CONSUELO VANDERBILT (1877-1964)

Consuelo tuvo una infancia totalmente dominada por su autoritaria y estricta madre, la cual la obligaba a toda clase de sacrificios para ser una perfecta señorita de la alta sociedad. Fue educada en casa por institutrices y tutores. A la edad de 8 años leía y escribía en varios idiomas.

Nacida en la ciudad de Nueva York en 1877, la bella dama era hija del magnate del ferrocarril Willian Kissam Vanderbilt y Alva Erskine Smith, por lo que se crio rodeada del más increíble lujo desde su nacimiento.

Consuelo se convirtió en una joven muy hermosa, distinguida y, por supuesto, en una de las jóvenes casaderas más deseadas de la alta sociedad neoyorquina, tanto por su gran belleza como por su fortuna.

Su madre era la encargada de discernir quién, de los muchos pretendientes que rondaban a Consuelo, era o no era el adecuado. Lo que ella buscaba, y creía que le faltaba a su hija, era un título nobiliario, encontrándolo en el lord inglés Charles Spencer-Churchill, noveno duque de Malborough y primo de Sir Winston Spencer-Churchill.

Consuelo tenía un romance secreto con un joven neoyorquino, negándose en rotundo a cumplir los deseos de su madre. Consuelo intentó fugarse con su amado joven, pero fue descubierta y encerrada en su habitación. Ante su continua negativa, su madre terminó presionándola de tal forma que fingió estar enferma a causa de su desobediencia y terquedad.  Y al fin, Consuelo acabó aceptando la boda que se celebró en 1895.

Fue todo un acontecimiento social en Nueva York y un día especialmente triste para la novia, que llegó al altar media hora más tarde porque no paraba de llorar amargamente antes de salir de casa en los brazos de su padre.

Dada la buena educación recibida, la nueva condesa de Malborough asumió a la perfección sus nuevos deberes aristocráticos, convirtiéndose en una mujer admirada y apreciada en la alta sociedad inglesa, a pesar de sentirse oprimida por el estricto y estirado protocolo inglés y echar de menos el estilo de vida neoyorquino.

El matrimonio nunca fue feliz, a pesar de tener dos hijos. Las desavenencias vinieron pronto por la falta de amor. Ella se enamoró de un joven y famoso aviador, héroe de la primera guerra mundial, primo de su esposo llamado Jacques Balsan. El conde, por su parte, cayó en brazos de una atractiva joven estadounidense.

Se separaron en 1906, volcándose Consuelo en las obras de caridad y en la ayuda a los desprotegidos de la sociedad inglesa. Comenzó su trabajo como activista del sufragio femenino, llegando a ser nombrada “La Primera Mujer Miembro del Consejo del Condado de Londres”. En 1926 fue anulado su primer matrimonio, por haberse realizado bajo coacción, y se casó con Balsan.

Consuelo y Balsan vivieron en Francia donde Consuelo, lejos de la presión social de Inglaterra, pudo vivir una vida feliz, libre y llena de amor. En Francia siguió ejerciendo su generosidad y participando en obras de caridad, donde construyó una casa de verano para niños en la que se recuperaban de enfermedades.

Tras la ocupación de Francia, el matrimonio se traslada a América donde vivieron hasta el final de sus días.

Consuelo quedó viuda en 1956, falleciendo en Southampton (Nueva York) a la edad de 87 años.

No sé si recordáis que ya os había hablado hace tiempo en mi blog de la magnífica colección de joyas que tenía Consuelo. Os dejo aquí abajo el link por si os apetece recordar todas las piezas que formaron parte de su colección, y alguna que otra curiosa anécdota sobre su ajetreada vida.

Reina y madre del último Bonaparte

Hortensia de Beauhrnais, esta hermosa mujer nace en París en el año de 1783, hija del primer matrimonio formado por Josefina Beauharnais y Alejandro, vizconde de Beauharnais. El vizconde es guillotinado durante el periodo del terror y Josefina, su madre, contrae nuevas nupcias con Napoleón Bonaparte, convirtiéndose en la emperatriz de Francia. De esta manera Hortensia pasa a formar parte de la familia Bonaparte, hecho que  marcará toda su vida.

Hortensia recibió de pequeña una educación exquisita en la afamada escuela de Madame Campan. Allí aprende, arte, música y canto especialidad en la cual Hortensia destaca como una gran compositora musical, así como en el juego del billar llegando a ser una gran competidora.

Por indicación de Napoleón se casa con su hermano menor, Luis Bonaparte, que inmediatamente después es nombrado por su hermano rey de Holanda.

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No fueron nunca un matrimonio feliz. Desde el principio hubo muchas infidelidades por parte de los dos y a pesar de tener tres hijos, Napoleón Carlos, Luis Napoleón (futuro rey Luis II de Holanda) y Napoleón Luis (futuro Napoleón III), el matrimonio se separa en 1810.

Hortensia tuvo un cuarto hijo fruto de su relación con el Conde de Flahaut.

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Dos años antes de la separación matrimonial Anne L. Girodet pinta este bello retrato de Hortensia, la cual tiene una mirada nostálgica y triste quizás reflejo de los duros momentos por los que  estaba pasando. Lleva un vestido tipo imperio muy de la  época y destaca su sugerente  escote desabrochado, dándole ese puntito frívolo que sin duda caracterizaba a Hortensia. Casi no lleva joyas, solo los pendientes de perlas en forma de lágrima y la bonita tiara de perlas que recoge su pelo.

A pesar de su separación matrimonial con el hermano del emperador Bonaparte, Hortensia le apoyó  incondicionalmente.

Hortensia compró el castillo de Arenenberg, en el cantón suizo de Turgovia, y residió allí con sus tres hijos hasta su muerte en 1837 a los 44 años de edad.

Esta web nos hace un recorrido por la zona en la que vivió nuestra protagonista sus últimos años:

http://www.radurlaub-bodensee.de/es/museo-napoleon-arenenberg?language=es

 

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Lady Deterding una belleza enigmática cargada de chispa y personalidad.

De acuerdo con las costumbres de su generación, Lydia Deterding siempre mantuvo la fecha exacta de su nacimiento celosamente guardada, incluso a su familia más inmediata. Se sabe que nació en Tashkent a finales del siglo XIX y que era hija de un académico, Paul Koudoyaroff. Sus orígenes rusos marcaron su vida y debieron influir en su pasión por los objetos hermosos, y especialmente las joyas.

A Lady Deterding nunca se la consideró una gran belleza, pero sí una mujer de magnética personalidad y encanto. Había una atractiva chispa en su mirada que los retratos de Laszlo parecen haber capturado. Era una de esas mujeres con sentido innato del estilo, que adoraba los caros adornos de joyería.

Henri Deterding, su segundo marido y fundador de la compañía petrolera Shell, estaba totalmente cautivado por ella y la obsequiaba generosamente con costosas joyas y ropa, sabiendo el gran placer que la proporcionaba. Ella adoraba la sociedad en la que se introdujo, y su vivacidad y animada conversación la convertían en la anfitriona ideal de los muchos amigos de Henri.

En línea con sus contemporáneos, Lydia estaba constantemente actualizando sus joyas y, en esta impresionante colección, pocas piezas mantuvieron su diseño original desde sus tiempos con Detering (se divorciaron, pero ella no se volvió a casar y mantuvo el título).

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La colección incluía tres importantes joyas de procedencia rusa. En una foto de estudio tomada a principios de los años 30 por la fotógrafa Dorothy Wilding, ella luce un fantástico colgante de perla y diamante. Esta joya, fabricada en el siglo XIX, procedía del imperio ruso y era muy especial para ella.

En octubre de 1866, el Gran Duque Alexander Alexandrovich, que tras la muerte de su hermano mayor en 1865 se convirtió en heredero del trono ruso y Zar Alejandro III desde 1881, se casó con la novia de su hermano, la Princesa Louise Sophie Frederikke Dagmar, hija de Christian IX de Dinamarca. Como novia imperial rusa fue conocida como María Feodorovna, y en una fotografía tomada hacia 1899 se la ve mostrando este colgante mientras sostiene a su joven hijo, el futuro Zar Nicolas II, en sus brazos. La joya siempre permaneció en la colección privada de la zarina y tras su muerte en 1928 se lo dejó a su hija la Gran Duquesa Xenia.

En 1919 Xenia se las apañó para escaparse de Rusia junto con su madre y su marido. Lydia Deterding le compró esta joya a la Gran Duquesa, quien le envió una carta personal confirmando su procedencia y se convirtió en una de sus posesiones más preciadas. Casi todas las demás joyas de la colección privada de María Feodorovna, fueron vendidas por la Gran Duquesa Xenia y su hermana Olga al Rey Jorge V y la Reina Mary.

Otra pieza histórica de origen ruso vino de la colección del Príncipe Félix Youssoupoff, quien era el marido de la hija de Xenia, aunque sin duda es más conocido como el asesino de Rasputín. Antes de la Revolución los Youssoupoff habían sido una de las familias más ricas y poderosas de Rusia. Cuando el Príncipe Félix huyó de Rusia, se las apañó para llevarse con él algunas de las joyas más importantes de la colección familiar, algunas de las cuales le sirvieron para financiarse la vida en Europa Occidental.

A mediados de los años 20 Lady Deterding adquirió una de las joyas más destacadas de la colección, la «Estrella Polar». Este diamante antiguo en forma de almohadilla de las minas Hindúes de Golconda, con un peso de 41,285 quilates, debe su nombre por la estrella de cinco puntas que llevaba.

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De las minas de Golconda han salido algunos de los diamantes más famosos de la historia, tales como el “Koh-i-Noor” y el diamante “Hope”

No se sabe nada de los inicios de la «Estrella Polar», pero a principios del siglo XIX era propiedad de José Bonaparte, el hermano mayor de Napoleón.

Fue después adquirida por la Princesa Tatiana Youssoupoff y, en su momento, heredada por el Príncipe Félix. En 1924 comenzaron las negociaciones con Cartier, que deseaba comprar la famosa piedra. Aunque se ha rumoreado que Lady Deterding no la adquirió hasta 1928, la información de los archivos de Cartier demuestra que ya se había incorporado a un sensacional collar diseñado por ellos en marzo de 1926.El diamante estaba engastado en un colgante, coronado por una gran esmeralda y sujetando con dos lágrimas de esmeraldas en forma de pera

Una foto de Lady Deterding de 1938 muestra este collar, pero con tres esmeraldas pendiendo juntas y la «Estrella Polar» colocada arriba. Este espectacular colgante de esmeralda fue inicialmente la borla del fantástico sautoir de esmeraldas y diamantes creado por Cartier para la Princesa Anastasia de Grecia en 1921, usando las piedras de dos de sus otras joyas. La Princesa fue inicialmente la viuda del magnate del estaño William Bateman Leeds, y se había casado con el Príncipe Cristóbal de Grecia, hermano del Rey Constantino I, en 1920. Nancy Leeds había heredado una vasta fortuna de su marido, y esto le había habilitado para adquirir una fabulosa colección de joyas.

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Unos años más tarde Lady Deterding decidió, obviamente, crear un nuevo destino para la «Estrella Polar»; cuando se vendió en 1980 Boucheron lo había montado en un anillo extremadamente impresionante. Sin embargo, ella no descartó o vendió el collar de diamantes que una vez había llevado la «Estrella Polar», usándolo para proporcionar la montura para otra sensacional joya rusa. Comprada después de la Revolución por Lady Deterding, probablemente usando a Cartier como intermediario, ésta era la famosa «Perla Azra».

Esta perla negra en forma de pera era parte de un ornamento de diamantes, que también llevaba una perla negra en forma de botón que pendía de un collar con 110 perlas perfectamente hermanadas. Hasta 1783 la perla Azra estaba entre las Joyas de la Corona Rusa. La Emperatriz Catalina II se la dio a uno de sus validos preferidos, el Príncipe Potemkin, que la legó a su sobrina la Princesa Tatiana Youssoupoff, permaneciendo en la familia desde entonces. Se exhibió en Londres en 1935 junto con la muy admirada perla «Peregrina» y un par de pendientes de perlas, que también habían pertenecido a la familia Youssoupoff.

Cartier desmontó el collar de perlas original y re engastó la perla negra y el colgante de diamantes en un collar de diamantes. Lady Deterding tuvo la mala suerte de perder la perla Azra «en algún lugar de París», siendo por tanto solo el collar con la perla negra de botón y el colgante de diamantes, pero sin esta romántica perla, la que se incluyó en la venta de 1980.

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Otras joyas que formaban parte de su colección fueron un brazalete de rubíes y diamantes, típico del periodo Art-Decó, engastado con cuatro hileras de rubíes en forma de almohadilla y con hebillas de diamantes. Era una creación de Cartier.

También diseñada y fabricada por su joyero favorito, Cartier, estaba un juego de rubíes y diamantes compuesto por un collar con cinco motivos desmontables, que también se podían llevar como broche. La pulsera y los pendientes a juego eran de diseño similar y se crearon todas en 1938.

Lydia visitaría a Cartier a menudo, tanto para intercambiar piezas como para rediseñarlas.

Es evidente que la mayoría de sus adquisiciones vinieron de Cartier. Allí compró un elegante broche en forma de canario amarillo y blanco de diamante rosa, un juego de turquesas y diamantes, un zafiro de 47 quilates que se montó en el centro de un llamativo broche de diamantes en forma de capullo, y otras joyas de diamantes y coloridas piedras igualmente atractivas.

A finales de los 20 añadió una de las joyas más sensacionales de la colección: un par de broches «Tutti Frutti» de rubíes, diamantes y esmeraldas talladas. Cada broche llevaba una gran hoja de esmeralda tallada, con bordes en baguette y cuentas de rubíes y diamantes en corte de brillante.

También adquirió varias de sus estilosas cajas de cigarros de oro y diamantes para completar su equipamiento, así como espléndidos bolsos decorados con gemas y coloridos esmaltes.

Estas son solo algunas de las imágenes que he podido encontrar en la red de esta soberbia colección de joyas, que terminó desperdigada por el mundo después de una subasta a mediados de los años 80.

IMÁGENES.

http://katmax1.livejournal.com/4558.html

 

Juana de Habsburgo-Jagellón

Hoy os traigo hasta nuestra sección de joyas históricas unos originales pendientes, inspirados esta vez en una de las obras que se encuentran expuestas en el Museo Pitti de Florencia.  El retrato que llamó mi atención es una obra firmada por Alessandro Allori en 1570 y pintado durante los años en que Allori gozaba de más popularidad, siendo el pintor oficial de la familia más poderosa de Florencia, en este caso del Gran Duque Francisco I de Medici, 2º Gran Duque de Toscana.

El retrato es de Juana de Austria, esposa de Francisco I de Médici y Archiduquesa de Austria.  Es posible que en su rostro apreciemos, en cierta medida, la desesperada situación que vivía la joven

La corte florentina no acogió demasiado bien a Juana a causa de su linaje austriaco, y ella tampoco se sintió encajada en la Corte. El desprecio hacia ella era patente, y el vacío que le hacía la corte italiana la hace añorar constantemente su patria. El Gran Duque Francisco tampoco entiende el carácter reservado y serio de su mujer, y se comporta con total frialdad hacia ella.

Para más inri, la joven no era capaz de dar a luz el deseado varón que tanto anhelaba su esposo. En aquellos años se pensaba que la mujer era la única responsable del sexo de los niños, y todas las damas casadas con influyentes nobles sufrían una gran presión por esta causa. Juana tuvo seis partos casi seguidos y todas fueron niñas, de las cuales solo dos sobrevivieron a la niñez.

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Por otro lado, como era frecuente en la época, su esposo no cesaba en sus ansias de mantener relación con otras mujeres. Francisco llevaba una vida promiscua.

Hasta el punto que en 1576 la situación de Juana se vuelve bastante incierta. Francisco tenía una amante llamada Bianca Capelo, a la cual exhibía públicamente con todo descaro, cubría de joyas y lujosos vestidos, e incluso compró una casa cerca del Palacio Vecchio para que viviera próximo a él. Con ella tuvo un hijo varón ilegítimo, siendo este otro motivo más para que la corte florentina no dejara de conspirar y menospreciar a la pobre Juana.

En 1577 las plegarias de Juana fueron oídas, dando a luz al ansiado varón al que pusieron de nombre Felipe Cosme. El nacimiento del heredero fue recibido por toda la corte con gran alegría y, sobre todo, Juana al fin se sintió feliz. Pero su felicidad duró muy poco porque el heredero muere a los cuatro años de una hidrocefalia.

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El final de Juana es tan triste como su propia vida. Quedando embarazada de nuevo al poco tiempo de fallecer su hijo, reza para que sea otro varón, pero en el octavo embarazo ya no se encuentra demasiado bien, y bajando las escaleras del Palacio Ducal tropieza y cae de mala manera, provocándose el parto y naciendo prematuramente el hijo que llevaba en su seno. El niño muere y Juana, no pudiéndolo superar, muere al día siguiente.

Aparte de su mirada triste y perdida, en el cuadro descubrimos una bella joven de delicados rasgos físicos cien por cien centroeuropeos.

Su vestimenta también nos dice mucho de ella: es muy sobria de colores, pero elegantes, y de ricos tejidos muy a la moda de la época de Carlos I, y bastante alejada de los cánones de la moda italiana del Renacimiento.

En el cuadro destacan las joyas que acompañan a Juana. En primer lugar el colgante de oro con dos piedras preciosas, una de ellas un rubí y la otra, que me es difícil de reconocer y que hace juego con los bonitos pendientes de forma de jarrón muy propios del Renacimiento italiano, que es la joya que hoy os traigo hasta el blog.

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Juana luce también unas preciosas perlas grises, tanto en la diadema de la cabeza como en el largo collar de seis vueltas.

Hay muy pocos retratos de Juana de Austria, lo que nos afirma el carácter introvertido de esta mujer. La corta vida de Juana de Austria está llena de infelicidad. Fue una mujer que solo vivió para dar un heredero al Gran Ducado y que nunca logró adaptarse a la corte Florentina.

Espero que os gusten los pendientes que os traigo este mes. En este caso la reproducción la hemos hecho con turquesas, una piedra que realza las teces claras y da luz a las oscuras, y que nos ha parecido muy apropiada para esta joya.

Os dejo el link a la ficha de los pendientes en la Tienda online por si queréis verlos con más detalle.

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