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“Sarah Bernhardt: la voz de oro de Francia”

7 abril, 2015

Sarah Bernhardt: la voz de oro de Francia

Considerada una de las mejores actrices de todos los tiempos, las inquietudes artísticas de Sarah Bernhardt (París, 1844-1923) incluyeron también las artes plásticas y la literatura. Llamada reina de la postura y princesa del ademán, era  hija de una familia judía de origen holandés y su verdadero nombre era Henriette-Rosine Bernard. Alta, muy delgada, de ojos oscuros y gran presencia sobre los escenarios, ‘la Bernhardt’ estudió interpretación en el prestigioso Conservatorio de París, pero pasó casi toda su infancia en un convento. A comienzos de la década de 1870, empezó a cosechar grandes éxitos entre crítica y público.

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Talentosa, experta en interpretar la psicología de los personajes, pronto fue apodada como la voz de oro. El público admiraba de ella su naturalidad sobre las tablas, su cultura y sus excentricidades, entre las que se encuentran viajes en globo y un ataúd forrado de terciopelo que viajaba con ella y en el que, se cuenta, solía acostarse con frecuencia. Además, en sus viajes le acompañaban numerosos animales, desde gatos hasta pájaros y tortugas.  Londres acogió su presencia en 1879 de la mano de la prestigiosa Comédie Française. Al igual que en París, obtuvo un enorme éxito. Un año después, Sarah Bernhardt montó su propia compañía, se convirtió en empresaria y emprendió la primera de sus muchas giras por Estados Unidos. Se convirtió pronto en una estrella internacional.

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Su carrera fue larga y con numerosos papeles muy alejados de su personalidad, tanto en edad como en sexo, e incluyó éxitos como su interpretación de Cordelia en Rey Lear o la desafortunada cortesana de La dama de las Camelias, de Dumas hijo. Se cuenta que cuando interpretó este papel en Viena, en el año 1889, la escena de la muerte fue tan impresionante que varias señoras del público llegaron a desmayarse.

A los 70 años, dio vida a Hamlet. Una de sus muchas virtudes fue modernizar el modo en el que se interpretaba a Shakespeare. En vez de declamar, ella recitaba el “ser o no ser” en medio de susurros, lo que supuso una innovación.

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Entre sus peculiaridades estuvo el reunir fondos para los heridos de la Primera Guerra Mundial. En esa época, Sarah Bernhardt sufrió la amputación de la pierna derecha, que se había quedado malherida tras un accidente durante una obra años atrás. Aun así, insistió en visitar a los soldados en el frente; para ello, fue trasladada en una pequeña silla. A partir de ese momento, solo pudo aceptar papeles en los que no tuviera que estar de pie.

La vida le cundió tanto que escribió hasta sus memorias y publicó una novela. La muerte la sorprendió en 1923, cuando estaba preparando una nueva obra. Su belleza, su talento y su personalidad hicieron que fuera adorada por personalidades como Sigmund Freud y Oscar Wilde, y recordada como una de las mejores actrices que ha tenido Europa.

Texto_ Esther Ginés

Fotografías: María Vintage Photography

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