Personalmente, para mí, una joya es aquella pieza que por su valor sentimental merece ser considerada como tal, independientemente del valor económico que por los materiales con los que está realizada posea. Sin embargo, la joyería para mí seria el arte de realizar adornos de oro, plata o platino con perlas o piedras preciosas o sin ellas.
Tradicionalmente usada por hombres y mujeres como signo de poder y estatus social, las joyas se asocian más en la actualidad al sexo femenino. Aunque también existen joyas para el uso y disfrute de los hombres, como gemelos, sortijas, brazaletes,…
El valor de una joya se define por la pureza del metal con el que está realizada, así como por el peso, la talla, la pureza y el color de las piezas que forman parte de ella.
Dentro de la joyería me gusta distinguir dos categorías. No es lo mismo hablar de una joya antigua, realizada por entero a mano por un maestro orfebre, que hablar de piezas posteriores y que ya incluyen en su realización algún proceso mecánico.
En 1805 Napoleón Bonaparte encargó a Etienne Nitot el diseño y realización de las joyas para su coronación. Este hecho abrió el camino a la introducción del diseño de joyas en el S.XIX, marcando un antes y un después en la historia de la joyería moderna. Marcas como Cartier, Tiffany, Bulgari y Fabergé abrirían sus primeros establecimientos en París, Nueva York, Londres y Moscú. Sería el inicio de lo que podemos llamar la era más productiva del diseño y fabricación de joyas.
Durante todo el siglo XIX se trabajó el oro de 9, 12 y 15 quilates. A partir de 1850 se introdujeron la mecánica en la producción de joyería y se pudieron abaratar algo los costes. Posteriormente, con la revolución industrial, la técnica y materiales cambiaron introduciéndose en la joyería materiales como el acero inoxidable, el titanio, los plásticos, el vidrio, la cerámica o la madera.
Más adelante hablaremos de la Bisutería, e intentaremos explicar las diferencias fundamentales entre estos dos conceptos.