Palacio de Santoña

En la Calle Huertas número 13 se yergue imponente el Señorial Palacio de Santoña. Hoy día alberga a la Fundación de la Cámara de Comercio, pero no siempre desempeñó esta función.

Ya en el siglo XVI existió en este terreno un Palacio, ocupado en 1593 por el “príncipe negro” Muley Xeque, bautizado después como Felipe de África;  pero era poco más o menos un caserón cuando lo adquirió en 1731 el Marqués de Goyeneche, banquero de Felipe V e Isabel de Farnesio, y que escogió para su remodelación a Pedro de Ribera, artífice del edificio imponente de ladrillo y piedra blanca de Colmenar de Oreja que admiramos actualmente.

El Palacio de Santoña conoció su esplendor bajo el duque del mismo nombre, que era, a la sazón Don Juan Manuel Manzanedo y González, indiano de familia humilde que amasó una fortuna en Cuba, y para quien Alfonso XII creó el título, debido a su gran habilidad en las finanzas, y a su contribución en las mejoras de Madrid.

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El duque residía en Cuba con su hija Josefa, nacida de su relación con Luisa Intentes Serra con quien no llegó a casarse. Una vez se vio sólo allí por el traslado de su hija a París y habiendo conocido a María del Carmen Hernández y Espinosa de los Monteros, con quien contrae matrimonio, vuelve a España, y, tras residir en Cádiz llega a Madrid, donde adquiere como regalo para su esposa el Palacio de los Goyeneche. A partir de ese momento se convierte en el epicentro de la vida social de la aristocracia decimonónica madrileña, lo adaptaron a los gustos de la época, decoración exótica con influencias orientales, Salón de Fiestas, Salón Pompeyano y su famosa rotonda. Esto se debió, entre otras cosas a la dedicación de la duquesa, a la que llamaban familiarmente la “Señá Mariquita Hernández”

La duquesa de Santoña fue mujer piadosa. Hondamente conmovida por la situación de la medicina infantil, impulsó la construcción del Hospital del Niño Jesús; a tal efecto fue la encargada de organizar una rifa con intención de recaudar fondos, denominándola Rifa Nacional del Niño, lo que se sitúa como el primer paso que se dio para el actual sorteo de la Lotería del Niño

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Al morir, el  duque, su hija, heredera de la mayor parte de la inmensa fortuna de su padre, tasada en más de 2000 millones de reales de la época, entabla una larga batalla judicial en la que consigue despojar a su madrastra de los bienes que había recibido, incluido el palacio, con lo que la duquesa viuda queda en la más absoluta indigencia, acogida a la caridad hasta su muerte, el 14 de octubre de 1894. Una lástima, conociendo su carácter afable y piadoso.

La propiedad pasó entonces a José Canalejas, político del partido Liberal, que lo habitó hasta el día de su muerte, el 12 de noviembre de 1912. Su viuda continuó ocupando el palacio hasta su muerte, momento en que pasó a uno de sus sobrinos, que a su vez vendió la propiedad el 6 de junio de 1933 a la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, su actual propietaria.

Artículo escrito por María Romero de Cuenca, historiadora del arte, guía cultural y museóloga. Podéis seguir el trabajo de María en sus dos blogs: Arte al Instante y Artendencias.

Ella es nuestra «Vintage Blogger» de marzo y desde aquí la damos las gracias por su colaboración.

Fueron 11 años de vivencias en la casa Balenciaga de Madrid

Mi post está dedicado a la figura del gran creador español Cristóbal Balenciaga, pero no es un post sobre cosas que haya leído sino sobre las vivencias de una de las personas que tuvo la suerte de aprender a coser y desarrollar su carrera como modista junto a uno de los más importantes diseñadores españoles de la historia: mi madre. Ella tuvo la oportunidad y la suerte de entrar a trabajar en la Casa Balenciaga situada en Madrid, desde 1958 hasta que cerrara sus puertas en 1969, donde se hacían realidad los sueños de todas sus clientas.

El modisto español decidió crear una empresa que se dedicara a la modistería, Eisa Costura, tanto en San Sebastián como en Madrid, abriendo en 1933 un nuevo establecimiento: EISA B.E. La primera colección presentada por la nueva casa de costura, en ambas ciudades, fue la de primavera-verano 1933. La sucursal en Madrid se situó en la calle Caballero de Gracia, 42 y el establecimiento no adoptaría el nuevo nombre de Eisa hasta febrero de 1941, para trasladarse posteriormente a la emblemática calle Gran Vía, 9 (antigua Avenida de José Antonio). Eisa Costura presentó así su primera colección en abril de 1941.

En el balcón de la Avenida de Jose Antonio, en la tercera planta de la Casa Balenciaga

 

Mi madre trabajaba con la Señorita Felisa en fantasía, que se dedicaba a realizar trajes de noche y de vestir, sección situada en la tercera planta y que daba a la calle Gran Vía, enfrente del emblemático Chicote. Desde esa magnífica situación, fueron testigos directos de las visitas de algunos famosos de la época que acudían a aquel lugar de cita obligada si venías a Madrid, como David Niven o el torero el Viti. En la planta por debajo de donde trabajaba mi madre, estaba el departamento de sastrería donde se realizaban los abrigos y los trajes de chaqueta para sus clientas. En todo el taller se respiraba un buen ambiente de trabajo y compañerismo entre todos los trabajadores.

Para dar a conocer a sus clientas las nuevas colecciones y las tendencias, se realizaban pases privados a los que acudía el propio Cristóbal Balenciaga, quien probaba personalmente a las maniquís. Cuando se preparaban las nuevas colecciones reinaba en el taller un ritmo frenético de trabajo, eran jornadas en las que se sabía cuando se entraba a trabajar, pero no cuando se terminaba.

Entre algunas de las curiosidades que me ha contado mi madre, podemos destacar que en la casa Balenciaga regalaban los trajes de novia a las empleadas que se iban a casar, y la afortunada hacía un pase privado para todos sus compañeros en uno de los salones donde se pasaban las colecciones, donde disfrutaban como si fueran ellos mismos. Otra de las anécdotas que me ha transmitido es que les daban el día libre para poder recaudar dinero en la cuestación contra el cáncer y ayudar en esta causa, era algo parecido a lo que hacía Conchita Velasco en la película «Las chicas de la Cruz Roja» en aquella época. También era tradición para los empleados que quisieran ir acudir durante una semana completa a servicios espirituales en El Espinar con todos los gastos pagados.

 

En el taller de Fantasía de la Balenciaga

 

Otra de las vivencias de mi madre durante el tiempo que trabajó en la casa Balenciaga fue poder vivir en primera persona la elaboración del maravilloso traje de novia de la Reina Fabiola, el cual estuvo rodeado de un secretismo absoluto. Incluso, ella fue la que llevó el vestido a la casa particular del propio Balenciaga en Madrid donde se realizaban las pruebas de la novia. Y cuando llegó el día de la gran boda, les pusieron una televisión en el taller para que todos pudieran ver en directo el enlace.

Mi madre recuerda esta etapa de su vida como una de las mejores que ha vivido y está encantada de haber formado parte de la historia de la moda española junto a uno de los grandes de la moda universal.

Todas las fotografías que ilustran el articulo pertenecen a la colección personal de la madre de Amaya y son inéditas. Agradecemos enormemente que haya elegido nuestro blog para darlas a conocer.

Artículo escrito por Amaya Barriuso, periodista y responsable de la comunicación y las redes sociales de empresas como freelance. Podéis seguir el trabajo de Amaya en su Blog: «El Blog de Amaya»

Mil gracias por la colaboración este mes en nuestra sección Vintage Blogguer.

Imágenes @Archivo personal Amaya Barriuso

El arte del «Ronqueo»

Una de esas cosa que tenía ganas de hacer cuando supe que iba a pasar unos días en Cadiz era levantarme un día al alba y acudir al puerto de Barbate a ver la llegada de los barcos cargados de pescado fresco.

Por supuesto no podía dejarme la cámara en casa. Pertrechada de todos los aperos, una mañana de este agosto, en la que arreciaba intensamente el tradicional levante de esa zona, me presenté en el puerto sobre las 7.30 para vivir en primera persona ese peculiar momento.

Mi desilusión en un principio fue grande. Justamente esa semana la flota de Barbate se encontraba en los caladeros de sardina de Cádiz, lo que significaba que el de Barbate estaba vacío y sin atisbo de que ningún barco llegara a atracar cargado de pesca. Parece que el día elegido no había sido el mejor pero, como siempre que uno no lo espera, terminas encontrándote con alguna grata sorpresa.

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Y así fue, al poco tiempo ya estaba charlando con uno de los responsables del puerto, que me explicaba todo lo que estaba sucediendo en un pequeño rincón del puerto, único con actividad, que había llamado mi atención. Allí, una decena de hombres de mar se encontraban inmersos en las dos únicas actividades que daban vida al puerto en estos días: la carga de una barco con varias toneladas de caballa fresca, para el cebo de los 3000 atunes que mantienen en las piscinas de engorde  próximas a la almadraba; y el desmontaje de ésta, en funcionamiento desde el 20 de abril de este año, hasta la temporada 2014.

Todo seguía prácticamente igual que hace 3000 años cuando los fenicios se instalaron en la comarca, dando ya comienzo a la captura de los atunes que atravesaban la zona desde el Atlántico, para desovar en el Mediterráneo. Fueron los fenicios los constructores de las primeras factorías dedicadas al salado del atún, creando una ruta comercial desde esas costas para  transportar por barco, a través de todo el  Mediterráneo, el atún capturado y tratado en la zona de Gádir, actual Cádiz.

Usaban unas ánforas de barro terminadas en forma de pico de dos asas, que iban divididas por dentro en varios compartimentos. En la base el pescado salado y en las superiores diversas hierbas aromáticas y perfumes, lo que conseguía evitar el desagradable olor despedido durante el largo viaje. Los barcos, cargados con una cama de arena en sus bodegas, viajaban con las ánforas clavadas sobre ellas para evitar se movieran con la mala mar a lo largo de todo su largo recorrido comercial.

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Los fenicios fueron los impulsores de una tradición y unas técnicas que siguieron años después los romanos. Estos fueron los fundadores en la actual playa de Bolonia de la ciudad de «Baelo Claudia», encontrándose en ella, aún perfectamente visible, la mayor factoría de tratamiento de atún de todo el mediterráneo. Allí troceaban el atún; lo salaban en grandes depósitos excavados en el terreno y, con los despojos y vísceras de los pescados de la zona, fundamentalmente del atún, macerados a pleno sol durante todo el verano, elaboraban la preciada salsa «Garum», que era una exquisitez para la época.  Esta salsa era considerada afrodisíaca, siendo por su elevado coste solamente consumida por las clases más pudientes de la antigua Roma. A la vista de los ingredientes y el tratamiento de estos, estoy segura de que ahora no seríamos capaces ni siquiera de oler la afamada y costosa salsa.

Después llegaron los árabes, a los que debemos la palabra almabraba: “Lugar donde se golpea”.

La tradición sigue hasta nuestros días en los que cada año se siguen colocando los laberintos de redes, tal y como ya se hacía antaño. A través de un conducto formado por redes ancladas al fondo, se consigue ir dirigiendo a los atunes  hasta una gran red cerrada y de la que ya no pueden escapar. Allí, tras proceder a la levantada de esta gran bolsa, van elevando los atunes hasta la superficie donde son capturados uno a uno por brazos increíblemente fuertes. No cualquiera es capaz de levantar a pulso piezas, dando violentos coletazos, de entre 300 y 500 kgs. de peso y lanzarlas sobre las cubiertas de los barcos que están alrededor formando un corro, que se va estrechando en la medida que van extrayendo su preciada carga.

Maria Vintage

En los años 40 la zona disponía de más de 20 saladeros, acudiendo gente de todos los lugares a surtirse de sus famosas salazones. La sal, de las salinas de Chiclana más gruesa de lo normal, es la perfecta para elaborar la mojama. En esos años de penuria en España el producto estrella fue la sardina arenque, pero se salaban cazones, bonitos, atunes o pez volador. Actualmente quedan muy pocas fabricas, aunque siguen trabajando exactamente igual que lo hicieran en su día los fenicios y romanos.

Todo esto me lo contaron en el puerto, pero luego me aconsejaron acercarme hasta “La Chanca”. Una de esas pocas empresas familiares y artesanales que quedan en la zona, en la que han instalado un curioso museo del atún y en el que te explican todo y puedes degustar sus productos. Aquí vimos despiezar un atún y escuchamos el famoso “ronqueo”: ruido que hace el cuchillo cuando las manos expertas del Ronquero lo hacen pasar por la espina dorsal del atún para desprender suss lomos. Un ruido similar al ronquido de un humano, y de ahí su nombre.

Ellos salan, conservan y ahúman una gran variedad de productos de la zona, sobre todo atún, y lo hacen exactamente igual que se hiciera hace casi 3000 años. Un arte que no debiera perderse nunca y que todos deberíamos conocer y valorar por su larga tradición en nuestra historia.

También os dejo un pequeño reportaje fotográfico de esa mañana de agosto, estas son mis dos fotografías preferidas. Espero que os guste.

Maria Vintage

Maria Vintage

 

El Palacio de Liria

Un paseo por la Historia de España …

Casi cuatro años esperando este momento pero, la verdad, la espera ha merecido la pena. El viernes 10 de mayo, a las 10 de la mañana, tenía una cita muy especial. Acudía a una visita guiada al Palacio de Liria.

Cuando realicé la reserva a medidos del año 2009 nunca imaginé que la lista de espera sería tan larga. En marzo recibía un mail del Patronato de la Casa de Alba anunciándome que tenía cita, y casi hasta se me había olvidado que tenía hecha la reserva después de más de cuatro años esperando.

Debo reconoceros que he estado bastante nerviosa a lo largo de esta última semana, expectante por la llegada de ese momento y por todo lo que iba a encontrarme en esa tan deseada visita.

A las 10 en punto se abrían las puertas del jardín del palacio y nos recibía el guía asignado por el Patronato. Él fue el encargado de darnos todas las explicaciones y aclarar todas nuestras preguntas.

Nada más traspasar las puertas de la entrada principal del palacio, quedas impresionado por el hall de acceso, las escaleras, los techos, las esculturas y cuadros … todo es majestuoso. No sabía muy bien dónde mirar durante el recorrido que nos llevó hasta la primera planta donde nos aguardaban una serie de salones, cada uno de ellos con un nombre muy especial.

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En el primer salón la armadura de gala original del Conde Duque de Olivares -emparentado con la Casa de Alba- la misma que vestía cuando fue retratado por Velázquez. Impresiona verla tan reluciente y tan flamante en un rincón de la sala.

En otro rincón cuelga un facsímil de la sentencia a muerte de María Estuardo, firmada por Isabel I de Inglaterra. Curiosamente la Casa de Alba entroncaría con su familia  siglos después en 1892, a través del 7º Duque de Berwik Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, como XIV Duque de Alba.

Desde aquí pasamos al “Salón Italiano”. Volver a admirar el Fray Angélico que había visto en la exposición Casa de Alba en el Palacio de Cibeles, pero ahora ocupando su lugar original es algo muy emocionante. Junto a él un dibujo de un discípulo de Leonardo que no solo me impactó a mí si no que hizo las delicias del resto de los visitantes. Y junto a esta obra maestra, uno de los cuadros preferidos de la actual duquesa: un pequeño Perugino.

Desde aquí al “Salón Goya”, donde nos aguardaban un magistral autorretrato de Mengs, una soberbia colección de miniaturas y, por supuesto, el famoso retrato de María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba, realizado por Goya. Ya había podido disfrutar de ellos en la exposición de Cibeles, pero sentí la misma emoción que si los viera por primera vez. Como curiosidad, en esta sala aparece la mesa de despacho del emperador  Napoleon III, que  durante la guerra civil española pasó a manos de Serrano Suñer. Nos contaba nuestro guía que costó bastante que fuera devuelta a la Casa de Alba. También en este salón, en aquella época dormitorio, fallecía en 1922 la Emperatriz Maria Eugenia de Montijo, hermana de la que en ese momento era la Duquesa de Alba, y que donó mobiliario y obras a la Casa de Alba, entre ellas la mesa del su esposo Napoleón III anteriormente citada.

Después nos aguardaba el “Salón Flamenco”, en él nos recibe una majestuosa lámpara de porcelana de Meissen, adquirida hace relativamente poco por la actual Duquesa, que ilumina obras de Rubens y Rembrandt y otros famosos pintores flamencos. Sobre la chimenea llama mi atención un impresionante espejo.

PALACIO DE LIRIA

Seguimos recorriendo el pasillo y no sé dónde fijar la mirada: sillas, mesas, espejos, relojes -todos en hora- cientos de figuritas de porcelana y otros materiales encima de los muebles … Todo es abrumadoramente bello. Es como dar un paseo por la Historia de España desde el siglo XIV al que se remonta la Casa de Alba.

Nos cuenta nuestro guía que un relojero acude cada semana a dar cuerda a todos los relojes de palacio y revisar que se encuentren en perfecto estado de marcha, y cómo una de las empleadas de la casa conoce dónde está colocado exactamente cada uno de los objetos de la colección. Algo que me parece increíble ya que los hay en cantidades inimaginables. La colección de porcelanas, miniaturas, marcos, lámparas, apliques, tapices, alfombras es impresionante. De verdad que me quedé sin palabras.

Pasamos al “Salón de Batalla” o “Salón del Gran Duque”. Nos cuenta el guía que es su preferido. Un salón sobrio, masculino, decorado en tonos burdeos y con un impresionante techo dorado traído del castillo de Peñaranda de Bracamonte (me pareció entender). Esta sala es un recorrido por los inicios del Gran Ducado, podemos admirar  una curiosa tabla hispano-flamenca con la figura del Gran Duque de Alba -3er. duque de Alba- pintado por Tiziano, algún retrato del 2º Duque de Alba y entre todos destaca un Rubens, una obra magistral del 2º Duque de Alba, que en este momento se encuentra preparado para viajar a Francia cedido para una exposición en Paris. Sobre las paredes una fantástica colección de tres tapices bruselenses tejidos con hilo de seda y oro -estimando en unos 5 kgs. el peso en oro de cada uno- representando la batalla de Jemmingen.

Después “El Salón Español”, en el que destaca un retrato de la infanta Margarita -una de las famosas meninas- pintada por Velázquez, un Cristo de El Greco, un Zurbarán, un  Murillo y un Ribera… Ya os podéis imaginar que no sabía dónde fijar mi atención ante tanta maravilla.

Desde aquí pasamos al “Salón Zuloaga”, con los dos retratos de los padres de la actual Duquesa y otras obras del famoso pintor vasco. En esta sala se encuentra la otra mesa de despacho legada por Eugenia de Montijo tras su muerte, esta perteneciente a Napoleón Bonaparte. Nos cuentan que ésta se encontraba en el despacho de Francisco Franco en El Pardo, llevada allí tras la Guerra Civil española.  En una audiencia dada al entonces XVII duque de Alba, padre de la actual Duquesa,  este le hizo ver a Franco que esa mesa era suya, lo que pudo demostrar al lograr abrir un cajón secreto que Franco no sabía ni por asomo que existía y que mantenía aún documentación personal del Duque, lo que le permitió recuperarla.

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Terminamos el paseo de los salones en el “Salón de los Amores”, pura decoración de estilo francés e imperio, porcelana de Meissen, de Sevres y una colección de muebles Luis XV impresionante.

Después visitamos al comedor, desde donde podemos admirar el precioso jardín tipo parterre francés y, por último, el “Salón de Baile”. Las paredes de este salón se encuentran presididas por los dos tapices de Eugenia de Montijo y Napoleón III.

Y aquí termina nuestra visita. Casi una hora que no olvidaré nunca. Luego aproveché los cinco minutos que nos dejaron para hacer un par de fotos en los jardines y, por supuesto, a la aldaba de la puerta principal. Pero desgraciadamente, sin querer, borré todas las fotos de ese día con lo que no os puedo dejar ningún testimonio de mi visita.

La visita es gratuita y, aunque la espera nunca se sabe de cuánto tiempo puede ser, os aseguro que merece totalmente la pena.

Imágenes:

Wikipedia y Madrid Ociogo

El Joven Van Dyck en Madrid

Tener a Rubens como maestro ya tiene que ser impresionante. Pero a Van Dyck no le debió impresionar el prestigio de su maestro, él ya era un maestro cuando se puso a pintar a sus órdenes.

La exposición del Museo del Prado, “El joven Van Dyck”, nos da la oportunidad de conocer los primero años de la obra de este genial artista, y os aseguro que os vais a quedar impresionados de lo que ya era capaz de trasmitir siendo apenas un adolescente.

La muestra es un paseo por la obra del maestro flamenco desde 1613 hasta finales de 1621. Estamos hablando de la temprana edad de los 16 a los 22 años. Después de esta época abandonaría su Amberes natal para partir hacia Londres, a la corte del rey James I, cuando el maestro contaba apenas 21 años. Son 90 pinturas y dibujos que nos atrapan casi sin darnos cuenta.

Me ha sorprendido leer que, después de permanecer unos meses en la corte de James I, partió en un viaje que duró cerca de 12 años por Italia y parte de Europa, conservándose de esos años un pequeño cuaderno de dibujo que le acompañó en toda esa aventura. El cuaderno se encuentra en la Nacional Gallery de Londres, y puedo aseguraros que en mi primer viaje a Londres lo primero que voy a hacer es ir a ver ese cuadernillo… Tiene que ser impresionante.

Van Dyck llegó a pintar en su etapa adolescente más de 160 cuadros. Para que os hagáis una idea, nuestro genial maestro Velázquez, coetáneo de Van Dyck, pintó menos cuadros a lo largo de toda su carrera.

De todos los cuadros que vi hay dos que llamaron especialmente mi atención. Fueron el retrato de Susana Fourment con su hija y un autorretrato que se hizo en 1615 con apenas 15 años.

El primero es un retrato muy familiar en el que aparece Susana con su hija. La niña sujeta a su madre con sus delicadas manitas. Me entusiasmó el reflejo del ropaje de seda de las dos y las joyas que portan ambas en el cuadro: la niña una sencilla pulserita de perlas, y su madre con una trenza en el pelo pero estupendamente bien decorada con una preciosa tiara de oro, bordado y piedras. Su maestro Rubens se casaría con la hermana de Susana años más tarde, y el propio hijo de Van Dyck contraería matrimonio con la niña de este retrato.

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El segundo cuadro es un pequeño autorretrato de apenas 43 centímetros. Para mí, una de las joyas de esta exposición. Es la primera obra con la que nos topamos al entrar en la exposición, pero merece la pena dar marcha atrás y volver a verla antes de abandonar la sala definitivamente. Impresionante luz, impresionante mirada y unas ligeras y sueltas pinceladas en los detalles del rostro, que a mí me dejaron absolutamente prendada.

Nosotros, como siempre, tuvimos la suerte de contar con las explicaciones y la compañía de María de Cuenca. Ella consigue que veas las obras de una manera muy especial.

Os dejo el link a la página oficial de la exposición, por si queréis conocer algún otro detalle y os aconsejo que no os perdáis esta muestra.

MUSEO DEL PRADO