Desde hace varias temporadas los pantalones balineses o anudados al tobillo, sobre todo en verano, se llevan muchísimo. Esta prenda de corte oriental que vemos por la calle y que ahora lucimos con tantísima naturalidad, tuvo serios problemas de aceptación cuando fue introducida en el vestuario femenino a mediados del siglo XIX. Aquí va su historia.
Todo empezó en la primavera de 1851 cuando una mujer estadounidense, llamada Elizabeth Smit Miller, hija del abolicionista y congresista Gerrit Smith, harta de no poder hacer con comodidad sus tareas de jardinería a causa de su abultada falda larga, tomó la resolución de acabar con el problema y, recordando los amplios pantalones de las mujeres turcas que había visto un viaje por Europa, ideó una nueva y cómoda forma de vestir para las mujeres.
El nuevo modelo consistía en unas enaguas largas y anchas que se estrechaban en los tobillos a modo de bombachos y, sobre ellas, iba una falda más corta que las habituales faldas victorianas. El nuevo look entusiasmó a su prima Elizabeth Cady Staton, quien lo adoptó de inmediato. Cady era amiga de la por entonces famosa sufragista Amelia Bloomer, que al verlo quedó fascinada y no tardó en ser portadora de uno de estos revolucionarios trajes.
Amelia Bloomer en esa época dirigía su propio periódico: “The LilY”, una publicación dedicada a la mujer donde se trataban los temas femeninos – educación, moda, sufragio, etc. – desde el punto de vista reformista, reclamando la igualdad de la mujer en la sociedad. Amelia aprovechó la ventaja que supone tener su propio medio de comunicación y publicitó la nueva prenda femenina. Concretamente, en el número de mayo de 1951, recomendaba su uso y escribía: “para todas las mujeres con sentido común”. Fue tal el escándalo y la repercusión que tuvo la prenda que terminaron adoptando el nombre de la citada periodista.
La nueva prenda de vestir y su publicidad en el periódico de Amelia provocaron una oleada de indignación entre la sociedad e insultos en la prensa, pero esto solo hizo que se multiplicaran los artículos relacionados – algunos de la propia Elizabeth Cady Staton, que escribía bajo el seudónimo de “Girasol”- con la propuesta del uso de este nuevo atuendo reformista.
Pronto a estos pantalones se les conocieron con el nombre “The Bloomers”.
Fueron muchas las mujeres que se atrevieron a usarlos a pesar de ser ridiculizadas. Algunas lo usaban convencidas de la gran comodidad que aportaban, otras lo hicieron por reivindicación usando los bloomers como símbolo de la igualdad de derechos de la mujer. Pero, con el paso del tiempo, fueron las propias feministas las primeras en dejar de usarlos, al pensar que la popularidad de los bloomers estaba desviando la atención de sus reivindicaciones y temiendo no ser tomadas en serio.
Al final los bloomers no desaparecieron siendo usados en gimnasios y sanatorios. Elizabeth Miller y Amelia no se rindieron tan fácilmente y mantuvieron su uso hasta finales de las década de 1850, incluso presentándose con ellos en recepciones y eventos sociales.
La desaparición de los bloomers fue solo momentánea, volviendo a aparecer su uso en 1890 para la realización de deportes a los que la mujer se estaba incorporando, como el ciclismo, el tenis o los baños de mar. Eso sí, su renacimiento trajo consigo alguna variación, como el uso de tejido más adecuados y la eliminación de la falda superpuesta.
BIBLIOGRAFIA:
WIKIPEDIA