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“Coco Chanel, la gran dama de la costura francesa”

10 septiembre, 2015

En pleno periodo de entreguerras, Gabrielle Bonheur, más conocida por el nombre con el que pasaría a la historia –Coco Chanel–,  revolucionó la moda y el mundo de la alta costura parisina, y además liberó a la mujer de los encorsetados trajes vigentes hasta ese momento. Su manera de concebir el cuerpo femenino, su corte de pelo, sus ideas y, por supuesto, sus diseños, siguen representando hoy en día un sello de prestigio.

Nacida en 1883 en un hogar muy humilde, desde los felices años veinte se convirtió en la gran dama de la moda gala. Reivindicó la figura de una nueva mujer: más liberada y moderna, con un peso mayor en la sociedad. Delgada, de pelo corto y vestida siempre con ropa cómoda y de corte ancho, su estilo garçonne sigue siendo imitado.

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Coco Chanel aprendió a coser a los doce años en un hospicio regido por monjas donde su padre la dejó tras enviudar. Allí pasaría los siguientes años de su vida. Siendo una adolescente con ganas de ver mundo, no es de extrañar que dejara el orfanato y se buscara la vida lo antes posible. Compaginó su trabajo en una mercería con actuaciones en La rotonde, un lugar de espectáculos donde lograría el mote de “la petite Coco”, por un tema popular que cantaba y que hablaba de una muchacha que pierde a su perrito Coco.

Años después, en París, su idea era abrir una tienda de moda, pero su origen humilde dificultaba el proyecto. En 1914 adquirió en las reconocidas Galerías Lafayette varias docenas de sombreros que ella misma reformó y puso a la venta. Su rotundo éxito demostró a Coco Chanel que podía cumplir su sueño: lanzar la añorada línea de modas. La primera tienda la abrió en el número 21 de la rue Cambon y al poco se atrevió con la elegante villa de Deauville, conocida por ser lugar de veraneo de la gente más glamurosa de ese momento. El éxito profesional se había instalado en su vida, aunque en lo personal el amor no le sonreía.

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Pasada la gran guerra, las revistas de moda se hacían eco de sus diseños. No dibujaba ni hacía bocetos, por lo que creaba los diseños directamente sobre sus modelos. Eso jamás fue un impedimento para ella. Pionera en utilizar el punto y el vestido camisero, fue también de las primeras en lucir bronceado –hasta ese momento, símbolo de la clase baja – y en cortarse el pelo. Y quién puede olvidar los trajes de tweed, el zapato de tacón bajo y las faldas plisadas de estilo marinero, otros de sus símbolos de identidad.

Instalada en el Ritz, siguió prosperando hasta la llegada del crack del 29, que le obligó a reducir la plantilla y a bajar el precio de sus modelos. A pesar de estas medidas, la situación no mejoraba y la modista decidió hacer las maletas y poner rumbo a Estados Unidos, donde ya se habían fijado en su talento. En esa época pasaron por su vida numerosos hombres, pero sus relaciones no eran exitosas.

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La II Guerra Mundial obligó a que de nuevo cerrase sus salones y volviera a París. Coco Chanel tuvo tiempo hasta para alejarse del mundo de la moda durante años, mientras residía en una suerte de exilio en Suiza. En los cincuenta, con más de setenta años, decidió reabrir sus puertas porque la energía le sobraba. Murió en 1971, tras una vida entre alfileres. Su estilo de concebir a la mujer sigue más vivo que nunca, no sólo en su ropa, sino en ese mítico Chanel nº 5, que tanto amaba Marilyn Monroe.

Texto @Esther Ginés

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