A través de este precioso término nos referimos a objetos antiguos de diseño artístico y buena calidad. La palabra, y sobre todo la esencia del término vintage nos hace pensar en diferentes cosas a cada uno de nosotros: ropa, joyas, decoración… Y aunque a día de hoy solemos asociarla a moda y diseño, yo no puedo olvidar su origen.
Vintage, palabra inglesa preciosa en su sonoridad, que podría traducirse como “vendimia». El término vintage lo usaban las bodegas para referirse a aquellos los vinos que se producían con sus mejores cosechas y eran añejados.
Por eso creo que en mi caso, siempre que escucho la palabra vintage me vienen a la cabeza burbujas… Burbujas de champagne.
Cierro los ojos e imagino aquella mágica noche de 1670, en la cava de la abadía de Hautvillers. Sobresaltado por el estallido de una botella, su abad Don Pierre Pérignon, descendió a la bodega y tras probar el vino que se había derramado, despertó a los demás monjes con un grito que ha hecho historia: «¡Venid, hermanos, venid! ¡Estoy bebiendo estrellas!». Por supuesto, se trataba de champagne.
Vintage es calidad, es exclusividad, es historia y es estilo.
Por ello cuando pienso en el monje Pierre Pérignon podando los viñedos para que no alcanzaran más de 90 cm. de altura. Recogiendo sólo las uvas que estaban enteras, y solo cuando hacía frío. O poniendo telas húmedas sobre los racimos que estaban al sol, para conservarlos frescos y no permitiendo que ningún tipo de maceración cambiase el sabor del mosto… el concepto vintage alcanza su máximo esplendor en mi cabeza.
La primera cosecha de Dom Pérignon vintage fue de 1921. Y cada nuevo vintage se crea a partir de las mejores uvas de una misma añada. Si esa añada no cumple con el ideal de excelencia, se descarta para ser un Vintage.
Hay una historia ocurrida en Julio de 2010 que es realmente fascinante:
Un grupo de buceadores encontró un barco hundido en el mar Báltico, probablemente el buque naufragó entre 1825 y 1830.
¿Dónde se dirigía el barco? ¿Quién era el destinatario del tesoro que transportaba? Preguntas a las que seguramente hoy ya no encontraremos respuesta.
Pero lo que si sabemos es cuál era el botín de ese barco: 145 botellas de champagne francés.
Un barco que naufragó hace casi dos siglos, y lo más apasionante de esta historia es que 79 de estas botellas, de tres marcas muy conocidas: Veuve-Clicquot, Juglar y Heidsiek, están en perfectas condiciones para su consumo.
Parece ser que la temperatura constante del agua, la oscuridad del fondo del mar y la presión dentro del propio envase consiguió que el champagne conservara todas sus cualidades gustativas.
No sabremos ya para quién eran esas botellas, ni el motivo de esa posible fiesta o acontecimiento al que se dirigían.
Pero lo que si sabemos es, que a día de hoy, hablamos del champagne más antiguo del mundo. Absolutamente vintage y apasionante.
Levanto mi copa con todos vosotros y acompañada de estas magnificas burbujas vintage, hago un brindis porque podamos seguir disfrutando de tantas cosas e historias bellas que nos rodean.
Artículo escrito por Rus Martínez Cantero. Rus es Social Media Strategist especializada en identidad digital y este mes Blogguer invitada en “Vintage By López-Linares”. Mil gracias.
Imágenes: ©Traveler.es y ©María Vintage Photography