colección: una pieza de Cartier consistente en tres broches en forma de rosa ya abierta, dos exactamente iguales y la otra un poquito más grande. Este último tiene un detalle encantador: los pistilos son diamantes que están montados con un poco de movimiento, lo que le da a la pieza una belleza muy especial. Estos tres broches originariamente fueron diseñados para ser lucidos como horquillas en la cabeza, pero Merle los lució casi siempre como broche o incluso como camafeo, resultando siempre sensacionales. Lamentablemente, al vender su colección tras su muerte, las tres piezas se vendieron por separado.

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Se da la casualidad de que pocos años más tarde la por entonces Princesa Isabel de Inglaterra recibiría, con ocasión de su boda con el Príncipe Felipe de Grecia, de manos del Nizam (un título nobiliario musulmán) de Hyderabad y Berar (dos provincias de la India), un juego idéntico de horquillas montados en una tiara, que también estaban diseñados por Cartier. Isabel II desmontó los diamantes de la tiara para hacer una nueva de rubíes y diamantes. Sin embargo, mantuvo las tres horquillas de rosas que ha lucido a menudo.

Pero quizás la pieza más espectacular de su colección sea el collar de diamantes y 39 cuentas de esmeraldas barrocas, que Korda la regalara en 1939 de inspiración indú. La pieza encajaba a la perfección con la exótica belleza de Merle Oberon. El collar, con un diseño muy original para la época, sorprende no solo por el tamaño de sus esmeraldas sino por la peculiar forma en la que están montadas, ya que su diseño permite que las cuentas giren 360º sobre la pieza de diamantes que la sujeta, encajando así a la perfección y  luciendo con una caída elegante y sensual.

La historia de su compra es ciertamente curiosa, demostrando una vez más cómo los humanos siempre deseamos más fervientemente aquello que creemos ya ha adquirido otro. Parece que la pieza iba a ser adquirida por la diseñadora Elsa Schiaparelli. Merle vio el collar en el escaparate de la tienda de París, y cuando entró a preguntar por la pieza el vendedor la dijo que alguien más estaba interesado en adquirirlo. Esto es algo que, curiosamente, sucede algunas veces en el comercio y que los clientes interpretan como una estrategia que los vendedores utilizamos para acelerar la venta. Merle realmente no creyó lo que le contaba el vendedor y pensó que era una táctica para acelerar la venta.  Pero a los pocos días se daría cuenta de que el vendedor no mentía, pasó por el escaparate y el collar no estaba. Su misteriosa rival se encontraba en una de las habitaciones privadas de la joyería probándose la pieza.

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Al día siguiente Merle volvió a pasar para ver si seguía en el escaparate, y en ese preciso instante vio salir a Elsa Schiaparelli. Su misteriosa rival ya tenía cara y el collar ya no estaba en el escaparate. Debió regresar con tal cara de desolación que su esposo se puso el sombrero, salió a la calle, entró en la joyería, preguntó por el collar y, para su sorpresa, salió con él en la mano. Las fabulosas 29 esmeraldas ya podrían lucir en su exótico cuello para siempre.

Merle disfrutaría de esta pieza hasta su muerte.

Cartier 1938, 29 impresionantes gotas de esmeralda barrocas, montadas en platino y diamantes, con un largo de 44 cm y rematado en 2,642,500 CHF. Uno de los collares de Cartier más fotografiados de su historia. Link al collar:

Otras de las piezas destacadas de su colección son:

  • Un juego de dos horquillas diseño de Cartier de diamantes en forma de flores, una con el pistilo engastado con diamantes y la otra con pistilos de rubíes. Se podían llevar juntos o por separado como horquillas, o se podían montar en una pulsera de tiras de diamantes para formar un impresionante cierre. Merle llevó esta pulsera junto con la horquilla de tres rosas en la película «Viaje sin retorno» en 1940.
  • Un broche floral de zafiros y diamantes de Cartier, también desmontable, para llevar como horquilla. Llevaba engastado un gran zafiro ovalado y con los pétalos de diamantes. El tallo de diamantes se vendió por separado, sin mencionar el hecho de que se podía montar en la horquilla. Merle llevó la pieza unida en muchas ocasiones, llevando también la horquilla en una banda de terciopelo como gargantilla o sobre una pulsera de platino que Cartier también había fabricado. Estoy segura de que Merle no solo adoraba las joyas de Cartier por su calidad y belleza, sino también por la versatilidad que siempre proporcionan sus diseños.
  • A finales de los 50 y 60 adquirió y modificó un gran número de joyas. Paso bastante tiempo viviendo en Roma, donde adquirió de Bulgari un broche de diamantes y un broche engastado con rubíes y diamantes. Bulgari también creo para Merle un elegante bolso en un inusual diseño de bellotas, con el cierre de oro con turquesas y diamantes engastados.
  • Van Cleef&Arpels fue otro de los diseñadores preferidos de Merle durante los 70, destacando un juego de broche, pendientes y collar de turquesas y diamantes; un collar de diamantes y coral rosa que se podían convertir en un broche y pulsera.
  • Merle tenía también una pequeña, pero buena, colección de rubíes. Ésta incluía un espectacular collar de rubíes y diamantes de David Webb, que también creó para ella un anillo a juego y unos pendientes de rubíes y diamantes cada uno con rubíes ovalados en el centro de gran tamaño.

La mayoría de estas piezas se vendieron en la subasta que se celebró en Nueva York el 22 de abril de 1980, justo un año después de su muerte.

Merle Oberon tuvo una verdadera colección de joyas de cine.

Fotos y Biografía:

Edition.cnn.com

Polyvore.com

Revivaljewels.com

Expertizarebijuterii.wordpress.com

Jewelsdujour.com

 “Hollywood Jewels” by Penny Proddow, Debra Healy and Marion Fasel

Karen Blixen: la fuerza de una mujer escondida bajo el seudónimo de un hombre

Más conocida como Isak Dinesen, el seudónimo masculino bajo el cual publicó la mayoría de sus textos, la escritora danesa Karen Blixen (1885-1962) fue una mujer de vida fascinante y de pluma prolífera. Hemingway, que era más bien poco dado a los halagos, dijo que se hubiera sentido feliz si el Nobel de Literatura se lo hubieran dado a ella.

Karen Blixen tuvo una granja en África, al pie de las colinas de Ngong, eso como saben lo popularizó de maravilla la película de Sydney Pollack durante la década de los 80. Fracasó sentimental y personalmente en esas tierras que tanto amó y en las que cultivó café, pero su fuerte voluntad logró que se repusiera y, de vuelta a su país de origen en los difíciles años 30, comenzase a publicar con diversos seudónimos masculinos.

No eran buenos años para que las mujeres brillaran con luz propia, y de alguna manera la aristócrata lo aceptó. Afortunadamente, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y a día de hoy es considerada una mujer de gran valía y una notable narradora.

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Sus recuerdos de África son lo que mejor nos ha llegado, acaso demasiado idealizados o barnizados de excesivo romanticismo –el cine, de nuevo, se ha encargado de ello–, pero la baronesa fue además una magnífica cuentista, no sólo plasmando historias en el papel, sino que era de las que narraba a viva voz en los eventos sociales a los que acudía.

Dejaba a todos fascinados por su fragilidad física, sus turbantes y sus ojos maquillados con kohl negro, así como por las leyendas que circulaban sobre ella. Se decía que se alimentaba de ostras y de champagne, aunque ella defendía que solo tomaba aquello que le sentaba bien a su cuerpo. “Soy vieja y como lo que quiero”, sostenía.

Enferma de sífilis desde su matrimonio con el barón Bror Blixen-Finecke, no pudo tener hijos y llevó una vida en la que la imaginación y la literatura tuvieron un gran peso. Gran amante de Shakespeare, confesaba que su libro favorito eran Las mil y una noches, y como buena soñadora, mantuvo la esperanza de regresar a Nairobi, pero la Segunda Guerra Mundial truncó ese anhelo.

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Quizás, la fortaleza de su espíritu radica en su escasa fortuna en el amor: su matrimonio hizo pronto aguas por las infidelidades de él y su intensa relación con el británico Denys Finch Hatton se vio truncada por la muerte de este en un accidente de aviación.

El estilo de Karen Blixen no se asemeja al de otros autores coetáneos, tal vez porque sus orígenes escandinavos fueron moldeados por las experiencias en el continente africano. El peso del pasado, tanto en su vida como en su obra, es una de las claves para entenderla.

Su interesante correspondencia, publicada en español hace unos años, contiene cartas a su fiel sirviente en Kenia; en ellas le expresaba lo mucho que lo hubiera gustado regresar a su casa para hablar con él de los viejos tiempos, esos tiempos en los que tenía una granja en la lejana Kenia.

mujeres-iconicas-karin-blixen-vintage-by-lopez-linares-(5)Artículo escrito por @esther Ginés

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