Corría el año 1810, cuando un joven joyero llamado Isaac Marquand decide marchar de la ciudad de Savannah (Georgia) a Nueva York, con el sueño de convertirse en un famoso e importante, empresario.
En poco tiempo estaba abriendo su pequeña joyería junto a Erasto Barton en una calle cercana a Broodway. La joyería llama la atención en seguida, ya que fue la primera que utilizaría escaparates de cristal para su fachada, haciendo las delicias de los transeúntes y convirtiéndose en un fantástico reclamo para los clientes.
Como era costumbre en esa época en la joyería se vendían, además de joyas, diversos artículos como lámparas, porcelanas, objetos de plata, … Ellos se especializan en objetos conmemorativos, teniendo como cliente a la academia militar de West Point, a la cual proporción los famosos anillos conmemorativos de la academia.
El año 1851 ellos fueron uno de los pocos joyeros estadounidenses invitados en la Exposición Universal de Londres. Esto les facilitó que el Príncipe de Gales se fijara en su trabajo y encargara varios regalos de plata a la citada joyería.
En 1876 dan el gran salto y se trasladan, con gran vista comercial, a un hermoso edificio de la Quinta Avenida con la calle 48. Es la primera joyería que se instala en esta gran zona comercial de Nueva York. En ese momento el inventario de la tienda se centra exclusivamente en joyas y objetos de plata.
El sueño de Isaac se está haciendo realidad, y la joyería es considerada una de las más importante de Nueva York. Es invitado a exposiciones donde expone sus joyas junto a joyeros de la categoría de Tiffany, Whiting o Gorham.
En 1911 la industria del cine de Hollywood se fija en Black Starr & Frost, y van pasando por su tienda todas las estrellas del celuloide como Marilyn Monroe o Peggy Hopkins Joyce, que adquirió el diamante azul facetado más grande del mundo. Tras ellos toda la alta sociedad americana, incluyendo presidentes, son clientes.
Black Starra Frost llega a tener treinta y tres establecimientos, que se irán perdiendo con los años hasta que en el año 2006 Alfred Molina, un joyero y experto gemólogo de origen cubano, compra la firma y decide volver a darle el esplendor que tuvo.
Abre una espléndida y elegante joyería con vistas al puerto de Newport Beach (California), y un poco más tarde en 2015 inaugura en Phoenix (Arizona) otra elegante y fantástica joyería Black Starr Frost.
El tiempo dirá si su nuevo dueño hace realidad su sueño , como le ocurrió a Isaac Marquand.
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