Tener a Rubens como maestro ya tiene que ser impresionante. Pero a Van Dyck no le debió impresionar el prestigio de su maestro, él ya era un maestro cuando se puso a pintar a sus órdenes.
La exposición del Museo del Prado, “El joven Van Dyck”, nos da la oportunidad de conocer los primero años de la obra de este genial artista, y os aseguro que os vais a quedar impresionados de lo que ya era capaz de trasmitir siendo apenas un adolescente.
La muestra es un paseo por la obra del maestro flamenco desde 1613 hasta finales de 1621. Estamos hablando de la temprana edad de los 16 a los 22 años. Después de esta época abandonaría su Amberes natal para partir hacia Londres, a la corte del rey James I, cuando el maestro contaba apenas 21 años. Son 90 pinturas y dibujos que nos atrapan casi sin darnos cuenta.
Me ha sorprendido leer que, después de permanecer unos meses en la corte de James I, partió en un viaje que duró cerca de 12 años por Italia y parte de Europa, conservándose de esos años un pequeño cuaderno de dibujo que le acompañó en toda esa aventura. El cuaderno se encuentra en la Nacional Gallery de Londres, y puedo aseguraros que en mi primer viaje a Londres lo primero que voy a hacer es ir a ver ese cuadernillo… Tiene que ser impresionante.
Van Dyck llegó a pintar en su etapa adolescente más de 160 cuadros. Para que os hagáis una idea, nuestro genial maestro Velázquez, coetáneo de Van Dyck, pintó menos cuadros a lo largo de toda su carrera.
De todos los cuadros que vi hay dos que llamaron especialmente mi atención. Fueron el retrato de Susana Fourment con su hija y un autorretrato que se hizo en 1615 con apenas 15 años.
El primero es un retrato muy familiar en el que aparece Susana con su hija. La niña sujeta a su madre con sus delicadas manitas. Me entusiasmó el reflejo del ropaje de seda de las dos y las joyas que portan ambas en el cuadro: la niña una sencilla pulserita de perlas, y su madre con una trenza en el pelo pero estupendamente bien decorada con una preciosa tiara de oro, bordado y piedras. Su maestro Rubens se casaría con la hermana de Susana años más tarde, y el propio hijo de Van Dyck contraería matrimonio con la niña de este retrato.
El segundo cuadro es un pequeño autorretrato de apenas 43 centímetros. Para mí, una de las joyas de esta exposición. Es la primera obra con la que nos topamos al entrar en la exposición, pero merece la pena dar marcha atrás y volver a verla antes de abandonar la sala definitivamente. Impresionante luz, impresionante mirada y unas ligeras y sueltas pinceladas en los detalles del rostro, que a mí me dejaron absolutamente prendada.
Nosotros, como siempre, tuvimos la suerte de contar con las explicaciones y la compañía de María de Cuenca. Ella consigue que veas las obras de una manera muy especial.
Os dejo el link a la página oficial de la exposición, por si queréis conocer algún otro detalle y os aconsejo que no os perdáis esta muestra.
Fantastica entrada que nos da una clara visión de lo que significó el mejor retratista del arte moderno. Gracias por compartirlo, y por tu mención hacia mi. Un besazo y muchas gracias!