Idea Vintage para novias: Velo Pirata

El velo pirata es una forma de llevar el velo que surge como inspiración en los años 20 del siglo pasado, después de la primera guerra mundial. La década en la que la mujer se decidió por fin a romper los patrones establecidos.

Coco Chanel fue de las primeras en dar vida a un vestido corto de novia, al que acompaña de un velo largo que pone directamente sobre la cabeza, tapando parte de la frente y sujetándolo con algún detalle ornamental. Normalmente se solían colocar con pequeñas flores de cera.

Esta es la forma de llevar el velo que ha inspirado el velo pirata, un estilo que volvió con mucha fuerza a finales del S.XX, inspirado en la mujer de los años 20.

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Es una forma de llevar el velo de una manera menos convencional. Este tipo de velo suele favorecer a los rostros alargados. Se puede llevar con un pelo ondulado, con bucles de gran volumen o con un recogido. Hay que tener cuidado con el peinado, para que una vez retirado el velo el pelo no quede demasiado aplastado.

Hoy existen una gran variedad de velos, con o sin bordados, que dan mucho juego y adornan la cabeza de la novia imitando a un tocado. Yo, personalmente, el velo pirata lo veo mejor con mantilla blanca y en la parte posterior de la cabeza. Me gusta colocar un broche que frunza el velo y dé una bonita caída.

Ideas vintage para novias

MANGUITOS  O MITONES

Si vas escotada, o con los brazos descubiertos  una bonita opción es cubrirlos con unos encantadores  manguitos o mitones  de encaje , que combinando con raso de seda queda muy elegante a la vez que romántico y muy vintage.

Además no serán  ningún obstáculo en el momento de la entrega y puesta de los anillos.

Detalle foto : @Charles Joseph Frédéric Soulacroix

Gladys Deacon IX Duquesa de Marlborough

Cuando durante la primavera de 1.928 Cartier llevó a cabo dos encargos para Gladys Marie, hacía apenas 7 años que la bella norteamericana había contraído matrimonio con el IX Duque de Marlborough y ya era poseedora de una de la colección de joyas más impresionantes que conozco.

Cartier recibió el encargo de realizar dos broches en forma de ramo de hojas para los que ella aportó casi la mitad de los diamantes. El centro del más grande estaba diseñado para engastar en el centro una esmeralda.

Estas dos piezas serían rediseñadas por su propietaria más adelante, ya que en la subasta de sus joyas que se realizará en 1978 aparecen con un diseño bastante diferente. Las piedras centrales se reemplazaron por una especie de pasta verde ya que se habían vendido por separado anteriormente.

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En esa misma época Gladys encargó a Holmes & Co que comprara en su nombre una pulsera de diamantes en una subasta. La joya que constaba de un diamante central de 48 quilates rodeado por un borde de diamantes tenía un diseño muy típico de finales del S.XIX y se adquirió por 1950 libras de la época.

En su colección de joyas también destacaban dos anillos muy estilosos ambos montados en oro. Uno era una esmeralda de cabujón montada entre zafiros y el otro un zafiro, de más 12 quilates y engastados entre esmeraldas.  El zafiro era descrito como de mejor calidad y se cree que era de origen Kashmir.

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Otra importante joya de su colección era un collar de diamantes formado por 14 diamantes que sumaban un total de 130 quilates; con una piedra central más grande tenía aproximadamente 21, 66 quilates. Parece probable que esta joya fue adquirida en Chaumet’s a mediados de los años 20.

La vida amorosa de esta bellísima mujer comienza cuando apenas es una adolescente y tras el fallecimiento en 1901, de su padre. Gradys decide pasar seis meses en Blenheim, donde coincide con El Príncipe Heredero Guillermo de Prusia que quedó totalmente prendado de ella, fue tal la locura que sintió en esos días que la hizo entrega de un anillo que era propiedad de su madre. Gladys le correspondió dándole una pulsera. El Príncipe heredero volvió a Alemania enfermo de amor y sin anillo. El Kaiser pronto se dio cuenta e insistió en que devolviera el anillo inmediatamente, Gladys se lo devolvió de mala gana recuperando su pulsera.

Después de esta aventura amorosa Gladys pasó un tiempo en Roma con su madre en la hermosa Villa Farnese en Caprarola. Fue probablemente durante este periodo cuando recibió una pulsera de oro de Castellani, de estilo clásico, con la inscripción «fides probitas forma pudicita». Las itinerantes joyas de la familia Castellani estaban muy de moda a principios de siglo XX.

En 1916 encargó a Boldini un retrato que capturó su extraordinario encanto. En el retrato lleva un elegante colgante de perla y diamante, típico del estilo «Garland» tan popular a principios del siglo XX. Es impactante el contraste entre esta sencilla joya y las opulentas piezas que llevó como Duquesa de Marlborough.

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El 24 de junio de 1921 se casó por fin con el Duque después de éste divorciarse. La ceremonia religiosa se llevó a cabo en casa de su primo Eugene Higgins. Gladys llevaba un maravilloso vestido de oro y plata, y en su mano izquierda llevaba un soberbio anillo con un diamante de 12 quilates. Era el anillo de compromiso del Duque y la primera gran joya que recibía como Duquesa de Marloborough.

Durante los años 20 y principios de los 30 fue cuando adquirió sus joyas más sensacionales. El Duque de Marlborough compró por 3,500 libras una «tiara de 25 grandes perlas en forma de gotas cuajada de  brillantes” que supuestamente perteneció a la Familia Imperial Rusa. Uno de los días más recordados en los que luciría la tiara fue durante la celebración del 60 cumpleaños de su marido, Gladys apareció resplandeciente con un vestido clásico empedrado con turquesas azules y su regia tiara.

Un año después de su muerte a los 97 años, se subastaba un cofre con algunas de las últimas joyas que habían permanecido en su poder.

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Gladys fue una mujer increíble de la que el escritor Marcel Proust, diría: «nunca vi a una chica con tal belleza, magnífica inteligencia, bondad y encanto». Aquellos que la conocieron en su juventud coincidían con Proust en que era extraordinariamente atractiva, y durante años perseguida por muchos de los solteros más codiciados de Europa.

En el momento de su muerte, parece ser que la Duquesa cansada de una vida frívola estaba pensando ingresar en una orden religiosa católica de Italia, ella se había convertido a esta religión al final de su vida.

He encontrado un curioso vídeo hecho el día de su boda:

http://www.britishpathe.com/video/duke-of-marlborough/query/Marlborough

Imágenes:

Pinterest 

La Reina que puso de moda el traje de novia de color blanco.

El 10 de febrero de 1840, en la Capilla Real , St. James contraían matrimonio la reina Victoria de Inglaterra y el príncipe Alberto, el día amaneció lluvioso, pero esto no impidió que la ceremonia fuera seguida en directo por miles de súbditos ingleses.

La reina  rompía por primera vez una costumbre bastante arraigado entre las mujeres de la casa real británica al contraer  matrimonio con un traje de color blanco en lugar de usar una rica tela bordada en oro o en plata. Pero Victoria, que ya era Reina, cuando contrajo matrimonio, pudo decidir sin presiones como sería su vestido de novia. Un vestido relativamente sencillo, para lo que estaban acostumbradas a lucir las mujeres de sangre real y que la reina decidió realizar con una seda natural de la prestigiosa zona de Spitafields, y con encaje de Honinton.

La historia de la seda de la zona de Spitalfields en Londres es tremendamente curiosa. A finales de 1687 se registraba la existencia de unos 13.000 protestantes franceses instalados como refugiados en una pequeña zona al norte de la ciudad. Allí comenzarían lo que sería una de las actividades más lujosas y lucrativas de la época. Los protestantes franceses instalaron sus telares de seda y comenzaron a fabricar lo que en pocos años se convertiría en el objeto de deseo de la mayoría de las mujeres de la nobleza de Europa y las clases pudientes de estados Unidos. Las famosas sedas de Spitalfields.

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Durante los siglos XVII y XVIII la zona vivió un crecimiento enorme con la construcción de casas adosadas muy bien equipadas para dar cabida a todos los maestros tejedores y la zona creció rápidamente. A  principios del S.XVIII comenzaron a llegar los tejedores irlandeses movidos por el declive de la industria del lino irlandés, con las expectativas de encontrar trabajo en la industria de la seda.

El comercio con Francia se encontraba en una época de bastante apogeo y la competencia, aunque feroz, mantenía la producción boyante. A mediados de siglo comenzaron los disturbios entre los tejedores y las protestas por los ínfimos salarios y las pésimas condiciones de vida. Entrado el S.XIX y en la época en que la soberana contraía matrimonio,  la industria de la seda había entrado en una larga decadencia. Es probable que la Reina eligiera esta seda con la esperanza de fomentar el interés por los productos realizados en Inglaterra y con la intención de reflotar  los pequeños talleres que estaban tendiendo a desaparecer.

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Por el mismo motivo seguramente elegiría los encajes de la zona de Honiton.  Esta zona de Inglaterra se popularizo por la realización de un tipo de encaje del tipo de los bolillos, un encaje con motivos florales y naturales que van unidos con una finísima red. El Encaje Honiton es uno de los mejores y más delicado y aunque es especialmente frágil, también es particularmente hermoso y adecuado para velos de novia y delicados juegos de té.

Es posible que esta técnica fuera introducida en Inglaterra por inmigrantes flamencos durante la época isabelina, que llegaron en busca de libertad religiosa. Pero fuera como fuese, si sabemos que a principios del S.XVII la mayoría de las casas de esta zona contaban con un miembro capaz de realizar este tipo de encaje y que a finales de este siglo más de la mitad  de los residentes en la zona se ganaba la vida como encajera.  Este oficio siempre fue realizado mayoritariamente por mujeres.

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La reina encargo una gran pieza de encaje en el que se emplearon más de doscientas personas y en el que se trabajó desde, marzo hasta noviembre sin parar. La pieza media más de 3 metro y medio de largo y 70 cm de ancho. Como resultado de esta elección la reina popularizo, Honiton y Spitalfields  convirtiendo a las dos en objetos de  deseo para las novias de clase alta de mediados del S.XIX. Al menos en cuanto al encaje de Honinton cada novia inglesa esperaba tener al menos un pañuelos o un pequeño mantel decorado con adornos de encaje de esta zona.

Aunque ya mucho antes de la boda de la reina victoria el blanco era popular para realizar vestidos de novia entre la alta nobleza hay que reconocer que fue a partir de este momento  cuando verdaderamente se popularizo su uso, o más que popularizarse se puso de moda entre la alta burguesía y la nobleza.  Las bodas entre las clases más poderosas eran alianzas políticas más que verdaderas historias de amor, y así el vestido de boda no era más que otra  excusa para mostrar la riqueza de las familias de los novios.

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Se demostraba la riqueza con joyería (algunas novias del Renacimiento Italiano, por ejemplo, llevaban la dote cosida en el vestido), aunque las telas eran también una forma importante de mostrar riqueza, y cuanto más elaborado era el tejido y más raro el color, más se demostraba el poder de la familia.  Hay que recordar que antes de la invención de técnicas efectivas para banquear las telas, el blanco era un color valorado: era difícil de conseguir y difícil de mantener. Las novias ricas, por tanto, llevaban a menudo el blanco para demostrar su dinero, no su pureza como se suele pensar ahora.

La Reina en lugar de elegir una de las soberbias tiaras con que cuenta la corona británica entre su impresionante colección de joyas, prefirió  lucir  una discreta corona de flores (símbolo de pureza) con una pequeña cantidad de mirto (símbolo de amor y felicidad), y éstas también se convirtieron en las flores más populares entre las novias de toda Europa y aun hoy podemos encontrar muchas novias que eligen su tocado inspirándose en estas piezas de mediados del S.XIX. No obstante la reina eligió para un día tan especial un broche de zafiro y diamante regalo de su prometido y su magnífico collar de diamantes y aretes de Turquía.

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La boda de Victoria fue ampliamente publicitada, y ampliamente copiada, incitando a un enorme número de novias a vestir de blanco. Aunque el factor más importante en la popularidad del color blanco en las novias fue el nacimiento de una gran clase media con posibilidad de gastar por primera vez en la historia moderna. Esta clase media se esforzó para emular las costumbres de la clase alta.

La Reina  le tenía tanto cariño a su vestido, que posó para numerosas pinturas con él y aunque fue criticado por algunos en su momento por ser demasiado simple a ella le encantó y apreció tanto su belleza durante toda su vida que reutilizó el volante para lucirlo en varias ocasiones importantes, y permitió a su hija Beatriz utilizarlo  el día de su boda.

El vestido de la boda de la reina Victoria es aún hoy, una verdadera joya a pesar de que ya no está unido a ese maravilloso volante de encaje.

La Reina lo amó tanto que pidió ser enterrada con su velo de novia.

Bibliográfica

Tedreamstress.com

Queenvictoria.victoriana.com

Orderofsplendor.blogspot.com.es

Ada María Davis y el diario de su boda.

Era muy corriente a finales del S.XIX que las mujeres se dedicaran a la enseñanza. Normalmente debían abandonar ese trabajo al contraer matrimonio para hacerse cargo de su nueva casa y de su esposo. En el caso de Ada María trabajaba para mantenerse, ya que carente de padres necesitaba una ayuda económica para salir adelante.

Ada Maria Davis era huérfana de padre y madre y vivía como huésped en casa de George y Mary Hudson en Rutland, Massachussets, este hecho seguramente se debía a que en aquella época no estaba muy bien visto que una mujer trabajara y viviera sola. Seguramente Ada decidió vivir con el citado matrimonio para no levantar habladurías entre sus conocidos.

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En 1874, Ada se había trasladado a Worcester, Massachusetts, donde era profesora en la Escuela Adams Square, y allí muy probablemente habría conocido a su futuro esposo,  Timothy Sibley Heald. Timothy vivía en Hubbardston, donde su padre regentaba un aserradero de madera.

Ada Maria debía ser una mujer extremadamente organizada y previsora, comenzó a llevar la cuenta de gastos de su boda seis semanas antes de la fecha prevista, y aún se conserva el cuaderno en el que con todo detalle fue apuntándolo todos los gastos. La suma total asciende a $667.16 en los artículos relacionados específicamente con la boda.  Parece ser que ese dinero provenía de los ingresos por la venta de la madera vendida un tiempo atrás, que probablemente Ada habría heredado a la muerte de su padre, por lo que podemos pensar que quizás fueron las gestiones para la venta de esa madera lo que hizo que ella y Timothy se conocieran y comenzaran su noviazgo.

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Davis mantenía el diario con todos los detalles. Era meticulosa en la registro de todos los gastos de su boda y su ajuar. En él vemos anotado todo lo referente a gastos,  adquiriendo tela, encajes y otros suministros de costura, guantes de seda, medias, azahar y una falda de aro, entre otras cosas. Ella era consciente de cada centavo que gastaba.

El vestido de novia se realizó con  dieciocho yardas de satén blanco, que Davis compró a Miss. Aldrich por $45.

El corpiño se ajustaba un poco hacía abajo, siendo más largo que los que hemos visto hasta ahora. Algo que se puso de moda más o menos por esas fechas. El largo de Ada estaba un poco a caballo entre lo que empezaba a estar de moda y lo que ya no gustaba tanto, lo cual nos habla de su deseo de estar a la moda pero sin ser demasiado rompedora en sus gustos. Su falda también era algo menos abullonada que las que hemos visto hasta el momento. Al final, con todos estos cambios, la figura de la mujer comienza a ser más estilizada.

Ada Davis y T. Sibley Heald se casaron por la tarde en el moderno «Bay State House», un moderno hotel para la época construido en 1856 y situado en el corazón del distrito financiero de Worcester. De acuerdo con el diario de Davis, la pareja invitó a 239 personas, en su mayoría amigos y familiares de Worcester y sus alrededores, aunque algunos llegaron desde lugares tan lejanos como Chicago y Cincinnati.

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Fue todo un evento muy moderno, y un centenar de invitados disfrutaron de la obra hecha por la repostera local Hannah Hemenway, que era especialista en pasteles de boda.

Espero que os guste nuestra novia Vintage de febrero. A mí me ha resultado muy curiosa su historia.

Os dejo un par de fotos del hotel donde se celebró el banquete y del diario de Ada, que me han parecido muy curiosas.

Bibliografía:

Wedding Perfection- Two Centuries of wedding Gowns- Cynthia Amnèus.

Novias Icónicas

El siglo XIX supuso una nueva etapa en el vestido de novia, sobre todo a raíz de la boda de la Reina de Inglaterra, que decidió acudir al altar en un precioso vestido blanco, algo que no había sido costumbre en la realeza hasta la fecha.

Este mes estrenamos sección y no podiamos haber elegido mejor época para comenzar, vamos a darnos juntos un paseo por lo mejor de la moda nupcial de finales del S.XIX.

¿Te vienes conmigo?

 

Florence Carlisle y su aventura europea.

Una curiosa costumbre entre la clase acomodada americana de finales del S.XIX era que al alcanzar la mayoría de edad solían realizar un viaje por Europa, una aventura que era conocida como “El Gran Tour”. Un apasionante viaje en el que los jóvenes aprovechaban no solo para visitar la Roma clásica, sino también para perderse por los lugares de moda de la capital francesa, o para estudiar de cerca la pintura renacentista de los mejores museos italianos. Este “Tour” era una ocasión perfecta para ser presentados en Londres ante la Reina de Inglaterra y, de este modo, entrar a formar parte de lo que ellos llamaban la “buena sociedad”. Ser presentado en la Corte se había convertido en un pasaporte para la formar parte de un restringido circulo y así asegurarse la aprobación en la alta sociedad americana.

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Parece que nuestra protagonista de esta semana se encontraba en el censo londinense en el año 1871, domiciliada en el Hotel St. James en Jermyn Street, viajando junto a su madre y su hermano con un grupo de cuarenta americanos

Florence Carlisle, para ser presentada ante la reina tenía que cumplir con unas estrictas normas de vestimenta. Las señoras debían llevar un vestido de noche con escote bajo y manga no muy corta. Se requería el uso de un tocado de tres plumas de avestruz con un pequeño velo.

El vestido que os traigo hoy, y que se encuentra actualmente en Museo de Arte de Cincinnati, lleva el sello de una modista de Londres, la Sra. James, una de muchas en el West End que se especializó en el traje de corte. Está claro, por las fotografías originales tomadas en Londres, que la señora James realizó para  Carlisle un vestido que seguía las más estrictas reglas de protocolo.

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Como el vestido de una novia, este tipo de trajes de corte estaba hecho especialmente para la ocasión. No es de extrañar que las damas vistieran sus trajes de novia el día que eran presentadas en la corte o que por el contrario usaran los trajes con los que se las presentaban en sociedad para contraer matrimonio. El vestido fue donado al museo como vestido de corte y de novia. Sin embargo, Carlisle no se casó hasta junio de 1884, por lo que parece poco probable que fuera usado para dos fechas tan separadas. El vestido es una joya en su diseño y ejecutado en un tono dorado  y cargado de detalles románticos. Con una preciosa falda llena de pequeños volantitos plisados y una preciosa cola de seda natural. Un diseño que bien podría lucir cualquier novia de este S.XXI.

¿No os parece que los trajes de novia clásicos nunca pasan de moda?

Bibliografía:

Wedded Perfection Two centuries of wedding gowns- Cynthia Amnéus.

Un traje de novia color maiz, un referente en el S.XIX

Elizabeth Kissam (1844-1902), hija de un comerciante del centro de Nueva York, contrajo matrimonio con Henry De Bus natural de Ohio en pleno S.XIX. Su futuro suegro poseía negocios de fabricación de alambiques, cubas y cisternas de los que Henry se haría cargo al poco de volver de la guerra civil y casarse con Elizabeth.

En 1868 la empresa tomó el nombre “Debus Tub and Coopering Co”, con oficinas en la calle Elm en el centro de Cincinnati. Coopering era un negocio lucrativo, ya que en aquella época había más de 35 fábricas de cerveza solamente en el distrito Over- the-Rhine de Cincinnati, y la fábrica de Henry suministraba material prácticamente a todas ellas.

Elizabeth Kissam eligió un vestido para el día de su boda de aire vanguardista para la época.Una falda con un más que generoso vuelo y un dobladillo de más de 50 cm que la hacían caer con una elegancia especial. Con la invención de la crinolina en la década de 1850, las faldas ganaron muchísimo volumen y se hicieron cada vez más impactantes. Con la ventaja de ser muchísimo más ligeras y permitir a las mujeres moverse con muchísima más libertad que las antiguas y pesadas enaguas para dar volumen.

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La mayoría de los vestidos de su época se hicieron en dos piezas, el corpiño separado de la falda. En esta ocasión Elizabeth eligió un diseño en el que la falda iba unida a la blusa. Este tipo de diseños comenzaron a verse en las revistas de moda de 1859, pero fueron muy pocos modelos los que se debieron realizar ya que apenas han sobrevivido. Yo creo que debían ser mucho más incómodos y menos prácticos que los vestidos de dos piezas.

El color de este vestido de novia es bastante llamativo. En vez de blanco Kissam eligió un color oro rosado, en una seda de tafetán que cambiaba de color según la luz que recibía. Un color al que algunas revistas de moda de la época hacen referencia como color maíz.

La prenda está escasamente decorada con un estrecho encaje de bolillos hecho a mano y cosido justo dentro de la línea del cuello, y un detalle algo más ancho por debajo del busto y sobre los hombros. Un pequeño decorado realizado con dos hilos, uno en color dorado y el otro de un satén blanco,  embellecen el corpiño y las diminutas mangas abullonadas. Los botones están cubiertos con un delicado remate de ganchillo fino.

Un vestido con una  impresionante falda para una mujer con  apenas 50 cm de cintura, que se conserva en perfectas condiciones.

Bibliografia: Two Centuries of wedding gowns  Cynthia Amneús.