«Cien famosas vistas de Edo»

Hoy quiero rendir un sencillo homenaje al pueblo Japonés.

Os he traído hasta nuestro blog una preciosa vista del parque floral Dangozaka en Sendagi, inmortalizado por Hiroshige y perteneciente a su famosa colección de  grabados sobre plancha de madera “Las cien famosas vistas de Edo”. El grabado es de 1856.

En esta serie de grabados el artista japonés reflejó toda la belleza de los paisajes y costumbres japoneses, la luz en muy distintas horas del día y los distintos cambios que sufre su naturaleza en el trascurso de las distintas estaciones,especialmente de su capital Edo (actual Tokio).

La ciudad estaba siendo reconstruida tras otro devastador terremoto acaecido en 1855. Sin embargo, el artista no quiso mostrar los efectos de tan desoladora destrucción, sino que mostró la ciudad de forma optimista. De esta manera pretendía inculcar en la población un estado de animo jovial, positivo y vitalista.

El artista japonés inmortalizó en dos ocasiones más este precioso parque de la ciudad de Tokio, en el año 1857 en sus “Recuerdos Ilustrados de Edo”. El parque floral de Dangozaja en Sendagi, había sido fundado sólo unos años antes por el jardinero Kusuda Uheiji.

En nuestra imagen vemos, a lo largo de la orilla de un lago, un exuberante parque de cerezos en flor y varios visitantes ataviados con trajes de vivos colores paseando por la orilla, disfrutando de la breve, pero maravillosa época del  florecimiento de los cerezos. Al fondo vemos una escalinata muy empinada que sube hasta un cenador cubierto de paja. Arriba del todo les espera una espectacular vista: el barrio de Ueno y el estanque Shinobazu no ike.

En la parte más alta del grabado vemos un edificio de tres plantas,que parece ser, no se vio afectado por el terremoto de 1855. En cambio, el pabellón de té que queda a su lado quedó totalmente destruido. Hiroshige nos muestra en este grabado el edificio ya totalmente reconstruido.

La obra de Hiroshige estuvo muy reconocida en Europa y, años más tarde, algunos de los grandes maestros de la pintura europea, como Vincent van Gogh, realizaron copias de varias de sus pinturas. Tal es el caso de “Puente bajo la lluvia” (1887)  copia de El puente de Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina y  “Ciruelo en flor” (1887)  copia de Jardín de ciruelos en Kameido.

Van Gogh llegó a decir: «Con ojos japoneses se ve más; se siente el color de un modo distinto».

Esta es mi pequeña aportación. Deseo que, con la ayuda de todos, vuelvan a florecer de nuevo los almendros en Japón.

Actualmente se puede adquirir un ejemplar sobre la colección de grabados en esta dirección: «Cien famosas vistas de Edo»

El Look Garçon (1920-1930)

La década de los años 20 supuso el principio de nuestra emancipación. El hecho de que en esta década, después de una gran lucha, consiguiéramos votar libremente por primera vez, hizo que nos liberáramos de numerosas ataduras a las que habíamos estado sometidas desde siempre.

La libertad de voto vino unida a una libertad en muchos otros terrenos. Conseguimos abandonar los encorsetados vestidos, los enrevesados peinados, las tupidas medias negras y las faldas por los tobillos del S. XIX, y dar rienda suelta a una nueva mujer. Pasamos de ser sumisas amas de casa a protagonistas indiscutibles de importantes acontecimientos sociales. Comenzamos a llenar las universidades y nos convertimos en reinas de la noche. Las grandes fiestas, los conciertos de jazz, los teatros y los casinos fueron los lugares donde dimos rienda suelta a este nuevo estilo de vida.

Los grandes diseñadores de la época pronto entendieron los cambios que demandábamos, y adecuaron sus diseños a nuestro nuevo gusto: mangas cortas, grandes escotes, faldas por la rodilla, vestidos sueltos… Un estilo mucho más libre, deportivo y desenfadado de lo que nunca habríamos soñado llevar.

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Todos estos cambios dieron lugar a un look totalmente nuevo: “El Look Garçon”.

Este look, mucho más masculino de lo jamás imaginado, necesitó servirse de largos pendientes, medias de seda, infinitos collares de perlas y sofisticados complementos, para dar un toque más femenino a un look que quizás resultaba demasiado masculino para la época.

¿Y cuáles eran los imprescindibles del look garçon?: el pelo corto, la seda natural, el leopardo, los sofisticados turbantes, los flecos, las plumas, las largas boquillas, las pitilleras, los labios rojo carmín y, por supuesto, las ostentosas piezas de bisutería. Estos serian los signos que diferenciarían a la auténtica “mujer garçon” de sus antecesoras.

Fumar, conducir rápidos coches, practicar deportes como el golf o el tenis, bailar un charlestón o un tango, eran actividades que nunca antes habíamos soñado realizar, y que a partir de ese momento se convirtieron en algo imprescindible, en cualquier mujer que se preciara de estar a la última.

La exposición de Artes Decorativas de 1925 en París, y las revistas de moda como el Vogue (New York , 1892) y Gazette du Bon Ton (París 1912), fueron el auténtico trampolín para que el estilo garçon saltara a los salones de toda Europa y Estados Unidos rápidamente.

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Pero la gran revolucionaria en el mundo de la moda y la bisutería fue Coco Chanel. Chanel fue una visionaria, un genio de la alta costura y del diseño. Ella fue la auténtica mujer garçon.

Fue gracias a Chanel y a diseñadores como Trifari, Napier, Marcel Borcher y Eisenberg (de todos ellos iré hablando en posteriores entradas), que las grandes piezas de bisutería pudieron llegar a todas las mujeres del mundo. Mujeres que demandaban piezas con estilo y glamour, pero a un precio más accesible que las piezas de los grandes joyeros de la época. Chanel nunca consideró la bisutería la hermana menor de la joyería. Muy al contrario, siempre pensó en ella como una auténtica joya.

El estilo garçon se apagó con el crash de la Bolsa de New York en 1929 y la segunda guerra mundial en Europa. La industria del lujo desapareció, y  los grandes diseñadores de joyería y bisutería tuvieron que abaratar sus costes, recurriendo a materiales como la baquelita, el plástico, o la plata. De esta forma consiguieron seguir creando piezas de gran calidad  y diseño, pero a unos costes mucho menores.

Y tú, ¿te sientes identificada con el look garçon?

¿Qué opinas de los infinitos collares de perlas y las grandes piezas de bisutería?

Ilustración por gentileza de Pippisstrella

La joven de la perla ( J.Vermeer 1632-1675 )

Cuando he visto tantas veces un cuadro en distintas publicaciones o catálogos de pintura, y finalmente voy a encontrarme frente a frente con él por primera vez, me inunda una sensación de inquietud, de nerviosismo. Su  imagen me es tan familiar que  creo que no va a ser ya capaz de aportarme sensaciones distintas a las ya experimentadas. ¿Será más pequeño o más grande de lo que pensaba? ¿Los colores serán tan luminosos como imaginé o más apagados?

El color, la luz, el tamaño del lienzo, incluso su marco, son detalles que hasta que no ves una pintura con tus propios ojos, nunca consigues apreciar en todo su esplendor. Yo creo que al verla al natural, por muy vista que la tengas a través de publicaciones,  siempre te sorprende más de lo que habías pensado. Al menos a mí me pasa siempre.

Johannes_Vermeer_(1632-1675)_-_The_Girl_With_The_Pearl_Earring_(1665)

Encontrarme frente a “La joven de la perla”, me produjo una sensación aún mucho mayor de lo que esperaba en esta obra en particular. Es un óleo más bien pequeño, sus medidas son 45×39 cms. Este magnífico retrato de Vermeer tiene una belleza tan sorprendente, que te atrapa de inmediato. Muchos consideran esta obra la Gioconda del norte, comparándola con la emblemática obra de Leonardo Da Vinci.

¿Será el color; la mirada de la joven; la luz, que tan magistralmente pintó siempre Vermeer, o el reflejo de la perla lo que me cautivó desde el principio? Toda ella es de una belleza sorprendente.

Por un lado, la joven me trasmite una sensación de inocencia, de sensibilidad. Su mirada me resulta tan dulce y juvenil… Pero por el otro, sus húmedos y carnosos labios me trasmiten una sensualidad algo excitante. En conjunto, creo que dirige al espectador una mirada cargada de descaro e insinuación.

Tengo que reconocer que a mí los ojos se me fueron directamente a su pendiente. Una simple perla de un tamaño más bien grande. Decía Plinio, que las mujeres tenían la costumbre de colgarse perlas en las orejas, por el placer que causaba cuando las perlas rozaban su piel al moverse.

Me enamoró esa perla. La sencillez de su montaje y su tamaño. Para mí, el punto focal de este cuadro es la perla. Es por ello que no descansé hasta encontrar una joya lo más parecida posible a esos pendientes.  Y fue en un orfebre en Florencia, especializado en reproducciones de piezas barrocas, donde encontré estos que hoy os traigo hasta nuestro espacio Vintage.

Si tenéis la oportunidad de ver esta magnífica obra, no dejéis de hacerlo. Me encantará saber vuestra opinión sobre ella. Actualmente se encuentra en La Royal Picture Gallery en La Haya.

Espero que os guste tanto como a mí.

Actualizo este post para meter el vídeo que grabe sobre esta joya:

Un broche y dos Leonores

¡Qué casualidad ¡

Dos vidas casi paralelas, unidas en el S.XXI por una pieza de joyería. Un broche ovalado con una preciosa piedra en el centro y una gran perla colgando, que fue utilizado en su época como colgante de un magnífico collar de perlas y como broche para rematar una preciosa cinta en el pelo.

Después de casi 500 años, seguimos admirando la belleza de esta pieza, inmortalizada por dos grandes maestros de la pintura renacentista,  Bronzino y Joos Van Cleve.

Dos vidas apasionantes, dos mujeres luchadoras sufridoras y viajeras. Dos mujeres que han hecho historia por si solas y de las cuales nos quedan unos pocos retratos luciendo el broche Leonor.

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Nuestra primera Leonor, Leonor de Toledo era nieta del II Duque de Alba, nació en Alba de Tormes  y a los 20 años se casaba en Florencia con Cosme I de Medici,  el matrimonio tuvo 11 hijos de los que solo llegaron a la edad adulta cinco. Fue a los pocos años de celebrarse  este matrimonio cuando Bronzino, del cual Leonor fue incondicional mecenas, realizó este famoso retrato que se encuentra en la Galeria De los Uffizi de Florencia. En el vemos a una jovencísima Leonor luciendo en su  escote el broche, con un magnífico collar de perlas. Su mirada me trasmite seguridad y serenidad.

Mujer de extraordinaria riqueza por su familia y por su matrimonio, no olvidó sus obligaciones piadosas nunca y así gracias a su insistencia,  los Jesuitas se  instalaron en Florencia por primera vez.

Emprendedora y pionera  para su época, se interesó hasta tal punto por los temas de  agricultura y finanzas, que sus conocimientos   contribuyeron enormemente a la expansión  del negocio de fincas de los Medici. Su capacidad y dedicación le valieron también para ganarse la confianza de su esposo,  hasta tal punto que le dejó  regente de todos sus asuntos, en alguno de sus numerosos viajes.

Se dice de ella que era la única persona capaz de calmar el mal humor de su esposo y que muchas personas recurrían a ella, en busca de ayuda para llegar a conseguir favores de su poderoso marido.

No fue Reina, pero vivió en dos palacios dignos de la más ilustre de ellas  “El Palazzo Medici Riccardi” y “El Palazzo Vecchio” ambos en  Florencia.

Sobre su muerte había una leyenda en su época que hablaba de venganzas y asesinatos. Parece que su hijo García de 16 años mató a su hermano Givanni  de 19 y el padre Cosme I al enterarse de este vil asesinato, mató con su propia espada a su hijo García.

Lo que sí es cierto, es que murió a los pocos meses de hacerlo sus dos hijos y aunque sabemos que fue de  malaria, podemos  imaginarnos que una  pérdida tan seguida de dos de sus hijos, debilitaría aun más su delicado estado de salud.

Aun podemos admirar su vestido funerario  conservado en la Galería del traje del Palazzo Pitti.

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Nuestra segunda Leonor nació Infanta de España en Bruselas,  hija de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, fue la primera  de los seis hijos del famoso matrimonio.

Separada a muy temprana edad de sus padres,  al tener que marcharse estos a Castilla para ser coronada su madre como reina, tras la muerte de  Isabel la Católica. Leonor, fue criada por su tía Margarita, mujer de gran rigidez, pero que supo darle el cariño que necesitaba una niña a esta temprana edad y a la que siempre quiso como a una autentica madre.

Aunque desde muy joven se debió de dar cuenta que había nacido para ser reina, con 15 años  se enamoró perdidamente de un apuesto caballero llamado Federico, su hermano Carlos se enfureció tremendamente con esta situación, y expulsó al atrevido caballero, que osó escribir una carta de amor a su hermana, inmediatamente de la corte. En los planes de boda de su hermano Carlos no se contemplaba una boda por amor, sino una boda por meros intereses políticos, como era menester en la época y más siendo ella quien era.

Leonor  estaba llamada a ser Reina, y por ello estuvo  prometida  a los más grandes reyes de su época como Enrique VIII,  Luis XII de Francia, Segismundo I de Polonia y  el príncipe heredero de Portugal Juan. Al final  terminó casándose con el padre de éste último, el Rey Manuel  I de Portugal,  viudo este desde hacía poco y que se  enamoró perdidamente de ella, cuando le hicieron llegar un  retrato para que la conociera. Su hijo Juan no perdonó nunca esta ofensa y el enfrentamiento entre padre e hijo fue tal,  que el rey Manuel terminó  expulsando a su hijo de la corte Portuguesa, por temor a su propia integridad.

Leonor quedó viuda de Manuel a los escasos 23 años, con una niña pequeña llamada María a la que se vio obligada a abandonar en Portugal y que no volvería a ver hasta 23 años después. Desde Portugal se  traslado a la corte de su hermano Carlos con el que siempre le unió una  gran relación de cariño.

A los pocos años de enviudar,  nuestra infanta estaba contrayendo matrimonio con el que sería su segundo marido y que le llevaría otra vez a sentarse en un trono, esta vez como reina de Francia. En este segundo matrimonio no sería tan feliz como en el primero. Fue un matrimonio de conveniencia política al igual que el anterior, pero  Leonor , más mayor y ya un poco enferma, no consiguió integrarse en una corte mucho más lujuriosa y refinada de lo que ella estaba acostumbrada; esto unido a las continuas infidelidades de su esposo hicieron de esta época quizás la más infeliz de su vida.

Pero gracias a su carácter de naturaleza buena, comprensiva y sencilla, y a sus privilegios como reina de Francia, consiguió ayudar a los más necesitados en numerosas ocasiones, lo que le hizo ganarse el cariño incondicional del pueblo francés.

De esta época de su vida es el magnífico retrato de Joos Van Cleve, que se conserva en Viena y en el que podemos apreciar la belleza de nuestro broche adornando el pelo de Leonor de Austria.

Mientras Bronzino pintaba el famoso retrato de Leonor de Toledo nuestra infanta enviudaba de su segundo marido después de 17 años de matrimonio, al no tener descendencia ni nada que realmente la retuviera en  Francia, Leonor regreso de inmediato a la corte de su hermano Carlos al que adoraba, donde permaneció hasta el día de su muerte en 1558.

Dos grandes mujeres y dos grandes vidas unidas por este broche de la joyería del renacimiento, si quieres tener en tus manos esta magnífica copia no dudes en acercarte por nuestro espacio Vintage By de Madrid.

¿Serias capaz de encontrar un look del S.XXI para este magnífico broche del S.XVI?

Os dejo el link al broche en nuestra tienda online, por si queréis verlo con más detalle:

Broche Eleonora