Durante estas semanas hemos disfrutado muchísimo, viendo en la pantalla, los bolsos que los personajes femeninos de #SeisHermanas, nos han ido mostrando capítulo tras capítulo.
No hablamos tan solo de los bolsos que han lucido en las grandes fiestas o eventos sociales, sino en sus bolsos de diario. Los bolsos con las que las vemos pasear por El Retiro, por las calles del Madrid de principios del siglo XX, merendar, ir de compras a la Villa de París o acudir a trabajar la fábrica Tejidos Silva.
Haciendo un rápido recorrido por la historia del bolso de mano, apreciamos que surgen como una necesidad que se va moldeando a las modas de cada época, hasta convertirse en un complemento imprescindible para las mujeres y los diseñadores.
En la Antigüedad las prendas de vestir utilizadas eran las túnicas y los mantos. No tenían bolsillos y por ello llevaban pequeñas bolsas-monederos, hechas con piel de animales. Así surgen los primeros bolsos de mano que se utilizaban sobre todo para llevar semillas, objetos religiosos y medicinas. Eran llevados por hombres y mujeres.
En los siglos XIV y XV los nobles y burgueses, con una vida con mucha más movilidad y actividad social y económica, necesitan una forma para llevar sus pertenencias que sea acorde a su estatus. Así surgen las limosneras, que son verdaderas joyas de artesanía. Elaboradas en tejidos lujosos como la seda y bordadas, que solían llevar sujetas a los cinturones. Llaman muchísimo la atención los cierres de estas limosneras, realizados en oro o plata, que en algunas ocasiones reproducían en miniaturas catedrales góticas.
Durante el siglo XVI, y con la moda de prendas rígidas y con mucho volumen del Renacimiento, las pertenencias y las monedas se guardan en el interior de las voluminosas faldas de las mujeres, o de los grandes jubones de los señores. Estas pequeñas bolsas en ocasiones eran cosidas a la ropa, y por lo tanto los bolsos decaen en el uso, como complementos a la vista. ¿Será este el origen de los bolsillos?
Pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Se produce un gran cambio en la forma de vestir de la mujer. Desaparecen los corsés, la rigidez y se imponen los vestidos-túnicas confeccionados en tejidos claros y ligeros.
Con estos nuevos vestidos ya no es posible esconder las pertenencias en el interior de la ropa, y resurge así el uso de un pequeño bolso denominado retículo. Estos pequeños bolsos ya formaron parte imprescindible del armario femenino y vemos el primer paso hacia un artículo de moda imprescindible para nosotras.
En la época en la que se desarrolla la serie, principios del siglo XX, los bolsos en su mayoría son bordados a mano o con abalorios metálicos. Estos bolsos utilizaban perlas, seda, terciopelo y de ganchillo fino y costura.
Unos bolsos coquetos, muy femeninos, y pequeños. Muy pequeños para lo que una mujer del siglo XXI acostumbra a llevar en un bolso de diario.
Ello nos ha hecho vaciar el contenido de nuestro bolso y hacer un repaso a lo que vemos sobre la mesa: El móvil, un cargador portátil de la batería, memorias USB y pendrives, las llaves de casa, las del coche, la cartera a rebosar de muchas tarjetas, artículos para retocar el maquillaje varias veces al día, pañuelos de papel, etc.
¿Y… qué llevaban en su bolso las mujeres en 1913? Un peine, sales aromáticas, un pañuelo y posiblemente algunas monedas.
Muchas de las cosas que a día de hoy encontramos en nuestros bolsos de diario, nuestras queridas Seis Hermanas, ni siquiera pueden imaginarlas.
Texto @Rus Martinez Cantero